VIAJE POR LAS ESCUELAS DE ESPAÑA * * * MAS ANDALUCIA: Las Siete Huelvas Sevilla: Viaje preliminar. Viaje de instrucción a Tánger. Jaén: Viaje a Santiago de la Espada. MADRID. 1929 COMPAÑIA IBERO — AMERICANA DE PUBLICACIONES. S. A. LIBRERIA FERNANDO FE Viaje por las escuelas de España por www.bocos.com se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución- NoComercial 4.0 Internacional. La obra original impresa de este libro electrónico está libre de derechos de autor. Sin embargo esta edición electrónica está sujeta a una licencia Creative Commons 4.0, por la cual: Es libre de: Compartir — copiar y redistribuir el material en cualquier medio o formato. —Adaptar recomponer, transformar y crear a partir del material. —El licenciador no puede revocar estas libertades mientras cumpla con los términos de la licencia. Bajo las condiciones siguientes: Reconocimiento — Debe reconocer adecuadamente la autoría, proveer un link a la licencia e indicar si se han realizado cambios. 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Desde él abordaremos tantas cosas que será preciso poner un poco de orden; y aquí está la raz6n del método, indicio de limitaci6n; pues si yo fuera perfecto, daría de un solo trazo mi idea de las siete Huelvas. Clasifico y separo siete Huelvas, dentro de las Andalucías, por afán de concretar, precisar y no perder tiempo; pero sé que se me escapan otras, aun viéndolas desde aquí, claras y distintas, como esas siete, que son: Primera: Aracena, la Sierra. Segunda: Ríotinto, las Minas. Tercera: Niebla, la Historia. Cuarta: La Palma, El Campo Quinta: Palos — La Rábida Sexta: Ayamonte, Las Pesquerías Séptima: Oñana, El Desierto, La Marisma, El Absurdo Eso hay — y mucho más — en una sola provincia española. Vamos a metemos en las escuelas, cerraderos que todo lo igualan, con sus cuatro paredes, su crucifijo, sus bancas paralelas, potros para herrar chicos, todos iguales, vengan de la sierra, de la mina, del campo o del mar. Pero nosotros, al menos, situaremos cada escuelita en su ambiente y con ello veremos separarse los siete mundos que ruedan — casi siempre sin descubrir — sobre el pupitre del maestro. I ARACENA: LA SIERRA 1. por Fuenteheridos y Galaroza Yo entré en la sierra de Aracena, desde Fregenal, por Cumbres de Enmedio, junto a Cumbres Mayores, y subí en auto las cuestas de la Nava, entreviendo a lo lejos, en alguna revuelta, los picos de Aroche. Es la parte más amable y fecunda de Sierra Morena. Muchas gentes de Hue1va, de Extremadura Baja y de Sevilla aprendieron ya el camino. En toda la Andalucía occidental estos nombres antiguos — de antigüedad diversa –: Aroche, Aracena, Zufre, A1ajar, Galaroza, suenan a fronda, a bosque, a fuentes frías y aires limpios, de altura. La Peña de Arias Montano, en A1ajar; el castillo de Aroche, las grutas de Aracena, son incentivos para la afición del veraneante y etapas conocidas del buen peregrino. No sólo el verano, sino cualquier tiempo es bueno para visitar la sierra de Aracena; y no sólo esos lugares, sino otros muchos, menos nombrados. Yo llegué, por ejemplo, a Fuenteheridos, en el Castañar de San Ginés; paseé por el Coso viejo; subí, en busca del maestro, las escalerillas de piedra que conducen a la iglesia — con su torre esbelta y su galería de aspecto italiano —; me interné por las calles altas... Fuenteheridos se me ofreció como una villa discreta, rica, bien cuidada. Era alcalde/ un maestro, a quien no vi, por los deberes de su cargo municipal; pero allí estaba destacado al paso del autobús, un verdadero policeman — el uniforme más brillante de Sierra Morena —, y esa honorable autoridad me dijo que en cuanto acabaran con los caminos vecinales iban a emprenderla con las escuelas. También Galaroza tiene situación pintoresca, sobre tres collados; podría llamarse la villa blanca, si no fuera más bonito su nombre árabe: Gal — Anosa, “Jardín de la Prometida”. Está rodeada de huertos, y luego empiezan castaños, robles, chopos, formando bosque claro. En estos lugares y en otros más chicos, la sierra de Aracena es siempre habitable. No tiene el ceño de Guadarrama, de Gredos o de Gata. 2. Aracena Vista desde el castillo, Aracena es una estrella de cinco puntas. Casas encaladas, tejados al rojo vivo. El caserío rompe la línea para trepar hasta los muros rotos del fuerte y desemboca hacia los pinares de la sierra o los olivos del llano por una red de callejuelas, dúctiles, bien plegadas al suelo. En medio del pueblo, la plaza, con sus dos casinos, sus dos cafés y su estatua. Quisieron honrar con un monumento a D. Julián Romero de la Osa, benemérito compatricio que hizo la plaza y recompuso el Hospital de la Misericordia. Pero como el filántropo era hombre oscuro, un sencillo labrador, acordaron dedicarle la estatua al santo de su nombre y por eso y en el centro de Aracena una efigie cívica de San Julián. Tiene calle Nogales, que sin duda aprendí en esta sierra el buen sentido y la clara limpidez de estilo, cualidades serranas que se respiran en Aracena, pueblo de gentes despejadas y de buenos trabajadores. El patrón de la villa no es, sin embargo, San Julián, sino el marqués de Aracena, Sánchez Dal retirado hace pocos años, que, entre otras obras útiles, donó un edificio habilitado para escuelas. Unas escuelas, no; porque aun siendo limpias, claras y capaces, las aulas me parecieron impropias para la enseñanza y servirían mejor de oficina u hotel. Un patio de rotonda, con barandilla baja, una escalera peligrosa. Sin campo de juego. Lo mejor de esta escuela graduada son los maestros y las ventanas, abiertas a un paisaje alegre. Pero las escuelas de Aracena deberían ser adecuadas a una villa rica, de sierra. Van los muchachos que caben. Muy pocos. Cuatro maestros y cuatro maestras para cerca de siete mil habitantes. Predominan los pobres. Veo algunos descalzos. Desde luego, no hay cantina escolar, y haría buena falta; pero sin duda creen innecesario atraer más asistencia no habiendo sitio para los aspirantes. En resumen: pueblo bellísimo, deliciosa avanzada de una Andalucía próspera, con buenos maestros, pero pocas escuelas, instaladas impropiamente.
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