Description:Debe ser muy agradable volver al hogar, tras unos meses de ausencia, y encontrarse con que una mujercita morena le está esperando a uno con los brazos abiertos y un montón de sonrisas, de besos y de lágrimas. A mí, sea como sea, no me esperaba nadie. Entré en mi departamento, lo hallé vacío y me tendí a dormir en mi cama de solterón. El viaje me había agotado. Sólo cuando me hube bañado y vestido de nuevo, cuando salí, la encontré. Me pareció imposible haberla olvidado, porque no era una de esas mujeres que se olvidan, pero la verdad es que casi no me acordaba ni de su cara. Se llamaba Lea Bates y vivía en el departamento inmediato. Habíamos sido buenos vecinos, y algo más, desde el momento en que se instaló allí hasta que yo emprendí el vuelo a Europa. Hacía de ello cuatro meses. No había cambiado. Seguía siendo morena y bien plantada, con una cintura magnética, unas caderas cinematográficas y unas piernas de anuncio de medias «Du Pont»; seguía teniendo dos reflectores por ojos, una piel tersa y mate y unos labios oscuros, frescos, tentadores, no aptos para personas emotivas. Era la clase de muchachas que uno encuentra en el estudio de un gran fotógrafo publicitario o en el guardarropa de un club lujoso. Había optado por el guardarropa, ignoro la causa: el guardarropa de «Samoa», en Cañón Uno. La vi mientras cerraba la puerta. Ella acababa de cerrar la suya.