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Seis de agosto, o sea, Muerte de García Moreno PDF

424 Pages·2012·29.19 MB·Spanish
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ROBERTO ANDRADE SE IS DE AGOSTO O S* 1-0 A. HUESTE DE GABCIA MOHENO PORTOVIE JO. —ECUADOR Oficina Tipográfica del Colegio "Olmedo" 189í) SUIS IIK AGOSTO o SEA [TE DE CABCIA MORENO AOBfcEÎO AKDRADÏ. SEIS DE AGOSTO O SEA MUERTE DE GARCÍA MORENO PORTO Vi EJ O. —ECUADOR OJtaina Tipográfica del Colegio ""Olmedo" rSqó, INDICE. Páginas Historia del presente Libro I Continua la Historia del Libro VII Capítulo Primero.--García Moreno i Capítulo Segundo.—La Conspiración 35 Capítulo Tercero.—El Capitán Rayo y el Ministro de Guerra 125 Capítulo Cuarto.—El Comandante Campu- zano 145 Capítulo Quinto.—El joven Cornejo As- torga y el Dr. Polanco 163 1 Capítulo Sexto.—Sánchez -4 Capítulo Sétimo.—Salazar 253 Capítulo Octavo.—Los Sobrevivientes.... 301 Capítulo Final.—Los últimos cinco años. . 407 INTRODUCCIÓN "Mis contrarios están en el deber de matarme; si no lo hacen los extermino." GARCÍA MORENO. u Le kan quitado la vida unos cuantos Mudos, romanos de pelo en pecho, no por apartar d mi la do su persona, sino por destruir su obra, jurando ante los dioses, puesta la ma?io en el brasero, que no pensaban cometer vileza ni delito." MONTAÍA o. "Esperar que no haya quienes defiendan d los actores del drama para evocar sus sombras y colo carles en el escenario, es una cobardía.—Digno y leales decir d los contemporáneos: aquí tenéis ¿o que digo de vosotros y de vuestros padres: marcad mis errores para que os juzguen con acierto las ge neraciones venideras" Res. Hist, de Centro América "MONTUFAR.— Tomo VII —Prólogo. " Historia del presente Libro. "Salazar tue uno como Yago en la tragedia de la muerte de García Moreno/' dije en el capí tulo undécimo de MONTALYO Y GARCÍA MORENO, tomo dado á la estampa en Lima en 1890, y que trata de la historia ecuatoriana hasta i860. En una nota final está anunciada la publicación de los capítulos restantes. Hablaba yo del General D. Francisco Javier Salazar, quien entonces era Mi nistro de Relaciones Exteriores. Leyó el libro, y en seguida renunció la cartera de Ministro y vi no la demanda de mi extradición al Gobierno del Perú, Lo que quiso probar con la renuncia fué que él no había cooperado á la demanda de la an tedicha extradición. Días después me escribía de Quito el mayor de mis hermanos: «Salazar dijo ayer, en presencia de persona que podía decírme lo: "la tal petición es extemporánea y tardía; el Gobierno ha obrado torpemente." Claro es que en siendo esta su opinión, no debía consentir en ((iie su hijo trabajara por extraerme de una ma nera inusitada. Su hijo estaba de Encargado de Ne<>ocios del Ecuador en el Peni. La causa de II estas trapacerías ya no podía ocultarse á mi vis ta, y no se ocultará al lector, apenas concluya la lectura de este libro. El móvil de la petición de mi extradición fué la frase citada en el primer renglón de este prólogo. Salazar estaba de can didato á la Presidencia de la República, y lo sos tenían los conservadores, ó sea, los que todavía idolatran al tirano. Quiso Salazar impedir que yo publicase su participación en la muerte de es te ultimo, porque, de saberlo la parcialidad que iba á levantarle al poder, antes le hubiera lapida do en las calles; y por esto echaba los bofes por que yo fuera fusilado. Salazar quiso esconder la mano; pero sucedió que se escondió en el se pulcro. En el 10 de Abril de 1891 se presentó un oficial en mi casa y me intimó orden de prisión. Leíla: era orden del Presidente del Perú, á solici tud del Encargado de Negocios del Ecuador. Tenía yo escritos varios capítulos de la con tinuación de v pero MONTALVG GARCÍA MORENO; todavía no había llegado á la muerte del tirano. Mi peligro de fusilamiento era inminente, y tem blé á la consideración de que iba á morir sin vin dicar á mis amigos. Este fué el motivo porque compuse este libro en la prisión. Salí de ella el 21 de Setiembre de 1891 ; pero en el mismo día y hora había muerto Salazar en Guayaquil. Hay en la coincidencia mucho asunto para fati gar el cerebro de las personas pensadoras. Léa se este libro, y se hallará la explicación de tal coincidencia. No me pareció prudente imprimir dicho libro acto continuo, porque la humanidad es tan injusta que se duele de la desaparición ele un monstruo, en vez de levantar altares á la muerte. En el día es otra cosa. Nadie me con vencerá de que no deben revelarse crímenes his tóricos, ni por consideraciones que tengan rela ción con la existencia del planeta. No he modi ficado una línea, excepto la publicación del nom- Ill bre ele patriotas: vivo Salazar, temía que dichos patriotas fueran perseguidos, lo que habría sido inmenso mal para la patria; muerto, ya su fami lia es bazofia, si bien numerosa; pero atrévase á cometer la más solapada iniquidad ! A nadie debe sorprender que ni mis amigos ni yo hayamos publicado en diez y nueve años la historia de los acontecimientos del SEIS DE en Quito : esperábamos que la revolu AGOSTO ción comenzada en aquel día concluyera con el triunfo, lo que todavía no sucede. Montalvo ha bía dicho mil veces, y Alfaro me lo repetía á menudo : esa historia no debe escribirse sino cuando podamos empujar á Salazar á las Ge- moinas. Han transcurrido diez v nueve años, pueden transcurrir diez y nueve siglos; pero di cha revolución triunfará. El caso ha llegado de que me anticipe al triunfo : no soy de los que se resisten al destino. Vergüenza tendría de publicar en el Perú las iniquidades de mi patria, si los sabios no me hubieran enseñado que debo ser justo, esto es, que debo hablar la verdad en cualquier tiempo y circunstancias. Y mi patria no ha cometido los crímenes que voy á publicar, sino los más per versos de sus hijos. Inapeable responsabili dad es aquella: Socloma mereció ser reducida á cenizas, á pesar de Lot y sus parientes. Mi intención era dejar este libro á mis hijos para que aprendiesen en la historia de su padre que el bueno es siempre víctima del malo en los pueblos que no profesan amor á los hombres. y que por lo mismo hay que luchar sin tregua ni descanso por aumentar el número de bue nos. Nadie tiene por qué criticar el yo de es tas páginas: quien se defiende, tiene que ha blar de sí mismo; quien acusa á un malhechor, tiene que probar que no es malhechor; quien toma la autoridad de juez, tiene que poner en público los más recónditos pliegues de su espí* IV ritu. ¡Oh si en todos hubiera ingenuidad, eon tal de que no fuese en daño de inocentes ! Có mo he de dar á conocer el ni«: si SKIS AGOSTO por modestia me escondo en la penumbra? Mo destia es ser ingenuo; modestia es ser justo, modestia es decir la verdad, aunque vaya á caer uno en las hogueras. Los lectores propios lee rán pormenores personales sin que les produz can displicencia; perdónenme los extraños, por que por pura vanidad y jactancia vendóme también de egotista y refiero pampringadas que han de ser del desagrado de los doctos, tinos escriben para ellos, otros para ser leídos en las granjas. Citaré un sólo acápite de los mil y mil es critos en contra de los conspiradores de Agosto. «El miserable asesino Rayo fué quien hirió de muerte el corazón de García Moreno,» dice un periódico de la liberal Guayaquil; «los liberales ecuatorianos no sabemos empuñar el machete del asesino Rayo.» Esta es la verdad: los libe rales ecuatorianos no son otros que los redac tores del diario mencionado, y el machete de Rayo no es otro que la antorcha de la libertad empuñada por todos los hombres justos de la tierra, desde Moisés hasta Montalvo. En el Ecua dor, Pedro Moncayo no era liberal, Juan Mon talvo no era liberal, Marcos Espinel no era li beral, Manuel Semblantes no era liberal, José Vélez no era liberal, Manuel Cornejo Cevallos no era liberal, Luis Vargas Torres no era li beral, los redactores de «El Comercio.» «El Con vencional,» «El Popular,» «El Federalista,» «La Razón,» «La Buena Nueva,» ( i ) y multitud dû otros diarios, hojas sueltas y folletos publicados desde 1875 hasta la presente, no son ni eran li berales, y menos pueden serlo actualmente Pe dro Carbo, Eloy Alfaro, Luis F. Borja, Tomás (1) Periódicos antiguos de Guayaquil. V Moncayo Avellán, Miguel Valverde, Juan Benig no Vela, Federico Proaño, Belisario Albán Mes- tanza, Aparicio Ortega, Felicísimo López, Juan Murillo, José de Lapiere, Serafín S. Wither S. y aquella muchedumbre excelsa de jóvenes, es critores, oradores, soldados, estudiantes, artesa nos, que han acompañado á los conspiradores que aún viven en su encarnizado combate de vein te años. Liberal es el padre Berthe, liberal el padre Proaño, liberal el Padre Herrera, liberal el padre Caamaño, liberal el padre Mera, liberal el padre Salazar, liberales los demás padres redacto res de aquel periódico del Guayas. Justo cielo! Los liberales ecuatorianos no sabemos empuñar el machete del asesino Rayo. Cornejo fué inmo lado á causa del machete del asesino Rayo, Cam- puzano lo fué, porque sus verdugos se prevalie ron del mismo pretexto, Polanco fué á la Peni tenciaría, Moncayo fué sepultado en una barran ca ecuatoriana, Andrade ha gozado y se ha re focilado en prisiones, en persecuciones, destie rros, campañas, con peticiones de extradición, con ultrajes y todas las prerogativas otorgadas por los sacerdotes del éxito. Mucho han gozado Moncayo y Andrade en veinte años por haber empuñado el machete del asesino Rayo, no co mo defensores de la Patria, sino como escla- vizadores de ella; pero ahora aparecen por ahí generosos periódicos, y defienden, gracias á Dios, á los conspiradores que viven, diciendo que la muerte de García Moreno fué obra exclusiva de un colombiano llamado Rayo. Si diez y nueve años hemos sufrido por haber querido libertar á la Patria, otros diez y nueve años tenemos que sufrir por haber sido jactanciosos. Palo porque bogas, palo porque no bogas. Ingratos ! Barranco, (Peni) Mayo 24 de 1894.

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apesarado; pero nuestro dolor es inmenso, nues- tra desventura es fatalmente horrorosa, estamos marcados por el signo de la ignominia y del bal-.
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