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Teoría de los sentimientos PDF

328 Pages·1999·7.256 MB·Spanish
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TeoriadeW s sen• ti•m zent<Js AgnesH eller FILOSOFÍA CULTURA CONTEMPORÁNEA y Teoría de los sentimientos FILOSOFÍA CULTURA CONTEMPORÁNEA y 6 Teoría de los sentimientos Agnes Heller Títuloor iginAa Tlh:e0 1:y of Feelings TraducciFórna:nc isco Cusó Primeerdai ci1ó9n80:, EditorFioanlt amaSr. An.,, B arceloEnsap,a ña. Primeerdai ci1ó9n99:, EdicioCnoeyso ac:íS.n A,. deC .V . Primerreai mpres20i0ó4 n: Reservados todos los derechos conforme a la ley ©Editorial Fontamara, S. A., Barcelona, Espafia. ©Ediciones Coyoacán, S. A. de C. V. Av. Hidalgo No. 47-b, Colonia del Carmen Deleg. Coyoacán, 04100 México, D. F. 'f'els. 5659•7117 y 5659•7978 Fax 5658•4282 ISBN 970-633-154-9 lmpn.:so y hecho en l\'léxico />ri11rr:d r111d lllt'tdr: i11 1�/c:\·iro INTRODUCCIÓN Hay teoría de los sentimientos desde que existe pensamiento teórico. Cuando muchos grandes temas de la antropología (los instintos, las necesidades, la personalidad) no habían siquiera aparecido en el horizonte de la filosofía, cualquiera que se toma­ se la molestia de reflexionar sobre la naturaleza y tareas del hombre tenía ya que tomar en cuenta el mundo de los sentimien­ tos humanos, la naturaleza de los sentimientos, la relación con los sentimientos. El ángulo desde el que se situalia el tema de los sentimientos varió considerablemente de un período histórico a otro, e incluso dentro del mismo período. En la antigüedad, el sentimiento era fundamentalmente una cuestión ética, y el análisis de los sen­ timientos se subordinaba siempre al análisis de las virtudes. Si se asignaban virtudes distintas a los diversos estratos de la so­ ciedad -como hizo Platón-, también les correspondían sen­ timientos diferentes. Si el hombre más virtuoso es el buen ciudadano -como defendía Aristóteles-, entonces hay que me­ dir los sentimientos con el baremo del buen ciudadano. Si se considera como bien supremo una vida orientada al placer -caso del hedonismo-hay que poner el acento en el desarrollo de la capacidad de gozar. Y así sucesivamente. Las preguntas que se hacía la cristiandad medieval eran también fundamental­ mente éticas, pero su norma de virtud era el buen cristiano. En el dualismo entre alma y cuerpo sólo los sentimientos del alma -espirituales- pueden referirse al Bien, mientras que los per­ tenecientes al cuerpo quedaban situados en el polo negativo, y debían ser reprimidos a ser posible, o por lo menos controlados. La referencia de los sentimientos a la moralidad no desapa­ rece ni siquiera en la época burguesa (considérese, por ejemplo, la escuela escocesa), pero se entrecruza con consideraciones teóri· 7 cas y de valor completamente distintas. Incluso la teoría de los sentimientos abordada desde el punto de vista de la moralidad tiene que enfrentar problemas nuevos, desconocidos anterior­ mente. Hasta entonces, se daba por supuesta la existencia de la moralidad. Pero a la sazón se suscitan nuevos interrogantes: ¿qué es lo que mantiene a los átomos unidos? La moral existe, pero ¿cómo es posible? Aunque en realidad el problema sólo llegó a formularse de esta forma con Kant, en la práctica se planteaba así desde los mismos inicios de la era burguesa. Uno de los caminos para establecer esa posibilidad arranca de los sentimientos. No puedo analizar las innumerables formas que toman. Pero todas tienen en común un aspecto: el reduccio­ nismo. El mundo de los sentimientos (y, en consecuencia, el mundo de la acción moral) son edificados sobre los sentimien­ tos básicos o derivados de ellos. Y desde ese punto de vista no importa que el punto de partida de tal reducción sea el egoísmo (el deseo de ganancia) o el altruismo (el sentimiento de morali­ dad, la simpatía). Entre las aproximaciones teóricas al sentimiento se abrirá pronto camino la oposición entre ºsentimiento y razón. De nuevo es Kant el que da una formulación teórica clara a esa confron­ tación, es Kant quien acepta la teoría del reduccionismo egoísti­ co en relación a los sentimientos, y los confronta con la razón pura que, en su aplicación práctica, viene a ser también vo­ luntad pura, fuente y depósito de moralidad. En Kant la trinidad de volición, conocimiento y afecto se funda en la filosofía trascendental. Con ello se mantiene la re­ ferencia de los sentimientos a la moralidad (aunque en esencia sólo negativamente). Pero en la segunda mitad del siglo XIX, esa misma trinidad tiende por lo menos a ser psicologizada, y así aparece la psicología como disciplina aparte. La trinidad de conocimiento, volición y sentimiento, se plantea entonces como hecho empírico (un hecho de la psijé), y el sentimiento queda completamente abstraído de la moralidad. La ideología del racio­ nalismo instrumental asume una forma científica empírica. Max Weber describió ese proceso y Freud lo expresó: en eso ambos importantes pensadores de principios de siglo van juntos. Su importancia y su grandeza a este respecto se debe al hecho de que ambos se enfrentan a la ideología positivista, aunque aceptan como un hecho la dicotomía entre conocimiento y emoción asumida por la psicología positivista. Weber de� cribió tal escisión como resultante histórica, como hecho pro- 8 blemático, en tanto que· Freud la expresó como sentimiento vital, como un hecho trágico. Esa divergencia es característica de ambos pensamientos, y constituye una de las fuentes de su pesimismo antropológico, rasgo común tan ajeno al positivis­ mo psicológico. La antropología freudiana es particularmente «clara» en su formulación de las preguntas básicas de la época. En su «saco anímico» el Ego viene a ser el órgano del pensamiento de la acción en la línea del racionalismo instrumental. Ese Ego se ve amenazado por dos lados (bedrangt): de una parte por los instintos o afectos (el Id), y de otra por la cultura de Ja racio­ nalidad de los valores (la moralidad, el Superego ). Así, el sen­ timiento degradado a instinto, la razón, la moralidad, consti­ tuyen tres mundos separados entre los que nunca se da una interacción orgánica. Pero como he señalado, Freud expresó y vivió todo eso como un sino trágico. Nunca negó la importancia de la satisfacción de las necesidades, es decir, los instintos, es decir, los senti­ mientos, en la autorrealización del hombre. Pero la «comuni­ cación en el mundo», la apropiación real del mundo queda sim· plemente como tarea de ese Ego hostigado, y por tanto como actividad de la racionalidad instrumental aislada de] sentimiento y del valor. El cumplimiento de la tarea no puede ser nunca una autorrealización completa (ni siquiera relativamente com­ pleta). La psicología positivista, en su forma típica del siglo xx, el 1:-ehaviorismo, deja completamente entre paréntesis el pro­ blema de la autorrealización, o, mejor dicho, identifica la auto­ rrealización con el éxito de una acción de racionalismo instru­ mental. El sentimiento viene a ser simplemente un elemento nocivo en la actividad del racionalismo instrumental, o simple­ mente un epifenómeno. Ryle formuló contundentemente ese pensamiento: «Experimentamos sentimientos ... porque estamos inhibidos de actuar en orden a un objetivo.1 En la dicotomía entre sentimiento y acción racional, se pue­ de preferir el primero a la segunda, pero manteniendo la rígida dicotomía. Entonces se considera que el «factor nocivo» no es el sentimiento sino el pensamiento racional. Jung, que se desvía de Freud precisamente en dirección al irracionalismo, lo formu- (1) Gilbert Ryle, The Concept of Mind, Nueva York, Barnes and Noble, 1962, p. 106. 9 la de la siguiente manera: cNichts stort aber das Fühlen so sehr wie das Denken•.2 La diversidad de las respuestas (y lo que es más, su carácter contradictorio) no altera el hecho de que sentimiento y pensa­ miento, la relación entre sentimiento y racionalidad, es la pre­ gunta central de la teoría del siglo xx sobre los sentimientos. Los mayores filósofos d�l siglo xx han partido de ese punto, pero, rechazando las respuestas dadas por las psicologías posi­ tivistas e irracionalistas, han establecido mediante metodolo­ gías diversas la unidad final de sentimiento y pensamiento. Me refiero fundamentalmente a Husserl, Lukacs y Wittgenstein. Como sus esfuerzos iban contra las corrientes predominantes en la psicología de la primera mitad del siglo, no es sorprendente que todos ellos sean cantipsicologistas». Entretanto, sin embargo, esas tendencias contestatarias han permeado también la propia ciencia psicológica: la psicología de la Gestalt y el neofreudianismo fueron pioneras en esa nueva ruta. Los principios de la filosofía, la antropología, la etnogra­ fía y, no en menor medida, el historicismo marxista, han pe­ netrado igualmente en la psicología. Esa nueva tendencia en la psicología se aleja de la concepción de ésta como «disciplina empírica especial» y tainbién cierra las puertas a que se mezcle con la mitología: las nuevas tendencias de la psicología se ocupan de los conflictos reales entre los miembros reales de la sociedad actual, y entre sus valores sobresale la trascenden­ cia del mundo que había establecido la dicotomía teórica entre pensamiento racionalista instrumental y sentimiento. Esa psicología (que he descrito en mi libro sobre los instin­ tos como «teoría del naturalismo de la personalidad») encarna al tiempo cierta especie de utopismo ingenuo. Ve el futuro que trasciende al presente como encamado en la personalidad autén­ tica cuyo sentimiento y pensamiento se interaccionan orgánica­ mente. Su optimismo antropológico coloca entre paréntesis los problemas realistas planteados por el pesimismo antropológico. ¿Cuál es el «punto de vista» de mi teoría de los sentimientos? En primer lugar, acepto las preguntas de esta época, es decir, tomo como básico el análisis de la relación entre senti­ mientos y pensamientos. Y el valor que he adoptado para sol- (2) Jung, Psychologischen Typen, Zurich, Rascher Verlag, 1942, p. 512. «Sin embargo, nada estorba tanto al sentimiento como el pensamiento.» 10 / ventar los problemas es la preferencia por la unidad final de sentimientos, pensamiento y moralidad. Quiero demostrar, por lo tanto, que e' hombre unificado es un hecho empírico, en el sentido (puesto que no existen los «hechos puros») de que una de las direcciones en incesante ex­ pansión de la ciencia -psicología cerebral, antropología, psi­ cología -puede agrupar coherentemente los hechos e.le que dis­ ponemos de tal manera que justifique m1 hipótesis. Al mismo tiempo quiero establecer como hecho no menos empírico (con la misma restricción que antes), que el campo de acción permitido por la sociedad actual, y el pensamiento determinado por ella, producen y fijan sentimientos particula­ ristas, perpetúan y reproducen la alienación de los sentimientos, el carácter irrestringible de ciertos afectos. El hombre está unificado, pero la personalidad está escindida. El valor que elijo es la personalidad unificada que se auto­ rrealiza en la tareas presentadas por el mundo, y rica en senti­ mientos. Esa personalidad existe sólo como tendencia, como ex­ cepción. Su generalización antropológica no es, por tanto, un hecho empírico. Mi teoría de los sentimientos, sin embargo, parte de la validez de ese valor en la ordenación y evaluación de los hechos empíricos. El tema de la primera parte de mi estudio es la unidad del hombre. El tema de la segunda parte de mi estudio es la escisión de la personalidad. Los valores que me guían en el análisis son idénticos en ambas partes. 11

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