«¿Entonces no poseo voluntad propia? —dijo Alejandro casi en un susurro—. ¿Soy marioneta atada a extraños hilos que llegan hasta la nada y hasta la eternidad, donde los manejan los dioses y mis antepasados?». Descender de Aquiles, ser hijo del rey de Macedonia y haber sido elegido por el oráculo para adueñarse del mundo oriental empujó al joven Alejandro a cumplir el más brillante destino que cabe en una vida tan corta. Tenía 33 años cuando murió envenenado después de extender su imperio desde Grecia hasta Asia, dejando tras de sí el caos en el gobierno de sus territorios. Pero Aristóteles, su maestro —quien relata esta historia—, puede que tenga una carta donde está escrito el nombre del sucesor. Gisbert Haefs Alejandro Magno (I) El unificador de Grecia. La Hélade ePub r1.0 Titivillus 19.07.16 Título original: Alexander. Der Roman der Einigung Griechenlands «Hellas» Gisbert Haefs, 1992 Traducción: José Antonio Alemany & Adan Kovacsis Editor digital: Titivillus ePub base r1.2 Introducción Según he oído, Alejandro se hacía acompañar en sus viajes por seis tipos de personas: feroces guerreros de espada; hechiceros, cuyos encantamientos podían anular incluso el maleficio de Harut; oradores e intérpretes capaces de opacar el Sol con el brillo de sus palabras; sabios de tan sutil agudeza que no quiero atormentarme pensando en ella; ancianos ascetas de espíritu justo, que por la noche invocaban la ayuda de Dios, y, finalmente, mensajeros divinos, a cuyo amparo se confiaba. Nizami, Iskandar-Namah El autor, cuando escribe tiene detrás algo que lo impele. Ese impulso es común a Alejandro y a todos los héroes. Por eso me inscribo aquí: No quiero ser olvidado. Goethe, en el Stammbuch von F. W. Moors UNIFICADOR DE GRECIA
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