SELECCION SAMPER ORTEGA DE LITERATURA COLOMBIANA St::L[~CCION • SAMPER - ORíEGA N.0 26 26 Una docena de panuelos, y ottos POR JOSE DAVID GUARIN J0:5E 0;.VID G'U·b.RIN TERCERA EDICION E-ditorial Minerva, S. A. BOGOl'A-COLOMBIA. ©Biblioteca Nacional de Colombia ...>ELECCION SAMPER ORTEGA DE LITERATURA COLOMBIANA CUADROS DE COSTUMBRES N9 26. Una docena de pañuelos, 1l otros POR JOSE DA VID GUARIN 'l'ERCERA EDICION Editorial Minerva, S. A. .:SOGOTA-COLOMBIA. ©Biblioteca Nacional de Colombia UNA DOCENA DE PAÑUELOS Al señor Ricardo Silva Me metiste un clavo, Ricardo, y a fe que no me quedé con él adentro. Por supuesto que ya ni te acordarás de que una vez que estuve en esa capital a emplear mis cincuenta pesos, tú me metiste unos pañuelos "rabo de gallo", tan caros como te dio Ja gana. Por poco que no me queda plata con qué comprar el clavo, la cane la, las puntilta's y demás artículos que formaban el presupuesto de mi factura. De lo que sí te acordarás, porque eso se lo dices a todo el mun do, es de los argumentos que me hiciste para convencerme de que debía darte mis cincuenta pesos por la docena de pañuelos. Ya, que eran pañuelos madrases muy finos, pinta firme; ya, que eran tan grandes que con uno solo habría para toldo de un ejército; que la guerra del Norte había hecho subir los algodones, y que ©Biblioteca Nacional de Colombia JOSE DAVID GUARIN en Inglaterra estaban las fábricas casi sin tra bajo por falta de materia prima; que esos ar tículos eran caros, porque en Europa se manu facturaban tan sólo por los pedidos especiales de estas plazas, pues debía suponer que las pa risienses no usaban pañuelos "rabo de gallo", ni fulas; y sobre todo, que siendo artículo de tanto consumo no debía regatear, pues ya no quedaba sino esa docena y que me la vendías po.r ser a mí, pues la tenían apartada. ¡Diablo! me acuerdo que si apuras más la dificultad, te dejo mi plata y firmo una obligación por el resto. Cogí mi docena de pañuelos, compré mis otros chismecitos, tomé al fiado en el almacén de Pá rraga y Quijano las bogotanas y cuartos listo nes, acomodé mi carguita y ¡vámonos para nuestro pueblo! Te juro por San Crispín el sabio, que nunca habrás tenido sueños como los míos. Cuando se tien'e factura adelantada y el consignatario anuncia que los bultos están de Honda para arriba, se goza mucho; pero nunca, eso sí, co mo un principiante que lleva consigo todo su ca pital y toda su esperanza en una maleta. N un ca ©Biblioteca Nacional de Colombia CUADROS DE COSTUMBRES 15 hizo la lechera cuentas como las mías. Estudié por el camino todo lo que me habíais dicho para decírselo a los indios y sacarles un doscientos por ciento en mis pañuelos. ¡Y cómo crecía mi capital como si fuera espuma! ¡Qué de espe ranzas fundadas en aquellos chismes! ¡Qué di sertaciones mentales acerca del trabajo y lo próspero del comercio, que en todas épocas ha servido para llevar entre sus fardos no sólo la riqueza material, sino la intelectual también 1 Un pu.eblo sin comercio es un pueblo bárbaro, decía para mí, y orgulloso por ser comerciante, traía a la memoria la gloria de los fenicios; y qué sé yo qué más diabluras pensaba, hasta que llegué a casa. Aquí debía poner yo punto, dejar lo ante rior como disertación preliminar y empezar con números romanos una serie de artículos; sin embargo, me contento con poner sólo esta ra yita. ©Biblioteca Nacional de Colombia En jueves llegué a mi pueblo; al día siguiente es el mercado grande, con el ítem más de que el jueves próximo era día de Corpus. Me iban a faltar manos y pañuelos para vender. Muy a la madrugada, entre oscuro y claro, me fui pa ra mi henda, que está en la plaza, y empecé a arreglarlo todo. Los cominos en muy finos car tuchos aquí, allí la canela y el azafrán en envol torios muy grandes para darlos cada uno por una mitad, pero por dentro con dosis homeopá ticas; las piezas de bogotana, que fueron dos, bien extendidas para que ocultaran un hueco; los cortes de zaraza colgando desde la tabla de más arriba, no tanto por que llamaran la aten ción, cuando por que cubrieran el inmenso vacío que mi falta de crédito y capital dejaban entre tabla y tabla. Re con té después los pañuelos que traía, los intercalé entre los otros que se habían convertido en hueso, e hice una sarta .de todos ellos, que, amarrada desde adentro, saliera has- ©Biblioteca Nacional de Colombia CUADROS DE COSTUMBRES 17 ta más afuera del marco de la puerta. Con un pañuelo colorado, izado en un palo, anuncié que la legación estaba ese día de fiesta, y después de haberles hecho todas estas trampas a los com pradores, me senté a esperar. Una araña, des pués de haber tejido su tela, no lo haría mejor que yo esperando a mis parroquianos para co gerlos en todas esas trampulinas que les tenía preparadas. Poco tuve que esperar. Un indio fue acercán dose el primero, como receloso, y con un aire de desconfiado o estúpido, cogió la punta de un pañuelo y preguntó: -¿Cuánto da este pañuelito? (Ahora lo que Ricardo me dijo, y el indio quedará convencido). -Vale cinco reales, le contesté. Es pañuelo Madrás muy fino, y como los algodones se han escaseado con la guerra del Norte, y además los derechos de importación y el peso bruto ha .cen subir tanto las facturas ... El camino de Honda, los fletes, el peaje, la contribución di recta y tantos otros derechos hacen subir tan- 2 ©Biblioteca Nacional de Colombia 18 JOSE DAVID GUARIN to los artículos, que no se puede dar por menos de lo que le he pedido. -¿Cuánto, mi amo? volvió a preguntar con el aire propio de quien se ha quedado a oscuras. -Cinco reales, volví a decirle, y resolví ha blarle de otro modo. -¡ liihh! enque fuera de seda, mi amo. -Mejor que de seda, hombre, porque es pin- ta firme, no destiñe, y mientras más lo lavan más le sale el color. Un pañuelazo como ése, es regalado por cinco reales. El indio por toda respuesta movió la cabeza lentamente. Después refregó bien la punta, lo sacudió, lo puso contra la luz y dijo: -¡Y se deja pedir esque cinco riales! -¿Y qué tiene ese pañuelo? -¿No ve sumercé que es pura tierra? Míre, queda que ni un cedazo de puro escarralao. -Pero, hombre, así, refregándolo, ni un cue ro resiste. Ese pañuelo no puede ser mejor. -¿N o ve sumercé que en el lavadero se le qué toitica la tierra colorada y queda que ... ¿Cuánto es ]último? -Cinco reales. ©Biblioteca Nacional de Colombia CUADROS DE COS~RES 19 -¿Dos y medio será bueno? Me rasqué la cabeza y contesté con calma. -N o se puede. --Dos y medio, mi amo, y me encima la aujita. -Dios me perdone y me dé paciencia. Lo único que puedo rebajarle es medio real y le encimo la aguja. El indio contestó con un gesto de desprecio, y sin decir nada salió. Aquí quisiera ver a don Ricardo, para que vea si es lo mismo vender allá en su almacén, que en una de estas tiendas en que se lidia sólo con indios, pensé, y me puse a esperar otro. -¿Tenemos por suerte cuerdas, mi amo? preguntó otro. -Sí, hay, muy buenas: barcelonas. El indio tomó un rollito en la mano, escogió la que le pareció más a propósito y le metió diente. ¿Habrá cuerda que se resista a tal prue ba? Supónte que la cogen con los dientes y ti ran a .dos manos. La que resiste ilesa tal expe rimento es la buena. Luégo que escogió unas pocas preguntó: -¿A cuántas da, mi amo? ©Biblioteca Nacional de Colombia 20 JOSE DAVID GUARIN -A tres: son muy buenas. -¿Las da sumercé a cinco por cuartillo? -Imposible, aunque me las hubi·eran rega- lado. -¿Me cambia sumercé dos huevos por un cartucho de cominos?, preguntó una india. -Sí. No me destuerza las cuerdas; si quie- re, llévelas, y si no ... En esto empezó a llenarse la Uenda. -Abájeme sumercé un lazo, pero escójamelo. - ·¿Me cambia un franco? Pero buena plata. -Estos reales cundinos no los quieren. -¿Cuánto es lo último del pañuelito? vol- vió a preguntar el mismo indio del principio. -Cinco reales. Mientras usted se fue he ven dido tres, y han quedado de venir por más para el Corpus. -Rebájele sumercé y tratamos. Buena plata. -No puedo. ¿Lleva las cuerdas o no? Y si no, déjelas. -No, mi amo, de mí no haga esconfianza, enque soy indio ... -¿La bogotana? -A dos y medio. ©Biblioteca Nacional de Colombia