ebook img

Sistemas sociales: lineamientos para una teoría general PDF

441 Pages·1998·5.452 MB·Spanish
Save to my drive
Quick download
Download
Most books are stored in the elastic cloud where traffic is expensive. For this reason, we have a limit on daily download.

Preview Sistemas sociales: lineamientos para una teoría general

Niklas Luhmann SISTEMAS SOCIALES Lineamientos para una teoría general 1 UNIVERSIDAD Centro Editorial javerino IBEROAMERICANA Pontificia Universidad Javeriana - ------ Sistemas Sociales : Lineamientos para una teoría general / Niklas Luhmann ; trad. Silvia Pappe y Brunhilde Erker ; coord. por Javier Torres Nafarrete. — Rubí (Barcelona) : Anthropos ; México : Universidad Iberoamericana ; Santafé de Bogotá : CEJA, Pontificia Universidad Javeriana, 1998 445 p. ; 24 cm. — (Autores, Textos y Temas. Ciencias Sociales ; 15) Tit. orig. : «Soziale Systeme. Grundisse einer Allgemeinen Theorie». - Índice ISBN: 84-7658-493-8 1. Sistemas Sociales 2. Sistemas, Teoría de (Sociología) I. Pape, Silvia, tr. II. Erker, Brunhilde, tr. III. Torres Nafarrete, Javier, coord. IV. Universidad Iberoamericana (México) V. CEJA, Pontificia Universidad Javeriana (Santafé de Bogotá) VI. Título VII. Colección 316.3 Título original en alemán: Soziale Systeme. Grundisse einer Allgemeinen Theorie Traducción: Silvia Pappe y Brunhilde Erker, bajo la coordinación de Javier Torres Nafarrate Primera edición en alemán: Suhrkamp Verlag, 1984 Primera edición en español: Alianza Editorial / Universidad Iberoamericana, 1991 Segunda edición en español: Anthropos Editorial / Universidad Iberoamericana / CEJA, Pontificia Universidad Javeriana, 1998 © Niklas Luhmann, 1984 © Universidad Iberoamericana para los derechos en lengua española y la traducción, 1991, 1998 © Anthropos Editorial, 1998 Edita: Anthropos Editorial. Rubí (Barcelona) En coedición con la Universidad Iberoamericana, México, D.F., y con el Centro Editorial Javeriano, Pontificia Universidad Javeriana, Santafé de Bogotá ISBN: 84-7658-493-8 Depósito legal: B. 6.391-1998 Diseño, realización y coordinación: Plural, Servicios Editoriales (Nariño, S.L.). Rubí. Tel. y fax (93) 697 22 96 Impresión: Novagràfik. Puigcerdà, 127. Barcelona Impreso en España - Printed in Spain Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en, o transmiti- da por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial. PREFACIO A LA PRIMERA EDICIÓN ALEMANA La sociología se encuentra en una crisis de carácter teórico. La investigación empírica, con bastante éxito, ha hecho crecer el conocimiento de la disciplina, pero no ha conducido a la formación de una teoría específica propia de su materia. Como ciencia empírica, la sociología no puede prescindir de la aspiración a comprobar sus afirmaciones mediante los datos obtenidos de la realidad, independientemente de qué tan viejos o nuevos sean los conductos por donde se vacía lo ya ganado. Justamente por razón de este principio, no puede fundamentar el campo específico de su objeto ni la unidad propia de su disciplina científica. La resignación ha ido tan lejos que ya ni siquiera se hace el intento. Este dilema ha escindido el concepto mismo de teoría. En parte, se entiende por teoría las hipótesis empíricamente comprobables de las relaciones entre los datos; en parte, los esfuerzos conceptuales en un sentido muy amplio e indefinido. Ambas ten- dencias tienen un requisito mínimo en común: la teoría debe abrir posibilidades de comparación. Por lo demás, es discutible el tipo de autolimitaciones con las que se gana el derecho de llamar a tal empresa teoría. Esta disputa y esta inseguridad son, a la vez, causa y efecto de la falta de una teoría específica en su campo que le permita orientarse mediante un modelo, un paradigma. Los interesados en la teoría general vuelven predominantemente a los clásicos. La restricción con la que se obtiene el derecho al título se legitima al recurrir a los textos que llevan impreso ese título o que son tenidos como tales. La tarea consiste, entonces, en diseccionar, hacer exégesis, recombinar esos textos. Lo que uno no se atreve a lograr, se supone previamente pensado. Los clásicos son clásicos porque son clásicos. Se acreditan, según el uso actual, por autorreferencia. Orientarse hacia los grandes nombres y especializarse en ellos puede pasar precisamente por investigación teórica. En un nivel abstracto, surgen de esta manera síndromes de teoría, como la teoría de la acción, la teoría de sistemas, el interaccionismo, la teoría de la comunica- ción, el estructuralismo, el materialismo dialéctico —fórmulas compactas para nom- bres y pensamientos complejos. De estas combinaciones se pueden esperar logros novedosos. Al marxismo se le inyecta algo de teoría de sistemas. Resulta que interac- cionismo y estructuralismo no son tan diversos como se había supuesto. La historia de la sociedad de Weber, un concepto por demás posible para los marxistas, se siste- matiza mediante la técnica de los diagramas cruzados de Parsons. Se reconstruye la 7 teoría de la acción como teoría de la estructura, la teoría de la estructura como teoría del lenguaje, la teoría del lenguaje como teoría de textos, la teoría de textos como teoría de la acción. En vista de estas amalgamas es posible y necesario esforzarse por recuperar la configuración verdadera de los clásicos. Cada detalle biográfico nos pone sobre la pista segura para garantizar lo que de teoría se deduce de un clásico. Todo esto no carece de interés ni es inútil. Pero entre más lejos están los clásicos en la historia, más se hace necesario distinguir la disposición, concreta o abstracta, teórica o biográfica, que tenemos sobre ellos. ¿Se podría prescindir de ellos, desha- ciéndolos en pedazos? Una sociología de la sociología podría aportar el conocimiento de que en las relaciones tribales es necesaria la orientación mediante genealogías. Pero habrá que preguntarse si en las relaciones tribales que se describen a sí mismas mediante el pluralismo, la única posibilidad de justificar el empleo del título de teoría sea la introducción de restricciones genealógicas. Resultado: el observador se desconcierta ante la rápida y creciente complejidad de la discusión teórica. Entre más se conoce a los autores relevantes; entre más altas son las pretensiones de análisis sobre sus textos al hurgar en el contexto de la bibliografía secundaria; cuanto más uno se ocupa del juego de las combinaciones y cuanto más cambia el énfasis en el paso de un marco teórico a otro (por ejemplo, entre la des-sub- jetivización o la re-subjetivización), más complejos se vuelven los conocimientos con los que tiene que cargar la investigación siguiente. La unidad de la sociología no apare- ce, pues, como teoría ni mucho menos como conceptualización de su objeto, sino como complejidad pura. La disciplina no sólo se vuelve intransparente: encuentra su unidad en la intransparencia. La complejidad se afronta sólo desde la perspectiva: cada intento de asirla la hace variar tanto que no puede ser controlada. Aun cuando se pudiera contar con que, tarde o temprano, uno llegara a agotar el conjunto del pensa- miento de los clásicos, tendría que vérselas con la propia oscuridad producida. Se trata, entonces, de una relación entre complejidad y transparencia; se podría decir también: de una relación entre complejidad transparente e intransparente. La renuncia a la edificación de una teoría específica en su campo no elude el problema, evita sólo el plantearlo. Justamente aquí empieza el trabajo de dicha teoría. Sitúa la relación con su objeto de investigación como una relación entre complejidad intrans- parente y complejidad transparente. Nunca reclama para sí misma el reflejo total de la realidad del objeto ni el agotamiento de todas las posibilidades de conocimiento del objeto. Y por eso mismo, tampoco la exclusividad en la pretensión de verdad en rela- ción con otras empresas teóricas que entren en competencia. Sí reclama, en cambio, la universalidad en la aprehensión del objeto, en el sentido de que como teoría sociológi- ca trata el todo social y no sólo segmentos (como, por ejemplo, estratos y movilidad, particularidades de la sociedad moderna, patrones de interacción, etcétera). Las teorías con pretensión universal son fáciles de reconocer: se presentan a sí mismas como su objeto; si quisieran renunciar a ello, tendrían que renunciar a la universalidad. De esta manera, anulan algunas secciones de la teoría clásica de la ciencia: esto es válido para toda «teoría global» (inclusive para la física cuántica). Más en particular, anulan la confirmación independiente relacionada con la pretensión de verdad de la teoría. Siempre se podrá decir: mordiste bien la manzana, pero no del árbol del conocimiento. Cualquier disputa puede ser llevada, así, a la indecisión. Lo que sí se puede exigir es que el crítico desarrolle alternativas adecuadas en el campo de afirmación de la teoría y que no se contente con simples referencias a su teoría, argumentando que en el contexto de ofuscamiento del capitalismo tardío no es posi- ble aprehender la realidad. 8 Las teorías con pretensión de universalidad son teorías autorreferenciales. De sus objetos aprenden algo sobre sí mismas. Por lo mismo, se obligan de modo espontáneo a conferirse un sentido limitado, como al conceptualizar la teoría como un tipo de praxis, un tipo de estructura, una manera de resolver problemas, un tipo de sistema, una modalidad de programas de decisión. La diferencia respecto de otra suerte de praxis, de estructura, etcétera, se encuentra en el campo mismo del objeto. De esta manera, una teoría universal puede aprehenderse, justo como teoría de la diferencia- ción al ser ella misma resultado de esta. La restricción que justifica el título de teoría se sitúa en la no arbitrariedad de su incursión en la autorreferencia. Con esto queda dicho un aspecto fundamental acerca del programa de teoría de este libro. La inten- ción es cruzar esa especie de umbral ante el cual se han estancado muchas discusio- nes teóricas de la sociología. Este umbral puede señalarse mediante tres precisiones de diferencia: 1. Se trata de formular una teoría universal de la disciplina como no se ha inten- tado desde Parsons. El reino del objeto que le pertenece no está presupuesto de ma- nera sustancializada como un segmento del mundo (faits sociaux), al que la sociología pudiera observar desde fuera. Tampoco está supuesto sólo como un correlato en la formación analítica del concepto, en el sentido del «realismo analítico» de Parsons. Más bien, está pensado como una totalidad del mundo referida a la relación del sistema con los sistemas sociales, es decir, referida a la diferencia característica de dichos sistemas sociales: la diferencia entre sistema y entorno. 2. Otro aspecto implicado aquí es la diferencia entre teorías asimétricas y circu- lares. Las teorías universales contemplan a los objetos y a sí mismas como parte de los objetos, como relaciones autorreferenciales. No presuponen ningún criterio de teo- ría del conocimiento incuestionable; más bien se asientan en una epistemología natu- ralista, como lo hacen últimamente muchos filósofos y científicos de las ciencias na- turales. Esto significa, de nuevo, que el procedimiento propio del conocimiento y el aceptar o rechazar los criterios que conducen a él es algo que se lleva a cabo en su propio campo de investigación, en una disciplina que es parte del sistema científico de la sociedad moderna. 3. Por último, habrá que contar con el usual reproche del «decisionismo», no del todo injustificado: los sistemas sólo tienen capacidad de evolución cuando son capa- ces de decidir sobre lo que no se puede decidir. Esto vale para los esbozos de teorías sistemáticas, inclusive la lógica, como se puede demostrar desde Gödel. Pero esto de ninguna manera acontece al arbitrio en algunas o en todas las decisiones particulares. Se le impide mediante neguentropía o complejidad. Hay todavía un tercer señala- miento del umbral. Una teoría sociológica que pretenda consolidar las relaciones pro- pias de su campo, no sólo tiene que ser compleja, sino mucho más compleja compa- rada con lo que intentaron los clásicos y aun el mismo Parsons. Exige, en lo concer- niente a solidez y capacidad de enlace hacia adentro y hacia afuera, disposiciones teórico-técnicas distintas, y no, en último lugar, la incorporación de la reflexión sobre la complejidad de la teoría misma (por lo tanto, un concepto de complejidad). El problema del umbral queda, por consiguiente, en un grado mucho más alto de conceptualización de complejidad autorreflexionada. Esto limita bastante las posibili- dades de variación y excluye cualquier tipo de decisión arbitraria. Cada paso debe ajustarse. Incluso la arbitrariedad del inicio es superada conforme avanza la construc- ción de la teoría, como en el sistema de Hegel. Así, surge una construcción que se 9 soporta a sí misma. No tendría que llamarse necesariamente «teoría de sistemas». Pero si se mantienen constantes otros elementos de la construcción y se quisiera sólo eliminar el concepto de sistema, habría que inventar algo que supliera esa función; esto se parecería mucho al concepto de sistema. Estas diferencias respecto de disciplinas parecidas hacen perfectamente com- prensible por qué la sociología se echa hacia atrás ante el umbral, hace espuma y acopia complejidad sin tener ductos claros. El avance sería posible sólo si se esforzara en un diseño de teoría de carácter distinto, a este respecto y en lo demás, ya que todo está relacionado. En la sociología casi no hay prototipos para este fin. Por eso, ten- dremos que hacer referencia a desarrollos interdisciplinarios exitosos, ajenos a la es- pecificidad de la materia: escogemos los planteamientos relacionados con la teoría de sistemas autorreferenciales, «autopoiéticos». Las presentaciones de la teoría en uso echan mano de algunos conceptos obteni- dos de la bibliografía y los definen después de una discusión crítica del sentido pre- viamente dado, para trabajar con ellos en el contexto de la tradición. A diferencia de ellas, intentaremos aumentar la cifra de conceptos utilizados y definirlos en relación unos con otros. Esto sucede en conceptos como: sentido, tiempo, acontecimiento, relación, complejidad, contingencia, acción, comunicación, sistema, entorno, mundo, expectativa, estructura, proceso, autorreferencia, cerradura, autorganización, auto- poiesis, individualidad, observación, autobservación, descripción, autodescripción, unidad, reflexión, diferencia, información, interpenetración, interacción, sociedad, contradicción, conflicto. Rápidamente podrá verse que las designaciones tradicionales teóricas, como la teoría de la acción y el estructuralismo, se hunden en este conglo- merado. Conservamos el nombre de «teoría de sistemas» como razón social, porque en el ámbito general de dicha teoría se encuentran los trabajos preliminares más sobresalientes para el tipo de teoría que pretendemos. El trabajo con estos conceptos no se obtiene sin que se establezcan relaciones (y no pocas veces en relación contrastante) con el acervo intelectual de la tradición; pero los conceptos deberán afinarse, hasta donde sea posible, al contrastarse unos con otros. Cada definición deberá leerse como una restricción de posibilidad de otras definiciones. La totalidad de la teoría deberá comprenderse como un contexto que se limita a sí mismo. Será imposible, por el número tan elevado de conceptos, que en la presentación particular de un texto se puedan relacionar todos y cada uno de ellos. Hay líneas de relación preferentes que, a la vez, centralizan determinadas posiciones del concepto, por ejemplo: acción/acontecimiento, acontecimiento/elemento, acontecimiento/proce- so, acontecimiento/autorreproducción (autopoiesis), acontecimiento/tiempo. La teoría se escribe a sí misma a través de tales líneas de preferencia sin excluir definitivamen- te otras posibilidades de combinación. La presentación de la teoría, por lo tanto, aplica a sí misma lo que aconseja: reducción de complejidad. Pero complejidad redu- cida no significa complejidad excluida, sino complejidad elevada. Deja abierto el acce- so a otras posibilidades siempre que sus definiciones sean tomadas en cuenta o sean sustituidas en el lugar preciso que requiere la teoría. Si se abandonara el nivel de las definiciones, desaparecería en la neblina el acceso a otras posibilidades de trazos lineales y se caería de nuevo en la complejidad indefinida e imposible de procesar. La disposición de la teoría obliga a presentarla en un nivel de abstracción inusi- tado. El vuelo de la abstracción deberá hacerse sobre las nubes, y habrá que contar con una capa espesa. Tendremos, pues, que confiarnos a los instrumentos. En ocasio- nes será posible echar una mirada de reconocimiento hacia abajo, un vistazo al paisa- 10 je con sus caminos, poblaciones, ríos, litorales que recuerdan lo familiar; o también una mirada sobre extensiones más amplias, incluyendo los volcanes extinguidos del marxismo. Pero nadie deberá caer víctima de la ilusión al pensar que esos pocos puntos de referencia bastan para conducir el vuelo. La abstracción, sin embargo, no deberá ser malentendida como algo meramente artístico o como una retirada de la ciencia formal que «sólo es relevante analítica- mente». Nadie puede dudar que en el mundo real exista algo así como sentido, tiem- po, acontecimientos, acciones, expectativas, etcétera. Todo esto es, a la vez, realidad experimentable y condición de posibilidad de dife- renciación de la ciencia. Los conceptos correspondientes sirven a la ciencia de sondas con las que el sistema teóricamente controlado se ajusta a la realidad; con la ayuda de ellos, la complejidad indefinida se convierte en complejidad definible y capaz de ser utilizada al interior de la ciencia. Haciendo referencia a Saussure, Kelly y otros se podría formular: los conceptos constituyen el contacto de la ciencia con la realidad, bajo la forma de una experiencia diferenciada (esto incluye también el contacto con su propia realidad de ciencia). La experiencia de la diferencia es condición de posibilidad de obtener y procesar la información. Puede haber correspondencias, punto por punto, entre concepto y realidad, como en el caso del concepto y el fenómeno del sentido, sin lo cual no podría existir el mundo del hombre. Sin embargo, lo decisivo para la ciencia es que cree sistemas teóricos que trasciendan dichas correspondencias punto por pun- to; que no se limite a copiar, imitar, reflejar, representar, sino que organice la experien- cia de la diferencia y con ello gane en información; que forme, así, una adecuada complejidad propia. Se debe conservar la relación con la realidad pero, por otra parte, la ciencia, y en especial la sociología, no debe dejarse embaucar por la realidad. La abstracción, vista así, es una necesidad de la teoría del conocimiento: un problema a la hora de escribir libros, y una exigencia desconsiderada para el lector. Esto es válido, sobre todo, cuando la teoría ha alcanzado tal grado de complejidad que ya no se deja trazar de manera lineal. Cada capítulo, en realidad, debería empe- zar totalmente de nuevo y llegar a su fin. Las teorías dialécticas, sin embargo, lo han intentado mediante trazos lineales, como Sartre con la Crítica de la razón dialéctica. Pero al enfrentarse al problema de la transición, caen al abandonarse simplemente a la acción. El intento que aquí se presenta conoce ya ese destino, y por lo mismo tiene que conceder valor al hecho de evitarlo. Desarrolla una teoría policéntrica y por consi- guiente policontextual, en un mundo y una sociedad concebidos acéntricamente. Ni siquiera intenta armonizar la forma de la teoría con la de su presentación. Por cierto, el libro deberá leerse siguiendo la secuencia de los capítulos, pero sólo porque así fueron escritos. La teoría misma podría haberse presentado en una secuencia distinta: abriga la esperanza de que lectores con suficiente paciencia, habilidad, fantasía y curiosidad por experimentar intentaran escribirla de otro modo. La edificación de la teoría se asemeja, de este modo, más a un laberinto que a una autopista con un final feliz. La secuencia de capítulos de este libro no es la única posible. Tampoco la selección de los conceptos que se resaltan como temas de los capítulos. También con respecto a las preguntas acerca de qué conceptos han sido introducidos por encima de la disciplina, cuáles podrían considerarse interdisciplina- rios, en qué casos la referencia a materiales históricos es importante, y en qué casos no, se hubiera podido tomar otras decisiones. Lo mismo vale para la extensión con que las anticipaciones y las referencias transversales mantienen el carácter no lineal de la teoría, así como para la selección del mínimo indispensable. 11 Mientras que el contenido de los conceptos y las afirmaciones teóricas casi se escribían por sí mismas, los problemas de organización de dichos materiales me lle- varon mucho tiempo y reflexión. Gracias al apoyo de la Comunidad Alemana para la Investigación resultó posible concentrarme, durante un año, en esta tarea. Espero que la solución resulte satisfactoria. NIKLAS LUHMANN Bielefeld, diciembre de 1983 12 PREFACIO A LA PRIMERA EDICIÓN A unos cuantos años de la aparición de este libro, que ahora se publica en espa- ñol, aprovecho con gusto la oportunidad de aclarar la perspectiva y las ideas directri- ces de mi planteamiento teórico. Para esto me he servido de no pocas reseñas críticas, discusiones y también de los seminarios que tuvieron lugar en la Universidad de Bielefeld y en otras universidades. Desgraciadamente no puedo entrar aquí en detalle y hacer mención y referencia de cada uno de ellos. Después de un tiempo, el texto se vuelve para el autor mismo, más claro en algunas partes y más necesitado de explica- ción en otras. Así, tengo que restringirme en esta presentación a unas cuantas tesis y remitir al lector directamente al libro para los argumentos específicos. 1. El libro no trata de un tipo especial de objetos que podrían ser designados como sistemas y que se distinguirían de otros objetos (por ejemplo, los hombres). Trata, más bien, de la diferencia entre sistema y entorno. El punto de partida consis- te en que el mundo, como infinitud inobservable, es cortado por una línea divisoria: de un lado se encuentra el sistema y el otro debe ser considerado como su entorno. Existen distintas clases de sistemas, de acuerdo con su objeto de análisis, de aquí que el entorno se presente como algo distinto en función del punto de vista del sistema. 2. En la teoría clásica de sistemas se habla de sistemas «analíticos» (diferentes de los concretos) para aclarar que la concepción de sistema depende del observador. Esto es sólo en parte correcto. Es correcto en cuanto que sólo el observador puede distinguir entre sistema y entorno y que sólo a él incumbe decidir qué sistemas le interesa observar en un momento de su existencia. Pero el observador no tiene liber- tad para designar cualquier cosa como sistema, pues de ese modo, el concepto per- dería su sentido. Para un observador, un sistema es sistema sólo si por medio de sus propias operaciones el sistema se vuelve a sí mismo sistema. A esto me refiero cuan- do, en una formulación frecuentemente criticada, digo que mi punto de partida es que los sistemas existen. De otra manera no tendría sentido exigirle al lector leer un libro tan extenso que trata de algo que no existe, ni siquiera valdría la pena hablar de ello. 13 3. ¿Cómo un sistema se vuelve a sí mismo sistema?: enlazando operaciones pro- pias con operaciones propias y diferenciándose, así, respecto de un entorno. La conti- nuación de las operaciones del sistema es la reproducción de sí mismo y, a la vez, la reproducción de la diferencia entre el sistema y el entorno. Esto conduce —me parece que inevitablemente— a la determinación paradójica de que un sistema es la diferen- cia entre el sistema y el entorno, distinción que el propio sistema introduce y en la cual él mismo reaparece como parte de la distinción. A partir de este concepto inicial se anulan las posibilidades descriptivas de la lógica clásica bivalente y la teoría del conocimiento que la sustenta. Al igual que en la cosmología de Einstein (movimiento y aceleración), la observación del mundo con ayuda de la distinción entre sistema y entorno depende de la ubicación del observador. 4. Esta ubicación sólo puede darse en un lugar del mundo. El observador tiene que operar con secuencias y ser capaz de unir la observación a la observación, es decir, la operación a la operación, lo cual le obliga a llegar a una conclusión «autoló- gica»: si observa en el mundo sistemas que se reproducen a sí mismos, está obligado a considerarse a sí mismo como uno de ellos, pues de otro modo no podría observar su propia observación. El observador se convierte, así, en uno de sus propios objetos de observación. Es esta la única manera de que la teoría de sistemas se universalice, es decir, se convierta en una teoría del mundo que lo incluya todo, aun a sí misma, obligada a concebir todo lo que observa como sistema o como entorno. 5. Hasta ahora estas reflexiones fundamentales han sido poco usuales en la sociología. Es necesario consultar a físicos como Heinz von Foerster, o a biólogos como Humberto Maturana o a psicólogos como Jean Piaget para constatar que una epistemología operativa con esta estructura no es nada extraordinaria, sino que dis- pone de argumentos convincentes y referencias empíricas. Sólo la sociología, por carecer de competencia teórica, no ha participado, hasta ahora, en estas discusiones transdiciplinarias. La teoría de sistemas sociales que se presenta aquí trata de anular esa distancia. 6. Esta orientación hacia la transdisciplinariedad no significa que el orden so- cial sea reducido a hechos psicológicos, biológicos y fisiológicos mediante un proce- dimiento reduccionista. Y mucho menos que se argumente con analogías físicas, biológicas y psicológicas o echando mano de un recurso retórico con las metáforas correspondientes. Esta objeción es a menudo esgrimida por los sociólogos como un reflejo condicionado contra conceptos utilizados en otras disciplinas —especialmente el concepto de autopoiesis. Sin embargo, la objeción muestra que no se ha entendido la teoría, ya que esta defiende, precisamente un relativismo radical sistémico y ex- cluye cualquier continuum ontológico de la realidad que hubiera que presuponer en la propia conclusión analógica. Por eso no manejamos el argumento de que, puesto que existen reproducción autopiética, «cerradura operativa», evolución, etcétera, en el nivel de las células vivas, dichas estructuras deben existir en los sistemas sociales. Preferimos formular la siguiente pregunta: ¿la existencia de este estado de cosas se puede demostrar en los sistemas sociales, es decir, que se trata de estructuras gene- rales que se pueden realizar tanto dentro del orden vital como del social? Es una mera casualidad histórica que estos conceptos hayan sido descubiertos primero en los sistemas vivos (así como la categoría de proceso fue primero descubierta en la jurisprudencia y luego aplicado a la química); por último no hay que perder de vista que la sociología se opone a tales categorías porque se independizó muy tarde como disciplina científica. 7. Si se quiere aplicar al campo de estudio de la sociología el concepto general 14

See more

The list of books you might like

Most books are stored in the elastic cloud where traffic is expensive. For this reason, we have a limit on daily download.