Bennett Fox entró en mi vida un lunes por la mañana horrible.

Llegué tarde al primer día en mi nuevo trabajo, un trabajo por el que ahora tendría que competir a pesar de que ya había trabajado ocho años para ganarlo, debido a una fusión inesperada.

Mientras cargaba mis pertenencias hasta mi nueva oficina, una empleada del parquímetro me escribió una orden de estacionamiento.

Había multado a una larga fila de autos, excepto al Audi estacionado frente a mí, que resultó ser de la misma marca y modelo que el mío.

Molesto, decidí volver a regalar mi boleto al auto que había evadido una multa. Lo más probable era que el propietario lo pagara y no se diera cuenta.

Excepto que accidentalmente rompí el limpiaparabrisas mientras deslizaba el boleto en la ventana del auto.

En serio, mi día no podría empeorar.

Las cosas empezaron a animarse cuando me encontré con un hombre hermoso en el ascensor. Tuvimos uno de esos breves momentos que solo ocurren en las películas.

Ya conoces el trato... tu cuerpo se ilumina, los fuegos artificiales estallan y el aire a tu alrededor crepita con electricidad.

Su mirada acalorada me dejó sonrojada cuando bajé del ascensor.

Quizás las cosas aquí no serían tan malas después de todo.

O eso pensé.

Hasta que entré en la oficina de mi nuevo jefe y conocí a mi competencia.

El hermoso hombre del ascensor ahora era mi némesis. Su mirada acalorada no se debía a ninguna atracción mutua. Fue porque me había visto destrozar su coche. Y ahora no podía esperar para aniquilar a su rival.

Hay una delgada línea entre el amor y el odio, y no deberíamos cruzarla.

No deberíamos, pero cruzar esa línea podría ser muy divertido.

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