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Tantra el Culto de lo Femenino PDF

326 Pages·2009·7.37 MB·Spanish
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André Van Lysebeth Tantra El culto de lo Femenino A mi madre... ... y a todas aquellas, innumerables, que la han precedido, que han perpetuado la Vida desde los orígenes y han velado por ella con amor. No lineal... ...Así es este libro, que cada uno aborda a su gusto, por medio, por el final, ¡incluso por... el principio! Puede leerse, pues, como ha sido escrito, es decir, según la inspiración del momento: cada capítulo se basta a sí mismo. De ahí algunas repeticiones, no siempre premeditadas, que sin embargo no he querido expurgar. Es cierto que el índice pone aquí orden y una lógica. También es cierto que un glosario compasivo ayuda a no tropezar con uno u otro término técnico o sánscrito. Por otra parte, a riesgo de disgustar a Pascal, que consideraba que el yo es aborrecible, en tanto individuo, incluso individualista, me dirijo a cada lector en persona, de ahí el empleo deliberado del «yo» y del «mí», en lugar del impersonal «nosotros» de modestia. Por último, cuando veo a un «amo» paseando a su perro, ¡me pregunto a veces quién pasea a quién! Y ahora que este libro existe me interrogo: ¿soy yo quien lo ha hecho, o es él quien me ha formado estimulando mi investigación, mi reflexión, pero sobre todo mi práctica durante estos años de maduración? ¿Y por qué no ambas cosas? Escritura y pronunciación Para transcribir las palabras sánscritas he renunciado al sistema internacional, concebido en 1894, que sólo es válido si se pronuncia en inglés. En este libro, las vocales a, i, o, u, de las palabras sánscritas se pronuncian como en castellano. Ejemplos: Ayurveda y Kundalini (ortografía usual) se pronuncian tal como se lee. Lo mismo pasa en la palabra gurú. Se pronuncian todas las letras, aun cuando formen diptongos. A propósito de las del plural, inútil en sánscrito, su uso consiste en añadirla (ejemplo asanas) sin pronunciarla. Las consonantes son como en castellano, salvo que la j se convierte en dj, y la ch da tch (ejemplo: chakra = tchakra); sh se pronuncia como en inglés. La complejidad fonética del sánscrito hace ilusoria una equivalencia exacta en castellano. Sin embargo, pronunciando de este modo, la aproximación es tan buena como con el sistema internacional. 1 De la India a Europa La civilización del Indo, en su contexto geográfico, abarca desde el Mediterráneo hasta el Asia Menor y la India. Esta zona ha visto nacer las grandes civilizaciones prearias que fueron destruidas por los nómadas bárbaros. Viaje imaginario Invito al lector a un viaje imaginario por la India del año 2000... antes de nuestra era, a bordo de uno de esos carros de bueyes que traquetean por la ruta de Harappa, la primera de las grandes ciudades del imperio del Indo que surgió del olvido gracias a la pala prudente de los arqueólogos del siglo XX. El confort es relativo porque no tiene suspensión. ¡Ensamblaje asombroso, por otra parte, el de este carro, construido sin una pieza de metal y cuyas ruedas —de madera, macizas y sin radios— están fijas al eje por correas de cuero! El tiro es pesado, lento, pero hay tiempo. Es el vehículo general y, en las ruinas de Harappa, los arqueólogos han exhumado centenares de reproducciones, en forma de juguetes de barro cocido. Los carros de bueyes de la India moderna son una copia exacta, y hasta la distancia entre las ruedas se ha conservado igual, como lo prueban las huellas descubiertas en Harappa y en Mohenjo-Daro. Vamos, pues, traqueteando en nuestro carro por la ruta que bordea el Indo. El paso pesado de los bueyes levanta una nube de fino polvo que no hace el viaje más placentero. Felizmente un techo de junco trenzado nos protege del sol, que pega fuerte. La ruta no está desierta, ¡al contrario! Nos cruzamos con convoyes de carros bamboleándose en fila india, cargados de gavillas de trigo: vuelven de la cosecha. En los campos circundantes, la otra variedad de trigo cultivada por los habitantes de Harappa, más alta y más tardía, ondula al viento y termina de madurar. La llanura aluvional, muy fértil, bordea las dos orillas del río casi durante ciento cincuenta kilómetros y produce cosechas excelentes. Desde una colina dominamos el paisaje. Después de un alto para que nuestros bueyes descansen a la sombra de una higuera, partimos otra vez. La ruta sinuosa nos vuelve a llevar a la llanura. A la entrada de un Doblado, en la era de tierra apisonada, unos búfalos giran en redondo guiados por un muchachito. Pisan el trigo maduro que ha sido recogido por las mujeres, vestidas con un ligero taparrabo de algodón. Son drávidas:1 pequeñas, de piel muy oscura y cabellos lacios. Muy cerca, en el estanque, un campesino desnudo, con el agua hasta la cintura, limpia a uno de sus búfalos mientras los otros se acomodan en el agua cenagosa: sólo sobresalen el hocico y los cuernos. ¡Estas escenas familiares todavía las verán los turistas del siglo XX! Y aquí están los elefantes, plácidos, potentes, siempre impresionantes. En su gran cabeza brillan unos pequeños ojos maliciosos mientras el cornac, acunado por los movimientos lentos de su animal, medio se adormece. ¡Qué gracioso! Un elefantito sigue a su mamá sosteniéndole la cola con su trompa. Esclavos de la ruta, los borricos de grandes orejas móviles penan, resignados, bajo cargas enormes. Son más simpáticos que los camellos de ojo semicerrado y belfo colgante que, desde lo alto de su largo cuello, miran con aire ausente, despectivo. ¿Con qué sueñan mientras balancean su carga? Aquí, la estación de servicio para carros de bueyes: el taller del carretero, personaje importante. Repara una lanza rota. Bajo un cobertizo se seca la madera destinada a construir los carros, algunos de los cuales ya están siendo montados. Nos acercamos a Mohenjo-Daro. La ruta se ensancha y sigue siempre el curso del río, domesticado por los diques. Ahora está tranquilo, pero en el pasado sus crecidas destructoras han dejado huellas que los arqueólogos encontrarán. Los ingenieros del imperio construyeron represas en los afluentes del Indo para dominar sus cambios de humor, conservar el agua de la época de los monzones y regar los campos. Las primeras presas, demasiado débiles, cedieron a las crecidas 1 Pueblo de la India que pertenece al tronco mediterráneo. Agrícolas y sedentarios, se enfrentaron a los invasores arios, esencialmente nómadas. ÍN. del E.) excepcionales; la actual aguanta bien, pero es tanto una bendición como una amenaza. En efecto, los guerreros arios desencadenarán la potencia devastadora de las aguas dejándolas entrar en el valle. Pero no nos anticipemos. Todavía hay paz. Una paz secular gracias a un poder central fuerte, pero no despótico, que asegura la unidad y organiza el imperio. Un último viraje y luego la visita esperada: Mohenjo-Daro se perfila en el horizonte. Una ciudad impresionante: ¡cuarenta mil habitantes cuatro mil años antes de la era atómica! Desde aquí, a algunos kilómetros de la ciudad, se ve bien su acrópolis, construida sobre un altozano que se recorta por encima del horizonte y tiene aspecto de fortaleza. Por eso el Rig-Veda sitúa las fortalezas enemigas por encima de la Tierra, mitológicamente en el Cielo. Entramos en los arrabales de la ciudad. Las casas se apiñan. Atravesamos el barrio de los artesanos. Los tornos y los hornos de los alfareros se suceden, relegados a las afueras de la ciudad a causa de la contaminación: ¡Ya entonces! La calle principal, de diez metros de ancho, no está pavimentada. Los carros de bueyes, los transeúntes y los animales levantan un polvo impalpable que flota por todas partes: por eso todas las casas, excepto los comercios, dan la espalda a la calle. Demos un paseo a pie por esta calle lateral, mucho más estrecha. Cada ciudad del Indo dispone de un sistema de desagüe perfeccionado, mientras que Oxford recién tendrá el suyo ¡en 1888! Un obrero limpia una gran cuba de barro cocido, sin fondo, enterrada en el suelo, donde se decantan las materias densas que él carga en dos tinajas adosadas a los flancos de su mulo. Las aguas residuales corren libremente, pues la pendiente, bien calculada, evita su retorno. No hay estancamiento ni olor; una higiene perfecta. ¡Y estamos en la prehistoria! De colector en colector los conductos se ensanchan hasta unirse con el colector principal, de 1,20 metros de ancho, que es una medida considerable. La casa típica de Mohenjo-Daro, como las de otras ciudades del imperio, está separada de la calle por una pared que preserva su, intimidad. El pasillo de entrada lleva a un corralillo, o bien al patio en torno al cual se articulan las habitaciones de la casa. Hace un fresco agradable. También allí están los pozos. Cada casa tiene una sala de aguas donde cada uno hace sus abluciones varias veces por día: ¡cuántas casas hay en el Occidente moderno todavía sin cuarto de baño! En un nicho, un busto de barro cocido que no despreciarían los escultores de la época clásica. En una esquina, sobre un cojín, un instrumento musical de cuerda: ¿el antepasado de la cítara moderna? Los habitantes de las ciudades del Indo viven bien y gustan de las artes: la danza (numerosas estatuillas de bailarinas), la música, el teatro, la escultura. El decorado bicolor de las cerámicas en todo el imperio es de un gusto muy firme. Este pueblo industrioso, organizado, que ha descubierto la estandarización, merece ser llamado moderno. Hay orden y paz. Su ejército, que luchó feroz- mente contra los invasores arios, protege al imperio de las incursiones de las tribus no integradas que viven en las montañas, descendientes de los verdaderos aborígenes, pero no hay largas guerras mortíferas. Algunas tribus harán alianzas con los nómadas arios y contribuirán a su victoria. Gracias a ello sus miembros serán llamados «monos», y su rey, Hannuman, convertido en el rey de los monos, será divinizado... A juzgar por la diferencia de las moradas, existen desigualdades sociales, pero no son desproporcionadas. El racismo es desconocido: en las tumbas encontramos, unos junto a otros, esqueletos de razas diferentes, señal de que había matrimonios mixtos. La prosperidad del imperio se ve asegurada también por un comercio activo con las grandes civilizaciones de la época, sobre todo por mar. Todas las casas tienen un piso con balcón, y su techo plano sirve de terraza donde, por la tarde, es agradable tomar el fresco. Los habitantes de Harappa están mejor alojados que la mayoría de los hindúes del siglo XX… Vayamos ahora a la ciudad alta, que habíamos percibido desde lejos cuando llegábamos a Mohenjo-Daro. De camino se pasa delante de una enorme construcción (80 metros de largo) con muros de dos metros de espesor, sin duda el palacio de algún dignatario del imperio. La acrópolis que domina la ciudad, de unos 12 metros, está construida sobre una terraza de dimensiones impresionantes: 370 m (más de lo que mide de altura fa torre Eiffel) por 180 m, sostenida por gruesos muros de ladrillos cocidos, y coronada por torres rectangulares de 10 x 7 m. Cerca de la acrópolis hay un enorme silo para trigo, subdividido en veintisiete bloque, donde son almacenadas millares de toneladas de cereales al abrigo de las inundaciones. Sobre la terraza, pavimentada con ladrillos cocidos, está el gran estanque. Para sostener esta hipótesis podría preguntarse por qué este estanque-piscina está totalmente rodeado de construcciones de ladrillo, semejantes a cabinas, injustificadas si se tratara de un simple depósito. Con un poco de imaginación, se adivina que estas cabinas pueden servir de abrigo contra el sol o el viento, para desvestirse, o incluso para hacer masajes u otras de las terapias que suelen realizarse en balnearios. En efecto, el ritual del baño ocupaba un lugar importante en la vida de los habitantes del Indo: testimonio de ello es el cuarto de baño individual, presente en todas las casas. ¿Sería sorprendente entonces que gustaran de encontrarse en sociedad en torno al gran baño, bien situado en la acrópolis que domina la ciudad? ¡Más bien debería asombrarnos lo contrario! Pero esto no impediría que, en caso de sequía prolongada, el agua del gran estanque se utilizara como última reserva. Lothal, puerto internacional Dejemos Mohenjo-Daro y vayamos a hacer un poco de turismo a Lothal, el gran puerto fluvial y marítimo donde se realiza gran parte del comercio internacional, esencial para la prosperidad del imperio. Por la ruta, en lugar de los habituales campos de trigo vemos por primera vez arrozales donde hombres y mujeres repican el arroz, que se cultiva aquí desde la protohistoria y de cuyas huellas dará testimonio hasta el siglo XX toda la red de riego. Luego, siempre en carro de bueyes, atravesamos una región muy boscosa, donde predominan la acacia, el tamarindo y sobre todo la teca, cuya madera dura, densa e imputrescible es muy apreciada, especialmente para la construcción naval, pues Lothal dispone de astilleros. A medida que nos acercamos a la costa bordeamos marismas llenas de altas hierbas tiernas on las que se regalan los rinocerontes, mientras los rebaños de elefantes salvajes se mantienen en las colinas. Por fin tenemos antes los ojos el puerto, uno de los más grandes de la época, es decir, 2.500 años antes de Cristo. Desde aquí vemos ya los altos muros de ladrillos cocidos al horno que rodean la ciudad, no para defenderla contra un improbable ataque enemigo, pues la región es pacífica, sino para protegerla de las crecidas del río y de las grandes mareas. El río y el mar serán a la vez su fortuna y su perdición... Pero, antes de visitar la ciudad, evoquemos el pasado. La región ha estado habitada desde la más lejana prehistoria. A la llegada de los indosianos, Lothal ya es un poblado próspero, favorablemente situado en la orilla izquierda del río, sobre un cerro bajo, protegido por un dique de tierra y cerca del brazo de mar que se adentra bastante en el país. Sus habitantes autóctonos, cuyas afinidades raciales no se han determinado, ya eran culturalmente muy adelantados. Dominaban la metalurgia del cobre, y sus alfareros torneaban vasijas y cuencos de cerámica delgada, de gran calidad, con el decorado en mica característico, cuyos motivos decorativos inspirarán más tarde el estilo del resto del imperio. Vivían de la pesca, de la cría de ganado y de la agricultura y, además, tenían una especialidad: la confección de brazaletes de conchillas, y sobre todo la fabricación de cuentas con piedras semipreciosas que constituirán un motivo de atracción para los habitantes de Harappa.

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