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Alice Clayton PDF

303 Pages·2014·2.22 MB·Spanish
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Esta traducción fue hecha sin fines de lucro. Es una traducción de fans para fans. Si el libro llega a tu país, apoya al escritor comprándolo. También puedes apoyar al autor con una reseña, siguiéndolo en las redes sociales y ayudándolo a promocionar su libro. ¡Disfruta la lectura! 2 Staff Moderadoras: Monikgv Kass Jo Andreani MaryLuna Annabelle Traductoras: Monikgv Amy Chachii Jo ♥...Luisa...♥ Elle87 Kass slightaddiction Juli Andreani macasolci Anelynn Annabelle Ankmar Nico Robin Mel Cipriano Nats Majo_Smile ♥ Dannita rihano BlancaDepp Nina_ Ariella CrisCras Liz Holland *~ Vero ~* Correctoras: Melii Juli Vericity ladypandora Lalu ♥ Carolyn ♥ MaryJane♥ Violet~ BlancaDepp Verito Zafiro Nats CrisCras Revisión Final: Luna West Diseño: Francatemartu Índice Capítulo 1 Capítulo 13 Capítulo 2 Capítulo 14 Capítulo 3 Capítulo 15 Capítulo 4 Capítulo 16 Capítulo 5 Capítulo 17 Capítulo 6 Capítulo 18 Capítulo 7 Capítulo 19 Capítulo 8 Capítulo 20 Capítulo 9 Capítulo 21 Capítulo 10 Capítulo 22 4 Capítulo 11 Rusty Nailed Capítulo 12 Alice Clayton Sinopsis Caroline Reynolds tiene un fantástico apartamento nuevo en San Francisco, una batidora marca KitchenAid, y ningún O (y no estamos hablando de Oprah, amigos). Tiene una carrera de diseño en ascenso, una oficina con vista a la bahía, una receta asesina de pan de calabaza, y nada de O. Tiene a Clive (el mejor gato del mundo), amigas geniales, un grandiosos escote y cero O. Añadiendo insultos a su falta de O, desde su mudanza tiene un vecino mujeriego que pasa sus noches azotando la cama contra la pared. Cada gemido, golpe y —¿fue eso un maullido?— señalan el hecho de que no sólo está perdiendo su sueño, aún sigue sin tener, sip, lo adivinaron, nada de O. Ingresen a Simon Parker. (No, en serio, Simon, por favor entra). Cuando el «azota-paredes» amenaza literalmente con romper la pared, Caroline, vestida de frustración sexual y lencería rosa, se enfrenta a su escuchado-pero-jamás-visto vecino. Su encuentro nocturno tiene, bueno, resultados extraños. Ejem. Con paredes así de delgadas, la tensión será enorme… A mi madre, por dejarme tener coco en mi pastel de cumpleaños incluso aunque a nadie más le gusta. A mi padre, por leerme las caricaturas de Garfield hasta que nos reíamos tanto que ambos llorábamos. Gracias. 6 1 Traducido por Monikgv Corregido por Melii —¡Oh, Dios! Pum. —Oh, Dios. Pum, pum. ¿Qué diablos…? —¡Oh, Dios, se siente tan bien! Me desperté súbitamente, confundida, mientras miraba alrededor de la extraña habitación. Cajas en el suelo. Fotos apoyadas contra la pared. Mi nueva habitación, en mi nuevo apartamento, me recordé a mí misma, colocando ambas manos en el edredón, concientizándome del lujoso número de hilos. Incluso media dormida, me sentía consciente del conteo de hilos. —Mmm… Sí, cariño. Justo ahí. Justo así… ¡No te detengas, no te detengas! Oh, no… Me senté, froté mis ojos, y me di vuelta para mirar la pared detrás de mí, comenzando a entender lo que me despertó. Mis manos todavía acariciaban distraídamente el edredón, atrayendo la atención de Clive, mi maravilloso gato. Colocando su cabeza bajo mi mano, Clive exigió que lo acariciara. Lo hice mientras miraba alrededor y me orientaba. Me mudé previamente ese día. Era un apartamento magnífico: habitaciones espaciosas, pisos de madera, puertas arqueadas; ¡Incluso tenía una chimenea! No tenía idea de cómo hacer fuego, pero eso no importaba. Moría por poner cosas sobre la repisa de la chimenea. Al ser diseñadora de interiores, tenía el hábito de colocar cosas mentalmente en casi todos los espacios, tanto si me pertenecían a mí como si no. Eso a veces enloquecía un poco a mis amigas: el que estuviese constantemente reubicando sus chucherías. Pasé el día mudándome, y después de sumergirme en la increíble y profunda bañera con patas estilo garras hasta quedar como una pasa, me acomodé en la cama y disfruté de los crujidos y chirridos de mi nuevo hogar: las luces del tráfico afuera, un poco de música suave y el reconfortante clic-clic de Clive explorando. El clic-clic venía de su cutícula, verán… Mi nuevo hogar, pensé con satisfacción mientras volvía sentir soñolencia, y por eso me sorprendí bastante al estar despierta a las… vamos a ver… dos treinta y siete de la mañana. Me encontré mirando estúpidamente hacia el techo, tratando de volver a dormir, pero fui sorprendida de nuevo cuando mi cabecera se movió, se golpeó, contra la pared, mejor dicho. ¿Me estás tomando el pelo? Luego escuché, muy claramente: —Oh, Simon, ¡se siente tan bien! Mmm… Oh, cielos. Parpadeando, me sentí más despierta ahora y un poco fascinada por lo que claramente pasaba al otro lado. Miré a Clive, él me miró a mí, y si no fuera porque me sentía demasiado cansada, habría jurado que me guiñó un ojo. Supongo que alguien debía estar teniendo buena acción. Me encontraba en un pequeño período de sequía. Uno muy largo. Un espantoso y rápido sexo de una noche en un inoportuno momento se robó mi 8 orgasmo. Llevaba seis meses de vacaciones hasta ahora. Seis largos meses. Mi mano estaba adolorida de intentar desesperadamente de encontrar una liberación. Pero O se hallaba en lo que parecía ser una interrupción permanente. Y no me refería a Oprah. Aparté los pensamientos de mi O perdido y me acurruqué de costado. Todo parecía tranquilo ahora, por lo que comencé a dormirme de nuevo con Clive ronroneando alegremente a mi lado. Entonces, el infierno se desató. —¡Sí! ¡Sí! Oh, Dios… ¡Oh, Dios! Una pintura que se encontraba apoyada en la repisa sobre mi cama se cayó y me golpeó de lleno en la cabeza. Eso me enseñaría a vivir en San Francisco, y a asegurarme de que todo estuviese bien montado. Hablando de montado… Frotándome la cabeza y maldiciendo lo suficiente como para hacer que Clive se sonrojara —si los gatos pudieran sonrojarse— miré de nuevo la pared detrás de mí. Mi cabecera golpeaba literalmente contra ella mientras el escándalo continuaba al lado. —Mmm… ¡sí, cariño, sí, sí, sí! —gritó la escandalosa… y concluyó con un suspiro de satisfacción. Luego escuché, por el amor a todo lo que es sagrado, nalgadas. No puedes interpretar mal el sonido de una buena nalgada, y alguien estaba recibiendo una al lado. —Oh, Dios, Simon. Sí. He sido una chica mala. ¡Sí, sí! Increíble… Más nalgadas, y luego el sonido inconfundible de una voz masculina, gimiendo y suspirando. Me levanté, moví la cama a unos cuantos centímetros de distancia de la pared, y resoplé debajo del edredón, mirando la pared todo el tiempo. Me dormí después de jurar que devolvería el golpe si escuchaba un pío más. O un gemido. O una nalgada. Bienvenida al vecindario. 2 Traducido por Monikgv Corregido por Vericity A la mañana siguiente, mi primera mañana oficial en mi nueva casa, me encontré tomando una taza de café y comiendo una dona que sobró de la mudanza de ayer. No me sentía tan despierta como esperaba para comenzar la fiesta de “nunca acabaré de desempacar”, y silenciosamente maldije las payasadas que sucedieron anoche al lado. La chica fue follada, nalgueada, se vino y se durmió. Al igual que Simon. Asumí que su nombre era Simon, ya que la chica a la que le gustaba ser nalgueada seguía llamándolo así. Y en serio, si se inventó el nombre, existían nombres más calientes que Simon para ser gritados en tal momento de 10 agonía. Agonía… Dios, extrañaba la agonía. —¿Aún nada, O? —suspiré, bajando la mirada. Durante el cuarto mes del O Perdido, comencé a hablarle a mi O como si fuera una entidad real. Se sentía lo suficientemente real cuando volvía mi mundo patas arriba, pero desgraciadamente ahora que me abandonó, no sabía si lo reconocería si lo viera de nuevo. Es un día bastante triste cuando una chica ni siquiera reconoce a su propio orgasmo, pensé, mirando con nostalgia la silueta de San Francisco a través de la ventana. Descrucé las piernas y caminé hacia el fregadero para enjuagar la taza de café. Poniéndola a un lado para que se secase, até mi platinado cabello en una descuidada cola de caballo y contemplé el caos que me rodeaba. No importaba cuán bien lo hubiese planeado, no importaba qué tan bien hubiese etiquetado esas cajas, no importaba cuántas veces le dijese al idiota de la mudanza que si decía ―cocina‖ no pertenecía al ―baño‖, todavía era un desastre. —¿Qué te parece, Clive? ¿Deberíamos comenzar aquí o en la sala de estar? —Se encontraba acurrucado en una de las ventanas. Ciertamente, cuando buscaba nuevos lugares para vivir, siempre miraba las ventanas. A Clive le gustaba mirar el mundo, y era agradable verlo esperándome cuando llegaba a casa. Me miró, y luego pareció asentir hacia la sala de estar.

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Caroline Reynolds tiene un fantástico apartamento nuevo en San. Francisco, una batidora marca KitchenAid, y ningún O (y no estamos hablando de
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