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Sin Duda Alguna (NONE) (Spanish Edition) PDF

185 Pages·2014·1.096 MB·Spanish
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Sin duda alguna, edición digital Basado en la edición impresa Sin duda alguna © 2012 por Winfried Corduan Todos los derechos reservados. Derechos internacionales registrados. Publicado por B&H Publishing Group Nashville, Tennessee ISBN: 978-1-4336-7701-4 Clasificación Decimal Dewey: 239 Tema: APOLOGÉTICA—SIGLO XX Publicado originalmente en inglés por B&H Publishing Group con el título No Doubt About It: The Case for Christianity © 1997 Winfried Corduan. Traducción al español: Marcela Robaina Diseño interior: A&W Publishing Electronic Services Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida ni distribuida de manera alguna ni por cualquier medio electrónico o mecánico, incluyendo el fotocopiado, la grabación y cualquier otro sistema de archivo y recuperación de datos, sin el consentimiento escrito de la editorial. A menos que se indique otra cosa, las citas bíblicas se han tomado de la versión Reina-Valera Revisada 1960 © 1960 por Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Usadas con permiso. Las citas bíblcas marcadas RVR 1995 se tomaron de la versión Reina-Valera Revisada 1995 © 1995 por Sociedades Bíblicas Unidas. Usadas con permiso. Las citas bíblicas marcadas NVI se tomaron de la Nueva Versión Internacional © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional. Usadas con permiso. Las citas bíblicas marcadas DHH se tomaron de Dios Habla Hoy, Versión Popular, segunda edición © 1966, 1970, 1979, 1983 por Sociedades Bíblicas Unidas. Usadas con permiso. Las citas bíblicas marcadas NBLH se tomaron de la Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy © 2005 The Lockman Foundation. Usadas con permiso. A Bruno y Úrsula Corduan, mis padres, que me enseñaron a amar la verdad. Índice Prólogo Reconocimientos 1 Fe, razón y duda 2 Verdad, conocimiento y relativismo 3 El conocimiento: algunos componentes importantes 4 El conocimiento: diversas cosmovisiones puestas a prueba 5 Cosmovisiones problemáticas 6 La existencia de Dios 7 Dios y el mal 8 Los milagros: a favor y en contra 9 Regreso al pasado 10 El Nuevo Testamento y la historia 11 ¿Quién es Jesús? 12 De Cristo al cristianismo 13 La verdad y nuestra cultura Prólogo Ahora que se ha puesto de moda cuestionar si existe algo que podamos llamar verdad, este libro trata sobre la verdad del cristianismo. Se basa en la idea de que la verdad aún es un bien indispensable. Por más desacreditada que esté, la gente debe vivir, hoy como ayer, regida por la objetividad de la verdad. Lo que usted acepte como verdadero es crucial: el cristianismo enseña que su vida eterna depende de ello. La defensa de la verdad del cristianismo se llama apologética. El término proviene de 1 Pedro 3:15, donde el apóstol nos exhorta a estar preparados para presentar defensa de nuestra esperanza. La palabra griega apología (defensa) es la misma que se utilizaría para defender un caso en un juicio. El cristiano debería ser capaz de afirmar lo que cree y por qué. La apologética ayuda a presentar una argumentación válida a favor de la verdad del cristianismo. Este cometido de la apologética se basa en algunos supuestos que conviene establecer desde un principio. 1. El cristianismo evangélico es verdadero. Una manera de defender el cristianismo sería diluirlo hasta hacerlo aceptable para todos. En el siglo XX hemos visto versiones retocadas del cristianismo que pretenden acompasarlo con las premisas ateas, panteístas, marxistas, seculares y existencialistas. Es interesante notar que este fenómeno, a pesar de la intención de hacerlo más plausible a los no cristianos, no resultó persuasivo. Solo sirvió para que cada uno confirmara sus premisas ateas, panteístas, marxistas, seculares o existencialistas, y no logró convertir a nadie al cristianismo. La lección es que si al cristianismo se lo despoja de su esencia, no vale la pena defenderlo. Por lo tanto, solo nos interesa presentar una apologética del cristianismo que yo considero bíblico (conservador, evangélico, quizás hasta fundamentalista para algunos). Es el único que puede colmar nuestra necesidad espiritual. 2. Es posible defender el cristianismo. En el ámbito filosófico, y aun entre los cristianos evangélicos, la tendencia es a no complicarse la vida con la apologética. A los cristianos se les dice que, si bien sus creencias no tienen nada de irracionales, no deberían preocuparse por defenderlas. Considero que este abordaje es insuficiente. A la luz de la oleada de críticas al cristianismo, tal vez no sea tan racional aferrarse a la creencia cristiana con prescindencia de las pruebas. Estoy convencido de que las pruebas están. 3. La apologética es accesible, no requiere ser especialista en la materia. Este libro tiene en mente como público al estudiante universitario que no cursa filosofía. Espero que estos argumentos les resulten aplicables y eficaces, para evitar recurrir a respuestas demasiado simples. Reconocimientos Quiero agradecer especialmente: al doctor Paul House, colega, jefe de departamento y amigo, por su continuo estímulo y por sugerirme que planteara la publicación de este libro a B&H Publishing Group; al doctor R. Douglas Geivett, colega, por sus comentarios útiles y muchas buenas discusiones; a la señora Joanne Giger, secretaria del departamento, por su buena disposición para ayudarme siempre que se lo pedía; a John Mark Adkison, estudiante, por enseñarme las letras de las canciones de Metallica, justo cuando temía perder contacto con la realidad (mis hijos son más adeptos al rap); a B&H Publishing Group, por el optimismo y la competencia con que asumieron el proyecto; al doctor Norman L. Geisler, maestro y amigo. En muchos sentidos, este trabajo debe ser considerado una extensión del suyo; al doctor David Wolfe, ex profesor, el que más me animó a lidiar con el acercamiento filosófico a la verdad. Él reconocerá muchas de las pautas que me enseñó en los capítulos 3 y 4 —y sin duda decidirá que todavía no comprendo las cosas como debería—; a Nick y Seth, mis hijos, quienes me animaron mientras escribía. Solo un padre puede entender la dicha de que sus hijos hayan llegado a un sólido conocimiento de Cristo. Solo un filósofo evangélico puede apreciar cabalmente lo que significa que ambos opten por leer apologética al acostarse; a June, mi esposa, por leer el manuscrito y señalar con delicadeza sus deficiencias. Ella me hizo el cumplido más grande cuando se rió en los lugares que debía reírse (y nunca se rió cuando no correspondía); y a Bruno y Úrsula Corduan, mis padres, por lograr algo casi imposible. Ellos me educaron en un ambiente cristiano, pero al mismo tiempo me animaron a aceptar la verdad en dondequiera que la encontrara. Ambos, en muchas conversaciones, desde mi tierna infancia, me enseñaron que la única fe en Cristo que vale la pena tener es una espiritualidad de ojos abiertos. Quiera Dios continuar su ministerio a través de este libro. 1 Fe, razón y duda Preguntas prohibidas Caso 1: Con la clase de «Religiones del mundo» realizamos la visita anual a una sinagoga. Escuchábamos fascinados el relato de Tina, una joven que nos refería su peregrinaje espiritual y su decisión de convertirse al judaísmo reformista. Se había criado en una iglesia cristiana, y de niña había hecho profesión de fe, pero llegada la adolescencia, comenzó a cuestionarse lo que creía. ¿Es Cristo realmente Dios? ¿Tiene sentido la Trinidad? Si somos gente moderna, ¿qué podemos creer que sea verdad? Su pastor le dijo que no debía plantearse esas preguntas, porque dudar era malo; ella simplemente debía creer lo que le habían enseñado a creer. Tina estaba decidida a abandonar definitivamente el cristianismo. ¿La única persona con dudas? Caso 2: Estaba corrigiendo unos trabajos en la oficina; el estudiante citado a una entrevista a las dos ya llevaba diez minutos de retraso. Finalmente, Bill llegó y se disculpó: «No podía salir de la clase de informática». Así que nos pusimos a conversar sobre computadoras, horarios y carga horaria de las clases, de todo menos de lo que supuestamente debíamos hablar. Era evidente que todavía no se sentía cómodo. Después de muchos rodeos, Bill fue al grano: «Simplemente no puedo creer más como creía en la secundaria. Entonces aceptaba todo por la fe. Ahora ni siquiera estoy todo el tiempo seguro de que Dios exista». Conversamos un rato, mientras él continuaba: «Eso no es lo peor. Al parecer, soy la única persona en esta universidad cristiana con estas dudas». Era la tercera conversación de ese tipo que había tenido esa semana. Tomas el desconfiado Caso 3: De niño en Alemania, como parte de la actividad escolar, los miércoles teníamos que asistir a un culto por la mañana. Los protestantes y los católicos concurrían a sus respectivos servicios religiosos. Como yo era bautista, me asignaron al culto en la iglesia luterana. Así que allí permanecíamos sentados, mientras nos pellizcábamos, hablábamos en voz baja, hacíamos morisquetas e intentábamos cantar interminables himnos demasiado altos para nuestras voces. De más está decir que no recuerdo mucho de lo que escuché en aquellos sermones, pero hay uno que me quedó grabado. Le había tocado el turno de predicar al pastor principal. Era un hombre bueno, de cabello canoso y un semblante enrojecido, seguramente con varios platos de cerdo asado con papas en su haber. Cuando deseaba enfatizar un punto en su predicación, se inclinaba hacia adelante sobre el púlpito, se apoyaba en los antebrazos y las manos, y se empujaba para arriba y para abajo, como si fuera una simpática foca haciendo lagartijas. Aquel miércoles de mañana habló sobre la aparición de Jesús a Tomás, el desconfiado. «¡Dejen en paz a mi Tomás! —nos advirtió el pastor; más que nunca, se parecía a una foca con una misión—. Tomás quería descubrir él mismo la verdad; no se contentaba con lo que le dijeran otros». Pero, ¿es verdad? «Pero ¿es verdad?» será la pregunta orientadora de este libro. Aunque parezca paradójico, muchos creen en la verdad del cristianismo sin ni siquiera plantearse esta pregunta. Sostienen todas las doctrinas y creencias pertinentes, tienen todas las respuestas correctas, y la verdad de lo que creen les resulta evidente. Ante la pregunta de si el cristianismo es verdad o no, solo responden que sí lo es. En realidad, algunos llegan a afirmar que cualquier otra actitud implica dudar, y debería interpretarse como un acto inherente de rebeldía contra Dios y, por lo tanto, un pecado. No escribí este libro para esa gente. Muchos de nosotros lidiamos con preguntas sobre la verdad del cristianismo. No luchamos contra Dios ni la iglesia, ni contra la manera en que nos educaron; simplemente, queremos conocer la verdad. ¿Podemos creer lo que afirma el cristianismo? ¿Una persona inteligente puede aceptar que Cristo es Dios o que la Biblia es la Palabra de Dios inspirada? Estas cuestiones exigen una respuesta; reprimirlas podría tener un costo elevado. Los incrédulos necesitan saber La cuestión de la verdad aparece en dos situaciones en particular. En primer lugar, en el contexto de la evangelización. Invitar a alguien a aceptar a Jesucristo como su Salvador conlleva obligatoriamente dos cosas. La persona debe entender el evangelio. Si no entiende su necesidad de salvación y lo que Cristo proveyó para nosotros, no tiene ningún sentido pedir que entregue su vida a Cristo. La persona también debe aceptar que el mensaje del evangelio es verdad. He visto a muchos incrédulos alegar razones valederas que les impiden creer en la verdad del cristianismo y, no obstante, los cristianos los desafían a hacer caso omiso de sus interrogantes y aceptar a Cristo de todos modos. De ningún modo deseamos que alguien entregue su vida por algo que sinceramente no cree que sea la verdad. Más bien, deberíamos poder mostrar a la gente por qué el cristianismo es verdadero. Por supuesto, hay una diferencia entre las inquietudes basadas en una búsqueda honesta de la verdad y el tipo de cuestionamientos que los incrédulos usan a veces solo para escudarse. Con demasiada frecuencia, si no disponemos de una respuesta satisfactoria a la pregunta: «A ver, ¿cómo hizo Caín para conseguir una esposa?», nuestro interlocutor se sentirá triunfante, convencido de que ha refutado la Biblia, la iglesia y todos los dogmas cristianos. Ante esta actitud, debemos llevar la conversación al plano de la necesidad personal y el compromiso. Sin embargo, nosotros a veces también somos culpables de restar importancia a las inquietudes honestas del que pregunta, o aun de tratarlas con desdén. Si hemos de enfrentar las necesidades de las personas en el nombre de Cristo, este ministerio implica responder con sinceridad a sus planteos intelectuales. Además, siempre será mejor un sincero «no sé» que inventar una respuesta que ni siquiera nos convence a nosotros o ignorar la pregunta que nos formularon. De más está decir que tampoco pretendemos afirmar que una persona puede convertirse solo mediante argumentos racionales. La salvación depende de nuestra fe; nadie irá al cielo simplemente porque intentó demostrar que Dios no existía y no lo consiguió. Sin embargo, también he visto que dilucidar las cuestiones racionales bien puede ayudar a que las personas confíen en Cristo. Los creyentes también tienen preguntas Segundo, la cuestión de la verdad está vinculada a nuestro crecimiento personal como cristianos. En algún momento deberemos preguntarnos si realmente estamos convencidos de la verdad que afirmamos creer. Muchos hemos pasado gran parte de nuestra vida en ámbitos cristianos relativamente restringidos. Crecimos en hogares cristianos y nos educamos en la iglesia y en la escuela dominical, o incluso en escuelas cristianas. Si íbamos a la escuela pública, asistíamos a los clubes bíblicos y participábamos de las actividades para jóvenes en la iglesia. Hay muchas creencias que adoptamos mientras crecíamos sin examinar otras alternativas ni cuestionarnos por qué eran verdaderas. Esto no es intrínsecamente malo. Si para creer tuviéramos que esperar acumular una sólida base de argumentos, la mayoría andaríamos por esta vida como escépticos. Una actitud racionalista de los siglos XVIII y XIX postulaba que no teníamos derecho a sostener ninguna creencia mientras no fuéramos capaces de respaldarla con argumentos indubitables (en el tribunal de la razón). Dicha actitud no es realista ni defendible. No obstante, tampoco podemos darnos el lujo de refugiarnos en la insensatez cada vez que nuestra fe es cuestionada o cuando nos acosan las dudas personales. Necesitamos ser sinceros con nosotros mismos y preguntarnos por qué afirmamos que es verdad aquello que decimos creer. Llegada esa instancia, negarnos a enfrentar la evidencia no apuntalará nuestra fe. Incluso necesitamos dar un paso más. En algún momento de nuestra vida, a medida que maduramos en la fe, será necesario confrontar el sistema heredado de creencias y preguntarnos si realmente lo compartimos. James W. Fowler, desde el campo de la psicología evolutiva, considera que es necesario reexaminar las creencias personales para alcanzar la 1 plena madurez. Durante casi toda la adolescencia, los amigos influyen mucho en las decisiones de nuestra vida. Respondemos a los grupos e incorporamos fácilmente como propias sus creencias. Por eso la evangelización en la secundaria debe tener un fuerte componente social. Durante ese período, muchas veces nos recomprometemos con los valores de nuestra familia. Sin embargo, hacia el final de la adolescencia o al principio de la juventud, deberíamos poder desligarnos de esas influencias y decidir si realmente podemos considerar como propias todas las creencias que se nos transmitieron. En la mayoría de los casos, este proceso se vincula con replantearse la verdad de estas creencias. Reexaminar lo que creemos no implica derribar todo para comenzar a edificar de nuevo. Puede ser simplemente cuestión de asegurarse de que todos los clavos estén firmes y aplicar un poco más de cemento aquí y allá. Si la persona no está dispuesta a transitar este proceso, su fe podría resentirse por falta de convicción. Es muy difícil, cuando no imposible, tener una vida cristiana eficaz cuando nos acosan las dudas. Según la Biblia, debemos dedicar nuestra vida a la causa de Cristo, pero ¿qué sentido podría tener cualquier grado de compromiso si no estamos seguros de que la causa cristiana se basa en la verdad? Sin duda, es posible ignorar nuestras preguntas e intentar enterrarlas bajo una sucesión interminable de actividades. Nos presionarán para que hagamos justamente eso; pero esa huida también puede ser una bomba de tiempo (ver el caso 1). Además, de todos modos, nos haríamos un flaco favor. Tenemos libertad para plantear preguntas y buscar las respuestas. Con ese fin en mente, aclaremos la relación entre la fe y la razón, un discernimiento vinculado con la naturaleza de la verdad. La fe y la razón En el marco de la teología cristiana, usamos el término fe de tres maneras: fe salvadora, fe progresiva y fe pensante. Fe salvadora

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