Mr. Fitzwilliam Darcy: The Last Man in the World EL ULTIMO HOMBRE EN EL MUNDO ABIGAIL REYNOLDS Traducción: Yuli S. Mr. Fitzwilliam Darcy: The Last Man in the World Copyright © 2010 by Abigail Reynolds Cover and internal design © 2010 by Sourcebooks, Inc. Cover design by Cathleen Elliott/Fly Leaf Design Cover images © Bridgeman Art Library; titaniumdoughnut/iStockphoto.com; Greatpapa/ Fotolia.com Sourcebooks and the colophon are registered trademarks of Sourcebooks, Inc. All rights reserved. No part of this book may be reproduced in any form or by any electronic or mechanical means including information storage and retrieval systems— except in the case of brief quotations embodied in critical articles or reviews—without permission in writing from its publisher, Sourcebooks, Inc. The characters and events portrayed in this book are fictitious or are used fictitiously. Any similarity to real persons, living or dead, is purely coincidental and not intended by the author. Published by Sourcebooks Landmark, an imprint of Sourcebooks, Inc. P.O. Box 4410, Naperville, Illinois 60567-4410 (630) 961-3900 FAX: (630) 961-2168 www.sourceboo ks.com Originally published in 2006 by Intertidal Press, Madison, WI Library of Congress Cataloging-in-Publication Data Reynolds, Abigail. Mr. Fitzwilliam Darcy : the last man in the world / Abigail Reynolds. p. cm. 1. Bennet, Elizabeth (Fictitious character)--Fiction. 2. Darcy, Fitzwilliam (Fictitious character)--Fiction. 3. Courtship--Fiction. 4. Marriage--Fiction. 5. England--Social life and customs--19th century--Fiction. I. Austen, Jane, 1775-1817. Pride and prejudice. II. Title. PS3618.E967M7 2010 813’.6--dc22 2009040358 Printed and bound in the United States of America VP 10 9 8 7 6 5 4 3 2 1 Mr. Fitzwilliam Darcy: The Last Man in the World Dedicatoria Para Elaine, muchas gracias Para Jane Austen, sine qua non Mr. Fitzwilliam Darcy: The Last Man in the World Capítulo 1 “En un momento, cuando dejemos los árboles, podrás ver la casa,” dijo el Sr. Darcy. “Ahí está, cruzando el valle - Pemberly House.” Elizabeth le sonrió insegura, luego observó por la ventana del carruaje hacia donde le estaba señalando. Incluso a la distancia, la casa se veía grande y bonita, y su ubicación en la cima de la colina sobre el arroyo, era adorable. Por supuesto, esperaba algo así habiendo oído las alabanzas de la Srta. Bingley y las de Darcy mismo. En otras circunstancias, podría haberlo disfrutado. Elizabeth notó sus ojos posados en ella, esperando su respuesta. Dócilmente giró hacia él y dijo “es adorable, señor. No creo haber visto una casa más afortunadamente ubicada.” La expresión de Darcy se tornó cálida de placer y Elizabeth presurosa se volvió a ver por la ventana otra vez, simulando examinar los aspectos cercanos, en tanto eran conducidos a lo largo de una corriente de agua que acompañaba su camino por las faldas de la colina. Era innegable la belleza del parque. Serviría de algún consuelo tener semejantes jardines para pasear cuando ella desease. El cochero detuvo a los caballos en frente de la casa. Mr. Fitzwilliam Darcy: The Last Man in the World Darcy salió del carruaje inmediatamente para ofrecerle la mano. Ella la tomó, aceptando su ayuda al bajar, luego le permitió llevársela hacia los labios en una caricia más íntima. Después de todo no tenía caso pretender que no tuviera el derecho, o que no hubiera pasado la noche previa tomándose toda libertad imaginable con su cuerpo. No tenía motivos para quejarse de ello; fue todo ternura y amabilidad, más después de un largo segundo día de viaje, su ánimo decaía y la apariencia de felicidad era más difícil de sostener. Darcy no soltó su mano así que ella lo miró, encontrando una sonrisa en sus labios. “Bienvenida a Pemberley, Sra. Darcy” dijo con una evidente satisfacción. Para alivio de Elizabeth, las habitaciones y el mobiliario de Pemberley House ofrecían verdadera elegancia y más sobriedad de lo que esperaba. Se había imaginado intentando vivir en una versión más grande y ostentosa de Rosings, por lo menos el ambiente que la rodeaba sería más agradable que ese. Mostraba más buen gusto de parte del Sr Darcy de lo que hubiera imaginado. Para ser justos, tenía que admitir que no había razón para creer en su falta de gusto más que por la llamativa residencia de su tía. Nada acerca de su apariencia, desde su vestimenta hasta sus caballos, dio nunca esa impresión. Tenía que aprender a recordar que tan poco conocía al hombre que era su esposo. Era imperativo que aprendiera a darle el beneficio de la duda para no ser infelices ambos. Fue bienvenida respetuosamente por el ama de llaves, la Sra. Reynolds. La casa parecía tener un excelente manejo; no tenía quejas al respecto. Los sirvientes eran respetuosos sin ser serviles y Darcy aparentemente estaba genuinamente complacido de verlos. Mr. Fitzwilliam Darcy: The Last Man in the World Finalmente le preguntó si deseaba ver sus habitaciones. Esperando tener oportunidad de refrescarse, ella accedió, y lo siguió a través de un laberinto de corredores hacia una habitación grande y bien iluminada. Darcy cerró la puerta detrás de ellos y la tomó en sus brazos. Era algo a lo que empezaba a acostumbrarse y en general, ya no la hacía sentirse incomoda; aunque después de la intimidad de la noche anterior, lo sentía más como una intromisión. Tenía que aprender a soportar y aceptar sus besos. ¡Si tan solo tuviera unos minutos para ella misma! Apenas había estado alejada de él desde que caminaron hacia el altar el día anterior. Era demasiado tiempo de interpretar el papel de la esposa feliz sin un descanso. Desesperada, finalmente le insinuó que necesitaba un poco de descanso y él, aunque renuente se retiró, prometiendo verla en breve, para la cena. En cuanto cerró la puerta, viéndose sola al fin, la fachada visible colapsó y sus hombros decayeron con desesperación. Seguramente sería más fácil con el tiempo. Se acostó en la cama que era más grande que cualquiera en la que hubiese dormido antes, se suponía que en ella recibiría a su nuevo esposo. Lágrimas de soledad y fatiga recorrían su rostro. ¿Cómo fue que su vida llegó a ese punto? Si tan solo hubiera prestado más atención al confuso comportamiento de Darcy cuando se conocieron o luego en Rosings, tal vez lo hubiera evitado. Pero era inútil especular. No quedaba nada por hacer, más que tratar de encontrar lo mejor en esa situación. Todo empezó en una de sus solitarias caminatas por los jardines de Rosings Park. Era un día agradable; el sol resplandecía en el cielo despejado y Elizabeth disfrutaba del aire de la mañana sin sospechar que el desastre se aproximaba. Mr. Fitzwilliam Darcy: The Last Man in the World Como ya había sucedido más de una vez, se cruzó con el Sr. Darcy mientras paseaba por su paraje favorito y otra vez, parecía sentir la necesidad de acompañarla de regreso a la parroquia. Deseando estar sola, Elizabeth apenas atendía a sus ocasionales intentos de conversación. En un punto, se volvió hacia ella por una respuesta y ella, con la confusa idea de que le estaba hablando sobre la casa en Rosings, le respondió que la casa era tan grande que estaba segura de no haber visto ni la mitad de todo lo que tenía por ofrecer. “Eso cambiará en sus vistas futuras, cuando pase más de su tiempo allí,” dijo el Sr. Darcy. Su expectativa de que ella pudiera desear conocer mejor Rosings la irritó, así que replicó “¡No me desee ese destino, señor! le aseguro que si yo visitase Kent otra vez, estaría perfectamente complacida de pasar mis días en la casa parroquial.” “Seguramente sabe que no estoy bromeando, Srta. Bennet” le replicó. Hubo un tono en su voz que la hizo mirarlo duramente. “Sr. Darcy no tengo forjada ninguna idea sobre ese tema” “Ud. sabe cuáles son mis esperanzas y deseos”, dijo él, con una voz llena de intensidad. “He intentado luchar en contra de ellos, pero no lo hare más. Ninguna de las objeciones— y sé que hay muchas—ninguna, tiene el poder de contenerme más. Mis sentimientos no pueden ser reprimidos. Nunca había estado tan hechizado por alguna otra mujer. Sus bajas conexiones, la degradación que le traerá al honorable nombre de mi familia, la oposición que tendré que enfrentar de ellos, me contuvieron de hablar o incluso considerar una unión con alguien por lejos, inferior a mí.” El asombro de Elizabeth estaba más allá de toda expresión. ¿Acaso podría estar, intentando declarársele? ¿El Sr. Darcy, tan Mr. Fitzwilliam Darcy: The Last Man in the World orgulloso como para mirarla tan solo para criticarla? No podía creerlo. Que pudiera albergar pensamientos tan insultantes sobre su familia no era sorpresa, pero ¿qué locura lo condujo a decirlos en voz alta? Darcy continuó, inconsciente de la lucha silenciosa de Elizabeth. “Pero el amor ardiente no puede ser negado. No puedo imaginar más un futuro sin usted a mi lado. Su ingenio, su encanto, su belleza, me tienen cautivado. La profundidad de mi afecto y consideración no pueden ser mejor demostrados que por los obstáculos que tuve que superar para hacerle esta declaración.” Elizabeth apenas podía creer que no fuera un sueño, pero nunca podría tener un sueño con un conjunto de circunstancias tan absurdas. Sabía que debía detenerlo, así que volteó hacia él con gran determinación. “Sr. Darcy” empezó, pero antes de poder decir algo más, la tomó por los brazos y presionó sus labios contra los de ella. No pudo sentir nada más que la conmoción de que él transgrediera tanto el decoro, como para tomarse las libertades de un esposo. Tan pronto ella pudo hablar, grito “¡Sr Darcy! No debe—” “No, Elizabeth, si debo, es cierto,” le respondió con una voz sorprendentemente tierna. “No debes preocuparte. No permitiré que nadie en mi familia sea descortés contigo.” “Ese no es el punto, señor” respondió con la voz tan temblorosa que apenas podía contener el enojo. “Supone Ud. demasiado.” “¿Seguro no pensarás que tu padre se negará a mi propuesta?” Había una luz de regocijo en sus ojos. Antes de que Elizabeth Mr. Fitzwilliam Darcy: The Last Man in the World pudiera darse cuenta de que estaba pasando, la beso de nuevo. Esta vez, ella luchó por liberarse y retrocedió para alejarse. No podía creerlo, en especial de él. Su semblante expresaba inquietud pero no pérdida de seguridad. “Me disculpo mi queridísima Elizabeth. No era mi intención asustarte.” “¡Darcy!” Una enojada voz masculina los interrumpió. “¿Cómo te atreves?” Sorprendida, Elizabeth volteó para descubrir al Coronel Fitzwilliam, que respiraba pesadamente, como si hubiera estado corriendo. Detrás de él, muy cerca, estaban dos guardabosques de Lady Catherine. Su primera reacción fue de alivio al ya no estar sola con el Sr. Darcy; la segunda fue de horror al darse cuenta que el Coronel Fitzwilliam debió haber visto la escena completa. No podría ocultar su vergüenza; habían demasiados testigos. Darcy ni siquiera parecía lucir sorprendido. “Estas malinterpretando, Fitzwilliam. La Srta. Bennet acaba de hacerme el honor de aceptar convertirse en mi esposa.” ¿Tan grande era su orgullo que no se le ocurrió que ella podría rechazarlo? Elizabeth abrió la boca para negar su alegato, pero antes de poder articular sonido, reconoció el peligro. Si ella reclamaba que no era cierto, su reputación quedaría arruinada, independientemente de si ella hubiera aceptado sus insinuaciones o no. Aunque ¿cuál era su otra opción?—¿casarse con un hombre que le desagradaba profundamente? Lo miró, absolutamente furiosa por haberla puesto en esa posición.
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