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Sociedad Civil y Hegemonía PDF

352 Pages·2008·6.838 MB·Spanish
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Jorge Lui; Acandu (La Habana, 1954) es Profesor Titular de la Universidad de La Habana, en la cual imparte historia del pensamiento marxista. Doctor en Filosofía por la Universidad de Leipzig. Vicepresidente de la Cátedra de Esi~idiosA iitonio Graiiisci del Centrode Iiivesri~acioi1i Desarrollo de la Cultura Cubana «Juan Mariiiello». Ha p~ihlicadu niás de treinta artículos en distintas publicaciwic~ de cinco paises. Jorge Luis Acanda Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello Edición: Norma sub re^ Siiircz I>iserio de cuh,rrtit: Elisa Vcra Composición Bcalriz I'r'rc~ (2J orge L.uis Acanda Gonziilez. 2002 i" Sobre la presente edicion: Centro de Invcstigaci0n y I>esarriillo dc la Cultura Cubana «Juan Miiriiicllon. 2002 Centro de lnvcstigacion 4 Dcsarrullo ds la CulturaCuhana«Joar Marinrllon Avs. Ho?.eriih iiu 63 cl Bruzún 3 Liigiirrñi>. Pliizd dc la Rcvoloción. Ciudad dc 1.a Habana. Coha Introducción Fue Gramsci quien, en más de una ocasión, habló de «tradiicibilidad» paradesignar la posibilidad de tras- ladar los conceptos creados por una teoría a otra que, de esta manera, podía beneficiarse de los resultados de la primera. Esta expresión me viene siempre a la mente cuando me topo con las discusiones acerca del tema de la sociedad civil, bastante abundantes en el escenario internacional de las ciencias sociales, y por desgracia escasas en el nacional, si bien han sido casi las únicas que han animado la de por sí pobre polémica teórica criolla. Pero si la recuerdo es porque siempre lo que me ha maravillado es la intraducibilidad -por decirlo de algiina manera- de los lenguajes utilizados por muchos de los que entran en liza en torno al contenido de este concepto y el significado político de este fenómeno. Fue hacia 1995 cuando coniencé a interesarme por el tema, durante una es- tanciade investigación en la Universidad de Castellón, donde la bibliografía procedente de varios países que pude consultar me hizo constatar que fuera de las fronteras cubanas predominaba lo mismo que ya ha- bia observado al interior de las mismas: la ignorancia de la mayoría de los que trataban el tema (incluidos muchos que se pensaban como marxistas) con res- pecto a su tratamiento gramsciano y la incapacidad de entenderlo si obtenían algún conocimiento del mis- mo. Simplemente, se movían en un universo concep- tual radicalmente diferente al del autor de los Cua- dernos, lo que hacía que, pese al esfuerzo que algunos realizaban (otros ni se molestaban), no lograran apre- hender lo esencialmente renovador del legado de este autor con respecto a este y a otros temas fundamen- tales de la teoria política, que los propios aconteci- mientos históricos que nos conmovieron -a finales de los años 80 y principios de los 90 del siglo xx- colocaron, como nunca antes, en primera línea. Este es un libro, por lo tanto, acerca de Gramsci y de la sociedad civil. Y necesariamente por esto, de la cultura revolucionaria. El carácter dialéctico, y, por ende, relacional, de su concepción sobre los proce- sos que tienen lugar en la sociedad, hace que la he- rencia de este autor sea tan mal interpretada. Aun- que muchos hablen de la dialéctica, ella sigue siendo un componente bastante escaso en el pensamiento de una buena parte de quienes se ocupan de la teoría social. Gramsci no entendía los fenómenos sociales como cosas, sino como sistemas de relaciones, como constelaciones expandidas de procesos que se imbrican entre si. Es una idea que no voy a desarro- llareneste momento, pues con posterioridad le dedi- co unas cuantas páginas. El origen de este libro, como ya dije, se remonta al año 1995, cuando empecé a ocuparme de la rela- cióii entre lacuestióii de la sociedad civil y la posibi- lidad, o no, para el socialismo, de alcanzar tina Iicgc- iiionía que la historia parecía arrebatarle constante- ineiite. En estos anos. las coiiclusioiies a las que Iie ido llegando las Iie presentado en los cursos que Iie impartido en la Universidad de La Habana. en el Departamento de Filosofía y Sociología de la Uiii- versidad de Castellóii, en España, y en el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Puebla, en México, y en los seminarios que Iia organizado la Cátedra de Estudios Antonio Grainsci. También en distintos artículos que Iiaii aparecido eii revistas de estos tres países. Las discusiones maiite- iiidas directamente con muchos colegas. y los crite- rios que otros ine Iiaii Iieclio llegar sobre mis publica- ciones, me han sido de extraordinario valor. Al llegar a este punto, se torna iiiipresciiidible expresar mi agradeciinieiito a aquellas personas que. de una u otra forma. ine incitaron a pergeñar estas ciiartillas. En primer Iiigar a Pablo Paclieco. qiiieii siempre Iia prestado su concurso a la difiisióii del peiisatnieiito graiiisciaiio. También a Feriiaiido Marti~iez,p residente de la Cátedra de Estudios Graiiisci del Centro Juaii Mariiiello, y a otros intelec- tuales orgáiiicos como Aurelio Aloiiso. Juan Valdés Paz. Esther Pérez y .luan Antonio Blanco, cuya pala- bra y obra fueron fuente perinanente de incitación. Doiiiiiigo Garcia Marzá. de la Uiiivei-sidad de Castellóii. influyó riitrclio en mi pr-iriier iiitei-es en esta teiiiática, y su ayuda al desarrollo de iiiisestudios Iia sido iiiapreciable. Taiiibiéii qiiisiera recordar a otros colegas de esa ~iiiivei-sidadc. omo Elsa Goiizálei. Andrés Piqueras y Salvador Cabedo, o de su entor- no, como Vicent Pascual, Juan Manuel Ros y Jovino Pizzi. También en Espaiia, José Miguel Marinas y Cristina Santamarina me prestaron, en lo personal y lo profesional, una invalorable ayuda. De mis estan- cias mexicanas, mucho me han aportado el concurso de Dora Kanoussi, toda una institución viviente de los estudios grainscianos. Joliii Holloway y Sergio Tiscliler. Fiiialiiieiite, aunque iio por ello menos iin- portante, debo reconocer la paciencia con las que mi esposa, ini suegra y mi hija han soportado el tiempo que les he restado de mi atención para dedicarlo a esta tarea. A todos ellos debo inucliodc lo bueno que pueda aparecer en estas páginas. Lo malo es de mi exclusi- va responsabilidad. La Habana. octubre del 2001 Una consigna desde la selva Eii febrero del 2001, el subcoiiiandante Marcos, jefe del Ejército Zapatista de L.iberacióii Nacional, en México, coiiinocioiiaba, tina vez más, a la opinióii píi- blica de su país y a la iiiteriiacioiial, al aiiiiiiciar la deci- sión de abaiidoiiar su refugio en la Selva L.acandona y encabezar una inarclia. a través de doce estados mexicanos Iiasta la capital, con el objetivo de exigir del iilievo gobierno del PAN el descoiigelainiento del proceso de diálogo político. Las agencias de televi- sión traiisniitieroii las iiiiágeiies del Iiiomento eii el que Marcos, para comenzar su recorrido en un igiio- to paraje de la intrincada geografia chiapaiieca, abor- daba uii poteiitc veliiculo todoterreno que, eii ver lu- cir las iiisigiiias y proclamas del EZ1.N. portaba sólo tina expresión que se rcproducia, siempre la misma, en los tres caiteles colocados a aiiibos lados y en la parte trasera del coche: «Sociedad C'iviln. liiia ver inás, el tan llevado y traido concepto, convertido en todo ~iitió pico o lugar coniiin, volvía a ser ciiarbolado conlo estandarte de una deiiiaiida politica. Lo paradójico de la coiijuiicióii que esas

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