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Wittgenstein, decir y mostrar: Homenaje a Ludwig Wittgenstein en el centenario de su nacimiento (1889-1989) PDF

160 Pages·1989·4.58 MB·Spanish
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Ludwig Wittgenstein, Caricatura D. Trapani - R M. Ravera G. Barranco - M. Salvatori WITTGEMSTEIM DECIR Y MOSTRAR HOMENAJE A LUDWIG WITTGENSTEIN en el centenario de su nacimiento (1889-1989) © 1989: De los autores. ISBN: 950-43-2500-9 Hecho el depósito legal que manda la Ley 11723 Impreso y publicado en Argentina. Printed and published in Argentina. El punto principal es la teoría de lo que puede expre­ sarse por las proposiciones, esto es, por el lenguaje (y, lo que equivale a lo mismo, lo que puede ser pensado), y lo que no puede ser expresado por proposiciones, sino sólo mostrado; creo que este es el problema cardinal de la filosofía. (Carta de Ludwig Wittgenstein a Bertrand Russell. Cassino, 18.8.1919) Pág. Presentación - Ricardo Maliandi ............................................ 13 Prólogo........................................................................................... 19 Agradecimientos.......................................................................... 23 Conferencia sobre Etica - Ludwig Wittgenstein..................... 27 Notas para una ética diversa - Daniel Trapani.................. 39 Lo estético: en el cruce y en el límite - Rosa María Ravera . 73 La filosofía de lo místico en Wittgenstein - Eddy Zemach . 91 Los límites del mundo - Graciela Barranco............................... 115 Comentario oblicuo al parágrafo siete - Mario Salvatori ... 129 Cronología biográfica................................................................. i 49 Bibliografía ................................................................................. 153 Ricardo Maliandi Hay dos condiciones para que un pensador pueda ser ca­ lificado como “genial”. La primera de ellas es que su pensamien­ to, a través de sus textos (o de los de sus seguidores, como en el caso de Sócrates), determine, a corto o a largo plazo, una “revolución” en la manera de filosofar, y, consecuentemente, en la manera de entender la realidad o de aproximarse a ella. En todos los casos habrá quienes no compartan el cambio de perspectiva, quienes incluso rechacen -serena o airadamente- las nuevas propuestas. Pero también ellos (y esto es sintomático) saldrán enriquecidos de la confrontación. La segunda condición es que, aun después de la muerte del pensador, resulte no sólo posible, sino también necesario continuar dialogando con él, interpretando y discutiendo sus ideas, investigando las impli­ caciones de sus asertos. Dicho de otro modo:.la genialidad com­ bina dos rasgos esenciales, a saber, la aptitud para el gran ha­ llazgo insólito (y por ende provocador) y la cualidad de consti­ tuir una fuente inagotable de sugerencias. Si falta uno de estos rasgos, podrá hablarse dev “talento”, “sagacidad”, etc.; pero no de “genio” en sentido estricto. Ludwig Wittgenstein es, en el exuberante panorama fi­ losófico del siglo XX, uno de los relativamente pocos pensadores que cumplen manifiestamente las dos condiciones señaladas. Su “revolución”, por lo pronto, puede ser considerada doble. Al margen de la relación que se vea entre el “primer” Wittgenstein y el “último”, o incluso de la plausibilidad que pueda tener un repudio -como el que hace Peter Winch- de esa corriente y yá clásica distinción; al margen, por tanto, de que haya que recono- cer la “unidad” de la filosofía wittgensteiniana, es indudable que dicha filosofía ha ocasionado dos rotundas conmocio­ nes en las pautas tradicionales del pensar. Lo hizo mediante esas dos propuestas semióticas conocidas como “teoría figurati­ va del significado” y “teoría del significado como uso”. Es cierto que, a oídos no suficientemente avisados, estas expresiones pueden sonar como algo de interés exclusivo para especialistas, como cuestiones reservadas a los claustros académicos. Pero basta asomarse a los puntos centrales de aquellas teorías para advertir en ellas el cúmulo de implicaciones, que prácticamente no dejan ámbito intelectual sin sacudir. La teoría “figurativa”, corazón del Tractatus, sostiene, dicho muy escuetamente, que hay una perfecta simetría (un “isomorfismo estructural”) entre los signos lingüísticos y las cosas significadas. Influido por el “atomismo lógico” de su maestro Bertrand Russell, concibe Wittgenstein el mundo como la totalidad de los “hechos atómicos” (cada uno de los cuales es una combinación de objetos); éstos se expresan en proposiciones atómicas que, a su vez, se combinan por medio de “funciones de verdad”. Lo decisivo es el isomorfismo existente entre las “proposiciones atómicas” y los “hechos atómicos”, con lo que resulta que el lenguaje viene a ser una especie de “mapa” de la realidad. Las proposiciones que no representan (es decir, que no constituyen una “figura” de) hechos, carecen de signifi­ cado: los límites del lenguaje son, a la vez, límites del mundo. Esta teoría, como se sabe, fue el detonante del “positivismo lógico”, iniciado en el “Círculo de Viena” y que tuvo luego su propio desarrollo, a menudo apartándose mucho de las ideas originales de Wittgenstein! Lo que en el Tractatus está expreso, ha padecido abundantes malentendidos, y lo que está implícito, con frecuencia ha sido pasado por alto. Es cierto que el aforismo final, que resume el libro, ordena “callar” sobre aquello de lo cual “no se puede hablar”; pero también hay que tener en cuenta que Wittgenstein distinguía entre lo que puede decirse y lo que sólo puede mostrarse. El cuestionamiento de la filosofía tradicional no quitaba todo sentido a lo que “sólo puede mos­ trarse” (como ocurre, en general, con las cuestiones éticas, estéticas y religiosas). La “teoría del significado como uso” -segunda “revolu­ ción” de Wittgenstein, o, si se prefiere, segundo momento de su revolución única- es, al menos en parte, una revisión y co­ rrección de ciertas posiciones sustentadas en la teoría “figura­ tiva”. Al igual que en el Tractatus, el tema básico de lasInves­ tigaciones es el lenguaje, y específicamente las maneras cómo és­ te expresa el pensamiento y significa la realidad. Pero, por lo pronto, desaparece el “isomorfismo” y, con él, el “atomismo lógico”. La atención se pone ahora sobre el uso del lenguaje. Las palabras son “como herramientas”, y, al igual que éstas, pueden cumplir muy diversas funciones. Su significado depende de cómo se las use. El uso de las palabras, sin embargo, se “entreteje” con ciertas actividades extralingüísticas. Y precisamente las maneras de tal entretejimiento interesan a Wittgenstein, que las llama “juegos de lenguaje”. La teoría del significado como uso se desenvuelve como teoría de los “juegos de lenguaje”. El len­ guaje ordinario y cotidiano (que no interesaba en el Tractatus) es tomado ahora en consideración, comparándoselo con “jue­ gos” (como el ajedrez), porque ambos pueden ser vistos como nexos funcionales del tipo de las “instituciones”, y sólo pueden funcionar cuando hay seres humanos que se .entienden entre sí acerca de ellos, es decir, que han adquirido el correspondiente “know-how”. Si, por ejemplo, un cerrajero, o un plomero, le dice a su compañero de trabajo: “ ¡la inglesa!”, éste entiende tal expresión en un determinado nexo de acción y de sentido, en el que inmediatamente tanto la herramienta aludida como su uso cobran un significado práctico. En ese nexo, en ese “juego”, a ninguno de los participantes se le ocurrirá entender por “la in­ glesa” una dama venida de Inglaterra. Y si así lo entendiera sería porque está jugando un juego distinto. La confusión de un jue­ go con otro produce perplejidades, entre las cuales son paradig­ máticas las “perplejidades filosóficas”. Se trata de casos en que no sólo hay “uso”, sino también “abuso” del lenguaje. Surgen así ambivalencias, pretensiones de “profundidad”, adjudicacio­ nes de valor “esencialista” a determinadas palabras (como “sa­ ber”, “ser”, “yo”, “hombre”, etc.). El uso “metafísico” del lenguaje no se enmarca en un juego específico, sino que mezcla y confunde juegos diversos. Por eso se hace necesario entonces reconducir el lenguaje a su uso cotidiano. La filosofía lícita, para Wittgenstein, es una filosofía del lenguaje que no pretende “explicar” nada, sino que se reduce a “describir” el uso del lenguaje, reconociendo los “juegos” correspondientes. Esta fi­ losofía cumple, a la vez, una “función terapéutica”, consistente en “curar” las enfermedades filosóficas provenientes de confu­ siones lingüísticas que hacen ver problemas donde no los hay. Es inútil atormentarse buscando soluciones a tales problemas, que son en realidad “pseudoproblemas”, y no deben -ni pueden- ser “resueltos”, sino “disueltos”. Las teorías del significado elaboradas por Wittgenstein son una “revolución” (o acaso dos revoluciones) porque han obli­ gado, tanto a sus seguidores más o menos ortodoxos como a sus detractores, a plantearse muy seriamente la posibilidad de pen­ sar todos los viejos problemas desde perspectivas muy nuevas. Pero ya dije que Wittgenstein cumple también la segunda condi­ ción de la genialidad: la de continuar suscitando discusiones y reinterpretaciones (o “reconstrucciones”) muchos años después de su muerte. Sus obras admiten lecturas distintas. Waddington, por ejemplo, veía el Tractatus como “un poema”; y no lo decía en tono irónico. Consideraba ese libro como un poema “de gran envergadura”, comparable al Waste Land de Eliot. Esto ocurría en 1960, casi diez años después de la desaparición de Wittgen­ stein. Desde entonces han corrido ríos de tinta con comentarios de su pensamiento. Una buena muestra de ello es el apéndice bibliográfico incluido en el presente tomo de homenaje. Es sig­ nificativo que este homenaje, con el que se venera la memoria de un pensador genial, se haga ahora en nuestro medio, y, espe­ cíficamente, en la ciudad de Rosario, donde, se ha intensifi­ cado notablemente la actividad filosófica. Un grupo de profeso­ res universitarios -cuatro de los cuales aportan concienzudos estudios a este volumen- han organizado el primer Consejo Re­ gional de la Asociación Argentina de Investigaciones Eticas, que ha emprendido sus tareas con entusiasmo y eficiencia. El materia] incluido en este libro está encabezado por una importante obra breve de Wittgenstein, su Conferencia sobre ética, en excelente traducción de Daniel Trapani. Aparece aquí, más visible que en el Tractatus o las Investigaciones, la persona­ lidad intensamente moral del filósofo. El propio Trapani, en el artículo que sigue, comenta y aclara las ideas éticas de Wittgen­ stein, mostrando cómo éste rechaza toda sistematización en el tratamiento de problemas morales, cómo distingue el sujeto mo­ ral del psicológico (para indicar la articulación de lo ético en el límite de lo “no-decible”) e intentando, finalmente, dar una for­ mulación a la ética no-normativa propuesta por Wittgenstein y a sus rasgos trascendentes. El trabajo de Rosa María Ravera, por su parte, aborda la interesante y sugestiva relación de Wittgen­ stein con la estética. La autoridad de Ravera en cuestiones se­ mánticas de la estética es bien conocida en nuestro país y en el exterior. En este artículo señala en Wittgenstein la presencia de una tensión entre el decir y el ver, discriminando las diferencias y analogías que, en tal respecto, existen entre las dos obras prin­ cipales. La impronta de la mística en el pensamiento de Wittgen­ stein se deja percibir en el estudio de Eddy Zemach (también traducido por Trapani) y, desde una muy diversa perspectiva, en el ensayo que le dedica Mario Salvatori, quien recurre espe­ cialmente, para su análisis, a ideas de William James. Por su par­ te, Graciela Barranco investiga la importante relación de Wittgen­ stein con la lógica, basándose en el Tractatus. Pone el acento, para ello, en el tema de la forma lógica, aludiendo a la vin­ culación de la lógica con la mística (desde la perspectiva de W. Benjamín); y contrapone, desde Peirce, la idea de la tri- dimensionalidad semiótica a la teoría “figurativa”. El libro se cierra con una cronología biográfica y el ya mencionado apén­ dice bibliográfico. Esta compilación de trabajos, tanto por la calidad de los mismos, como por el hecho de enfocar cuatro aspectos esencia­ les del pensamiento de Wittgenstein, representa algo más que un mero homenaje: puede considerarse, a la vez, como una adecua­ da introducción a ese pensamiento y como una positiva colabo­ ración a las investigaciones que tienden a esclarecerlo. El diálo­ go, sin duda, continúa. . .

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