¿Y si la Bestia nunca se convirtió en el príncipe?
Mi padre me había vendido.
Intercambió mi cuerpo para borrar su deuda con el mismísimo diablo.
Una bestia de hombre. Literalmente.
Una criatura susurrada entre los aldeanos y temida por todos.
Era un rostro bestial que triplicaba el tamaño de un hombre, su cuerpo monstruosamente enorme estaba cubierto de pelaje. Colmillos afilados y ojos con un brillo rojo sobrenatural. Tenía manos en forma de garra y cuernos que se arqueaban desde su rostro inhumano.
Iba a vivir con él, a ser suya en todos los sentidos que considerara oportunos.
Iba a ser su esposa, y por eso me ofrecí como el proverbial sacrificio al mismísimo diablo.
No esperaba disfrutar tanto con un monstruo como lo hice.