Sembrando utopía Crisis del capitalismo y refundación de la Huma- nidad Amado, Oscar Borges, Edgar Colussi, Marcelo Corbière, Emilio Cuevas Molina, Rafael Fontes, Anthony Illescas Martínez, Jon E. (Jon Juanma) López y Rivas, Gilberto Mora Ramírez, Andrés Perdomo Aguilera, Alejandro L. Compilación: Marcelo Colussi “No se trata de reformar la propiedad privada, sino de abolirla; no se trata de paliar los antagonismos de clase, sino de abolir las clases; no se trata de mejorar la sociedad existente, sino de establecer una nueva.” Carlos Marx, Mensaje a la Liga de los Comunistas, 1850 Índice Introducción…………………………………………………………………………………………………………………..……….…………..1 Terrorismo global de Estado Gilberto López y Rivas………………………………………………………………………………………………………….………...11 Introducción al enfoque del sistema mundial Jon E. Illescas Martínez (Jon Juanma)………………………………………………………………..……….……………...…23 Paraísos fiscales, lavado de dinero y drogas en el “nuevo mundo” americano Alejandro Perdomo……………………………………………………………………………………………………………..….……..…34 Del capitalismo “serio” al capitalismo corrupto Marcelo Colussi…………………………………….…………………………………………………………………………………...……52 Los llamados “contratistas” en la guerra contra las drogas Alejandro Perdomo…………………………………………………...……………………………………………………………….……58 América Latina, la época contemporánea y la crisis civilizatoria Rafael Cuevas Molina / Andrés Mora Ramírez……………………….……………………………………………....…… 66 ¿Hay algo nuevo en la relación Estados Unidos-América Latina? Marcelo Colussi………………………………………..……………………………………………………………..………….…….…… 86 El nuevo panóptico y la revolución comunicacional Emilio Corbière / Oscar Amado / Marcelo Colussi………………………………………………...……….……………103 Redes sociales: Hegemonía y contrahegemonía entre los EE.UU. y Latinoamérica Alejandro Perdomo……………………………………………………………………………………………………….…...……….…139 Movimientos indígenas latinoamericanos: un desafío Marcelo Colussi………………………………………………………………..………………………………….……….…………….…157 La nueva gobernanza de la UE a la carta ¿Y la democracia? Alejandro Perdomo…………………………………………………………………………………………………….…..……......……164 Asesinando por control: la evolución de la extorsión de las pandillas Anthony Fontes…..……………………………………………….………..………………..………………………...………....…….….173 Derribar al capitalismo construyendo el socialismo internacional Jon E. Illescas Martínez (Jon Juanma)……………………………………………………………..………..……...….….….190 La otra realidad Edgar Borges……………………………………………...……………………………………………….…………..…………….…...…217 A modo de conclusión…………………………………………………………………………………………….………….……...…228 Los Autores………………………………………………….…………………………………………………………………..…...….…..237 Introducción Algunos años atrás, no muchos, parecía -o, al menos, muchos queríamos creerlo así- que el triunfo de la revolución socialista era inexorable. El mundo vivía un clima de ebullición social, política y cultural que permitía pensar en grandes transformaciones. Entre las décadas del 60 y del 70 del siglo pasado, más allá de diferencias en sus proyec- tos a largo plazo, en sus aspiraciones e incluso en sus metodologías de acción, un amplio arco de protestas ante lo conocido y de ideas innovadoras y contestatarias barría en bue- na medida la sociedad global: radicalización de las luchas sindicales, profundización de las luchas anticoloniales y del movimiento tercermundista, estudiantes radicalizados por distintos lugares con el Mayo Francés de 1968 como bandera, aparición y radicalización de propuestas revolucionarias de vía armada, movimiento hippie anticonsumismo y anti- bélico, incluso dentro de la iglesia católica una Teología de la Liberación consustanciada con las causas de los oprimidos. Es decir, reivindicaciones de distinta índole y calibre (por los derechos de las mujeres, por la liberación sexual, por las minorías históricamente pos- tergadas, por la defensa del medioambiente, etc.) que permitían entrever un panorama de profundas transformaciones a la vista. Para los años 80 del siglo pasado, al menos un 25% de la población mundial vivía en sis- temas que, salvando las diferencias históricas y culturales existentes entre sí, podían ser catalogados como socialistas. La esperanza en un nuevo mundo, en un despertar de ma- yor justicia, no era quimérico: se estaba comenzando a realizar. Hoy, tres o cuatro décadas después, el mundo presenta un panorama radicalmente distin- to: la utopía de una sociedad más justa es denigrada por los poderes dominantes y pre- sentada como rémora de un pasado que ya no podrá volver jamás. “El Socialismo solo funciona en dos lugares: en el Cielo, donde no lo necesitan, y en el Infierno donde ya lo tienen”, es la expresión triunfante de ese capitalismo que, en estos momentos, pareciera sentirse intocable. Lo que se pensaba como un triunfo inminente algunos años atrás, pa- rece que deberá seguir esperando por ahora. El sistema capitalista no está moribundo. 1 Para decirlo con una frase más que pertinente en este contexto: “los muertos que vos matáis gozan de buena salud”, anónimo equivocadamente atribuido a José Zorrilla. Las represiones brutales que siguieron a aquellos años de crecimiento de las propuestas contestatarias, los miles y miles de muertos, desaparecidos y torturados que se sucedie- ron en cataratas durante las últimas décadas del siglo XX en los países del Sur con la de- claración de la emblemática Margaret Tatcher “no hay alternativas” como telón de fondo cuando se imponían los planes de capitalismo salvaje eufemísticamente conocido como neoliberalismo, el miedo que todo ello dejó impregnado, son los elementos que configuran nuestro actual estado de cosas, que sin ninguna duda es de desmovilización, de parálisis, de desorganización en términos de lucha de clases. Lo cual no quiere decir que la historia está terminada. La historia continúa, y la reacción ante el estado de injusticia de base (que por cierto no ha cambiado) sigue presente. Ahí están nuevas protestas y movilizaciones sociales recorriendo el mundo, quizá no con idénticos referentes a los que se levantaban décadas atrás, pero siempre en pie de lucha reaccionando a las mismas injusticias históricas, con la aparición incluso de nuevos fren- tes y nuevos sujetos: las reivindicaciones étnicas, de género, de identidad sexual, las lu- chas por territorios ancestrales de los pueblos originarios, el movimiento ecologista, los empobrecidos del sistema de toda laya (el “pobretariado”, como lo llamara Frei Betto). Hoy día, según estimaciones fidedignas, aproximadamente el 60% de la población económicamente activa del mundo labora en condiciones de informalidad, en la calle, por su cuenta (que no es lo mismo que “microempresario”, para utilizar ese engañoso eufe- mismo actualmente a la moda), sin protecciones, sin sindicalización, sin seguro de salud, sin aporte jubilatorio, peor de lo que se estaba décadas atrás, ganando menos y dedican- do más tiempo y/o esfuerzo a su jornada laboral. “El amo tiembla aterrorizado delante del esclavo porque sabe que, inexorablemente, tiene sus días contados”, podría decirse con una frase de cuño hegeliano. Eso es cierto, al me- nos en términos teóricos: el sistema sabe que conlleva en sus entrañas el germen de su propia destrucción. La lucha de clases está ahí, y la posibilidad que las masas oprimidas alguna vez despierten, abran los ojos y revolucionen todo (¡como ya lo han hecho varias veces en la historia!), está presente día a día, minuto a minuto. Por eso y no por otra cosa los mecanismos de control del sistema están perpetuamente activados, mejorándose de 2 continuo. Pero hay que reconocer que hoy, en este momento, este combate (combate que es sólo un momento de una larga guerra) no lo viene ganando el campo popular. Hoy, caído el muro de Berlín y tras él el sueño de un mundo más justo, el gran capital sale for- talecido. El capitalismo como sistema, aunque le tenga terror a la posibilidad de estas “explosiones” de los desposeídos, sabe cada vez más cómo controlar. ¡Y sin lugar a du- das, controla muy bien! La esencia misma del capitalismo actual (al menos el por así decir “tradicional”: el estadounidense, el europeo, el japonés, el capitalismo pobre del Tercer Mundo; algo distinto quizá es el caso chino) se inclina cada vez más a controlar lo logra- do, a prever y evitar posibles desestabilizaciones. En otros términos: es cada vez más sumamente conservador. De ahí que buena parte de su energía la dedica al mantenimien- to del orden establecido, al control social. El neoliberalismo, que es una estrategia económica sin dudas, puede entenderse en ese sentido como una gran jugada política, que retrotrae las cosas a décadas atrás y sienta bases para varias generaciones: hoy día aterroriza tanto la posibilidad de ser desaparecido y torturado como la de perder el traba- jo. La cultura light dominante es la expresión de esa re-ideologización: “no piense y sea feliz”. No otra cosa que control social es todo el inmenso aparataje superestructural que cada vez más viene perfilándose en el sistema: un sistema-mundo basado en forma creciente en la industria militar, en las tecnologías de avanzada ligadas a las comunicaciones -sutil forma de control; de hecho hoy día transitamos lo que los estrategas de la primera poten- cia mundial llaman “guerra de cuarta generación” (Lind, 1989)-; control basado en el ma- nejo planetario de las masas, en las industrias de la muerte (los principales rubros del quehacer humano actual están ligados a las mafias del ámbito financiero-especulativo (¿por qué no llamarlo usura?), a la producción y venta de armas así como de los narcóti- cos, al control social en su más amplio sentido. El capitalismo actual, si bien en su raíz continúa siendo el mismo que estudiaron los clási- cos de la economía política en la Inglaterra del siglo XVIII o XIX (Adam Smith, David Ri- cardo, Thomas Maltus, John Stuart Mill), así como también Marx, es decir: un sistema ba- sado exclusivamente en la obtención de lucro, ha ido sufriendo importantes mutaciones en su dinámica. El actual modelo tampoco es el que pudo estudiar Lenin a principios del siglo XX, cuando ya se perfilaba la importancia creciente del capital financiero, pero aún con potencias imperiales enfrentadas mortalmente entre sí. El capitalismo actual se basa 3 crecientemente en la especulación (mundo de las finanzas como nunca antes en la histo- ria), en el primado absoluto de capitales de orden global que ya han dejado atrás el Esta- do-nación moderno, en la destrucción como negocio (industria de la guerra, consumismo voraz que lleva a la incontenible catástrofe medioambiental, sistema que excluye cada vez más población en vez de integrarla), en la concentración de riquezas en forma inversa- mente proporcional al volumen de lo producido y del crecimiento poblacional. Si hoy al- guien dijera que los grandes capitales pueden tener hipótesis de mediano plazo en donde se elimina buena parte de las grandes masas planetarias, donde el trabajo va siendo casi totalmente automatizado, y donde el planeta Tierra puede comenzar a ser prescindible (con vida en islas interplanetarias para grupos “escogidos”), ello no parecería de vuelo especulativo, pura ciencia-ficción. Por el contrario, los escenarios que se van dibujando en el sistema-mundo, más que pensar en un acercamiento de los beneficios del desarrollo científico-técnico para el grueso de la población mundial dejan ver un retroceso ético fe- nomenal: vale más la propiedad privada que la vida humana, vale más el lucro que cual- quier valor “espiritual”. ¿Cómo, si no, entre los negocios más dinámicos de la actualidad podrían encontrarse las guerras y las drogas ilegales? El capitalismo chino, segunda economía a escala planetaria y siempre en ascenso, aún en plena crisis financiera de los grandes centros capitalistas históricos, de momento no muestra abiertamente estas características mafiosas. No abiertamente, valga aclarar, pe- ro sí las tiene también. Hay diversos grupos mafiosos que desde las reformas de Deng Xiaoping, con el oxígeno capitalista gozan de buena salud, como: las triadas chinas (de gran importancia en los talleres de textil de las Zonas Económicas Especiales, donde hacen tratos con los capitalistas no chinos y tienden a meter su negocio mediante ellos en Europa, por ejemplo). Seríamos quizá algo ilusos si pensamos que ello se debe a una ética socialista que aún perduraría en el dominante Partido Comunista que sigue mane- jando los hilos políticos del país. En todo caso responde a momentos históricos: la revolu- ción industrial inglesa de los siglos XVIII y XIX, China recién ahora la está pasando, al modo chino por supuesto, con sus peculiaridades tan propias (la sabiduría y la prudencia ante todo). Queda entonces el interrogante de hacia dónde se dirigirá ese proyecto. Pero lo que es descarnadamente evidente es que el capitalismo ya envejecido se mueve cada vez más como un capo mafioso, como un “viejo mañoso”, pleno de ardides y tretas su- cias. Las guerras y las drogas ilegales son hoy una savia vital, y los dineros que todo eso genera alimentan las respetables bolsas de comercio que marcan el rumbo de la econom- 4 ía mundial al tiempo que se esconden en mafiosos paraísos fiscales intocables. En ese sentido, la enfermedad estructural define al capitalismo actual y no hay diferencias con el de siempre. Si el negocio de la muerte se ha entronizado de esa manera, si lo que duplica fortunas inconmensurables a velocidad de nanotecnología es la constante en los circuitos financie- ros internacionales, si en una simple operación bursátil se fabrican cantidades astronómi- cas de dinero que no tienen luego un sustento material real, si el capitalismo en su fase de hiper-desarrollo del siglo XXI se representa con paraísos fiscales donde lo único que cuenta son números en una cuenta de banco sin correspondencia con una producción tangible, si destruir países para posteriormente reconstruirlos está pasando a ser uno de los grandes negocios, si lo que más se encuentra a la vuelta de cada esquina son drogas ilegales como un nuevo producto de consumo masivo mercadeado con los mismos crite- rios y tecnologías con que se ofrece cualquier otra mercadería legal, todo esto demuestra que como sistema el capitalismo no tiene salida. Pero el capitalismo no está en crisis terminal. Convive estructuralmente con crisis de su- perproducción, desde siempre, y hasta ahora ha podido sortearlas todas; así surgió el keynesianismo (hoy, quizá, con un keynesianismo latinoamericano, como los diversos proyectos de “capitalismo con rostro humano” de la región); o incluso ahí están las gue- rras como válvulas de escape, siempre listas para servir a la estabilidad del sistema. Es- tos nuevos negocios de la muerte son una buena salida para darle más aire fresco. Lo trágico, lo terriblemente patético es que el sistema cada vez más se independiza de la gente y cobra vida propia, terminando por premiar el que las cuentas cierren, sin importar para ello la vida de millones y millones de “prescindibles”, de “población sobrante”, pobla- ción “no viable”. Ello es lo que autoriza, una vez más, a ver en el capitalismo el principal problema para la humanidad. Esto es definitorio: si un sistema puede llegar a eliminar gente porque “no son negocio”, porque consumen demasiados recursos naturales (comi- da y agua dulce, por ejemplo) y no así bienes industriales (es lo que sucede con toda la población del Sur), si es concebible que se haya inventado el virus de inmunodeficiencia humana VIH -tal como se ha denunciado insistentemente- como un modo de “limpiar” el continente africano para dejar el campo expedito a las grandes compañías que necesitan los recursos naturales allí existentes (minerales estratégicos, petróleo, biodiversidad, agua dulce), si un sistema puede necesitar siempre una cantidad de guerras y de consumidores 5 cautivos de tóxicos innecesarios, ello no hace sino reforzar la lucha contra ese sistema mismo, por injusto, por atroz y sanguinario. Porque, lisa y llanamente, ese sistema es el gran problema de la humanidad, pues no permite solucionar cuestiones básicas que hoy día sí son posibles de solucionar con la tecnología que disponemos, tales como el ham- bre, la salud, la educación básica. Quizá podría pensarse que el sistema actual se volvió “loco”…, pero es ése el sistema con el que tenemos que vérnosla. Y en realidad, sopesadamente vistas las cosas, no hay ninguna “locura” en juego. Hay, eso sí, límites infranqueables. El sistema se retroalimenta a sí mismo de su mismo combustible: lo que lo pone en marcha y alienta es el afán de lucro, y eso puede terminar siendo su tumba; pero no puede cambiar. Si se modifica, deja de ser capitalista. Un capitalismo de rostro humano, atemperado en su voracidad y en su frenética busca de ganancia a toda costa, es posible limitadamente, sólo en algunas islas perdidas, suponiendo siempre la explotación inmisericorde de los más. El sistema, en tan- to sistema-mundo de alcance planetario y absolutamente interconectado, no admite cam- bios reales sino sólo parches cosméticos (la socialdemocracia, por ejemplo). Por eso, en tanto sistema -estando más allá de voluntades subjetivas- no puede detenerse, y como máquina desbocada sigue tragando seres humanos y destrozando la naturaleza para op- timizar su tasa de ganancia, aunque eso elimine en forma creciente seres humanos y se enfrente en forma autodestructiva a la casa común de todos, el mismo planeta. Por eso mismo, también, se hace imprescindible conocerlo en su más mínimo detalle, analizarlo, desmenuzarlo. Eso es lo que pretenden los materiales que conforman el pre- sente texto: un análisis profundo de las actuales características del sistema como un todo. Los textos aquí presentados no son -ni lo pretenden, en modo alguno- análisis económi- cos en sentido estricto; por supuesto, presuponen una lectura del fenómeno económico como trasfondo (léase: lucha de clases como motor de la historia, ley del valor, plusvalía), pero pretenden ser, ante todo, análisis políticos. En otros términos: ¿cómo se mueve el sistema capitalista actual? ¿Cuáles son sus notas distintivas? ¿Se alteró algo de lo de- nunciado en El Capital decimonónico? ¿Cómo y en qué sentido cambió? ¿Por qué el ac- tual capitalismo se apoya en el parasitismo de los monumentales capitales financieros globales que se desplazan por toda la faz de la Tierra con velocidad vertiginosa? ¿Por qué la producción y tráfico de drogas ilegales, por ejemplo, ocupa un lugar de tanta pre- 6