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TH 504: Teología Sistemática I Daniel F. Flores, MA PDF

525 Pages·2014·4.12 MB·Spanish
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SEMINARIO TEOLÓGICO GORDON-CONWELL Programa de Ministerios Hispanos (HMP) TH 504: Teología Sistemática I Daniel F. Flores, MA, MPhil, MSLIS, MDiv, PhD, Presbítero, Iglesia Metodista Unida. Dirección electrónica: [email protected] I. Descripción El primero de los tres cursos requeridos de teología. Temas: el método de la teología Cristiana, la revelación de Dios, los atributos de Dios, lo que hace Dios en relación de la creación y la humanidad, y implicaciones de dogma. II. Objetivos 1. Ganarán una comprensión bíblica e histórica de la doctrinas de la iglesia universal. 2. Serán capaces de articular eficazmente su propia posición sobre estas doctrinas. 3. Serán capaces de conceptos teológicos para sus vidas y ministerios. III. Textos 1. Erickson, Millard. Teología Sistemática. Barcelona: Editorial Clie, 2008. 2. Outler, Albert. Teología en el Espíritu Wesleyano. PDF. 3. Berkof, Louis. Introducción a la Teología Sistemática. PDF. 4. Wesley, John. Sermones. Tomo I. PDF. 5. Santa Biblia. Opcional: 1. Wiley, Orton. Introducción a la Teología Cristiana. Beacon Hill Press, 1992. IV. Rúbrica Calificaciones: 93-100=A, 90-92=A-; 88-89=B+; 83-87=B; 80-82=B-; 78-79=C+; 73-77=C; 70-72=C-; 68-69=D+; 63-67=D; 62-60=D-; 59 y debajo = F. V. Evaluación 1. Participación en clase. Valor/puntos 20. 2. Cada día escribir un resumen breve del tema diario. Valor/puntos 40. 3. Examen final con libros abiertos. Valor/puntos 40. VI. Lecturas y Actividades SESIÓN TEMA TEXTO OPCIONAL Preparación “Teología en el Espíritu” Outler 1 El Método de Teología Erickson, Pte. 1; Wesley 2 Wiley, cap.1,2 2 La Revelación de Dios Erickson, Pte. 2; Wesley 3 Wiley, cap. 3,4 3 El carácter de Dios Erickson, Pte. 3; Wesley 15 Wiley, cap. 5,6 4 Los Hechos de Dios Erickson, Pte. 4; Wesley 4 Wiley, cap. 7,8 5 La Dogma Cristiana Berkhof; Wesley 7 1 Teología en el espíritu wesleyano Albert Outler Disciples Resources,Nashville , Tennessee, 1975 Los capítulos de este libro pertenecen a las Conferencias Fondred de 1974. 2 Capítulo 1 ―Saqueando a los Egipcios‖ Hace cuatro años, intenté revisar mis investigaciones sobre Wesley plasmadas en el libro: Evangelización en el Espíritu Wesleyano, para lograr una versión más actualizada. Aquella, por definición fue solo una visión parcial del hombre y su obra. Ahora, mi intención es ampliar de alguna manera nuestro ángulo de visión y proponer otro esquema interpretativo de Wesley, esta vez como un teólogo significativo cuya importancia como teólogo, antes y ahora ha sido tristemente subestimada, tanto por sus devotos como por sus críticos. He llegado a creer que Wesley ha sido el teólogo anglicano más importante de su época. También creo que él es un recurso muy considerable en nuestro tiempo para nuestras reflexiones teológicas, especialmente para aquellos que tienen algún interés en el diálogo ecuménico y en la causa de la unidad de los cristianos. Mi deseo y esperanza es ayudar a rescatar a Wesley de su status de héroe de culto para los metodistas (quienes lo han reverenciado pero no estudiado demasiado) y mostrarlo como un pensador cristiano creativo con una palabra especial para estos días , tratando de articular su pensamiento con los nuevos problemas creador por la actual crisis en la cultura, problemas creados por el paso de las antiguas polaridades (Protestantes, Católicos, Iluminismo, etc) que sirvieron para definir muchas de nuestras tradiciones recibidas, hoy en proceso de erosión. Para bien o para mal estamos finalizando aquel síndrome cultural que era definido por: 1) El interés renacentista-iluminista por la forma y la razón. 2) La insistencia de la Reforma Protestante en la sola fe 3) La alternativa de una iglesia culturalmente autoritaria como proponía la Contra Reforma católica. 4) Las costumbres de una sociedad respetuosa que sostenía modelos y códigos de una autoridad ex officio. 5) El dominio de la cultura Europea-Norteamericana 6) Una exagerada fe en la ciencia y la tecnología 7) La idea de progreso humano Por lo tanto este es un momento desconcertante y difícil para proclamar las Buenas Nuevas de Dios en Cristo y que esta sea creíble y relevante. Y, aunque nuestras circunstancias son muy distintas a las que vivó Wesley, es exactamente el mismo tipo de crisis que él intentó heroicamente entender, convencido de que el Evangelio perenne aún nos ofrece en el siglo xx la misma verdad y esperanza eterna que él mismo probó que ofreció a los ingleses del siglo xviii: no solamente la viva esperanza de los cielos, sino también una esperanza creíble para una vida significativa en esta era, cualquiera sea la crisis entre teología y cultura. Esta será mi agenda para los próximos capítulos. Wesley como evangelista es una figura familiar, (en realidad un estereotipo), de la misma manera, Wesley el organizador y también Wesley el reformador social, que ayudó a dar forma a una reforma de las costumbres en la vida inglesa. Pero lo que ha sido largamente oscurecido ha sido el Wesley teólogo, especialmente el teólogo de la 3 cultura y más especialmente aún el teólogo del pueblo, quien encontró caminos muy efectivos para comunicar el evangelio a las masas a quienes le importaba muy poco la complejidad de sus fuentes o el valor cultural de sus mensajes evangelísticos. Donde debemos comenzar entonces es por la herencia y el estilo de vida ecléctico, como hombre y como teólogo. Wesley nació en un hogar donde la piedad y la cultura se hallaban mezcladas. Aprendió a leer desde muy temprano y continuó leyendo y estudiando incesantemente a lo largo de su vida. Sus gustos se extendían por todo el espectro literario, desde los clásicos hasta lo que eran en esos días los más novedosos ensayos, novelas y tratados. Además estaba muy interesado en la historia política y los cambios sociales del presente. El tiempo de su vida coincidió de manera remarcable con un período de la historia británica que se convirtió en el preludio para la modernidad. Por eso casi sin darse cuenta, Wesley enfrentó ambos caminos con una ambivalencia desconcertante. Tanto hacia el pasado europeo que él conocía tan bien y hacia el futuro global que intuía con marcada claridad. Como sabemos, aquella fue una gran época para la historia de las ciencias, y Wesley estaba muy interesado en ―los últimos descubrimientos científicos‖ , conciente que el avance en la verdad científica iría revelando ―la sabiduría de Dios en la creación‖. Todo esto nos recuerda que Wesley, como la mayoría de los pensadores cristianos anteriores a él (hasta San Pablo) tuvieron que luchar con el problema que llamamos ―secularismo‖: esto es ¿de qué manera los tesoros de la cultura humana se deben relacionar con y ser apropiados por una teología cristiana creíble, que aprecie la sabiduría humana donde esta se encuentre, sin por ello perder su propia integridad? El eclecticismo de Wesley posee una larga y honorable historia, con grandes pioneros antes que él, a quienes conocía. Fue Orígenes el primer teólogo cristiano con una educación clásica de primera. En Éxodo 12, 18-36, se encuentra aquella extraña historia del pedido de regalos que los Israelitas le hacen a sus antiguos amos. Además, dice que: ―El Señor hizo que los egipcios estuvieran bien dispuestos con los israelitas y les dieron todo lo que pedían. De esta manera ellos (los israelitas) despojaron a los Egipcios‖. Un hombre tan sensible a la moralidad bíblica como Orígenes debía estar mareado con semejante historia. Por eso Orígenes lo interpretó como una alegoría. ―Despojar a los Egipcios‖, explicaba, es una metáfora que señala la libertad que tienen los cristianos (por permiso divino) para explorar, evaluar y apropiarse de todas las ideas y recursos de cualquier cultura secular. ¡Qué apertura mental! Siendo que orígenes vivió en el siglo II! Más adelante, San Agustín en su De Doctrina Christiana tomaría prestado esa metáfora como una autorización a los cristianos para sumergirse en la cultura clásica. El cristiano inteligente que comprende el corazón del evangelio y quien está enraizado en el testimonio bíblico de la autorrevelación de Dios, se encuentra también dedicado a explorar todo el espectro de literatura secular, ciencia y filosofía, con el objeto de enriquecer su sabiduría cristiana y mejorar su efectividad en mejorar la comunicación del mensaje. Cuanto más rico el ―despojo egipcio‖ (la propia cultura secular de cada uno), más rico su propio entendimiento de la sabiduría de Dios y poder en Cristo, quien como Logos y Luz, es la verdadera iluminación para todos los buscadores de verdad y sabiduría. Esta es una de las mejores tradiciones cristianas. Los cristianos evangélicos alcanzan a evaluar y discernir las sabidurías seculares de todo tipo. Y así se explica por qué cualquier teología que se contente con ser exclusivamente biblista, o tradicionalista, es 4 inválida y finalmente carente de frutos, así como por otro lado, cualquier teología sin un foco evangélico, muy pronto se verá hundida en el ambiente secular que la rodea. Cuando pensamos cuanto del pensamiento y enseñanza cristiana de hoy tiende por la derecha, a un biblicismo simplista, y en un secularismo pelagiano, por la izquierda, uno se pregunta si es necesaria mayor explicación para comprender el empobrecimiento de muchos de nuestros púlpitos y bancos de iglesia. Y así como Wesley entendió y practicó este arte de ―saquear a los egipcios‖, su arte y letras, su filosofía y ciencia, sus ideas políticas y morales, de esa manera también nos desafía a ir y hacer lo mismo. Pero, conviene que tomemos nota cuidadosa de cuán habilidosamente Wesley manejó este arte, de manera que su inmensa erudición, jamás oscureció el sentido de sus ―palabras sencillas para la gente sencilla‖ esas que fueron sus audiencias preferidas, por elección propia. El fue uno de los pocos predicadores populares verdaderamente exitosos que nunca engañó a la gente y que muy raramente sobresimplificó los temas. Su predicación y enseñanza presentaba tanto el evangelio como la educación liberal integradas en una misma experiencia. Que tragedia entonces que este arte de ―saquear a los egipcios‖ (¡sin quedarse en Egipto!) ha sido tristemente negado en nuestro tiempo, de tal manera que hoy tenemos, por un lado evangélicos con muy poca cultura y por otro liberales y secularizantes sin raíces profundas en la Biblia. Por lo tanto será necesario dar un a mirada más cercana a la práctica concreta que Wesley hace de este arte de esquilmar a los Egipcios‖. Wesley fichó casi todas sus lecturas después de 1725, y este registro muestra más de mil cuatrocientos autores, con aproximadamente tres mil temas que se desprenden de estos. El había tenido, cosa que a veces olvidamos, una educación clásica muy rica, la cual mantuvo activa y actualizada durante toda su carrera. Sus citas de clásicos u otros, (que son poco identificables y bastante inexactas), sonarían un tanto raras escucharlas en sermones para audiencias masivas. ¿Piensan acaso que las audiencias masivas pueden sacar más provecho cultural de lo que hemos condescendientemente supuesto? Hemos llegado a identificar solamente en los sermones veintisiete citas de Horacio, muchas de las cuales repite en diferentes sermones. Sigue Virgilio con diecinueve, Ovidio diez, Cicerón con nueve y Juvenal con siete citas. Otros doce autores clásicos son citados repetidamente donde pueden servir como apoyo a sus argumentos ( u otras veces como mera decoración). Las otras fuentes clásicas de Wesley van desde Platón a Aristóteles, Plotino, Agustín, Kempis. Conoce a los místicos medievales y los secularistas renacentistas, como por ejemplo Rabelais. Cita de memoria a Shakespeare (una vez catalogado como ―nuestro poeta pagano‖) a Milton y también a Abraham Cowley, George Herbert, Thomas Parnell y a Mathew Prior. Wesley leyó profusamente a los padres griegos y latinos, era muy sólido en los clásicos de la Reforma, pero conocía mucho más sobre la teología inglesa, desde Hooker a Baxter, Tillotson y Doddridge. Su antología especial de ―Teología Inglesa‖ aparece ―extractada‖ en ―Una biblioteca cristiana‖ , si embargo esto no es más que una mínima porción de una bibliografía más vasta a la que él se ha expuesto. 5 Por lo tanto, una cosa es clara, si alguien se propone hacer teología ―en el espíritu wesleyano‖ deberá aprender a leer y deberá amar leer, recordar y evocar sobre toda clase de eventos e ideas de nuestra herencia humana y en nuestro mundo actual, como si también estuviese movido por la compulsión de una mente inquisitiva, como lo era la de Wesley. Pero la literatura no era toda la historia de la cultura de Wesley. El leyó a toda la ―ciencia moderna‖ que caía en sus manos. Con un ojo le buscaba la importancia teológica y con el otro sus aplicaciones prácticas. Tenía opinión formada sobre Newton y estaba empapado de los divulgadores científicos de su época, (tales como Ray, Derham, Buddaeus, Goldshmidh, y otros.) siempre suponiendo que todo lo que sea verdad ayudaría a iluminar la gloria de Dios en y a través de su creación. Lo que a menudo nos choca como raro, dado a la imagen que tenemos de Wesley evangelista, es la manera en que puede discutir sobre ideas seculares (especialmente en los últimos sermones) sin ninguna referencia explícita de los evangelios, aunque la cosmovisión bíblica siempre está presupuesta. Más aún, existen algunas citas intrigantes que algún puritano podría considerarlas ―fuera de lugar‖ que dejan ver su interés por el drama inglés, aún cuando también denunciaba al teatro como una ―cloaca de iniquidad‖. Por ejemplo en 1726 leyó El Huérfano o El casamiento sin felicidad, escrito por Thomas Otway en 1680. En 1759, una de las citas más importantes en su sermón ―El Pecado original‖ es sobre El huérfano de Otway, Acto V, Escena 1 (pero por supuesto no explicita la fuente) . ¿Qué pasó? ¿Guardó esa cita en su cabeza durante treinta años? ¿Estaba en sus notas? ¿O había releído a Otway en el ínterin? Quisiera saberlo. Lo que es cierto es que muy pocos de sus lectores han reconocido la fuente de esta cita (o docenas como esta). Fue para nosotros una tarea detectivesca encontrarla, y uso ―nosotros‖ porque en la búsqueda de las fuentes de estas citas tuve la colaboración invalorable de la señoras Warnick y Wanda Smith (mi asistente de investigación). Todo esto, sin embargo, no fue mas que una impresionante superestructura armada firmemente sobre una sólida base de aprendizaje bíblico, más un increíble ―sistema de información retro alimentada‖ que muestra a Wesley como una suerte de concordancia caminante con comentarios agregados, todo en uno. Fue su profundo sentido de la Biblia como un ―libro viviente‖ lo que le dio esa libertad para ―saquear a los egipcios‖ y lo guió en la utilización de sus tesoros. Una de las influencias del Club Santo fue el énfasis colectivo sobre la Escritura como autoridad principal que está sobre y más allá de todas las polarizaciones y formulas confesionales. En una carta a John Newton el 24 de Abril de 1765, Wesley dice ―En 1730 comencé a ser ―homo unius libri‖ (hombre de un solo libro), para estudiar ningún libro excepto la Biblia‖ En el prefacio a su primera colección de Sermones para distintas ocasiones (1746) reconoce su intención de ser homo unius libri . Ese libro, por supuesto era la Biblia y no hay ninguna duda que Wesley era, en intención y de hecho, un hombre bíblico. Todos sus pensamientos básicos están enraizados o provienen de la Biblia. A menudo el refiere a ―la Ley y el Testimonio‖ como último criterio de verificación, a menudo urge a sus lectores considerar una cuestión difícil ―en la balanza del templo‖ (en reflección en oración sobre datos bíblicos) Pero por Sola Scriptura nunca quiso decir ―nada más que la Escritura‖ así como tampoco por Unius Libri quiso decir que se deben excluir todos los otros libros de su lista de lecturas, como ya lo hemos visto. Lo que Wesley quería decir con esto es que la Biblia era su primera y última norma para la validación de cualquier discusión 6 teológica. Esto significó toda una vida inmersa totalmente en las Escrituras: en sus idiomas originales, en sus temas e imágenes dominantes, en cada una de sus partes y en su totalidad estructural. Fue la convicción de que los pensamientos bíblicos están integrados en un coro testimonial para la gloria de Dios y la necesidad humana, que permitió a Wesley pasear por toda la Biblia y confundir textos y paráfrasis de aquí y de allá en oraciones de manera tal que son para nosotros hoy en día inimaginables, pero que no son ininteligibles ni artificiales (aunque parezca extraño) Para verificar esta generalización de manera experimental déjenme probarlo. Aquí hay dos oraciones (consecutivas) de su sermón Pecado Original: La Escritura dice que a causa de la desobediencia de un hombre, todos son considerados pecadores; que en Adán todos mueren, espiritualmente mueren, pierden la vida y la imagen de Dios; que el Adán pecaminoso engendró un hijo a su semejanza; No era posible que lo engendrara de otra manera porque ¿quién podría sacar algo limpio de algo que está sucio? Consecuentemente, nosotros también como los otros hombres estábamos por naturaleza muertos en ofensas y pecados, sin esperanza, sin Dios en el mundo y por lo tanto hijos de la ira; por eso cada hombre puede decir, fui formado en debilidad, y en pecado me concibió mi madre, porque no hay diferencia, en que todos pecaron y son destituidos de la gloria de Dios, de la gloriosa imagen de Dios en la que el hombre ha sido originalmente creado. Ahora, obviamente, ustedes pueden reconocer que este lenguaje es, en efecto ―bíblico‖, pero acaso no suena como si estuviera ¿‖recortado y pegado‖? ¿No reconocen que este pasaje en su conjunto, está formado por varios pedazos y partes de Romanos 5, 19: 1ª Corintios 15, 22, Génesis 5, 3, Job 14, 4, Efesios 2, 1;12 y 3, Salmo 51, 5 y luego vuelta al principio Romanos 3, 22-23, en ese orden? Probemos otro ejemplo más de este tipo de cosas que llegaron a ser un lugar común en la retórica de Wesley en sus sermones, ensayos, cartas y tratados. Existen cientos de ejemplos como este que ustedes pueden buscar para su propio interés, como lo fue para mí. Somos compelidos por el Espíritu a hacer morir los hechos de la carne, de nuestra naturaleza maligna, y así como estamos cada vez más y más muertos al pecado, estamos cada vez más vivos para Dios. Vamos de gracia en gracia, siempre que nos mantengamos alejados de toda apariencia de maldad, y seamos celosos de hacer buenas obras cuantas veces tengamos oportunidad de hacer el bien a todos, siempre que caminemos en todas sus ordenanzas sin culpa, adorando al Señor en Espíritu y en verdad, siempre que tomemos nuestra cruz y nos abstengamos de todo placer que no nos guíe hacia Dios. Lo que vemos aquí es una conclusión obvia y crucial: Wesley vivía inmerso en las Escrituras y su mente rastreaba a lo ancho y largo de la Biblia como un radar, sintonizando los datos pertinentes que buscaba para cada punto que pretendía considerar. Pero esta tarea de vivir en la Escrituras no era lo que hoy llamamos ―proof- texting‖ (esto es el uso mecánico de los textos de la Escritura para apoyar una que otra tesis que pueden o no ser verdaderamente ―bíblicas‖ en su contexto amplio). En realidad esto era para Wesley la suma de unos pocos grandes temas básicos que él había considerado como el centro nervioso de la revelación bíblica y que lo guiaban tanto en la exégesis como en la hermenéutica. Todo esto y mucho más podría decir, si el espacio lo permitiera, confirman la sinceridad con la que Wesley intentaba vivir en las Escrituras su clima teológico. 7 Esto coincidía también con el interés que tenía para que su gente también aprendiera a vivir en y por las Escrituras. Era justamente el intercambio entre las citas de la Biblia que hacía Wesley y la familiaridad que tenía la gente con las Escrituras (aunque elemental) lo que permitía reforzar fuertemente la dinámica de su predicación y el impacto que esta producía. Cuando un predicador posee solo un reducido trasfondo de textos de las Escrituras para fundamentar una real predicación bíblica, y cuando la congregación tiene aún menos (o directamente una hermenéutica contraria), entonces se ha perdido una de las precondiciones esenciales para una comunicación cristiana efectiva. Lo que he tratado de demostrar hasta ahora es que Wesley era un hombre muy de su tiempo pero también conservaba su interés en la relevancia del evangelio perenne en la cambiante situación humana. Esto es pertinente para nuestros propios esfuerzos por actualizar aquel mismo evangelio y relacionarlo lo mejor que podamos, con la vasta y radical crisis de nuestros tiempos. No podemos presumir diciendo de qué manera Wesley hubiera diagnosticado los tiempos en que vivimos. Sin embargo, no hay dudas que se hubiera hecho cargo de ellos realizando un diagnóstico, y podemos sugerir algunos de los principios fundamentales que hubiese adoptado como guía. En el corazón de la crisis, tanto la de ayer como la de hoy, se encuentra el gran tema que definió la crisis del cristianismo del siglo dieciocho y que, de la misma manera lo hace hoy, esto es, por un lado la autonomía humana (libertad) versus heteronomía (opresión), es decir, la demanda humana por su propio control o destino, y frente a estas dos, la theonomía cristiana, es decir una vida humana vivida intencionalmente bajo la justicia y la gracia de Dios. En los tiempos de Wesley, los deístas y filósofos franceses eran los luchadores de la autonomía que luchaban contra las tiranías seculares representadas por las tradiciones antiguas de opresión social y política. Wesley se opuso a ambas, tanto a la demanda de autonomía como a la de heteronomía. Buscó en cambio una revolución espiritual y social en la que la theo- nomía proveyera tanto una visión del mundo como un estilo de vida para los cristianos: el amor de Dios sobre todo lo demás, y todo lo demás en Dios, reverencia hacia Dios, y la dignidad de la Gracia a todos sus hijos. En nuestros días, cuando todas las grandes tradiciones que han mantenido (aunque vagamente) al mundo unido por siglos, se están desarmando y convirtiendo en in- operantes, el tema entre la autosuficiencia humana y la primacía de Dios es aún la gran línea divisoria de todas nuestras batallas para una teología de la cultura, que sea theo-logía y no una especie de antropología religiosa contra un vasto telón de fondo cósmico. Todas las creencias de moda de hoy: New age, meditación trascendental, etc. son nuevas versiones de los viejos temas de la autonomía humana, ejemplo: la convicción de que los seres humanos pueden y deben aceptar la responsabilidad última de sus acciones y sus destinos colectivos. Dios en esta visión es, en el mejor de los casos un entrenador cósmico y en el peor, una invención piadosa. La salvación propia, es el reclamo implícito de todos los movimientos de auto ayuda de nuestro tiempo, y de no pocos de los movimientos religiosos populares también. Pero, la autonomía humana, aún parcialmente lograda, atrae una reacción de la derecha, esto es el gerenciamiento de nuestros asuntos humanos en manos de otros. De esta manera podemos aventurarnos a decir que cuando una sociedad que ha sido encantada por las visiones de la salvación por méritos propios se desencanta, esa sociedad es tristemente vulnerable a la tiranía secular. No ver que este es el agonizante tema que se halla en el centro mismo de nuestra progresiva desintegración como nación (habla de los Estados Unidos), es una extraña forma de ceguera moral. 8 Lo que es peor, la opción entre autonomía y heteronomía es a la larga humanamente intolerable. La autonomía es una ilusión y la heteronomía una degradación. Por lo tanto para los cristianos (ministros y laicos) es netamente wesleyano explorar los términos en los que la primacía y la gracia soberana de Dios pueden una vez más ser afirmados y traducidos en servicio y testimonio convincente en este mundo tal cual hoy es y tal como se está proyectando. Pero aun suponiendo que podríamos en una medida razonable dominar este antiguo arte de ―esquilmar a los egipcios‖ ¿cómo usaríamos estos recursos para que sean fructíferos? No existe una respuesta fácil. Los ministros cristianos hoy, como bien sabemos, están luchando en la agonía de una profunda crisis de identidad. Ellos ya no son los ―párrocos‖ de sus pueblos o ciudades, por lo tanto ya no son decisivamente influyentes ex officio en los asuntos públicos. Pero si ellos se vuelcan a otra suerte de profesiones de servicio, como ―relaciones públicas‖, periodistas o editores amateurs, psicólogos paramédicos, o aún profesores, aún se encontrarían carentes de un oficio verdaderamente distintivo, con ningún rol profesional que sea indispensable. Cualquier cosa que estos amateurs puedan hacer, otros profesionales podrán hacer lo mismo o aún mejor. Pero lo que nadie podrá hacer tan bien como los ministros que realmente sienten el llamado, es hacer que el Evangelio sea una respuesta eficaz para las dolientes preocupaciones de los hombres y mujeres contemporáneos en su vida cotidiana, en sus específicas percepciones culturales. La única cosa realmente distintiva que el ministro cristiano tiene para ofrecer – en su apropiado contexto cultural- es el Evangelio en su completa esencia, con su promesa de transformar y hacer santas las vidas y las culturas humanas. Tanto el fundamentalista como el liberal que no sienten simpatía con la cultura o que directamente la rechazan no podrán hacer esto. El impacto de tales ―sectarismos‖ en la historia y en la sociedad son marginales y de corta duración. Pero el cristiano evangélico debe poseer una visión amplia evaluando la cultura y los tiempos en que vive. Este es el ―saqueo a los egipcios‖ propio que uno puede realizar, debiendo tener siempre en cuenta cómo será usado con mayor eficacia para predicar y enseñar, de lo contrario no estará predicando el evangelio completo, sin importar tampoco a que corriente teológica pueda pertenecer. Algo parecido a esto es lo que Wesley entendió como ―educación teológica‖ y lo que insistió en obtener de sus predicadores, pasando por alto la ausencia total de sus estudios formales. Su primera pregunta se relacionaba siempre con los dones de una persona, y sus frutos, de su compromiso con Cristo y con las Escrituras. Pero luego también preguntaba acerca del deseo de cada persona de aprender y sus aptitudes para el estudio y la enseñanza. Su programa de ―educación continua‖ sorprendería a más de uno de nosotros. La tarea de vivir las Escrituras en el creciente abismo de la situación humana en cualquier edad, es una tarea extraordinariamente demandante, no apta para el cobarde o el perezoso. Pero el verdadero wesleyano no podrá contentarse con menos para un programa personal de crecimiento profesional. Vivir en las Escrituras no significa estar en medio de las adivinanzas de palabras cruzadas de los exégetas, sino tener a mano una fuente de inspiración y también revelación. Significa aprender a pensar bíblicamente. 9 Además, significa aprender a vivir en el pasado cristiano para que puedas apropiarte de las lecciones ya aprendidas por los cristianos en otros tiempos y circunstancias, en sus luchas por un ―evangelio verdadero para su época‖. Significa alerta y sensibilidad para detectar todo nuevo desarrollo cultural en el horizonte humano, sin por ello convertirse en ―snob‖ o ser fácil víctima de ―cualquier viento de doctrina‖. Significa total confianza en la nutrición interior de alma y mente que viene del testimonio del Espíritu Santo (2 Timoteo 1, 17 ss) Todo esto es lo que está implicado en la rica metáfora de ―esquilmar a los egipcios‖. En la práctica, tal compromiso implica una agenda de incesante lectura, reflexión constante, curiosidad insaciable, una incansable búsqueda de nuevas perspectivas, nuevas alternativas para los rígidos lugares comunes. Recuerden que Wesley leía mientras cabalgaba, pensaba mientras escribía, rumiaba mientras descansaba, que él no fue ni hombre apurado, ni tampoco uno que se auto compadecía. Así podemos aprender de él el resultado que surge al combinar una vida de oración y adoración, de predicación y cuidado pastoral, con una saludable curiosidad acerca del mundo en el que ministramos. Por precepto y por ejemplo, él puede enseñarnos qué significa la santidad ―interior‖ y la santidad ―exterior‖: un acercamiento al amor de Dios en nosotros, más un amor comparable por todos nuestros prójimos lo cual implica una permanente revolución social. Existen maneras mejores o peores de implementar este programa wesleyano, alternativas que busquen traducir nuestros modelos wesleyanos en programas eficaces. Lo que importa para nosotros es darnos cuenta que algo como esto pertenece a la esencia de hacer teología en el espíritu wesleyano: manteniendo nuestro testimonio de Cristo en un activo diálogo con el mundo donde él deberá ser proclamado y por el cual murió. Y si este programa es, según las palabras de Reinhold Niebuhr, una ―imposible posibilidad‖ entonces ¿qué otro ideal válido podemos buscar para nosotros? ¿Qué menos podría el laicado pedir de sus pastores? Es en este espíritu que creo que debemos concebir la manera de hacer verdadera teología wesleyana hoy en día. Con los ojos abiertos a nuestra herencia y a nuestro futuro, ambos dentro de la amplia providencia de Dios. La premisa es que cada cristiano pensante debe aceptar la responsabilidad de vencer las polaridades sin compromiso, deberá afirmar el pluralismo sin caer por ello en el ―indiferentismo‖ o el ―todo-da-lo-mismo‖, deberá aprender a vivir en las Escrituras, en el pasado cristiano y en el mundo moderno, todo al mismo tiempo. En medio del despertar del siglo dieciocho, Wesley se tomó tiempo para tratar de describir esta tarea de teología y cultura (―saqueando a los egipcios‖) que hoy se parecería más a los planes para una ―educación teológica permanente‖. Lo encontraran citado respecto a distintos temas, espero que coincidan conmigo que aún hoy posee una gran relevancia. Es su tratado titulado Un mensaje a los clérigos (1756), les ofrezco un ejemplo como prueba para confirmar todo lo que estuvimos diciendo más arriba. El ministro bien preparado, dice Wesley, ―debe poseer la capacidad de razonar con cierta exactitud‖, …‖una buena memoria‖, ―un conocimiento competente‖ Luego vienen las Escrituras (en sus lenguas originales), más ―conocimiento de la historia,…ciencias… metafísica…filosofía natural…la historia del pensamiento y devoción cristiana…conocimiento del mundo (contemporáneo)… ‖ Al conocimiento y la cultura se debe agregar ―sentido común‖ y ―el ánimo que da la Gracia en los afectos personales y el trabajo cotidiano‖ .

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