Carlos Reynoso TEORIA, HISTORIA Y CRITICA DE LA ANTROPOLOGIA COGNITIVA UNA PROPUESTA SISTEMATICA EDICIONES BUSQUEDA BUENOS AIRES _ ARGENTINA Colección: “ESTUDIOS ANTROPOLOGICOS” Primera edición: Octubre de 1986 Dibujo de la portada: Bertha de Bihar, fragmento sobre motivo precolombino argentino "La bailarina” Diagramación de la portada: José Luis Carmona © Ediciones Búsqueda Casilla de Correo 88, Suc. 33 1433 - Buenos Aires - Argentina Todos los derechos reservados Impreso en la Argentina I.S.B.N. 950-560-034-8 INDICE Presentación, Alberto Rex González.......................... 7 Introducción.................................................................. 13 I. Desarrollo teórico de la antropología cognitiva 21 1. Fase formativa .............................................. 21 2. Fase clásica ..................................................... 30 3. Fase de ampliación y formalización ........ 39 4. Fase de tecnificación.................................... 48 5. Fase lingüística ............................................. 56 6. Fase simbólica .............................................. 65 7. Fase estadística e intercultural ................ 71 II. Definiciones etnosemánticas ............................. 81 a. Análisis componencial .................................. 81 b. Arboles ............................................................ 85 c. Conjunto contrastante............. 86 d. Dominio .......................................................... $8 e. Paradigmas .................................................... 89 f. Segregados y lexemas.................................. 92 g. Taxonomías ............................ 93 III. Diagramas ........................................................... 101 1) Paradigmas .................................................... 101 2) Arboles ............................................................ 104 3) Taxonomías .................................................... 105 4) Relaciones semánticas (I) ........................... 105 5) Relaciones semánticas (II) ......................... 107 IV. Crítica antropológica del cognitivismo ............ 109 V. Bibliografía básica de antropología cognitiva 131 PRESENTACION La antropología no ha tenido en gran parte de Sud- américa ni en Argentina mayor desarrollo teórico. Pero es necesario tener en cuenta que el período de gran im pulso universal de la teoría antropológica ha ocurrido recién el último medio siglo y que, tal como sucede con otros aspectos de la cultura, cualquier manifestación se difunde tardíamente entre nosotros. Más aún en discipli nas cuya práctica dentro del campo académico ha sido limitada. Sin embargo, en nuestro país, algunas ramas de la hoy multifacética antropología, se cultivaron desde época temprana; tal es el caso de la arqueología. Su marco teó rico, el evolucionismo, rebasaba los límites de las ciencias naturales, dentro de las que se había inspirado, y alcanzó a otras disciplinas, tocando a la filosofía misma. El evo lucionismo cultural fue a fines del siglo pasado la teoría que dentro del marco positivista rigió el pensamiento de diversas ramas científicas, y quizá su mayor influencia entre nosotros fue la que se ejerció en el campo de la arqueología. Los comienzos de esta disciplina pueden si tuarse hacia 1880 con la aparición de la obra de Floren tino Ameghino. Este fue por su formación un naturalista especializado en paleontología y es en esta rama del saber donde han quedado sus logros más importantes. Ameghino fue un apóstol del evolucionismo, quizá más lamarckiano que darwinista; su pensamiento filosófico es 7 do raíz positivista y su interés en la arqueología finca en m voluntad de probar la evolución y antigüedad del hom bre y la cultura en Sudamérica, especialmente en Patago- nia y en las pampas, aunque también hizo trabajos de campaña en sitios prehistóricos clásicos europeos como el de Chelles. Otros investigadores argentinos contemporá neos suyos adhirieron implícita o explícitamente al evo lucionismo y profesaron manifiestamente su admiración por Ameghino, líder de esa posición. Entre ellos cabe men cionar los nombres de Félix Outes y Juan B. Ambrosetti. Pero hay otras figuras en las ciencias del hombre de los comienzos de siglo, en las que dominan las ideas del positivismo evolucionista; entre ellas José Ingenieros, quien cultiva la sociología y la antropología forense, sien do el fundador de la cátedra respectiva en la Universi dad de Buenos Aires; R. Senet y C. O. Bunge están den tro de la misma línea de pensamiento científico y filosó fico. Al producirse la crítica del evolucionismo cultural, en las primeras décadas del siglo, y al desaparecer los esquemas propuestos por éste, surgen diferentes modali dades de pensamiento, cuyo único vínculo entre sí es, pro bablemente, el rechazo del evolucionismo clásico. En In glaterra se crea el funcionalismo y en los Estados Unidos nace el particularismo histórico de Boas y su influyente escuela, mientras que en Alemania y Austria comienza el franco dominio de la escuela de los ciclos y círculos cul turales, liderada por el Padre Schmidt, con raíces confe sionales y en el idealismo post-kantiano. Esta escuela es la que va a ejercer una influencia decisiva en el pensamiento antropológico de la Argentina. Nos llegó tardíamente, como nos llegan todas las corrien tes culturales emanadas desde los grandes centros. Su difusión entre nosotros ocurre hacia los años ’30, cuando esta escuela ya había comenzado su completa declinación en el Viejo Mundo. En el resto de América la escuela histórico-cultural careció por completo de influencia, per 8 maneciendo casi desconocida. En la Argentina, se pro pagó por la influencia carismática de José Imbelloni, de origen italiano y profesor de la Universidad de Buenos Aires. La escuela histórico-cultural o escuela de Viena, llenó el vacío producido con la desaparición del evolu cionismo. No deja de ser un hecho curioso que investigadores que siguieron apegados en cierta medida a las ideas evo lucionistas ameghinianas, políticamente liberales (Vigna- ti, Serrano, Márquez Miranda), no se manifestaron nunca' en contra de la escuela histérico-cultural. Es más, algu nos de ellos expresaron su abierto entusiasmo ante la aparición del libro de Graebner, en abierta contradicción con las ideas que representaba esa escuela y con la po sición democrática-liberal de esos investigadores. Durante un largo lapso de tiempo el dominio de la escuela histórico-cultural en la Argentina, a través de la cátedra y de institutos de la Universidad de Buenos Aires, fue completo. Su vocero principal. Marcelo Bór- mida, la llamó “Escuela de Buenos Aires”, aunaue algu nos de sus representantes actuaban en universidades del interior. Sólo se dieron escasas variantes teóricas, esporádicas. Así, Raúl Cortázar se acercó en sus estudios folklóricos, al funcionalismo, mientras que otros dentro de la misma disciplina, como Carlos Vega, permanecieron dentro de la corriente imbelloniana. El predominio de la escuela histórico-cultural en el país se debió en gran medida al neto apoyo que recibió por su enfoque ideológico, confesional y racista, de los distintos gobiernos de corte totalitario que tuvo la nación y que culminaron con el proceso militar de L976-19S3. La influencia de esta teoría en el pensamiento antro pológico fue tal, que aún en épocas en que va las escuelas y tendencias teóricas se habían diversificado en todo el mundo científico, los programas de estudio de nuestros departamentos de antropología, sobre todo en la Univer- alelad de Buenos Aires, dedicaban la mayor parte de su contenido al estudio de la escuela de Viena y a sus di ferentes representantes. Aún con la gran difusión uni versal alcanzada por el estructüralismo, éste no figuraba en los programas corrientes de estudio de las ciencias an tropológicas de los años ’60, pese a que investigadores como Eliseo Verón y José Sazbón publicaban trabajos sobre teoría estructuralista. En esta misma época, en universidades del interior (Córdoba, Rosario, La Plata), las cátedras de antropología utilizaban obras de Gordon Childe, e incluían en sus programas enfoques del mate rialismo histórico o dialéctico. Con el advenimiento del gobierno militar dé 1976, sobreviene el período de auge de la fenomenología, que había hecho su presentación en el anterior gobierno de facto, concentrada ahora en un centro patrocinado econó micamente por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Muchos de los investigadores no enrolados en esa corriente debieron exiliarse, y muchos de los entonces jóvenes antropólogos figuraron en las lis tas de desaparecidos. Hoy la teoría antropológica se ha diversificado en múltiples corrientes. La crítica definitiva al enfoque fe- nomenológico e histórico-cultural es lapidaria y su reem plazo por las corrientes renovadoras un hecho indudable. Entre los jóvenes profundamente interesados en las nuevas corrientes teóricas se encuentra Carlos Reynoso, quien durante esos difíciles años de oscurantismo se man tuvo al margen de la “ciencia oficial”, nutriendo sus co nocimientos en distintas escuelas y profundizando silen ciosamente su saber. Este acucioso análisis de la antro pología cognitiva es una'buena prueba de ello. En la actualidad para los jóvenes —y viejos— inte resados en las teorías antropológicas, en nuestro país y en Sudamérica en general, es difícil acceder a una copio sa bibliografía, que cada día se enriquece más. Por otro lado, la multiplicidad y las variantes de cada una de las 10 escuelas del moderno pensamiento antropológico, quedan desfiguradas por la falsa uniformidad con que se presen tan esas corrientes en los manuales en boga. Reynoso nos brinda en este trabajo una agrupación sistemática y analítica de un dominio de la antropología cultural que no corre por los canales de un enfoque uniforme y cuyas variantes son difíciles de aprehender para el no especia lizado. Esta sistematización que él hace de la antropo logía cognitiva nos habla claramente de su dominio del tema, y servirá, sin duda, para el mejor conocimiento y la apertura crítica de las corrientes más importantes que existen en el pensamiento antropológico contemporáneo. No tenemos duda de la gran ayuda que este trabajo y los que pronto le seguirán han de prestar a la joven y entusiasta generación que cultiva las cada vez más des bordantes ciencias del hombre. Alberto Rex González Setiembre de 1986, 11
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