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Vidas paralelas I: Teseo - Rómulo - Licurgo - Numa PDF

208 Pages·1985·11.219 MB·Spanish
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BIBLIOTECA CLÁSICA GREDOS, 77 PLUTARCO VIDAS PARALELAS TESEO - RÓMULO LICURGO -NUMA INTRODUCCIÓN GENERAL. TRADUCCI~NY NOTAS POR AURELIO PÉREZ JIMÉNEZ EDITORIAL GREDOS Asesor para la sección griega: CARLOGS ARCG~AU AL. Según las normas de la B. C. G., las traducciones de este volumen han sido revisadas por ALFONSO MART~NDEteZz . INTRODUCCI~NG ENERAL O EDITORIAL CREDOS, S. A. 1. PERSONALIDAD DE PLUTARCO Sánchez Pacheco, 81, Madrid. Espaiia, 1985. Mediado el siglo I ' nace en Queronea. Situada en las estribaciones del Parnaso, por el N., y del Helicón, por el S., a la orilla occidental del Cefiso y en la fronte- ra beocia con la Fócide, su posición geográfica expli- . ca las intensas relaciones de Plutarco con el centro religioso de Delfos. Pese a no ser grande, Queronea aparece, en su pro- yección histórica, como punto capital en el ritmo evolu- tivo de los destinos de Grecia. Dos importantes batallas marcaron allí, una vez, la ruina de la democracia ate- niense ante los ejércitos macedonios de Filipo, y luego el definitivo encuentro de los caminos que la llevarían La fecha de su nacimiento, a partir de alusioneas a su juventud en E ap. Delph. (Mor. 385B SS.),s e fija en torno al 45 C. Discusión de estos datos en K ZI~GLEPRlu, tarco, ed. italiana, trad. por M.. ROSA Depósito Legal: M. 6671-1985. ZANCARNIN ALDINdeIl, libro Pluzarchos von Chaironeia (Stuttgart. 1949 ISBN 84249-0985-2. [= PAULY-WissoRv~E., XXI, 1951, cols. 635-962J),B rescia, 1965, pági- nas 12-13. Impreso en España. Printed in Spain. Sobre la importancia geográfica de Queronea, véase C. P. Jo~es, Grificu Cóndor, S. A., Sánchez Pacheco, 81, Madrid, 1985. - 5816. Plutarch and Rome, Oxford, 1971, págs, 3-5. 8 PLUTARCO a Roma, con la victoria de Sila sobre Mitrídates '. Plu- y de la propia firmeza? 5. iPor qué entonces no habría tarco respira, pues, en su entorno, esa vocación a un de hacerlo aquel para quien el relato de sus hazañas tiempo clásica, hklenística y romana que emerge de las y la indagación de su conducta es espejo en que quiere páginas escritas por sus personajes y que refleja la uni- dibujar su misma existencia? *. versalidad de su pequeña patria, significativamente en- Es, así pues, por breves pinceladas de pintor o por clavada en la confluencia de rutas que unen el Norte la ficción real con que cultiva el género de su admirado al Sur, el golfo de Corinto al mar Egeo. Platón, como desfilan ante sus lectores la imagen del Hay quien opina que el silencio sobre su propia es- bisabuelo Nicarco, que hacía recuerdo de los malos tra- tirpe parece descartar un origen que se remonte a la tos de Marco Antonio a sus paisanos cuando Accio ', O prehistoria mítica de su tierra, y que las referencias a de su culto, aunque no erudito abuelo Lamprias o de los antiguos héroes de Fócide y Beocia nada tienen'que su propio padre, persona poco aguda, aunque imagina- ver con él, como otros piensan '. Sin ánimo de polemi- tiva, Autobulo 9. zar con hipótesis que, por el hecho de serlo, poca fe Hombre afortunado por la posición de su familia, de nada pueden dar, tampoco creemos, sin embargo, en prestigiada en Queronea lo; hombre a quien Apolo re- lo definitivo de ese silencio. compensó la veneración que en toda su obra se le profe- Es cierto, sí, que pese a su vasta erudición, pocas sa, con el respetable ministerio del sacerdocio délfico; veces habla de sus antepasados, incluso de los mas in- hombre que, pese a su origen griego, cuenta con pode- mediatos, y cuando lo hace, es a requerimiento de su rosos amigos en Roma y tiene acceso al círculo íntimo guión y nunca presume de ellos. Tal vez cuadra mal tarn- de algún emperador, recibiendo la más alta dignidad bién dicha ausencia con quien, como en el biógrafo, se conferida a un ciudadano de Roma extranjero, Plutarco ha convertido en hábito la investigación genealógica. Pe- sintió, en cambio, en su destino familiar, la piedra de ro, igualmente, hemos de reconocer que, en sus miles toque que puso a prueba su temple de hombre educado de páginas transmitidas por la tradición, nunca habla en las virtudes de la historia. Plutarco presuntuosamente de su propia existencia. Y cuando, por el personaje o la situación, su vida entra en su pluma, vemos sólo la humildad de quien está con- Cf. A. Peaez JW!NEZ.A, ctitudes del hombre frente a la TychE en las Vidas Paralelas de Plutarco., Bol. del Inst. de Est. Hel. 7 (1973). vencido de que, en el arte de la virtud, poco importan Aem. 1, l. dinero, patria o gloria. ¿No rehúyen sus más positivos Ant. 68. modelos esos bienes que la envidia troca en mal e impo- 8 Por lo que le admiran sus nietos Larnprias y Plutarco (cf. ZIE- nen a la Fortuna en su vida la estabilidad de la razón crer, Plutarco, pág. 14). Ibid., págs. 15-16, con discusi6n de los problemas sobre su iden- tificación con el Autobulo del diálogo Soll. anim. La primera batalla, en 338 a. C.; la segunda, en 86 a. C. -a 6s- 10 Para Wilamowitz (citado por Z~GLERP,l utarco, pág. 14), su fa- ta alude el bibgrafo en Dem. 2, Thes. 27, Dem. 19, y Sull. 1%. cf. JONES, Plutarch. .., págs. 5-6. milia era la única culta de Queronea, afirmación exagerada a juzgar ' por el ambiente que se respira en las conversaciones de sus diálogos. Asl R. H ~ E LPl,u rarch, und das Erbe der Alten, Leipzig, 1912, La educación de Plutarco responde a la de un aristkrata destinado pág. 6, 5; opini6n compartida por ZIEGLER,P lutarco, pág. 14, y R. H. a desempedar un papel importante en Oueronea y ligado por tradición Ba~aow,P lutarch and his times, Bloornington-Londres, 1967, pág. 15; con otras familias nobles locales (cf. JONESP, lutarch..,, págs. 9-11). pero vease, en cambio, JONES. Plutarch. .., pág. 8. 10 PLUTARCO Demóstenes, Paulo Emilio, en negativo Solón, son Fue Timóxena hija de un personaje importante en . ejemplos vivos, entre otros ", que en más de una oca- Queronea, Alexión, arconte a principios del s. 11 15; una sión hubo de esgrimir en la desgracia como consuelo. mujer sencilla, resuelta y culta, en quien encuentra Plu- Timóxena, su única hija, murió cuando contaba tan S& tarco ese apoyo real que le asiste cada día y que justifi- lo dos años; jóvenes perdió también a Soclaro, su hijo ca su elevado concepto de la mujer, tan presente a mayor, y a Querón. Y de cinco, sólo le sobreviven dos, menudo en sus páginas. Autobulo, como él, inteligente platónico, y Plutarco Respecto a sus hermanos, en fin, tenemos noticias 12. Nada más elocuente sobre su actitud, a este respec- sobre Lamprias, jovial, culto y, en muchos aspectos, pa- to, que las palabras consoladoras a su esposa Timóxe- recido a Plutarco (fue sacerdote también, del oráculo na, cuando, al llegar a Tanagra, en viaje desde Atenas, de Lebadea, y arconte en Delfos durante el reinado de se entera de la muerte de la hija: Trajano) lb, y sobre Timón, a quien algunos interpretan como su cuñado 17. Solamente, mujer, tenme en cuenta a mi y a ti misma en el senti- ese es el círculo de su familia más cercana, y en miento por este suceso. Bien sC yo y calibro cuán importante es tal las relaciones con ella se refleja ya el hombre entraña- acontecimiento. Y si te hallo vencida por la pena. eso más me afectará que lo ocurrido ... Pero, precisamente, tu. que has colaborado conmigo ble y sincero que encontrará, en la verdadera amistad, la máxima expresión de su valía humana. Son los ami- en la crianza de tantos hijos, todos educados en casa por nosotros mismos. sabes tambiCn que esa hija te nació a ti, deseosa, después gos, en efecto, el protagonista esencial de la obra de de cuatro hijos, y a mi me brindó la ocasión de ponerle tu nomb re... 13. Plutarco. Ellos son la justificación de muchos de sus Dicen los que asistieron, y de ello se extrañan, que ni te entregaste tratados éticos. Sus Vidas se dedican a uno de ellos. a ti ni a las criadas a manifestaciones o golpes de dolor, ni hubo pre- Ellos en suma, discuten, hablan, exponen su opinión, parativos de solemne magnificencia en el entierro, sino que todo se son actores en acción de sus diálogos. Son variados per- hizo con moderación y en silencio. en compañia de nuestros allegados. sonajes de cualquier actividad intelectual, pues por to- Mas yo no me extrano de que. no habiéndote arreglado jamás para das se interesa Plutarco. Ciertamente, los hay, en más, el teatro o las procesiones, sino que incluso has considerado inútil filósofos (platónicos, pitagóricos, peripatéticos, estoicos, para las diversiones el despilfarro, hayas guardado en los momentos un cínico y dos epicúreos); pero, también, rktores y de dolor esa naturalidad y sencillez. Pues no *en los delirios báquicos* solamente debe el pmdente mantenerse inalterable, sino que no me- sofistas, sacerdotes, médicos, gramáticos, matemáti- nos ha de creer que, en la desgracia. la agitación y turbulencia de cos, poetas, exploradores y viajeros, y políticos sobre las pasiones exigen un dominio que combata no contra la afectividad, todo 18. como algunos piensan, sino contra la indisciplina del alm a.' 1 l5 Quaest conv. (Mor. 701D). Se le relaciona con un arconte de l1 &m. 22, Tim 41 (2), 10, Sol. 7. Cf. Pemz Juct~ez, actitud es...^, Queronea mencionado en inscripciones (ver Ziecm~,P lutarco, pági- págs. 105-7 y n. 13. nas 19-20. 1 IZ La muerte de Timóxena es el motivo de la Consolario ad uo- lb Interviene con frecuencia en los diálogos. Acerca de su sacer- rem. tratado del que recogemos seguidamente algunos pasajes. Antes docio y arcontado, vkanse referencias en Zrecw, Plutarco, pAg. 18. . de ella habian muerto el hijo mayor Soclaro y el bello Querón, tambikn l7 Citado en Qiuicst. conv. (Mor. 615E y 639). En Frat. am. (Mor. en ausencia de su padre. Sobreviven tan sólo Autobulo y Plutarco, pre 487D). le dedica carifiosas palabras. Sobre la posibilidad de un paren- tagonistas de algunos diálogos (cf. ZIEGLEPRl,ut arco, págs. 21-22). tesco diferente, cf. ZIECLEPRl,u farco, pAg. 19. n. 17. l3 Cons. ad u.( Mor. 608B-C). l8 Una lista de todos ellos por orden alfabético, con indicación l4 Ibid. 608F-609 12 PLUTARCO INTRODUCCI~N GENERAL 13 viaje quedó, afortunadamente, para nosotros, un trata- Tan diverso circulo de amistades y parientes deja do que le convierte en fuente principal para el conoci- ya entrever su abierta actitud hacia todo saber huma- miento de las doctrinas de Isis y Osiris, tan divulgadas no. Actitud que se manifiesta como una transigente com- entonces por el Imperio. prensión ante cualquier ideología, opinión o conducta En Atenas, aparte su militancia en las filas de la Aca- que no repugne a los más elementales sentimientos hu- demia, que, tal vez, le sugirió la idea de montar una manos, ni que, por supuesto, contradiga el único gran escuela propia, aunque menos formalizada, en Quero- dogma que, como veremos, no admite discusibn alguna nea, tuvo ocasión de conocer otras corrientes de la para Plutarco: la especial posición de la naturaleza di- filosofía, en particular, el estoicismo, el epicureísmo vina frente a los demás seres del Universo. De su apego -escuelas contra las que mantendrá siempre su belige- por la tierra, de su formación en el seno de una familia rancia, pero no sin adoptar algunos de sus puntos de aristocrática de Queronea con profundas raíces, cree- vista- y el Perípato 20. mos, en el pasado, y sin que ello implique una actitud Aparte esa estancia más prolongada, Plutarco visita cerrada hacia el saber basado en la reflexión y el racio- Atenas con frecuencia a lo largo de su vida. Unas veces nalismo, hereda el filósofo un sincero respeto por la llega de paso, otras en misión política, o para asistir tradición que le hace guardar fidelidad siempre a las a las fiestas de la ciudad o de la Academia. Fruto de creencias y ritos de su patria griega 19. esa intensa relación y de los elogios que le dedica en Todos estos factores, patria, familia, amigos, tienen sus obras, fue la ciudadanía ateniense con que le re- su centro principal de acción y desarrollo en Queronea. compensaron sus habitantes -inscrito en la tribu León- Pero, con ser esta ciudad importante en la personalidad tide- cuando ya era famoso2'. de Plutarco, no es la única que permite entenderle. Otros viajes le llevaron por distintas partes de Gre- Atenas sera para él, como para muchos filósofos, la cia. En Acaya estuvo, recién vuelto de sus estudios en patria espiritual en la que se orienta su vocación por la cultura. Enviado allí para recibir la formación retóri- 20 Cf. E. ZELLERD, ie Philosophie der Griechen in ihrer glrchich- ca y filosófica adecuada a su posición social, conoció tlichen Entwicklung, 11, Leipzig, 1923 (reimpr. Hildesheim, 1963). págs. al plat6nico Ammonio, un egipcio que le introdujo en 177-182. Para su platonismo, es clásico ya el libro de P. M. JONES. rire los círculos de la Academia. A él deberá su cultura ma- Platonism of Plutarch, Chicago, 1916; pero, sobre todo, son importan- temática y su interés por las cuestiones religiosas. Y , tes, por reivindicar la originalidad de Plutarco frente a los escépticos, los artículos de M. H. D~RRyIE P H. H. DE LACcYit ados en Bibliografía. posiblemente él, pero sin duda más el ejemplo de su Para su posición respecto al estoicismo y epicureísmo, remitimos a maestro Platón, le llevarían luego a Alejandría, donde los trabajos de Bmur, Plutarch. ., y R. FLACIX&RaEP, lutarque et I'épicu- entró en contacto con los problemas egipcios. De este reisme w. Epicurea (1959). 197-215 . Las relaciones con Aristóteles se en- cuentran resumidas en P. ~~EILAN&,r eek Philosophy from Plato to Plotinusw, en A. H. ARMSTRONThGe, Cambridge Histoty of Luter Greek de las noticias sobre su personalidad y los pasajes en que son mencio- and Early Medieval Philosophy, Cambridge, 1967, phg. 58. Para más nados, en Zrecw, Plutarco, phgs. 41-77. detalles, cf. G. VE~EKeEP,lu tarch and the Development of Aristotle.. '9 VCase, por ejemplo, Y. VERNIERESy, mboles et Myrhes dans la en 1. DUwoG. E. L. OWENA, ristotle and Plato in the Mid-Fourth Cen- pende de Plutarque, París, 1977, págs. 321. D. BABUTP, lutarque et le rury, Goteborg, 1960, págs. 326-47. La huella aristottlica es especíal- stoicisme, París, 1969, phg. 448, define su religi6n como una sabia mez- mente notable en su Ctica. cla de sincretismo y universalismo, conservadurismo y tradicionalismo. 2' Quaest. conv. (Mor. 629A). 14 PLUTARCO INTRODUCCI~N GENERAL 15 ma de Apolo en los Diálogos píticos; aunque, ciertamen- Atenas, como embajador de Queronea ante el procónsul te, su ya citada exégesis sobre el significado de la E romano, en misión terminada con éxito. Objetivos cul- délfica demuestra que el interks por esta religión se re- turales le llevaron a Asia, donde le encontramos pro- montaba a los años jóvenes, como efecto, sin duda, de nunciando una conferencia en Sardes o Efeso. Conoce, su formación platónica y del ámbito familiar que le además, bien Beocia y algunas regiones del Peloponeso rodeaba. (Élide, donde asiste a las Olimpíadas; Esparta, cuya his- Si bien no hay datos fiables que permitan establecer toria y tradiciones atraen su curiosidad con frecuencia; con exactitud el comienzo de su ministerio, la confesión Corinto, como espectador también de los Juegos fstmi- de que organizó muchas Pitíadas, lo que, con Ziegler, cos, etc.). Pero, sobre todo, es su tercera patria griega sin duda significa más de cinco, nos permitiría situar el santuario de Delfos ". la fecha del nombramiento hacia el año 100 ya que Las relaciones de Plutarco con Delfos le vienen de 14, su muerte sucedió en torno al 120. De hecho, hay razo- tradición. Las conexiones entre esta ciudad y Queronea, nes, como veremos, para pensar que esa tarea pudiera favorecidas por la proximidad geográfica, se documen- haberse desarrollado durante el reinado de Trajano. - tan ampliamente en las inscripciones, y nos consta que Lo cierto, en todo caso, es que, mandando Adriano, el suegro de Plutarco, Alexión, era bastante amigo de época de, por lo menos, los últimos Diúlogos píticos, Plu- Filotas, un médico que ejerció su profesibn en Delfos. tarco era sacerdote en Delfos y tuvo mucho que ver en Él mismo visitó la ciudad todavía joven, con ocasión las reformas del santuario financiadas por el empera- de la venida de Nerón a Grecia. Allí interviene en la dor, si, como piensa Flackli&re a ello se refiere el es- discusión de ciertos problemas relativos a la E del tem- U, critor con estas palabras: *Veis, sin duda, vosotros mis- plo de Apolo, bajo la dirección de Ammonio, a quien mos que se han construido muchos edificios nuevos, que acompaña junto con su hermano Lamprias 13. antes no existían, y que se han restaurado los que se Con el tiempo, esos lazos se estrechan por el ejerci- encontraban en mal estado o en ruinas ... Y, por cierto, cio de diversos cargos de responsabilidad política. Nom- que me felicito en cuanto que puse todo mi corazón y brado, ya en su madurez, representante de los beocios ayudé a estos asuntos en compañía de Polícrates y Pe- en la Anfictionía, seguramente por su prestigio y bue- treo, y felicito, igualmente, al que fue nuestro gufa en nas relaciones con los romanos, actúa como epimeletes esta política y se preocupó y preparó la mayoría de y agonotetes en la supervisión de los Juegos Píticos an- estas cosas tes de su nombramiento como sacerdote de Apolo. m 16. En todo caso, es evidente que Plutarco, desde tan Tal nombramiento se dejará sentir en un mayor in- prestigioso cargo, fue. en sus últimos años, un valioso ter& por los temas délficos y oraculares, en general, puntal para la política de Roma en sus relaciones con que da como fruto, aparte de constantes reflexiones en los griegos, y que continúa así, entregado, como debe toda su producción, un tratamiento directo sobre el te- z~ Los viajes de Plutarco y sus relaciones con otros lugares de 24 An seni resp. (Mor. 792F);c f. ZIEGLER,P lutmco, pág. 35. Grecia son analizados por ZIEGLER,P lutarco, en piigs. 27-31. En cuanto l5 ~Plutarque.D e Pythiae oraculis, 409BCs, Rev. de Philol. 8 a Delfos, cf. BARROWP,l utarch ..., págs. 30-35. (1934). págs. 56-66. l3 Cf. E ap. Delph. (Mor. 385B). 26 Pyrh. orac. (Mor. 409B-C). 16 PLUTARCO INTRODUCCI~N GENERAL 17 hacerlo el ancipno, al servicio de la comunidad, esa ca- las que vierte recuerdos en su obra. No fueroq, cierta- rrera pública que, a lo largo de toda su vida, se ha ido mente, muy afectivas sus relaciones con los Fldvios, pe- mirando en el espejo, son palabras suyas, de las Vidas ro hace grandes amigos entre la nobleza, entre quienes Paralelas. se cuentan, además, los hermanos Avidio y el que sería Su primera misión política, como ya dijimos, fue la su apoyo luego en la corte de Trajano, Sosio Seneción,, embajada ante el procónsul de Acaya. Luego, en los ú1- aparente destinatario de las Vidas ~a.rale6T.r So%is- timos años de la dinastía JulieClaudia, sus relaciones tad con él en Grecia, cuando aquél era cuestor, por la con Roma fueron más de espectador aue de protagonis- década de los 80; amistad que es, seguramente, el in- ta. En esos años asiste a la proclagación de la libertad centivo para un nuevo viaje a Roma en esos años. de Grecia por Nerón, curiosa pahdoja que propicia el Conocida es, e ilustra su pa - como conferen- formalismo imperial, y conteqla las revueltas entre ciante en Roma, la anécdota de J. Rústico Aruleno. Este partidos que preceden a la llegada de los Flavios y la político Y-fiio-SoTo estoico, caído por entonces en des- ". clausura de la libertad decgtada por Vespasiano gracia con ~omichoc,o mo tantos otros amigos de Plu- A partir de los años 70 tp Roma, y desde Roma Ita- tarco, recibe del emperador una nota que le entrega un lia, el foco de atracción importante para Plutarco. soldado. Plutarco guarda silencio un momento, para que Y a ella, junto con Atenasj su Teseo, rendi-r-adeksía el filósofo pueda leerla, -y éste deja su lectura para el vi4 de admiración en la daRórnulo. Grande será, des- final no queriendo interruihpir la conferencia. Todos elo- de entonces, la huella +e, e4su vida y en su obra, deja gian su actitud, tanto más meritoria cuanto que presu- la capital del Imperio,, Muchoason los amigos, influyen- miblemente, la misiva tuvieraxrelación con su ejecución tes todos ellos, que en Roma, q en Grecia procedentes en el año 93 19. x> de Roma, justificany fomentan tsa admiración. Sus ru- La crisis de relaciones con es& emperador, que per- dimentarios conodmientos de latin -la efervescente ac- sigue a sus principales amigos, sk,atempera gracias a tividad de esta época no le deja tiempo para más- no la protección de Avidio Quieto y Soqo Seneción. Y con serán un obstápulo en ambientes dpnde la helenización la subida al trono de Trajano, tambi cultural del hperio impuso como segunda lengua el reconocimiento oficial de sus h griego. no le confiere la dignidad consular, con orden expre- Poco in$mrta el problema del número, fecha y dura- sa -aunque no es seguro que se trate de'yuestro Plu- ción de sus viajes a Italia Plutarco alterna en ellos tarco- de que ningún gobernador de ~liriakmed eci- 28. misiones,diplomáticas con una respetable, aceptación en- siones sin contar con su aquiescencia ". Tales onores, tre la #&c ulta r m a . T odavía en tiempos de Vespa- la estrecha amistad con de- T rajax la de- --_, siano enoce, con su amigo y protector hkstrio Floro, dicatoria a él de las Vidas, el tono de algunos &q sus le había conseguido la ciudadanía, alaunas ciuda- tratados de la época y, sobre todo, su prestigio copio norte de Italia (Bedriaco, Brixelo, Rávena), de máxima figura intelectual de Grecia, han generado 'Ea 2' Jom. Plutarc h..., plgs. 17-22. 28 Problembtica, en Z~EGLERP, lutarco, plgs. 29-30, y JOF, Plu- l9 Curios. (Mor. 522D). tarch. .., plgs. 20-38. Noticia transmitida por la Suda (cf. ZIEGL~RP, lutarco. plg. 32). 77. - 2 18 PLUTARCO INTRODUCCI~NG ENERAL 19 nada desdeñable hipótesis de que Plutarco pudo haber Los delfios junto con los queronenses erigieron esta tenido cierto papel como preceptor en la instrucción de estatua de Plutarco, cumpliendo órdenes de los anfictio- Trajano j'. [nes Es la etapa en que, con la seguridad que le confiere j5. la política más humana y abierta de los Antoninos y con la autoridad que emana de su ministerio délfico, Plutarco se dedica de lleno a la tarea literaria y didácti- Acorde con tan varia experiencia de vida va su recono- ca. En Queronea continúa la labor de esa ~Acade- cida cultura libresca, que le convierte, sin duda, en el mia» que funciona en conexión con la de Atenas. En 32 sabio más eminente de su época, anticipando y abrien- Delfos también recibe a sus amigos y les enseña el san- do, como señala C. P. Jones ", el camino hacia la So- tuario, y aprovecha la ocasión para traer al recuerdo los momentos de su primera estancia allí o explicar pro- fística del siglo 11. Plutarco fue un erudito y sus lectu- ras flotan en cada una de las miles de páginas que la blemas de la religión de Apolo y de la esencia divina tradición nos ha conservado. en general. En sus visitas a diversas ciudades de importancia Adriano, que hereda la política de protección al tem- cultural, particularmente a Atenas, Alejandría y Roma, plo délfico, también demuestra su respeto por Plutarco debió de ser tarea obligada una habitual lectura de li- nombrándole procurator de Grecia ", posiblemente só- bros en sus bibliotecas. Esas lecturas de escritos origi- lo a título honorífico. Entregado a fondo a sus Vidas nales o de colecciones doxográficas, retenidás en notas Paralelas, lleva ahora al terreno de la historia sus ideas y grabadas en su prodigiosa memoria, constituyeron la éticas haciendo propaganda de una moral basada en la tierra de labor para su tarea como maestro y escritor virtud y útil para el estadista, cuyas líneas básicas se en Queronea ". trazan esquemáticamente en uno de sus últimos libri- Por otro lado, su orientación literaria vendría fuer- tos Y de paso hace una afirmación de la gloria an- Y. temente condicionada por la influencia en Atenas de Am- tigua de Grecia, ante el lector romano, y del destino monio. No conocemos exactamente cuál era su puesto y alta misión de Roma, frente a las posibles reticencias en la Academia, ni tan siquiera si era miembro de ella, de algunos compatriotas todavía cerrados a la realidad pero su afinidad con ella y su tendencia religiosa impri- del Imperio. No acaba este reinado, cuando Plutarco muere, víc- Cf. ZIEGLERP.l utarco. pág. 37. tima de una dolorosa enfermedad, entre la honra de los j5 M Plutarch. .., pág. 64. Libro fundamental para conocer la cultura delfios y de sus conciudadanos, quienes le levantaron de Plutarco es el de W. C. Heuiaom, E. N. O' N ~ LP,lu tarch's Quota- una estatua con este epigrama: fions, Baltimore, 1959; antes, Zmc~en,P lutarco, plígs. 33148, y, recien- temente, D. A. RUSELL. Plutarch, Londres, 1973, págs. 46-62. 3' Cf. ZZEGLEPRl,u tarco, pág. 347; su memoria se pone de mani- 3' De ahi esa Institutio Traiani que. en la Edad Media, circulaba fiesto en la gran cantidad de citas de autores antiguos (cf., para los bajo su nombre (cf. JONESP, lutarch ..., pág. 31). tr&gicos, L. DI Gaacouo, acitazioni Plutarchee dei tragici*, Aevum 53 j2 ZIEGLERPl,u tarco. pág. 38. BARROWPl,u tarch. .., págs. 18-20. [19791, y 54 [1980]; en concreto. para la forma de citar, Aevum 53, págs. Cf. JONES,P lutarch. .., pág. 34. 11-14). En cuanto a su utilización de las bibliotecas, sobre Atenas, véa- Praec. ger. reip. (Mor. 798A-825F). se E ap. Delph. (Mor. 384B). y, para Roma. Jo~esP, lutarch ..., pág. 84. 20 PLUTARCO mirán una huella en nuestro joven filósofo, atraído, ya gresiones de sus Vidas, permiten vislumbrar un profun- entonces, por las teorías pitagóricas, huella que se tra- do conocimiento de Platón, una no disimulada simpatía ducirá en un sistema filosófico basado en el platonis- por Aristóteles *', y una fundamentada critica del estoi- mo, pero animado por un fuerte sentido ético y religio- cismo como doctrina teórica, no reñida con cierta ad- so que trasciende los límites dogmáticos de la Academia. miración y respeto hacia la actitud ética de sus partida- Este planteamiento explica, en cierto modo, los pa- rios en la vida real. Por razones obvias no podía ser rámetros en que se mueven sus lecturas filosóficas. NO positiva, ante el epicureísmo ", la postura de un hom- muy buen conocedor de la filosofía jonia, Plutarco se bre que basa prácticamente toda su tarea filosófica en siente fuertemente atraído por los pitagóricos -sin que, la gradual conquista de la inmaterialidad espiritual q'ue a veces, distinga bien lo que es de Pitágoras y de sus reduzca la barrera existente entre naturaleza humana seguidores que captan pronto su curiosidad por y divina. l las doctrinas místicas y que dejarán una importante hue- Pues bien, este eclecticismo U que puede parecer lla en su psicología y teodicea. Conoce a Heráclito y bien cierto a nivel formal, se convierte de la mano de Empédocles lo suficiente para dedicarles algún escrito, su proyección ético-religiosa, en una filosoffa que, rein- según se deduce del «Catálogo de Lampriasm Y J. P. terpretando en cierto modo los textos platónicos, no ca- 39. Hershbell ha ofrecido convincentes datos para admitir rece por completo de originalidad. Y así, aunque consi- su lectura directa de Parménides, en contra de las teo- derado platónico ya en su tiempo y satisfecho él de sus rías de Fairbanks, Ziegler y Tarán, y ampliando así el relaciones con la Academia, ni le permite su humildad punto de vista de Jr. H. Martin y R. Westman, que ser un escéptico -pese a su simpatía por Arcesilao- defendía un conocimiento indirecto 40. ni un dogmático 45, a lo que se opone, como ya decía- No es de extrañar, desde esta perspectiva, su casi nulo interés por los sofistas. El relativisrno de estos fi- 42 Similar a la mostrada por los pitagóricos (ZELL~DRi,e Philo- sophie der Griechen. .., 11, phgs. 179-80). lósofos y la contradicción entre su planteamiento indi- 43 Cf. n. 20. vidualista de la verdad y del éxito, y la moralidad y 44 A. M. TACUAIUCH*LI,e teorie estetiche e la critica letteraria in patriotismo de Plutarco, justifican suficientemente tal Plutarcho*, Acme 14 (1961). 71-1 17, niega profundidad a la filosofía exclusión. plutarquea. Hoy se tiende a revalorizar su originalidad frente a la Aca- En cambio, las líneas maestras de su pensamiento, demia (cf. DORRIE.* Le Platonisme ...m), al estoicismo (B~uTPl,u tarque ...) y al epicureismo (FLACBLIERaEp,l utarque et l'kpicureisme*). Plutarco expuestas en los diálogos y tratados de sus Moralia, bien no amalgama eclécticamente diversas corrientes filosóficas como hi- directamente, o (en aquellos puntos que evidencian un ciera la línea oficial de la Academia representada por Antioco de Asca- mayor alejamiento de la Academia oficial) en forma de Ion, sino que aprovecha las distintas teorías étic~fiIos6ficas.p ara adap mitos ", así como en la selección de los textos y las di- tarlas a su propia vida sobre la misión del hombre en el mundo y su destino despuks de la muerte, a panir de una posición critica ante ellas. 36 ZIEGLERP, lutarco. pág. 337. 45 Según ha puesto de manifiesto Ph. De Lacy, saliendo al paso 39 .NÚms. 43 (ErnpCdocles) y 205' (Heráclito). de la afirmación de Schroeter, para quien era un escéptico.. Clave de Para citas. cf. J. P. HERSHBEL~LP, lutarcha nd Parmenides., Gr. su pensamiento es el concepto de eulábeia. Sobre la ambigüedad de Rom. and Byz. Stud. 13 (1972). págs. 193-4. 41 Cf. DORRIE*, Le platonisme ... S, pAg. 525, y VERNI~RSEym, boles. .., csuhi spcohseicni óLnit eernattruer ,F 1i1ló, 6n. 'y eAdn.,t Miocuon,i cchf., W19.2 S0 C(rHeiMmIpDrC., e1s9c7h4i)c, hptáeg ds.e r5 2g6r-i7e-. págs. 120-21. 22 PLUTARCO INTRODUCCI~N GENERAL 2 3 b mos, su amplia cultura, el vasto círculo de sus amista- divergencias más notables con la filosofía estoica y epi- des, su variada experiencia de vida y ese ingenuo arrai- cúrea) e inaccesible al hombre en cuanto 'tal ". go en la tradición. Estos rasgos de la divinidad le plantean, ante todo, , Su obra aparece así, en primer lugar, como una cons- dos problemas importantes: si la divinidad es perfec- tante búsqueda de respuestas a los fenómenos que es- ción y dicha perfección se manifiesta como bondad y capan del ámbito de la responsabilidad humana. Los per- justicia ¿cual es la explicación para la injusticia y el mal?, y si el mundo divino es inaccesible al hombre, sonajes de sus biografías o los amigos en sus diálogos ¿cómo explicamos ciertas manifestaciones de los dio- tratan con él, una y otra vez, el problema de los sacrifi- cios humanos, la crisis de los oráculos, el aparente des- ses, en particular su comunicación con nosotros por me- cuido de los dioses en la justicia con los malvados, .la dio de oráculos y apariciones, y cómo puede el alma alcanzar la unión con Dios? acción caprichosa de la fortuna o la importancia de pro- digios, apariciones, sueños, etc. Ante tales irregularida- Al primer problema le dará respuesta Plutarco con des de la acción divina, busca Plutarco explicaciones el doble principio operante ya en las religiones orienta- que, fundadas en la filosofía platónica, encierran una les 49, del que encuentra, además, un esbozo en la do- crítica a las d~ctrinas'e~icúreay se stoicas, y tienen, sin ble alma platónica del Universo, pero que le aparta, sin embargo, en cuenta las creencias populares y las nue- embargo, del academicismo oficial. Y en esta solución, vas corrientes místicas de la época. ampliada con el aprovechamiento de la antigua teoría de los démones, con la conciliación entre Providencia y orden natural, azar y libre albedrío, así como con una humilde fe en las limitaciones de nuestra razón que nos 1.2.1. Concepción de la divinidad y teoría demonológica precaven ante la pretensión de querer comprender los misterios religiosos y el sentido de la acción divina -lo El único dogma religioso indiscutible para Plutarco que, ciertamente, no significa escepticismo-, encuen- y que impulsa toda su teodicea es, sin duda, la natura- tra el filósofo una respuesta para el segundo. leza misma de la divinidad. Los dioses son la expresión En cuanto a la unión del alma con lo divino, que máxima de la virtud que, ligada a la razón, se concreta supera la barrera paradigmática de las ideas platóni- en justicia (díkz) y derecho (thémis)" ; y sus cualidades definitorias son la eternidad y la incorruptibilidad; arn- '' bas implican la ausencia absoluta de cambio, ya que Is. et Os. (Mor. 377F); cf. Num. 8. 14. Plutarco combate. de los estoicos, sobre todo la corruptibilidad de Dios implicada por la ekpirosis; el cambio depende de la materia (así, en el hombre las ' importante diferencia con el Pórtico es también el no compromiso del pasiones del alma sgn consecuencia de su unión con el Dios de Plutarco con el mundo (cf. BABUTP, lufarque. .., págs. 451 y sigs. cuerpo) y la materia es corruptible. En suma, postula y M. P. Nr~ssoG~e,s chichte der griechischen Religion, 11, 3.. ed., Mu- Plutarco que el mundo divino es inmaterial (una de sus nich" 1974, pág. 404). Ver, p.ej., Per. 39, 2, Def. orac. (Mor. 423D). 1s. et Os. (Mor. 351D. 369A-D),S ept. saep. conv. (Mor. 161F). y Suav. viv. Epic. (Mor. 1102D). 49 El mal es Ahrimán entre los persas; Tifbn; en Egipto; las ma- las estrellas, entre los caldeos; cf. NILSSONG,e sch. der griech. Rel.. 11, págs. 404-5.

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