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Untitled - Biblioteca Nacional PDF

68 Pages·2015·35.96 MB·Spanish
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Del 26 de junio al 29 de julio de 2015 Sala Juan L. Ortiz Biblioteca Nacional Mariano Moreno El arquetipo que ríe: Leopoldo Marechal Es la escritura adánica. La del nacimiento del día, antes que por contraste, el monumento antiguo ya inscripto en el dominio del mundo. El despertar es el fundamento de la realidad en grandioso de la cultura y su réplica –como un movimiento Marechal, pues allí comienzan a develarse, uno a uno, los tectónico– en las afueras del sistema, donde los dioses y los sentidos del reconocimiento de lo físico, lo animal, lo vegetal, héroes son poseedores de la gracia del esperpento profético, lo anímico, lo mitológico. Nunca deja de acompañarlo un aire vidente y redentor de una esquina porteña. Veamos –en Adán sarcástico, una intrincada armazón de situaciones que hace Buenosayres– el caso del quimono chino de Samuel Tesler, de la literatura un arte de conexión de diversos temas, suerte tema proveniente del escudo de Aquiles, en versión paródica de asociación libre que deja pugnar en su interior una multitud de La Ilíada. El quimono de Tesler es descripto como en un de asuntos que tratan de levantar cabeza. Con la primera contrapunto con el escudo de Aquiles, salvadas las diferencias percepción del que despierta, nace el mundo doméstico y entre el escudo y la ropa de dormir, lo que le permite a también el mundo más amplio, terrenal. Es el misterio de la Marechal uno de los tantos gambitos de su humoresca. creación que ocurre en una cama del barrio. Todo su texto Repetimos entonces un fragmento de Adán Buenosayres que es una lucha de asuntos por brotar o despertar. Marechal es lector hallará significativo sobre el célebre quimono de Samuel el maestro del manejo simultáneo de situaciones que sólo es Tesler: posible si todo suceso tiene envergadura mítica y a la vez deja que lo toque lo irrisorio del cotidiano. El quimono era de seda color amarillo huevo, y tenía dos El escritor, sabiamente, va mostrando todo lo que pugna por caras: la ventral o diurna y la dorsal o nocturna. En la cara salir, sin dejar de filtrar en esa vocación exhibicionista, una ventral y a la derecha del espectador se veían dragones neo- alegoría del primer día de la creación, pues narra como si todo criollos que alzaban sus rampantes figuras y se mordían acabara de nacer. Y, por supuesto, como si todo hubiera sido rabiosamente las colas; a la izquierda se mostraba un trigal inventado por él unos minutos antes de darle paso al flujo en flor cuyas débiles cañas parecían ondular bajo el resuello narrativo, que parece una planicie sin tiempo ni espacio, un de los dragones. Sentado en el trigal fumaba un campesino recinto onírico donde todo flota sin otra responsabilidad que de bondadosa catadura: los bigotes chinescos del fumador la de pasar de objeto físico a objeto viviente. Asombra que no bajaban en dos guías hasta sus pies, de modo tal que la haya nexos de pasaje entre lo egregio y lo popular, todo ocurre guía derecha se atase al dedo gordo del pie izquierdo y la en la punta de una varita de prestidigitador. La vulgaridad llena guía izquierda al dedo gordo del pie derecho del fumador. de gracia chula convive con las finuras del glosario de los En la frente del campesino se leía la empresa que sigue: exquisitos dioses de la antigüedad. No es fácil hora, al afirmar “El primer cuidao del hombre es defender el pellejo”. El que no existen nexos corrientes para el pasaje de una situación área pectoral exhibía a un elector en éxtasis que depositaba a otra, definir qué noción de mito invoca Marechal. Lo mínimo su voto en un cofre de palo de rosa lustrado a mano: un que puede observarse es que es un eco, que a cada reiteración ángel gris le hablaba secretamente al oído, y el elector lucía suma una contenida carcajada, que surge de los momentos en su pecho la siguiente leyenda: “Superhomo sum!”. En iniciáticos de la literatura antigua más excelsa. ¿Cuál sería la la región abdominal, y bordada con hebras de mil colores, lógica que mantiene unidas tantas dimensiones del relato? una República de gorro frigio, pelo azul, tetas ubérrimas y Digamos: esa lógica es una suerte de ilación casual, lo que cachetes rosados volcaba sobre una multitud delirante los fluye en el alma alegórica del escritor –que prefigura a la Maga dones de una gran cornucopia que traía en sus brazos. A la en su sustracción de ligazones articulantes–, y que se maneja altura del sexo era dado ver a las cuatro Virtudes cardinales, como irrupciones humorísticas en las que predomina el humor muertas y llevadas en sendos coches fúnebres al cementerio de la Chacarita: los siete Pecados capitales, de monóculo y de costumbres y paisajes de los tiempos arcádicos. Luego, fumando alegres cigarros de banquero, formaban la comitiva una adaptación tan hilarante como preocupada de la detrás de los coches fúnebres. En otros lugares de la cara percepción intelectual de la Argentina, en tanto ente metafísico ventral aparecían: el preámbulo de nuestra Constitución y trastocado, con sus piezas sueltas que van de lo cómico y escrito en caracteres unciales del siglo VI; los doce signos de la ironía sexual a una gauchesca mordaz. También, un arco del Zodíaco representados con la fauna y la flora del país; alusivo que va desde un laxante hasta el mito de Narciso. Y una tabla de multiplicar y otra de sustraer, que resultaban luego, el saludo profético de Tesler con su nota en falsete, idénticas; las noventa y ocho posiciones amatorias del la declaración de amor y de reserva sobre Buenos Aires, la Kama Sutra pintadas muy a lo vivo, y un anuncio del Doctor ciudad que alberga ciudades secretas e infernales, a la que X, especialista en los males de Venus; un programa de hay que explorar, indagar, perdonar y vituperar. El quimono carreras, un libro de cocina y un elocuente prospecto del de Tesler, a la vez, remeda lo que serían las imágenes- “Ventremoto”, laxante de moda. La cara dorsal o nocturna grafos de Xul Solar (el astrólogo Schultze). El personaje de del quimono, la que Samuel Tesler exhibía cuando se daba Adán Buenosayres es la ciudad diabólica que en su nombre vuelta, lucía el siguiente dibujo: un árbol cuyas ramas, devora a la ciudad cotidiana, y la Ciudad le da su nombre a su después de orientarse a los cuatro puntos cardinales, propio homo sapiens creatus, que también debe alimentarse volvían a unirse por los extremos en la frondosidad de la metafísicamente de ella. copa. Alrededor del tronco dos serpientes se enroscaban en Muchos vieron surrealismo y náusea en los personajes espiral: una serpiente descendía hasta esconder su cabeza marechalianos (Cortázar, que mucho le debe), otros lo enviaron en la raíz; ascendente la otra, ocultaba la suya en la copa obviamente a las experiencias con el lenguaje realizadas por del árbol, donde se veían resplandecer doce soles como Joyce, y no pocos se fijaron en los paralelismos con Rabelais. frutas. Cuatro ríos brotaban de un manantial abierto al pie El quimono de Tesler posee motivos del astrólogo Schultze, del árbol y se dirigían al norte, al sur, al este y al oeste: y si asumiera formas de pictogrifos esotéricos, podría ser inclinado sobre el manantial, Narciso contemplaba el agua e el remedo literario de una pintura de éste, siempre que sea iba transformándose en flor. Digo, pues, que Samuel Tesler, deducida la falta de ingenuidad con que trata Marechal esa no bien estuvo de pie, metió el pucho de su cigarrillo en un pieza, pues desea que el lector encuentre claves en ella y se cenicero y lo reventó con la uña de su pulgar. Luego fue ría de su propio desasosiego al percibir que cada clave se hasta el pizarrón y borró con esmero las anotaciones del día deshace en el aire y deja en pie los cimientos de una novela veintisiete. Salió por fin a la ventana y sus ojos dominaron la de ronda, acecho y exorciso. Buenos Ayres se conjura y es ciudad, que reía desnuda bajo el arponeo del sol. Entonces, conjurada, todos ascienden y descienden a la belleza a través como llevado por una idea fija, tendió un brazo elocuente de su encuentro y desencuentro equívoco con personajes del y mostró los techos de zinc, las terrazas de color ladrillo, pasado literario nacional. Y en un rasgo que nada tiene que los campanarios distantes y las chimeneas que humeaban envidiarle a los climas latinoamericanos de la novela de aquel al viento. –¡Ahí está Buenos Aires! –dijo–. La perra que se tiempo, no descarta las latencias de una razón antropofágica ni come a sus cachorros para crecer. la oscura diversión del ocultismo y la astrología que juega con las claves de los nombres como en una rayuela. Aquí podríamos hallar un aspecto delicado y profundo del método marechaliano. En primer lugar, un remedo a sabiendas Horacio González del escudo de Aquiles, que contiene una celebrada descripción Director de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno Poesía • El viaje de la primavera, Buenos Aires, Emecé, 1945. • Antología poética, Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1950. • • La rosa en la balanza, Buenos Aires, Sudamericana, 1944. • Heptamerón, Buenos Aires, Sudamericana, 1966. • • Laberinto de amor, Buenos Aires, Sur, 1935. • Los Aguiluchos, Buenos Aires, Gleizer, 1922. • • Cinco poemas australes, Buenos Aires, Convivio, 1937. • El centauro, Buenos Aires, Sol y Luna, 1940. • • “Cantata Sanmartiniana”, Sexto Continente, n.° 5, Buenos Aires, septiembre de 1950. • Días como flechas, Buenos Aires, Gleizer, 1926. • • Poemas de Marechal, Buenos Aires, Eudeba, 1966. • Antología poética, Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 1969. •

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Repetimos entonces un fragmento de Adán Buenosayres que lector hallará significativo Aires, septiembre-octubre de 2000. (13) Graciela Maturo,.
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