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Signos, lenguaje y conducta PDF

366 Pages·2018·5.675 MB·Spanish
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Biblioteca de Obras Maestras del Pensamiento MORRIS Signos, lenguaje y conducta yOí/tf/a Signos, lenguaje y conducta Traducción: José Rovira Armengol Edición cuidada por: Ansgar Klein EDITORIAL LOSADA Buenos Aires Título del original inglés: Signs, Language and Behavior Ia edición en Biblioteca de Obras Maestras del Pensamiento: septiembre de 2003 © Editorial Losada, S. A. Moreno 3362, Buenos Aires, 1962 Distribución: Capital Federal: Vaccaro Sánchez, Moreno 794 - 9o piso (1091) Buenos Aires, Argentina. Interior: Distribuidora Bertrán, Av. Vélez Sársfield 1950 (1285) Buenos Aires, Argentina. Composición: Taller del Sur ISBN: 950-03-9206-2 Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723 Marca y características gráficas registradas en la Oficina de Patentes y Marcas de la Nación Impreso en Argentina Printed in Argentina 1 Signos y situaciones de conducta 1. Cómo se plantea el problema La tarea de comprender y usar con eficacia el lenguaje y otros signos nos solicita hoy con insistencia. Abundan en obras populares y técnicas las discusiones acerca de la natura­ leza del lenguaje, de las diferencias de los signos en los anima­ les y en el hombre, de la diferenciación entre el discurso cien­ tífico y los otros tipos de discursos que aparecen en la literatura, la religión o la filosofía, y de las consecuencias del uso adecuado o no de los signos en las relaciones personales o sociales. Estas discusiones se llevan a cabo partiendo de diversos puntos de vista y con propósitos distintos. Hay lingüistas, psi­ cólogos y sociólogos interesados en el estudio de aquellas cla­ ses particulares de signos que aparecen en las materias a las cua­ les se consagran; filósofos ansiosos de defender la superioridad de un sistema filosófico sobre otro; lógicos y matemáticos ocu­ pados en la elaboración de un simbolismo adecuado para sus particulares disciplinas; artistas y estudiosos de las religiones, deseosos de justificar, en una era científica, sus símbolos pecu­ liares; educadores afanosos de mejorar el empleo del lenguaje en el proceso educativo cuya responsabilidad asume; psiquia­ 7 [ ] tras que tratan de descubrir el papel que desempeñan los sig­ nos en las perturbaciones de la personalidad de sus pacientes; hombres de estado que tratan de mantener o perfeccionar sím­ bolos básicos que sostienen la estructura social; propagandistas que aspiran a descubrir la forma en que puede emplearse el len­ guaje para encauzar los cambios sociales. Todos estos planteos y propósitos son legítimos. Su eleva­ do número es un testimonio del destacado lugar que ocupan los signos en la vida humana, a la vez que la agitada discusión contemporánea acerca de los signos es una prueba de las ten­ siones de nuestra cultura. El lenguaje es de una importancia tan capital que se convierte en tema de interés central en épocas de intenso reajuste de la sociedad. No sorprende que, en nuestros días, así como en las postrimerías de la cultura griega y en la Edad Media, se evidencien tentativas para desarrollar una doc­ trina comprensiva de los signos. Esta disciplina recibe hoy, en general el hombre de semántica; nosotros la llamaremos semió­ tica (semiotic).1 A Y, sin embargo, debe admitirse desde un punto de vista cien­ tífico, y, por ende, práctico, que el estado actual de esta discipli­ na está lejos de ser satisfactorio. Nos falta, a menudo, el conoci­ miento adecuado para orientar con provecho las aplicaciones que deseamos realizar y que intentamos realizar. La situación se asemeja a la que el médico debe enfrentar con frecuencia: debe hacer todo lo posible ante una dolencia particular, a pesar de la falta de un conocimiento científico adecuado. Es evidente que no poseemos una ciencia avanzada de los signos, aunque ya co­ mienza a perfilarse en ramas particulares, como en lingüística. Existen pocos principios generales disponibles en el presente en cuyos términos pueda ser integrado el conocimiento existente y, a partir del cual, es posible hacer predicciones comprobables ex­ perimentalmente. Sin embargo, los urgentes problemas para los cuales tal ciencia sería el conocimiento adecuado no pueden ser 1 Las letras mayúsculas remiten a las notas al final del volumen. En ellas se discuten problemas técnicos de los que el lector de interés general puede prescindir. descuidados hasta que la ciencia de los signos llegue a mayor de­ sarrollo. Ante tal situación lo prudente parece ser adoptar una acti­ tud de transacción. Es tan básica la necesidad de promover una ciencia genuina de los signos que debemos avanzar hacia ella lo más rápido posible. El presente estudio está basado en la con­ vicción de que una ciencia de los signos puede desarrollarse con el máximo provecho sobre una base biológica, y específicamen­ te dentro del marco de la ciencia de la conducta (un campo que, siguiendo la sugestión de Otto Neurath puede denominar­ se conductístico). Por ello he de sugerir constantemente cone­ xiones entre los signos y los momentos de la conducta de hom­ bres y animales en que se hacen presentes. Por otra parte, la conductística no ha logrado hoy un desarrollo suficiente como para explicar adecuadamente las acciones humanas, más com­ plejas, ni los signos que en ellas se utilizan. Dado que nuestros problemas actuales exigen precisamente que se penetre en tales complejidades, no dudaré de introducir consideraciones ema­ nadas de observaciones muy groseras. En todo momento bus­ caré una perspectiva amplia que ayude a coordinar la gran va­ riedad de intereses científicos y culturales que presentan los fenómenos semióticos. Comparto la opinión de que investigar la naturaleza de los signos nos pone en las manos un instru­ mento que aguza nuestra comprensión del conjunto de proble­ mas intelectuales, culturales, personales y sociales de hoy, y nos permite participar en ellos efectivamente. Para apoyar esta con­ vicción, aconsejo al lector que pase al Capítulo 7, donde se tra­ ta de la importancia de los signos en la vida de los individuos y de las sociedades; una lectura preliminar de dicho material “for­ tificará”, al lector para el análisis que sigue. Este estudio va dirigido no sólo a los hombres de ciencia, sino también a aquellos que se interesen por los principios bá­ sicos de la vida contemporánea individual y social. Existe hoy la necesidad de este estudio por inadecuado e incompleto que resulte. Puede servir como guía a la semiótica del futuro genui- namente científica y culturalmente fértil. Hay general desacuerdo sobre cuándo algo es un signo. Al­ gunos sostendrían, sin vacilar, que el ruborizarse, por ejemplo, es un signo, cosa que negarían otros. Hay perros mecánicos que salen de sus casillas si alguien golpea fuertemente las ma­ nos en su presencia. ¿Es este golpear de las manos un signo? ¿Son las ropas signos de la personalidad de quien las usa? ¿Es la música un signo de algo? ¿Es una palabra como “Adelante” un signo como lo es una luz verde en la intersección de dos ca­ lles? ¿Son signos los de puntuación? ¿Son signos los sueños? ¿Es el Partenón un signo de la cultura griega? Numerosas son las divergencias; esto indica que el término signo es, a la vez, vago y ambiguo.8 El desacuerdo se extiende a muchos otros términos común­ mente empleados para describir procesos semiósicos.* Hallaría­ mos ejemplos en términos como “expresar”, “comprender”, “re­ ferir”, “significado”, sin olvidarnos de “comunicación”y “lenguaje”. ¿Se comunican los animales? Si esto es así, ¿tienen un lenguaje? ¿O sólo los hombres tienen lenguaje? Algunas res­ puestas son afirmativas, otras todo lo contrario. Idéntica diver­ sidad en las respuestas hallamos al preguntar si el pensamien­ to, la mente o la conciencia están implicados en un proceso semiósico, si un poema se “refiere” a lo que expresa; si los hombres pueden expresar lo que es posible experimentar; si los términos matemáticos significan algo; si en el orden genético preceden a los signos de lenguaje, signos sin lenguaje; si los ele­ mentos de una lengua “muerta”, no descifrada, son signos. Frente a tales desacuerdos, no es fácil hallar un punto de partida. Si lo que buscamos es formular la palabra “signo” en términos biológicos, la tarea consiste en aislar alguna clase ca­ racterística de conducta que se adapte bastante bien a los usos frecuentes de la palabra “signo”. Pero como el uso del término no es coherente, no puede exigirse que la formulación de con­ ducta elegida concuerde con los varios empleos que realmente se presentan. En cierto momento, el estudioso de semiótica de­ * Sign-processes. Para la justificación de esta traducción, como la de la equivalente de sign-behavior por “conducta semiósica”, véase el término Semiosis en el Glosario. (A.K.) be decir: “De aquí en adelante reconoceremos que todo lo que llene ciertas condiciones es un signo. Estas condiciones han si­ do elegidas de acuerdo con los empleos frecuentes de la palabra ‘signo’, pero no pueden concordar con todos estos empleos. No tiene, por lo tanto, la pretensión de ser una declaración del mo­ do en que se emplea siempre la palabra ‘signo’, sino una decla­ ración de las condiciones dentro de las cuales admitiremos, de ahora en adelante, que algo es un signo, en el dominio de la se­ miótica”. Tomando este punto de partida, una teoría conductista de los signos construirá, paso a paso, un conjunto de términos pa­ ra hablar acerca de los signos (teniendo en cuenta las distincio­ nes usuales, pero tratando de reducir su vaguedad y ambigüedad con propósitos científicos), y tratará de explicar y predecir fenó­ menos de signos sobre la base de los principios generales de con­ ducta que están detrás de toda conducta, y, por lo tanto, de la conducta semiósica {sign-bekavior). El objetivo es tener en cuen­ ta las distinciones y análisis que hicieran los anteriores investi­ gadores, pero basando tales resultados, dentro de lo posible, en una teoría general de la conducta. A consecuencia de la natura­ leza del caso, esta semiótica científica se desviará a menudo de la terminología corriente, y sólo podrá desarrollarse lenta y la­ boriosamente. A menudo aparecerá más pedante y menos ilus­ trativa para muchos fines que otros planteos menos científicos, los cuales, no obstante, deben ser fomentados a causa de los muchos problemas y propósitos que intenta resolver un estudio de los signos. No debe esperarse, por lo tanto, que todas las dis­ cusiones de signos literarios, religiosos y lógicos puedan tradu­ cirse de inmediato y con provecho en términos de una formu­ lación conductista. El presente planteo no desea por lo tanto excluir otros enfoques de la semiótica, pero procede en la creen­ cia de que el progreso básico en este campo complejo descan­ sa, en último término, en el desarrollo de una ciencia genuina de los signos; para promover este desarrollo nada hay más pro­ vechoso que una orientación biológica, que coloca a los signos dentro del contexto de la conducta. 2. Acotación preliminar del concepto CONDUCTA SEMIÓSICA (Sign-behavior) Para comenzar tomaremos dos ejemplos de conducta a los que se aplica a menudo el término “signo” tanto en el uso co­ mún como en el de los especialistas de semiótica. Un análisis superficial de estos ejemplos revelará los rasgos que deben in­ cluirse en una formulación más técnica de la naturaleza de un signo. Si en ambas situaciones se descubren ciertos elementos comunes, entonces ambas deben llamarse conducta semiósica; en tal caso, las diferencias de las dos situaciones sugerirán dife­ rencias entre especies de signos. Si el análisis revela diferencias demasiado marcadas, la alternativa será elegir términos diver­ sos para describir una y otra situación, y adoptar una defini­ ción más estricta de “signo”: en cualquiera de ambos casos es­ taríamos en condiciones de considerar si cualquier fenómeno adicional debe llamarse signo, es decir, si la caracterización de los signos basada en los dos ejemplos en cuestión, debe adop­ tarse como base para determinar cuándo algo es un signo, o si debe ampliarse para incluir situaciones de una especie total­ mente distinta. Los experimentos con perros proporcionarán el primer ejemplo.c Si se adiestra de cierta manera a un perro ham­ briento que se dirige a un lugar determinado para obtener co­ mida cuando la ve o la olfatea, aprenderá a dirigirse a dicho lugar cuando suena un timbre, aun cuando no vea la comida. En este caso, el perro presta atención al timbre, pero normal­ mente no se dirige hacia el timbre mismo, y si la comida só­ lo se provee cierto tiempo después del sonido, puede ocurrir que el perro no vaya al lugar en cuestión sino después del in­ tervalo de tiempo. Ante tal situación, muchos afirmarán que el sonido del timbre es para el perro un signo de comida en ese lugar determinado, y particularmente un signo que no es de lenguaje. Si hacemos abstracción en este ejemplo del expe­ rimentador y sus propósitos para considerar solamente el pe­ rro, nos aproximamos a lo que se llama con frecuencia “sig­ nos naturales”, como cuando una nube oscura es signo de 12 [ ] lluvia. Deseamos que se considere el experimento desde este punto de vista. El segundo ejemplo procede de la conducta humana. Una persona se dirige a cierta ciudad conduciendo su automóvil por un camino; es detenida por otra, quien le comunica que el camino está interrumpido a cierta distancia por un desmorona­ miento. Al oír los sonidos emitidos, la persona no continúa ha­ cia el punto en cuestión, sino que dobla por un camino lateral y toma otra ruta hacia su destino. Se diría, en general, que los sonidos que una persona emitió y la otra escuchó (y por su­ puesto también el que los expresara) fueron signos para ambos del obstáculo sobre el camino, y particularmente fueron signos de lenguaje, aun cuando las respuestas de ambas personas fue­ ron muy diversas. Lo común a ambas situaciones es el hecho de que tanto el perro como la persona se conducen de una manera que satisfa­ ce una necesidad-hambre en un caso, llegada a cierta ciudad en el otro. En cada caso, los organismos disponen de varios cami­ nos para alcanzar sus objetivos: el perro reacciona de un modo cuando huele la comida y de otro cuando suena el timbre; el hombre reacciona de manera diferente cuando se encuentra con el obstáculo y cuando le hablan del obstáculo a cierta dis­ tancia de él. Además, la respuesta al timbre no es como la res­ puesta a la comida, ni se reacciona ante las palabras como an­ te un obstáculo; el perro puede esperar cierto tiempo antes de ir a buscar la comida, y el hombre puede seguir cierto tiempo por el camino bloqueado antes de doblar por otra ruta. Y, sin embargo, en cierto sentido, tanto el timbre como las palabras controlan o dirigen el curso de la conducta, hacia un objetivo, en forma similar (aunque no idéntica) al control que ejercerían la comida o el obstáculo si estuvieran presentes como estímu­ los: el timbre determina que la conducta del perro sea de ir a buscar comida en cierto lugar y en cierto tiempo; las palabras determinan que la conducta del hombre sea llegar a cierta ciu­ dad evitando cierto obstáculo en un lugar de un camino dado. En algún sentido, el timbre y las palabras son “sustitutos” en el control de la conducta, que sería ejercido por lo que ellos sig-

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