Si alguien ha dicho alguna vez que ser adulto es fácil, es que no lo ha sido
lo suficiente. Diana Casillas puede admitirlo: la mitad del tiempo no sabe
qué demonios está haciendo. Cómo ha conseguido pasar los dos últimos
años de su vida sin matar a nadie es poco menos que un milagro. Ser
adulto no debería ser tan difícil.
Con una casa nueva, dos niños pequeños que ha heredado de la forma
más dolorosa posible, un perro gigante, un trabajo que suele amar, una
familia más que suficiente y amigos, tiene casi todo lo que podría pedir.
Excepto un novio. O un marido.
Pero, ¿quién necesita alguno de los dos?