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Utopía y contrautopía en El Quijote PDF

244 Pages·2006·5.227 MB·Spanish
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José Antonio Maravall PICO SACRO José Antonio M aravall utopia y co n trau to pía EN EL QUIJOTE VISOR LIBROS » i it i i o T i: c a c »: R v a n t i n λ JOSÉ ANTONIO MARAVALL UTOPÍA Y CONTRAUTOPÍA EN EL QUIJOTE VISOR LIBROS Colección Biblioteca Cervantina, n. Cubierta: John Gilbert, Don Quijote y Sancho Panza, 1858 Victoria and Albert Museum, Londres © Herederos de José A. Maravall © VISOR-LIBROS Isaac Peral, 18 28005 Madrid ISBN: 84-7522-793-7 Depósito legal: M. 10.662-2006 Impreso en: Top Printer Plus Al profesor Marcel Bataillon, maestro ejemplar en la investigación histórica y generoso en la amistad. PRÓLOGO Cuando hace algunos años se celebró el centenario de Carlos V, la Universidad de Granada publicó un nutrido volumen de estudios dedicados a la figura del emperador y su mundo, entre los cuales se incluía uno mío en el que me ocupaba de algunas manifestaciones de pensamiento utópico entre los más próximos colaboradores espa­ ñoles de aquél. Uno de los personajes a considerar en tal línea de pensamiento social-político era, a mi modo de ver, Antonio de Gue­ vara. Ese volumen apareció en el mismo año del centenario, 19581, y después de esa fecha yo seguí algún tiempo más el trabajo sobre el trasfondo ideológico del reinado de Carlos de Austria, hasta dar, en I960, mi libro Carlos V y el pensamiento político del Renacimiento. Al reconsiderar, entre esas dos fechas, la obra de Guevara, como «visión utópica del Imperio», interpretándola en tanto que fórmula de «los tópicos del Humanismo como programa imperial», caí en la cuenta del parentesco y de la diferencia con la construcción de pensamien­ to que sobre la sociedad política subyace en el Quijote. Por esa razón, al insertar en mi libro, como un capítulo del mismo -según había sido concebido desde su origen-, mi trabajo publicado por la Uni­ versidad de Granada, al final de la parte dedicada à exponer la con­ cepción política del obispo de Mondoñedo, añadí estas líneas: «El pensamiento de Guevara, tal como lo hemos expuesto, no racional y sistemáticamente formulado, porque no es susceptible de expresar­ se en conceptos dotados de claridad y precisión, sino en su conjun­ to de ilusiones difusas y de creencias tópicas, siguió influyendo en 1 Carlos V, 1500-1558, Granada, 1958. 9 nuestro siglo XVI. Las Casas es un típico representante de una ideo­ logía semejante2. Y a ella corresponde el contenido utópico que se encuentra en el Quijote, tal como lo pusimos de relieve hace años en un intento de explicación total de su sentido político. Creo advertir ahora que el Quijote no es propiamente una utopía, sino que ésta se halla desarrollada a lo largo del relato, para descrédito de los que a ella se aferraban. De esa manera, el Quijote, verdadero anti-Guevara, no sólo literariamente niega las «elegancias» guevaristas que un López de Úbeda elogiaba, sino que representa un enérgico antídoto contra el utopismo difuso y adormecedor de nuestro siglo XVI. Con razón decía Vossler que «las extravagancias causadas por la literatu­ ra utópica en la actitud política, militar y económica de España merecerían un estudio especial». Contra esas extravagancias presen­ tó Cervantes su pseudoutopía quijotesca»3. Quiero precisar más ahora: presentó su obra como una contrautopía, escrita a fin de opo­ nerse a la falsificación de utopía que representaba el propio don Quijote. Hago referencia, en los párrafos anteriores, a otro libro mío publicado mucho antes, en el que intenté una interpretación políti­ ca del Quijote, desplegada no sobre alguno de sus episodios, sino sobre su conjunto4. Allí aparecía ya citado reiteradamente el obispo Guevara, poniéndolo en relación con la visión que Cervantes propo­ nía y, si bien en algún momento se insinuaba ya el apartamiento iró­ nico que el autor del Quijote revela respecto al mundo social de su criatura literaria, lo que llegué a opinar poco después de aparecido ese mismo libro —como las palabras escritas en I960 decían-, fue que resultaba necesario acentuar esa manera de estar construido el Quijote, según la cual, después de levantarse ante el lector las líneas de una utopía, se le da la vuelta al conjunto para poner de relieve la ineficacia, la imposibilidad de la misma. Comentando este libro mío, junto con otras publicaciones sobre el Quijote que vieron la luz en esa ocasión conmemorativa, M. Bataillon advertía que mi expo­ sición integraba dos planos de utopía: la utopía quijotesca del viejo ideal de la caballería contra el Estado moderno con sus ejércitos dis­ ciplinados y sus armas de fuego, y la utopía del buen sentido en el 2 Véase ahora mi estudio «Utopía y primitivismo en el pensamiento de Las Casas», Revista de Occi­ dente, diciembre 1974, pp. 310-388. 3 Carlos V y el pensamiento político del Renacimiento. Madrid, I960, p. 205. 4 El humanismo de las amas en Don Quijote, Madrid, 1948. 10 poder, encarnada por Sancho Panza, si bien añadía que tal vez era ésta una fórmula demasiado simplista para resumir mi obra5. En realidad, ésa era la sustancia de mi obra, sin más que insistir en que ambos planos aparecían articulados hasta el punto de sostenerse que el objetivo de la primera empresa enunciada no era otro que el de hacer posible el paso a la segunda. Ahora sigo creyendo que en ese juego de una doble construcción utópica está basado todo el desarrollo de la primera gran novela del mundo moderno, y así se mantiene en las páginas que siguen, hasta el punto de que he añadido muchos datos nuevos que refuerzan en ese aspecto nuestra interpretación. Pero ahora creo también, por otra parte, que en la primera redacción de este presente libro tendí dema­ siado a aproximar la línea de la mentalidad quijotesca al propio pen­ samiento del autor, a pesar de alguna referencia en contrario. Pien­ so que no solamente hay que distinguir ambas cosas, sino que hay que acentuar la distancia entre ellas. De esta manera, llego a afirmar, en esta nueva redacción, que Cervantes escribe para levantar una cortapisa a la amenazadora difusión de un tipo de pensamiento que había perdido la energía reformadora que le era propia, viniendo a quedar como un refugio de escape hacia el que tendía todo un sector de la sociedad española. La primera edición de este libro llevaba un prólogo del gran maestro don Ramón Menéndez Pidal. Sabido es que él sostuvo siempre la fidelidad de Cervantes al mundo del Romancero. Y aun­ que nuestra interpretación iba por otros caminos, no era por com­ pleto incompatible con tal tesis y hasta en algún punto se aproxi­ maba a ella. En esta edición he suprimido ese prólogo, ya que no me es posible, desgraciadamente, obtener su conformidad para abrir con su nombre un libro en el que se subraya el propósito cervanti­ no de rechazar por irrazonable ese espíritu del romancero. Finalmente, quiero señalar el hecho de haber cambiado el título del libro, contra lo que ha sido siempre mi norma en las reediciones de otras obras mías. Sigo pensando que la fórmula «humanismo de las armas» enuncia de modo bastante ajustado un aspecto esencial de mi interpretación, la que hace referencia a la transformación del caballero. Frente a alguna incomprensión ridicula de esas palabras, quiero recordar la nota que, al hablar de don Quijote como «predi- 5 «Publications cervantines récentes», en Bulletin Hispanique, LIII-2, 1951, p. 162. 11 cador de paz» -idea con la que plenamente coincido y que aparece ampliamente desenvuelta, desde la primera edición, en el capítulo V de mi libro—, mi admirado y sapientísimo amigo el profesor Batai­ llon incluyó en su Erasmo y España, al publicar su traducción caste­ llana, estas líneas6: «tal pacifismo no está reñido con lo que José Antonio Maravall llama Humanismo de las armas en don Quijote (Madrid, 1948), título feliz para caracterizar una corriente del siglo XVI español de la que participó Cervantes». Más tarde, el profesor Ulrich Ricken, de la Universidad de Halle, en su comunicación al coloquio cervantino de 1966, organizado en Berlín-Este por el aca­ démico W. Krauss, consideró perfectamente aceptable mi fórmula del humanismo de las armas aplicada al Quijote1. Sin embargo, ahora tan sólo mantengo esa expresión como título del capítulo IV, que está dedicado a la figura del caballero; pero, estimando que eso no es más que una parte de la obra, aunque sea una pieza esencial de su construcción, he cambiado el título general del libro para adecuarlo más al conjunto de la interpretación que en él he intentado montar; por otra parte: para hacerlo también más congruente con el hori­ zonte intelectual de nuestros días. 6 Erasmo y España, México, Ia ed., 1950; 2a ed., 1966 -que es por la que cito-, véase p. 794. 7 «Bemerkungen zum thema Las armas y las letras», publicado en Beitrage zitr Romanischen Philolo­ gie, Berlín, 1967, p. 82. 12 CAPÍTULO PRIMERO INTRODUCCIÓN H erencia y modernidad. Utopía y contrautopía. Ensayo de una interpretación global. Cuando en el poema heroico que cantó los orígenes de Castilla el conde Fernán González, seguido de su mesnada, se encuentra con el cauce del Ebro, el viejo poema, con sentimiento elemental y duro, llama al noble río «una agua muy fuerte e muy yrada». Cuando siglos después un alma no menos encendida, aunque sea anacrónicamente, en el heroísmo de las gestas medievales, se apro­ xima al mismo caudal, es muy otra la impresión que recibe y otro también el rico sentir que en ella despierta. «Llegaron don Qui­ jote y Sancho al río Ebro -cuenta Cervantes-, y el verle fue de gran gusto a don Quijote, porque contempló y miró en él la ame­ nidad de sus riberas, la claridad de sus aguas, el sosiego de su curso y la abundancia de sus líquidos cristales, cuya alegre vista renovó en su memoria mil amorosos pensamientos» (V-291)1· El conde castellano del poema y el personaje de la novela cervantina son, cualquiera que resulte su referencia biográfica a individuos 1 Las citas del Quijote están hechas sobre la edición postuma de Rodríguez Marín, publicada con ocasión del IV Centenario de Cervantes, Madrid, 1947-1948. Los números romanos remiten al volumen; los arábigos, a la página. 13

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