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Un Pensamiento Finito PDF

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Jean-Luc Nancy UN PENSAMIENTO FINITO Presentación y traducción de Juan Carlos Moreno Romo Esta obra se beneficia del apoyo del Senñcio Cultural de la Embajada de Francia en Esjxma y del Ministerio francés de Asuntos Exteriores, en el marco del programa de Participación en la Publicación (P.A.P. García Lorca) Publicada con la ayuda del Ministerio Francés de Cultura - Centro Nacional del Libro Un pensamiento finito / Jean-Luc Nancy; pi'esentación y traducción de Juan Carlos Moreno Romo — Rubí (Barcelona): Anthropos Editorial, 2002 XXI + 18 i p.; 20 cm. — (Pensamiento Ciútico / Pensamiento Utópico; 120. Pensar de Nuevo) Tít. orig.: "Une pensée finie" ISBN 84-7658-615-9 !. Pensamiento finito - Filosofía 2. Finitud y sentido - Filosofía 3. Universalidad, l/mite, singularidad-Filosofía I. Moreno Romo, J.C., pres.y tr. XI.Título IH. Colección 111 Título original: Une pensée finie Primera edición en Anthropos Editorial: 2002 © Éditions Galilée, 1990 © Anthropos Editorial, 2002 Edita: Anthropos Editorial. Rubí (Barcelona) ISBN: 84-7658-615-9 Depósito legal: B. 8.896-2002 Diseño, realización y coordinación: Plural, Servidos Editoriales (Nariño, S.L.), Rubí. Tel. y fax 93 697 22 96 Impresión: Edim, S.C.C.L. Badajoz, 147. Barcelona Impreso en España - Printed in Spain PARA PENSAR NUESTRO PRESENTE. PREFACIO DEL TRADUCTOR La verdadera lectura avanza sin saber, abre siempre un libro como un corte injustificable en el conti- nuum supuesto del sentido. Es necesario que se ex­ travíe sobre esta brecha. JEAN-LüC NANCY («Lo exento») Y entonces, en la hora del Eureka próximo, cuando se cumpla la justicia terrestre y la dicha embriague a los hombres, entonces será preciso volver a sacu­ dirles la entraña con el puño implacable de Prome­ teo. La obra del espíritu recomenzáis vigorosa el día del banquete fraternal de los pueblos. Las razas, ali­ mentadas, contentas y sanas levantarán al cielo la frente. Más eficaz que nunca sera entonces el grito nuevo de la inconformidad... jEn el día más peligro­ so de la creación! Y hay nada nuevo en decir que será entonces 110 cuando empiece en serio la obra del espíritu. ¡Primero se hizo el milagro de los panes, se dio de comer, se dio de beber y después vino el sermón de la montaña! JOSÉ VASCONCELOS (.Pesimismo heroico) ¿Qué es sino el espanto de tener que llegar a ser nada lo que nos empuja a querer serlo todo, como único i'emedio para no caer en eso tan pavoroso de anonadamos? MIGUEL DE UNAMUNO (Vida de Don Quijote y Sancho) A la izquierda de los ventanales de la sala 402 del Portique se alcanza a ver, no muy lejana, y ahora cubierta por los moderní­ simos andamios de los restauradores, la flecha de la catedral de Nuestra Señora de Estrasburgo. En esta brumosa ciudad de edificios altos y de calles circulares, que sin ella sería un labe­ rinto y que gracias a ella es una urdimbre de abrazos de brazos de río, y de muelles y puentes y paseos y parques, y plazas y plazuelas, y de calles y callejuelas por las que uno se puede VTT perder para volver a encontrarse, la'flecha de la única torre de la catedral es visible desde casi todos los lugares —desde la Es­ trasburgo medieval que ha maquillado sus arrugas y exhibe sencilla y orgullosa a los turistas sus típicas casas de vistosos tejados inclinados y de gruesos entramados de madera,1 sus te­ rrazas y sus cafés, y sus cervezas, sus vinos y sus tradiciones culinarias; desde la vieja Estrasburgo moderna que la continúa en un primer círculo de edificios que le pueden contar a uno en unas cuantas calles la historia de los ascensores y otros imple­ mentos urbanos; desde el grave y solemne palacio universitario y desde esta gris y opaca explanada de las universidades y de las torres de concreto que rescatan de la fealdad esas hileras de árboles que la habitan y la visten, según la estación, de tiernos o de densos follajes verdes, de hermosas hojas amarillas como la luz, o doradas, o de obscuras ramas desnudas que no sin poesía le piden al cielo gris del invierno, con manos implorantes, ma­ nos de mendigo de dedos nudosos, la vuelta de sus hojas; y desde la periferia industrial también, y desde los trenes que lle­ gan, y los aviones, desde las carreteras, desde el tan peculiar tranvía, o desde la modernísima capital europea, la Estrasburgo de los palacios, circulares también, de tubos y de cristal, de espejos que reflejan el agua del río y el paso de los cisnes, los patos, los barcos de turistas, y las nubes y los colores de un cielo que no para de cambiar; desde los barrios de inmigrantes, barrios calientes en los que, en pequeñas bandas y las manos en los bolsillos, lo mismo en invierno que en verano acecha, in­ quieto e inquietante, el descontento; o desde los fríos barrios residenciales, laberínticos también éstos, curiosamente (como prolongando secretamente una estrategia, un gesto defensivo) y en los que uno no ve gente sino cuando el sol los invita a abrir­ se, como a las flores, en alguna inesperada aparición... ¿Señala hacia el cielo o señala hacia ella misma la flecha de la torre de la catedral? ¿O hacia abajo, hacia la ciudad de la que es un símbolo más, con las cigüeñas y con esas banderas azules en las que las estrellas se ordenan en un orbe perfecto? Platón y Aristóteles lo discutirán acaso en alguno de los pasajes de la his­ toria que nos cuentan los innumerables relieves de este poema o 1. La arquetípica casa de dos aguas y chimenea que cuando ninos nos ensenan a dibujar, yo la he visto por primera vez en ios pueblitos de Alsacia. vni esta fuga, o esta suma de piedra; acaso entre las gárgolas y los personajes de la historia sagrada haj'a para ellos, como en La di­ vina comedia de Dante, un rinconcito especial, un nobile castello; o acaso no, pues pensándolo bien los filósofos no ocupan un lu­ gar tan de primer orden en la historia de la redención, y no es preciso contarle su historia a todo el pueblo, pero da igual. Vista desde los ventanales de la sala 402 del Pórtico, la fle­ cha de la catedral es ella misma por un instante el índice levan­ tado del viejo Platón, y al mismo tiempo y por una inversión extraña de los significantes, juguetes de la imaginación, es el dedo realista del joven Aristóteles, y es en última instancia eso mismo, un significante herido, un dedo. Los andaniios nos ha­ cen pensar en ella, en la flecha de la catedral, como una vendo- íeta nos haría pensar en el índice herido que la portara antes que en aquello a lo que el índice señala. En la sala 402 del Pórtico, unas cuarenta o cincuenta perso­ nas, entre estudiantes de filosofía, de letras, de teología y algu­ nos auditores libres,2 asistimos al curso que, precedido por al­ gunas intervenciones en exámenes de grado, y por algunas con­ ferencias, y por varias publicaciones, marca la entera reincor­ poración de Jean-Luc Nancy a sus labores docentes en la Facul­ tad de Filosofía, luego de un par de años de ausencia que el rumor temía definitivos y que significaron un sensible decai­ miento en las actividades académicas de esta universidad. La enfermedad ha quebrantado algo el timbre de su voz, pero es un hombre otra vez fuerte el que nos habla, enfundado en su habitual suéter obscuro de cuello alto, y con el ceño y la mano puntuando ligeramente el ritmo de su pensamiento, en un tono 2. La Alsacia es la tínica región de Francia en la que la universidad pública cuenta con una Facultad de Teología, y no es sorprendente que sus estudiantes se interesen por este seminario. Los estudiantes de letras son acaso mayoría, al menos entre los estu­ diantes extranjeros; Lacoue-Labarthe y Nancy atraen a esta universidad especialmente a estudiantes de letras, lo que se explica por la importancia que el deconstmccionismo ha adquirido, luego del estructuralismo y el post-estructunüismo, como herramienta de trabajo en esa área; véase a este respecto, por ejemplo. Rivera, Elias, «La desconstruc­ ción de la poesía del Siglo de Oro», en M. García Martín (ed.), Estado actual de tos estudios sobre el siglo de oro, Ediciones Universidad de Salamanca, Salamanca, 1993, pp. 131-138. En La République niondiale des ternes (Seuil, París, 1999, p. 229), Pascale Casa- nova observa en efecto que, apoyados por el prestigio literario del que a nivel internacio­ nal sigue gozando 3a cultura francesa, pensadores como Lacan, Foucault, Deleuze, De- rrida o Lyotard, «han sido introducidos en los Estados Unidos por los departamentos de francés y los departamentos literarios de las universidades americanas». acaso más familiar que el de antes, más próximo del de sus recientes entrevistas en France Culture3 que del de la sólida marcha conceptual de su seminario de 1996-1997 sobre la cues­ tión de la libertad en el pensamiento moderno. ¿Es en francés que todo el mundo se atarea tomando notas? Seguramente; y sin embargo aquello bien podría ser Babel: en la sala hay, además de franceses y alsacianos, estudiantes ex­ tranjeros venidos del Japón, de Taiwan y de Corea del Sur, del Líbano, de Argelia y de Túnez, de Rumania, de Rusia, de Gre­ cia, de Albania, de Italia, de Alemania, de Finlandia, de Austra­ lia, de Canadá... en la distancia un chileno está pendiente de este curso, y este mexicano que escribe y que no toma notas, vuelve a mirar la torre de la catedral, mientras se pregunta si estas orejas de tinta no tendrán algo que ver con el famoso grafocentrismo del que tanto ha hablado y ha hecho hablar Jac- ques Derrida. Con la atención de cada estudiante disciplinada­ mente atada a la punta de su pluma, el phármakon de Theuth conjura aquí sin falla, al parecer, la pluralidad de las lenguas.4 El curso, que en cierto modo cierra y vuelve a abrir la carre­ ra académica de Jean-Luc Nancy, porta sobre la deconstrucción del cristianismo. Ese también pareciera que es un regreso, el boucle o ciclo que se cierra, o una vuelta de la espiral. Cuando le reprocho el germanocentrismo o el luteranocentrismo de su bibliografía y del itinerario propuesto, y en general de su visión del Occidente y del cristianismo Jean-Luc Nancy me responde con una sonrisa que en su medio otros le reprochan, al contra­ rio, la visibilidad de su origen católico. * * * 3. Para presentar sus libros, principalmente, pero también, por ejemplo, para co­ mentar las distintas versiones, la árabe, la francesa... de la canción Historia de un amor, de Carlos Almarán, 4. En francés estudiar se dice répéter: los estudiantes toman notas en cui'so, y luego las «repiten», las pasan en limpio y se las aprenden para luego poder repetirlas eficien­ temente y pasar los exámenes o ganar los concursos respectivos. No creo que esta actitud, que desde luego está lejos de crear un ambiente de veras universitario y que echa en saco roto, por no afrontarlo, el riquísimo riesgo de la diversidad de perspecti­ vas, y del examen y el rigor compartidos, dialógicos, socráticos, no creo que esta dis­ tancia o esta fosa, que parecieran insalvables y que provocan todos los temores del mundo cuando a uno se le ocurre ignorarlas, tengan poco que ver en la constitución francamente monológica de muchos de los discursos que, de Hegel a Lacan, producen las instituciones filosóficas europeas de los últimos siglos. Católico es, pues, su origen y es en los medios católicos que adquiere su formación intelectual inicial: en las Juventudes Ca­ tólicas primero, y luego en la enseñanza del jesuita Georges Mo- rel quien, sin embargo, es asimismo un especialista en Hegel. En la Sorbona seguirá los cursos de Georges Canguilhem y de Paul Ricoeur, quien dirigirá su tesis de licenciatura precisamente de­ dicada al problema de la religión en Hegel. La lectura de la Carta sobre él humanismo de Heidegger lo marcara también por aquel entonces. «La agregación en el bolsillo (1964), renuncia a los estudios de teología y parece darle la vuelta, una vez por todas, a la página del cristianismo. El descubrimiento del estructuralis- mo, la lectura, y el encuentro luego de Derrida, Althusser, Deleu- ze lo confortan en su opción por la modernidad.»5 En 1968 comienza sus labores docentes en la Universidad de Estrasburgo, en la que será decisivo su encuentro con Philippe Lacoue-Labarthe. En ésta harán ellos cursos a dos voces de los que todavía se acuerdan algunos de sus estudiantes como de una gran época. Y también escribirán a dos: en 1972 publican Le tittre de la lettre (vine lecture de Lacan), en Galilée; en este libro, saluda­ do por el propio Jacques Lacan y coceado al pasar por Alan Sokal y Jean Bricmont en la crítica que éstos hacen de las obscuridades de aquél,6 Nancy y Lacoue-Labarthe se suman al trabajo de «de­ construcción» de Jacques Derrida. En 1978, en Editions du Seuil, publicarán Vabsolu littéraire: théoñe de la littérature du romantis- me allemand, trabajo en el que traducen, editan y comentan algu­ nos textos fundamentales del movimiento literario que en el siglo xix inventó, según sostienen ellos, la literatura. Le mythe nazi, desarrollado a partir de una conferencia de 1980 y publicado como libro en Editions de l'Aube en 1991, nos ofrece una intere­ sante y esclarecedora síntesis de los resultados de las investigacio­ nes y las reflexiones de los autores en tomo a la compleja y com­ plicada imbricación entre la filosofía alemana y el nacionalismo alemán, o entre la filosofía, la ideología, el mito y la política.7 * * * 5. Cfr. el artículo «Jean-Luc Nancy» de la Enciclopedia Universalis, escrito por Didier Cahen. ó. Cfr. Alan Sokay y Jean Bricmont, Impostares intellectiielles, Editions Odile Ja­ cob, 2 997, p. 64, n. 32. 7. El mito nazi estará disponible en breve en esta misma casa editorial con un La mayor parte de los libros de Jean-Luc Nancy aparecerán en la colección «La philosophie en effet», dirigida por Jacques Derrida, Sara Kofman, Philippe Lacoue-Labarthe y por él mis­ mo. «La filosofía en efecto» se da por tarea el tomarse en serio la dimensión de los efectos, las formas, las vestimentas, las estrate­ gias y los intereses «extrafilosóficos» de la filosofía, desde una perspectiva explícitamente deconstructivista.8 Ya sea en Flam­ marion, o en Galilée: en 1973 publica La remarque spéculative (en Galilée); en 1975, Mimesis des articulations (en Flammarion, como los dos siguientes); en 1976, Logodaedálus', en 1979, Ego sum (una serie de trabajos sobre la cuestión del sujeto en Des­ cartes); en 1982, Lepartage des voix (Galilée); en 1983, L’impéra- tif catégorique (Flammarion); en 1986, L’oubli de la philosophie (en Galilée de nuevo, como los que siguen); en 1988, L'expéríence de la liberté; en 1990, Une pei'isée finie (que aquí ofrecemos en su mayor parte al lector de lengua española); en 1993, Le Sens du monde; en 1994, Les muses; en 1996, Etre singulier pluriel; en 2000, Le regará du portrait y Vintnis (a propósito del corazón de otro que, injertado en su cuerpo, le permite seguir viviendo); y en 2001, La pensée dérobée y La communauté afjrontée. En la misma editorial Galilée pero en las colecciones «Inci- ses» y «Lignes Fictives» publica este mismo año, en 2001, L’ily a du rapport sexuel (El hay de la relación sexual, que responde a la conocida frase de Lacan que niega que haya tal relación), y estudio o «Epílogo del traductor» en el que el problema hispánico es examinado en el espejo del problema alemán. 8. El lema de la colección es el siguiente: «Someter, en primer lugar, el análisis de lo filosófico al rigor de la prueba, a las cadenas de la consecuencia, a las obligaciones internas del sistema: articular, primer signo de pertinencia, en efecto. No desconocer ya más lo que la filosofía quería ignorar o reducir, bajo el nombre de efectos, a su afuera o a su debajo (efectos "formales" —"vestimentas" o "velos" del discui'so— "instituciona­ les", "políticos", "pulsionales", etc.): operando de otra manera, sin ella o con ti-a ella, inteipretar la filosofía en efecto. Determinar la especificidad de lo postfílosófíco —la tardanza, la repetición, la representación, la reacción, la reflexión que remiten la filoso­ fía a lo que ella pretende, sin embargo, nombrar, constituir, apropiaste como sus pro­ pios objetos (otros "discursos", "saberes", "prácticas", “historias", etc.) asignados a resi­ dencia j'egional: delimitar la filosofía en efecto. No pi'etenderya a la neutralidad transpa- rente y arbitral, tomar en cuenta la eficacia filosófica, y sus armas, instrumentos y estratagemas, intervenir de manera práctica y crítica: hacer trabajar la filosofía en efecto. El efecto en cuestión no se deja entonces ya dominar aquí por lo que la filosofía controla con ese nombre: producto simplemente segundo de una causa primera o última, apa­ riencia derivada o inconsistencia de una esencia. Ya no hay, sometido de entrada a la decisión filosófica, un sentido, y ni siquiem una polisemia del efecto». Visitation (de la peinture chrétienne), en el que encuentra, en concordancia con su trabajo de deconstrucción del cristianis­ mo, que en la Visitación de Pontormo la pintura deja de revelar lo divino oculto y pasa a revelarse ella misma como pintura. Fuera de esta colección publica, en 1987 y en 1997, en Édi- tions T.E.R., Des íieux divins, seguido de Calcul du poete; en 1992 y en 2000, en Editions Métailié, Coipus; en 1997, en Ha- chette, Hegel, Vinquiétude du négatif; en 1997 también La Nais- sanee des seins, en Erba; y el mismo año, en William Blake & C.°, Résistance de lapoésie; en 1999, en Mille et une nuit, La ville au loin (la ciudad a lo lejos). Fruto de otras colaboraciones son otros libros a dos, o a tres, como La Compamtion, con Jean-Christophe Bailly, que publica en Bourgois en 1991; o Nium, con Frangois Martin, que publica en Erba en 1994; Les Amhassadeurs/Étre, cest étre pergn («Passa- ge»), en el que con Jean-Claude Conésa comenta los grabados de Jean-Marc Cerino, en Editions des Cahiers intempestifs; o Mmmmmmm, con Susana Fritscher, en Au Figuré, 2000. * * * La communauté désoeuvrée (Bourgois, 1986, 3.a ed. 1999), escrita en diálogo con Bataille y con Blanchot, es un hito im­ portante en su trabajo. Al otro lado de la hybris del «ser co­ mún», la hybris de los nacionalismos europeos y, sobre todo, del nacionalsocialismo alemán en la que la sangre, la substancia, la filiación, la esencia, el origen, la naturaleza, la elección, la iden­ tidad orgánica o mística, y en suma el ser, aparecen como res­ ponsables de esa terrible experiencia cuyo espectro campea aún por encima de la conciencia europea, ese libro entrevé la tarea y la esperanza del «estar-en-común», según traduce atinadamen­ te Juan Manuel Garrido.9 * * * Obscurece, y se hace inevitable a estas horas —los cristales son así— un juego de espejos. La torre de la catedral que marca la escena de la ciudad al otro lado de los ventanales se dobla del 9. C&\ La comunidad inoperante, LOM/Universidad Arcís, Santiago de Chile, 2000. xm reflejo de nuestra propia escena, la de una sala de cursos en el cuarto piso del ala interior del Pórtico, en donde Nancy decons- truye y los estudiantes se atarean tomando notas y, en la me­ moria de uno que no las toma, todo esto se espejea mientras tanto en otra escena contada por otros, y por ese libro: Conocemos la escena —escribe Nancy en «El mito interrumpi­ do»—: hay hombres reunidos, y alguien que les hace un relato. Esos hombres reunidos, no se sabe aún si forman una asamblea, si son una liorda o una tribu. Pero nosotros los llamamos «herma­ nos», porque están reunidos, y porque escuchan el mismo relato. El que cuenta, no se sabe aún si es uno de ellos, o si es un extranjero. Lo consideramos uno de ellos, pero diferente de ellos, porque tiene el don, o simplemente el derecho —a menos que no sea el deber— de recital*. No estaban reunidos antes del relato, es la recitación la que los reúne. Antes, estaban dispersos (es al menos lo que el relato, a veces, cuenta), codeándose, cooperando o afrontándose sin re­ conocerse. Pero uno de ellos se inmovilizó, un día, o quizás so­ brevino, como volviendo de una ausencia prolongada, de un exi­ lio misterioso. Se inmovilizó en un lugar singular, apartado pero a la vista de los otros, un montículo, o un árbol quemado por un rayo, y comenzó el relato que reunió a los otros. Les cuenta su historia, o la suya, una historia que todos sa­ ben, pero que sólo él tiene el don, el derecho o el deber de recitar. Es la historia de su origen: de dónde provienen, o cómo provie­ nen del Origen mismo —ellos, o sus mujeres, o sus nombres, o la autoridad entre ellos. Es entonces lo mismo, a la vez, la historia del comienzo del mundo, del comienzo de su asamblea, o del comienzo del relato mismo (y eso cuenta también, ocasional­ mente, quién lo enseñó al narrador, y cómo es que él tiene el don, el derecho o el deber de contarlo). Éste habla, recita, canta a veces, o actúa. Él es su propio héroe, y ellos son de vez en vez los héroes del relato y aquellos que tienen el derecho y el deber de aprenderlo. Por la primera vez, en esta expre­ sión del recitante, su lengua no sirve para ninguna otra cosa que para la confección y la presentación del relato. No es ya la lengua de sus intercambios, sino la de su reunión —la lengua sagrada de una fun­ dación y de un juramento. El recitante la reparte entre ellos. Todo mundo toma notas, no paran de hacerlo. ¿Entende­ rán? ¿Estarán de acuerdo? Toman notas en los cursos y toman notas en las conferencias, registran con avidez precisamente las

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