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Vasconcelos, Jose. El Proconsulado [EPL] [1939] [2017] PDF

2017·26.4 MB·Spanish
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Preview Vasconcelos, Jose. El Proconsulado [EPL] [1939] [2017]

En 1928 José Vasconcelos era en el mundo Iberoamericano el reconocido autor del proyecto educativo de México. La energía y el talento empleados en cuatro años de ejercicio en el ámbito de la educación, le habían asegurado el reconocimiento de sus compatriotas. Sobre estas bases aceptó el reto de la candidatura presidencial, cuando, muerto Obregón, se produjo un vacío de poder cuyo mayor riesgo era la continuidad, frente o tras las bambalinas, del dominio de Calles. El Proconsulado es el relato, con frecuencia minucioso, de su trayecto en la campaña, desde la aceptación en Los Ángeles y a través del avance hacia México por los estados del norte y hacia el sur de la República. El testimonio de este recorrido por ciudades y pueblos, que entrañaba discursos, conversaciones privadas, incidencias y hasta artículos publicados en la prensa, constituye la documentación del ideario político vasconcelista que, a partir de los preceptos de Madero, propuso para México un proyecto de nación basado en dos pilares: la cultura y la soberanía. Al sobrevenir el fraude electoral, en una maniobra diseñada por el «Procónsul» Dwright Morrow, embajador de Estados Unidos, fracasaron las aspiraciones de Vasconcelos y de nuevo se convirtió en viajero; primero por Sudamérica y Cuba, hasta recalar como otras veces en París, donde el reencuentro con Valeria, su fiel colaboradora y amiga durante la campaña, lo sumerge en uno de los pasajes más dolorosos de su existencia. Él la había calificado como «una de las mas grandes mexicanas de todos los tiempos» y al recordar lo que sintió frente a su suicidio en la catedral de Nôtre Dame, escribió: «Era como si la patria misma se me hubiese ausentado, negándome.» Libro vertiginoso como su vida en tales tiempos; imprescindible a la historia del siglo XX mexicano; pleno de visiones sobre el futuro de México; testimonio esencial de una época en la que se gestaban los males que después asediaron al país. Podremos llegar a sus últimas páginas con la certeza de que Vasconcelos los vio y la amargura de no haberlos podido conjurar fue la pesada cruz que llevó sobre sí hasta el final de sus días. José Vasconcelos El Proconsulado ePub r1.0 Titivillus 23.02.17 EDICIÓN DIGITAL 4 Título original: El Proconsulado José Vasconcelos, 1939 Prólogo: Jean Meyer Ilustraciones: Archivo José Vasconcelos, Archivo General de la Nación, Archivo Editorial Trillas Editor digital: Titivillus ePub base r1.2 Edición digital: epublibre (EPL), 2017 Conversión a pdf: FS, 2019 5 6 7 José de León Toral y la madre Conchita. J. de L. Toral, el 17 de julio de 1928 aprovechó el banquete de «La Bombilla»: se acercó a Obregón para mostrarle su caricatura y le disparó a la cabeza Prólogo La épica vasconcelista POR JEAN MEYER[*] José Vasconcelos no mintió. «Arquitectura», ejerció «la artesanía de lo inmaterial»,[1] dio su versión de los hechos al mismo tiempo que elaboraba su versión de la historia nacional de 1500 a 1936; pero no mintió. Le consta al historiador, quien puede señalar inexactitudes, equivocaciones pero no dolo ni fraude. Le seguí la pista a Vasconcelos en los archivos mexicanos, franceses y norteamericanos de 1920 a 1929 y mi testimonio, frágil como todo testimonio, no deja de fundamentarse en documentos impresionantes. La derrota del movimiento vasconcelista fue la derrota reiterada de los esfuerzos democratizadores en el primer México moderno. El testimonio apasionado que ofrece el autor de La cristiada viene a subrayar su importancia y a confirmar la versión del propio José Vasconcelos luego de la persecución callista y el triunfo de la revolución institucionalizada. El vasconcelismo, epopeya y tragedia, nació de la pistola de José de León Toral cuando, muerto Obregón, se abrió para México la posibilidad de la democracia y para Vasconcelos la de repetir la hazaña nacional de Madero. Vasconcelos decidió tomar al pie de la letra el discurso de Calles que anunciaba el fin del caudillismo y la era de las instituciones; retar a elecciones democráticas, manifestar el fraude, recurrir a las armas, como Madero tres veces. 8 La propuesta de Calles era que a la oposición se le dejase hablar, se le permitiese gritar, todo menos tomar el rifle. Vasconcelos no quería caer en esa trampa y repitió a lo largo de su intensa campaña electoral: la consigna es «esperar las elecciones y votar en ellas, pero resueltos a defender después su voto, arma en mano, contra todo y contra todos». Por lo mismo la gran pregunta, la dolorosa interrogación que vibra a lo largo del libro, diez años después: «¿Por qué no hubo levantamiento?», que se puede entender como: «¿Por qué me dejaron solo? ¿Por qué no cumplieron?» El mismo Vasconcelos da elementos de explicación y para el historiador no hay ningún misterio, antes es sorprendente que haya habido algunos pocos levantamientos aislados. Vasconcelos quedó preso del calendario institucional: su campaña empieza al final de 1928 para unas elecciones previstas para noviembre de 1929. En dos etapas perdió toda base militar fuerte: en marzo-abril de 1929, la rebelión de los generales obregonistas, rápidamente derrotada por Calles, con la ayuda de los Estados Unidos, no solamente le quitó una posible alianza militar, sino el apoyo efectivo de quienes hubieran podido ser grandes guerrilleros, como Eulalio Gutiérrez, ex presidente de la Convención (1915), como el general Ochoa de Sinaloa y otros más que se dejaron llevar por el escobarismo y quedaron desarmados para el otoño de 1929. En una segunda etapa perdió la fuerte base cristera: en junio de 1929 el gobierno anunció a la nación que había concluido «arreglos» con la Iglesia, se reanudó el culto, se acabó la guerra y 40 mil cristeros se fueron para su casa. «La noticia de la forzada rendición de los cristeros me produjo calosfrío en la espalda. Vi en ello la mano de Morrow 9 [Dwight Morrow, el embajador norteamericano, “el Procónsul”].» Vasconcelos pensó seriamente en desistir, si bien es cierto que después, frente al entusiasmo de las muchedumbres civiles, «aún procuré engañarme». No se engañaron los Eulalio Gutiérrez y otros veteranos revolucionarios quienes advirtieron: «Se quedará usted gritando en el vacío, el país está cansado.» Cansado y desarmado, frente a un Estado más fuerte que nunca, sin generales ni cristeros que combatir en el campo de batalla. Fue en este momento preciso, después de los «arreglos», que la represión, contenida más de seis meses, se desató contra el vasconcelismo. Fue cuando el procónsul «aconsejó» a Vasconcelos: «Usted sabe de la maquinaria oficial. A última hora los cómputos pueden dar muchas sorpresas. Pero usted está haciendo una obra importante, educando al pueblo en la democracia. En la próxima, de aquí a cuatro años, su triunfo será seguro, siempre que no cometan ustedes el error de intentar una rebelión.» Pero sin anticiparnos, hablemos del vasconcelismo. En sus Memorias,[2] Daniel Cosío Villegas apunta que la candidatura de Vasconcelos, «ese simple hecho quería decir dos cosas importantísimas. La primera, que el país estaba ya harto del clan sonorense (…) Y la segunda, que Vasconcelos era el personaje ideal, ahora sí que “ni mandado a hacer”, para encarnar esa renovación, pues no pertenecía a esa familia, antes bien, había chocado con Calles, y se había expatriado para no sancionar ni siquiera con su presencia física ese gobierno». «Antes de que volviera a entrar José Vasconcelos en territorio nacional, el 10 de noviembre de 1928, estaba formado el Comité Pro-Vasconcelos (…) Todo lo que en el 10

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