Remedios Ávila Lecciones de metafísica E D I T O R I A L T R O T T A Lecciones de metafísica Remedios Ávila E D I T O R I A L T R O T T A COLECCIÓN ESTRUCTURAS Y PROCESOS Serie Filosofía © Editorial Trotta, S.A., 2011, 2012 Ferraz, 55. 28008 Madrid Teléfono: 91 543 03 61 Fax: 91 543 14 88 E-mail: [email protected] http://www.trotta.es © Remedios Ávila Crespo, 2011 ISBN: 978-84-9879-229-4 ISBN (edición digital pdf): 978-84-9879-282-9 Para mi hermano «La primera pregunta que tenemos derecho a formular serápor qué hay algo más bien que nada.» G. W. Leibniz, Principios de la naturaleza y de la gracia fundados en razón, § 7 «La honra del pensamiento se halla en la defensa de lo llamado insultantemente nihilismo.» Th. W. Adorno, Dialéctica negativa, 380 CONTENIDO Introducción......................................................................................... 11 I LA PREGUNTA POR EL SER («¿POR QUÉ ES EL ENTE... 1. El problema de los presupuestos y el ámbito de lo trascendental..... 21 2. Aristóteles: «la ciencia que se busca»............................................... 46 3. Descartes: la búsqueda de la fundamentación y los umbrales de una argumentación trascendental en el problema de la circulatio............. 80 4. Kant: metafísica, ontología y trascendentalidad.............................. 112 II EL PROBLEMADELANADA ... Y NO MÁS BIENLANADA?») 5. Nihilismo y nada. Algunas reflexiones preliminares......................... 139 6. Schopenhauer: las raíces de la nada................................................ 157 7. Nietzsche: la ambivalente experiencia de la nada............................ 181 8. Heidegger: nada y ser..................................................................... 202 Índice general....................................................................................... 227 9 INTRODUCCIÓN De modo parecido a como ocurre con las personas, también la presen- tación de un libro debería hacerse cargo de tres aspectos: de dónde procede, a dónde se dirige y de qué (o de quién se) trata. Y algo así es lo que pretende esta introducción: referirse a su génesis, a su finalidad, y describir también, lo más resumidamente posible, su contenido. Por lo que se refiere al contenido, aunque más adelante se hará re- ferencia detallada al mismo, este trabajo pretende ser lo más fiel posible a lo apuntado en su título, pero también tiene conciencia de los límites de esa pretensión. Se trata de un intento de acercarse a los problemas de la metafísica y de manera especial a los del ser y la nada; es un ensayo, una preparación o un plan de trabajo que se propone abrir un campo de reflexión y que no excluye reparaciones y reformas futuras. Pero, antes de avanzar más sobre esto último, conviene señalar algunas cosas sobre su génesis. Las páginas que siguen recogen buena parte de una experiencia do- cente: la mía, como profesora de Metafísica en los últimos años. Es ahí donde tienen su origen y, por eso, constituyen algo parecido a una «me- moria», un recuento de problemas y de caminos para abordarlos. Son caminos que no han estado (ni están todavía) libres de tensiones, tal vez porque, a lo largo de mi carrera docente, he debido hacerme cargo de materias que, de alguna manera, estaban en las antípodas: por un lado, el pensamiento filosófico del siglo XIX y, de manera especial, el pensa- miento de Nietzsche; por otro, una disciplina como la metafísica, que estaba en el punto de mira de la crítica nietzscheana. No puedo ocultar que me he visto afectada por esa tensión, pero también he procurado vivir dentro de ella. Y así, tanto en mi actividad investigadora como en la docente, mis intereses se han visto condiciona- dos por la atención prestada a Nietzsche y por la necesidad de situarme 11 LECCIONES DE METAF˝SICA respecto de él. De hecho, y con respecto a este último, siempre me ha llamado la atención la dificultad de compaginar una actitud expresa- mente antimetafísica con la afirmación casi metafísica de que «todo es voluntad de poder». En realidad, ambos problemas podrían resumirse en uno solo: se trataría de aplicar a Nietzsche el mismo método que él propugna —la genealogía—, de situarlo respecto de sus raíces y de sus adversarios, y de responder a cuestiones como desde dónde y contra quién habla Nietzsche. De ese modo la crítica de Nietzsche a la metafísi- ca y su reflexión sobre el nihilismo han sido para mí un preámbulo para internarme en el terreno que estaba en el punto de mira de sus ataques y para adoptar y matizar mi propia posición. El interés por esa temática —la metafísica— me ha llevado a explo- rar problemas relacionados con la posibilidad de una fundamentación última y, en especial, con los rasgos básicos de una argumentación tras- cendental. En este punto las referencias han sido Platón y Aristóteles, en el ámbito griego; Descartes y Kant, en el ámbito moderno, y Heidegger, Gadamer y Apel, en el mundo actual. Este ensayo solo se refiere a algu- nos de ellos, pero los problemas fundamentales de los que se hace cargo tienen que ver con el ámbito de la filosofía conocido bajo el nombre de «metafísica». Deseo insistir en que se trata de esto: de un intento de abrir un ámbito de reflexión en el que priman los problemas y las preguntas, mucho más que las respuestas y soluciones. Y ello es así por el carácter peculiar de la materia misma, pues en el terreno de la metafísica se tiene la impresión de internarse en un mundo fascinante e inabarcable, y uno se encuentra forzado a empezar una y otra vez, como si el avance en esta disciplina fuese irremediablemente lento y, además, circular. De modo que la expresión aristotélica «la ciencia que se busca», a propósito de esta disciplina, es mucho más que una manera de hablar. Si se me permite una nueva alusión a mi experiencia personal, debo confesar que he desistido de la búsqueda de soluciones definitivas y de respuestas últimas que yo intentaba en los años lejanos en que inicié mis estudios en esta especialidad. Entonces topé con el concepto de lo trágico, y creo que él me ha dado la medida de lo que puedo y no puedo esperar de la filosofía. Por lo demás, en ese terreno las preguntas han aumentado mucho más que las respuestas, y el terreno ignoto y por conquistar se extiende infinitamente más que el conocido y conquista- do.Precisamente por eso este estudio propone una invitación a la meta- física, y, a pesar de su carácter general, no es tanto una introducción a la disciplina, como una sugerencia y una propuesta de acceso a su ámbito. Pero si su gestación remite a los años de docencia para estudiantes de cuarto curso de filosofía, también es a ellos a quienes se dirige especial- 12 INTRODUCCI(cid:211)N mente esta invitación. Quiero advertir, pues, que se trata sobre todo de un material, de un instrumento que pretende ser de utilidad para alumnos de filosofía. Y así, junto al carácter de «memoria» y recuento al que antes se aludía, debo reconocer que las páginas que siguen tienen también un carácter de «proyecto» y propuesta pedagógica. Esto últi- mo justifica también las inevitables repeticiones que se encuentran en ellas, por las que ya desde ahora pido excusas. En fin, y con respecto a las líneas que inspiran este ensayo, hay que señalar que, más que un programa sistemático de contenidos ante los que estoy definitivamente situada, se trata de un plan para abordar y formular problemas. En ese sentido asumo sin reservas el carácter de esbozo y de proyecto que tienen estas páginas. Se trata de una propuesta para reflexionar sobre temas que han sido desde siempre propios del pensar filosófico y de esa parte de la filosofía que una vez fue su tronco fundamental: la metafísica. Entre otras cosas, la metafísica se ha ocupado muy señaladamente del problema de la posibilidad y los límites de la racionalidad, de la necesidad de establecer una frontera entre la vigilia y el sueño y, en última instancia, entre la razón y la locura. El empeño aristotélico de refutar a los que niegan el principio de no contradicción y el esfuerzo cartesiano de conjurar el peligro del «genio maligno» forman parte de una misma voluntad de custodiar el ámbito de la racionalidad e incluso de distinguir lo más precisamente posible la enfermedad de la salud. En este sentido puede decirse que a Descartes no le fue ajena la convicción shakespeareana de que «estamos hechos de la misma materia que los sueños» y, cuando se determinó a radicalizar su duda, antes de conver- tirla simplemente en una duda metódica, reconoció que la vigilia podría ser solo «una parte del sueño», que uno podría ser solo el sueño de otro, y la vida, la propia vida, un episodio del sueño eterno de alguien cuya identidad nos es desconocida. En ese caso, y en las inmediaciones de la reflexión de Schopenhauer, ¿no sería la razón una especie de relámpago fugaz en una larga noche de absurdo y sinsentido? No es fácil distinguir, pero es necesario. La confusión de todo con todo no es, como decía Platón, propia del filósofo ni de la filosofía, sino más bien de ese simulacro del pensador y del pensar que es el sofista. En lo que sigue se ha tratado de dibujar una línea entre los ámbitos referidos, pero acaso conviene hacer una defensa del sofista, no por lo que en sí mismo es o representa, sino por los peligros que obliga a sor- tear: el sofista se burla de las divisiones y obliga a su adversario a pensar a fondo sus fundamentos, a definir su lógica, a afinar sus principios, aunque tal vez esos pares de contrarios —razón/locura; vigilia/sueño; 13 LECCIONES DE METAF˝SICA salud/enfermedad, etc.— no se encuentren netos y distintos en ámbitos delimitados y precisos. Quizás se encuentren mucho más cerca de lo que se podría sospechar. Quizás, aunque sea preciso distinguirlos, se encuen- tren en ocasiones mezclados y confundidos, e incluso formando parte unos de otros. En todo caso, y por lo que respecta al problema sobre el que reflexio- na este trabajo, el problema de la metafísica y los problemas del ser y de la nada, también estos últimos parecen evocarse mutuamente. Y tal vez habría que abandonar un planteamiento filosófico que, para abordar el problema ontológico fundamental, la pregunta por el ser, excluya el problema de la nada. En ese sentido, metafísica y nihilismo solo pueden excluirse cuando no han sido suficientemente pensados y experimen- tados. Es lo que sentencia Adorno en su reflexión sobre el nihilismo y sobre toda la charlatanería que se ha ido elaborando en torno a él: «lo que de verdad tendría que responder un pensador a la pregunta de si es un nihilista es: demasiado poco»1. Una tesis parecida alienta este trabajo, que intenta un recorrido de- mostrativo en dos partes. Cada una de ellas examina por separado los dos problemas aludidos para ir haciendo progresivamente patente, so- bre todo en la segunda Parte, la vecindad y hasta la mutua implicación de esa doble temática. La primera Parte aborda la pregunta por el ser bajo la perspectiva de la posibilidad y actualidad de una argumentación trascendental. Se han tomado como referencias (caps. 2, 3 y 4) los planteamientos respecti- vos de Aristóteles, Descartes y Kant, porque en cada uno de ellos me parece que se exhiben los elementos básicos de dicha argumentación. Pero antes (cap. 1) se ha intentado, por un lado, poner de relieve la sin- gularidad de la noción de trascendentalidad y su relación estrecha con el ámbito de lo categorial; y, por otro, mostrar lo específico del método trascendental y de los argumentos trascendentales. Para decirlo resumidamente: si la metafísica es, más que la res- puesta a la pregunta por el ser, la reiteración de esa pregunta2, si es preciso reconocer el carácter recurrente de los problemas metafísicos, entonces también el camino que ella hace suyo, el método, debe par- ticipar de esa característica. Como ha señalado Taylor, los argumentos trascendentales son un tipo de argumentos que podríamos denomi- narregresivos: son argumentos que establecen, tras algo generalmente 1. Dialéctica negativa, Taurus, Madrid, 1975, p. 379. 2. He desarrollado este aspecto en El desafío del nihilismo. La reflexión metafísica como piedad del pensar, Trotta, Madrid, 2005, pp. 23 y 29. 14 INTRODUCCI(cid:211)N aceptado, algo de lo que no se puede dudar, sus condiciones de posi- bilidad. De algún modo lo trascendental tiene que ver con algo que sabe- mos, pero que no sabemos que sabemos. Está relacionado con los implí- citos con que operamos y conocemos; por eso, he tratado de ponerlo en conexión con la temática de los presupuestos, prejuicios, intereses (cap. 1). Es, de alguna manera, una dimensión tácita, para usar la ex- presión de Polanyi, que la filosofía, en su versión trascendental, trata de hacer explícita, y tiene que ver con el procedimiento que, a propósito deSócrates, Platón asimila al de una partera o comadrona. Sobretodo, tiene que ver también con una concepción de la filosofía que, de acuer- do con Platón y con lo indicado por él a propósito de la dialéctica, con- siste sobre todo en «aprender a mirar», en distinguir con precisión. De ahí que el auténtico magisterio no consista tanto en enseñar a ver cosas nuevas, como en mirar las mismas de otra manera; y de ahí también que la labor de análisis y división propia de la filosofía consista en distinguir neta y precisamente los presupuestos necesarios de las ilusiones inútiles. Es aquí donde encuentra su lugar el procedimiento trascendental, que no es un procedimiento deductivo, sino que se acerca más a la argumen- tación refutativa (Aristóteles) o autorreflexiva (Kant). Para decirlo de un modo que está presente en las reflexiones actuales sobre las condiciones de posibilidad del diálogo (Apel y Habermas), podríamos decir que son trascendentales las condiciones que hacen posible el diálogo, pero que nunca pueden establecerse mediante él. El diálogo las explicita, las ilu- mina, pero no las determina, porque él mismo está ya y desde siempre determinado por ellas. Esto es también lo que al inicio de Ser y tiempo (§ 1), reconoce Heidegger, cuando, parafraseando a Kant, advierte que el negocio de los filósofos ha sido y seguirá siendo siempre arrojar luz sobre los «jui- cios secretos de la razón común». Heidegger reconoce también allí que tal es «el tema expreso de la analítica» y aunque es obvio que con el nombre de «analítica» se está refiriendo a su propio análisis del Dasein, uno no puede dejar de evocar allí la misma intención kantiana, el mis- mo espíritu «revolucionario»: «el arrogante nombre de una Ontología [...] tiene que dejar su sitio al más modesto de una mera analítica del entendimiento puro». Pero en cualquier caso, una y otra «analíticas» operan sobre la base de la disolución del sujeto sustancial. Esta disolución, a la que parece conducir la reflexión kantiana, abre una brecha en el pensamiento y deja libre un camino que, aunque ya se había insinuado en varias oca- siones a lo largo de la historia y a pesar de la expresa prohibición de 15