Salvador López Arnal (editor) TRECE CONVERSACIONES POLÍTICO- FILOSÓFICAS 1 Para Miguel Candel, filósofo marxista- comunista, culto helenista, traductor riguroso, militante abnegado, maestro y amigo. 2 Escribir textos sobre moral que leerían y entenderían solo los colegas universitarios me hubiera parecido un sinsentido. Algo cómico, si no inmoral incluso. Tan carente de sentido como si un panadero hiciese sus panes sólo para otros panaderos. Günther Anders, Llámese cobardía a esa esperanza (entrevistas y declaraciones) 3 INDICE Presentación: Por los senderos del joven Marx. I. Santiago Alba Rico: “El capitalismo es material y subjetivamente un nihilismo”. II. Constantino Bértolo: “[leer] Intentando leer la propia lectura.” III. Francisco Corral: “La obra de Barrett es de una calidad extrema y de una notable modernidad”. IV. Alberto Fernández Liria: “Necesitaríamos […] pensar en la salud mental y los trastornos mentales sobre nuevas bases”. V. Carlos Fernández Liria: “Habrá que construir organizaciones políticas alternativas capaces de impulsar movimientos sociales de un modo honesto y no sectario, sin tratar de instrumentalizarlos”. VI. Juan Pedro García del Campo: “Sólo podemos cambiar el mundo si lo hacemos con alegría y para la alegría... nunca como una condena”. VII. Nicolás Alberto González Varela: “En realidad Nietzsche es el "Anti Marx", no sólo desde su obra escrita sino en su praxis, en su vida.” VIII. Manuel Martínez Llaneza: “No se puede parar el mundo hasta que sepamos lo suficiente para continuar”. 4 IX. Joaquín Miras: “El proyecto ideológico comunista es el único cuyo núcleo central entronca con la tradición de la democracia heredada de la Revolución Francesa.” X. José Luis Moreno Pestaña: “Su obra [la de Jesús Ibáñez] es, como toda obra, un producto colectivo, definida en negativo frente a unos y en positivo por la aportación de otros.” XI. Igor Sádaba: “Hay que romper con la naturalización de un sistema que no es tan natural”. XII. Josep Sarret i Grau: “Sí que cambia el mundo cuando uno aprende algo de física o de geología lunar”. XIII. Manuel Talens: “Tengo la obligación ética de ser amigo de Cuba”. Epílogo: Desalambrar territorios y pensamientos 5 Por los senderos del joven Marx Las trece conversaciones recogidas –todas o la mayor parte de ellas publicadas en Espai Marx, www.rebelion.org o en www.sinpermiso.info- tienen cuando menos un mínimo común denominador: intentar dotar de sentido concreto a la anotación del joven Marx sobre la interpretación filosófica y la transformación del mundo. Por debajo de sus diversos contenidos, de sus diferentes temáticas, de la heterogeneidad incluso profesional de los autores entrevistados, late con fuerza sosegada -y sin contradicción anuladora- esa noble y doble aspiración, epistémica y poliética a un tiempo. No es inmediata, en mi opinión, la intelección de la tesis marxiana sobre Feuerbach. No es evidente que la unión, enlace o establecimiento de vínculos entre ámbitos gnoseológicos y finalidades políticas pueda hacerse sin inconsistencias o con ganancias praxeológicas. Frecuentes reflexiones situadas en territorios filosóficos puros o parajes afines apenas manifiestan aristas básicas, o desarrollos marginales, que apunten al segundo ámbito considerado. La ya clásica reflexión quineana sobre los dogmas o presupuestos del empirismo lógico, el viejo y acaso inextinguible intento neopositivista de trazar una línea de demarcación entre enunciados significativos y asignificativos, la vindicación kripkeana del concepto de esencia o de las mismas reflexiones ontológicas, la aspiración popperiana de conseguir una delimitación de las proposiciones de las ciencias naturales y sociales o las pretensiones descriptivas (y acaso puntualmente normativas) de la concepción estructuralista de las teorías científicas son ilustraciones, algo pasadas de moda lo admito, de todo ello. Este filosofar, predominante cuando no único en amplios sectores academicos de las comunidades filosóficas, pone ante todo el acento en ámbitos epistémicos y apenas observa pasajes morales y mucho menos bosques políticos. Aunque la tesis marxiana parece referir más bien a filósofos y filosofías en sentido tradicional, a creadores de grandes sistemas o cosmovisiones, admitamos provisionalmente la posibilidad de esa separación radical de territorios: el conocimiento es el concimiento y es conveniente situarlo en una determinada casilla clasificatoria, y la ética y la política transitan por caminos diferenciados y normalmente alejados. De acuerdo, sea así… Pero con algún matiz. Baste que pensemos en un bestseller académico tan exitoso y reconocido como La estructura de las revoluciones científicas y reparemos en su dedicatoria y en el papel desempeñado por este ensayo en la lucha cultural de los años sesenta, nada ajena a la entonces notable influencia de la tradición cultural marxista en sociología, 6 política o historia de la ciencia, o recordemos el papel político desempeñado –no siempre por incomprensión básica o especulación desinformada- por resultados científicos tan básicos como el teorema de incompletud de Gödel, la relatividad general de Einstein, la teoría del big bang, la mecánica cuántica, el neodarwinismo, la teoría cantoriana de los cardinales transfinitos o incluso, apurando un poco, la física de partículas subatómicas y la misma teoría de supercuerdas. Por lo demás, numerosos filósofos académicos, analíticos o no, han intervenido directamente, y con influencia nada despreciable, en ámbitos políticos si bien han deslindado, o han pretendido deslindar, su filosofar más profundo, más institucional, más profesional, de sus puntuales intervenciones político-ciudadanas. Los avatares político-filosóficos del ex rector de Friburgo son un caso paradigmático; el admirable compromiso político de Sir Michael Anthony Eardley Dummett, el gran estudioso de la obra Frege, transita afortunadamente, y con reconocimiento de todos, en dirección opuesta. De hecho, al editor de este volumen le ha costado esfuerzo, sudor y alguna lágrima comprender la proposición del entonces joven admirador de Kepler y Espartaco. Su (de)formación lógico-matemática y analítica empujaba en direcciones alejadas, hasta el punto de creer que la tesis en cuestión era vacía en el mejor de los casos, por inocente o carente de contenido, o, mucho peor, era pura y simplemente asignificativa, modelo didáctico de explicación de la categoría “sin sentido”. Con el consiguiente problema moral anexo: cómo conciliar la (torpe) consideración filosófica anterior con la práctica militante en fuerzas socialistas no entregadas que pretendían transformar el mundo a partir de su conocimiento y del esfuerzo militante. Pero no era así, no es así. La ignorancia, como advirtiera Spinoza, no es nunca un argumento. El joven Marx apuntaba en esa tesis, en apenas dos líneas de texto, y de forma coherente, todo un programa de investigación teórico-filosófico y de acción política en el que laboran, disfrutan y enseñan a las mil maravillas, y con resultados conocidos y reconocidos, los autores entrevistados, no todos ellos filósofos profesionales –en el arriesgado supuesto de que la expresión tenga algún sentido de interés- pero todos ellos, sin excepción, filósofos de una pieza y con un alma consistente. El programa de investigación y acción marxiano, por expresarlo en viejos términos lakatosianos, lejos de estar liquidado está, como es sabido, más vivo que nunca y, si se me permite repetir lo sabido, es tan necesario como lo ha sido siempre. Es simple en su idea básica: se trata de interpretar el 7 mundo, no sólo de conocerlo, a partir de las aportaciones parciales, revisables, provisionales (como no pueden ser de otro modo), de las diferentes ciencias, tecnologías, prácticas sociales, aportaciones artísticas y saberes no académicos. Interpretar el mundo no es sólo intentar conocerlo y tomar nota de lo conocido, sino generar una cosmovisión provisional, nunca lista para ser embalada de forma definitiva, que pretenda dar sentido a nuestro conocimiento social, natural, artístico, praxeológico, y buscar un lugar (fundamental, diría Heidegger) para la Humanidad y especies afines. Digámoslo cinematográficamente: buscar entre todos un lugar razonable en el mundo y con sentido para todos y todas. Es un presupuesto aquí no argumentado que, como quiere Eagleton, tiene sentido preguntarse y responder en torno al sentido de la vida, de nuestras vidas, y del uso y disfrute razonable de la mismas. La felicidad es también, como diría seguramente Joaquín Miras, consigna jacobina. Viene luego el enlace, la superación de una teoría aislada en torres inasequibles de marfil, la grandeza moral y política de la propuesta del joven revolucionario de Tréveris que, como casi todo, no irrumpe desde la nada sino que cultiva viejas tradiciones libertadoras. No existe o ha existido sólo en contadíismas ocasiones, es en el fondo impensable, la irrupción ex nihilo. Sin despreciar el valor del conocimiento -¿cómo iba a hacerlo alguien que proclamaba tener como norma dudar de todo, que no de todos, que sentía que nada humano le era ajeno y que tildaba canalla a quien revisara hechos y experiencias para que coincidieran con teorías fijadas e inalterables?-, la tarea se queda coja así limitada y debe complementarse con un objetivo tan actual y deseable como lo fuera décadas o siglos atrás: transformar el mundo. Entendámonos: no transformarlo para aniquilarlo, para incrementar la explotación de grupos humanos desfavorecidos, para aumentar el poder masculino, para situar a más de media humanidad en el abismo existencial, para colonizar mentes, culturas y pueblos, para romper fáusticamente todo equilibrio razonable, para apostar alegre, y estúpidamente en este caso, por un proceso indefinido hacia la nada y el agotamiento de todo. No, claro que no. Se trata de transformar el mundo para intentar que la justicia, la igualdad, la fraternidad, la libertad, la consideración de los otros, el derecho internacional, la paz sin excepciones entre los ciudadanos del mundo, no sean valores sin eco ni traducción reales. Se trata en definitiva del cultivo y ampliación del programa ilustrado, punto de partida irrenunciable como señalan varios de los filósofos entrevistados. Es un paseo, como 8 quería Huston, nada más y nada menos que por el amor, la fraternidad y el combate cuando sea necesario. Todos las personas entrevistadas, innecesario es decirlo de nuevo, cumplen magníficamente la propuesta marxiana: ayudan, nos ayudan a todos, a interpretar el mundo, y ayudan, en la medida de sus fuerzas que son muchas, a transformarlo en sentido socialista. Demos gracias por ello, les doy las gracias por ello. Que todos ellos sean filósofos, que no haya incluido ninguna filósofa, es un error, sin duda significativo y poco perdonable, que está exclusivamente en el debe de mi mochila desnortada. 9 Entrevista con Santiago Alba Rico: “¿Qué es realmente mirar? Tomar partido por la existencia exterior, tomar partido por la exterioridad e independencia de las cosas. Es lo que llamamos amor, filosofía, ciencia, Derecho, todas esas “distancias” sumergidas en la digestión biológica del capitalismo”. Santiago Alba Rico estudió filosofía en la Universidad Complutense de Madrid y entre 1984 y 1991 fue guionista o coguionista de tres programas de la Televisión pública, “La Bola de Cristal” entre ellos. Ha traducido al castellano la obra del poeta egipcio Naguib Surur y la del novelista iraquí Mohammed Jydair. Entre sus obras más recientes destacan Vendrá la realidad y nos encontrará dormidos, Leer con niños y Capitalismo y nihilismo. El libro que acabas de publicar en Akal (Madrid, 2007) lleva por título Capitalismo y nihilismo. Dialéctica del hambre y la mirada. Reúnes en él quince textos orgánicamente emparentados, inscritos, escribes, en el mismo horizonte teórico: el análisis y denuncia de lo que llamas “nihilismo espontáneo de la percepción”. ¿Cómo debería entenderse esta noción? Hay, digamos, dos experiencias extremas en las que la mirada se define a sí misma como afirmación de una distancia objetiva, aunque sólo sea en el muy elemental sentido de “reconocer” la independencia y exterioridad del objeto. Una es eso que Kant llama “juicio”, asociada a la posibilidad -frente a la obra de arte- de pensar al margen del concepto, de acceder a una universalidad concreta mediante una mirada interesada tan sólo en la existencia de su objeto. La otra es el amor (incluida la filo-sofía, al menos desde Platón) como voluntad de manutención de un cuerpo separado del nuestro y en cuanto que deseo imposible de unirnos más bien a esa separación en cuyo hueco lo que nos importa es la existencia del otro cuerpo delante de nosotros, lo que nos importa es que dure para seguir mirándolo. Pues bien, quizás conviene medir la catástrofe cultural contemporánea contra estos paradigmas un poco idealizados. El capitalismo ha construido su propia “síntesis” visual, ha “sintetizado” una negación radical, instalada en el ojo, a la medida de ese permanente proceso destituyente (de cosas y de hombres) del que depende su reproducción: mirar es ahora erosionar, degradar, la existencia de los objetos. Este “nihilismo espontáneo de la percepción” se nutre, a mi juicio, de tres fuentes indisociables. 10