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Sarmiento PDF

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/ COLECCION INDICE (gT ENSAYOS C O L E m C C ZEQS1EL I O N i z I & N D MABTINE2 I C E ( j f ¡ E S T t m E N S A Y O o ---------- — —— ~~ S o ui ( -j ^ T O 0 C O k L E C C I O N 1 <a z I — — ---------------------- N u¿ D I C E t e ( p aOIQNI 1^01003100 J Í) SOAVSN3 * E^equiel Martínez Estrada Sarmiento EDITORIAL SUDAMERICANA Buenos Aires Tercera edición Primera edición en la Colección índice PRINTED IN ARGENTINA IMPRESO EN LA ARGENTINA Hecho el depósito que previene la ley 11.723. © 1969 Editorial Sudamericana, S. A. Humberto Io 545, Buenos Aires. PRÓLOGO DEL AUTOR PARA UNA REEDICION Este libro apareció en 1946 con la característica que ahora conserva. No es tanto un ensayo sobre Sarmiento cuanto sobre el país como problema. Sarmiento se re­ laciona con el país y con la nacionalidad aun más que con la política, la educación y la literatura de su tiempo. Y este libro podría definirse como un examen del país en función de Sarmiento. Sarmiento es un problema nacional como lo son casi todas las figuras de acción política de relieve desde 1810 basta la fecha. Es el pro- blema nacional por excelencia, sin desconocer los otros muchos que configuran nuestra realidad, la que a su vez es una problemática y no una sistemática. No se ha propuesto el libro, en consecuencia, antes ni ahora, dar solución dogmática, y por tanto definitiva, a ninguno de los problemas derivados de ése de nuestra naciona­ lidad. Precisamente de todas las posibles soluciones par­ ciales resulta que se forma ese Problema, o que se en­ riquece con r líneas de melodía infinita!’, que no tiene antes ni ahora, porque está centrado en la realidad misma y en su fluir. Según mi tesis, Sarmiento cristaliza en su persona y en su personalidad, si no los términos todos de la ecuación que lo identifica con su país, sí aquellos de mayor relieve y de mayor profundidad; de donde me ha servido como paradigma para plantear bajo pretexto de su persona, la temática de nuestra nacionalidad como él la planteó entre puntos de interrogación. ¿Quiénes somos; adonde vamos; si somos una raza, quiénes son nuestros progenitores; si somos nación, cuáles son sus limites? Planteo de cuestiones fundamentales desarro­ lladas en Conflicto y armonías de las razas en América, 7 si bien data de 1858 (en t. XXI, 105), cuando se dabá esta opinión que, lejos de solucionar esos problemas los convertía en un enigma. "De estas dudas han nacido derroteros que conducen al abismo” Un cuarto de siglo después, esos son los tópicos del que para Sarmiento era "el” problema argentino. En eso mismo estamos hoy, frente a un complejo in­ deciblemente más difícil de desentrañar que en su época, por la sucesiva superposición y yuxtaposición de factores que se acoplan y engendran entre sí monstruos y labe­ rintos. Factores nuevos que confunden los términos anti­ téticos de civilización y barbarie, sobre cuya exactitud y propiedad técnica no hay por qué discutir, puesto que surge claro que bajo tales signos se agrupan elementos fácilmente reconocibles en todas las formas de la vida de los pueblos. He tenido, sin embargo, que desarrollar con prolijidad un tema que es tan elemental en cual­ quier etnología de la cultora y que designé en 1945, Los invariantes históricos en el Facundo. Entre los mu­ chos advocativos que se le ha aplicado a Sarmiento no he leído en ninguna parte el de Teseo, que es el que cabalmente le conviene. El problema nuestro sigue siendo, pues, el Problema Sarmiento, en su raíz, un problema de la conciencia de la nacionalidad tanto como de las cosas, un problema que no puede solucionarse —porque no puede satisfa­ cerse a sí mismo— con la estadística y menos con la contemplación del país como espectáculo. Y este es el momento en que tengo que repetir que nuestra litera­ tura, nuestra historia y nuestra sociología han sido hasta ahora menester de turistas. Este ensayo, en consecuencia, puede ser indefinidamente continuado por quien quiera, seguir su dirección o virar en redondo. Negación o afirmación servirán a esclarecer el enigma o el problema de lo que somos. Porque en realidad no propongo una solución a la problemática sarmientina, ya que su valor genuino está en que no puede ni debe ser resuelta, finiquitada, muerí*, sino utilizada a lo largo del tiempo como hipótesis de tra- X 1 bajo, como susciiador de respuestas, como un bisturí qut jamas se embota y que hiere y cura lo más sensible de nuestro amor al país. Sarmiento tampoco ha dado solución ni se lo pro- puso (excepto en su angustiada vejez), a ningún pro­ blema, sino que ha tendido a crear los instrumentos adecuados para la comprensión y capacitar al ciudadano para solucionarlo, si puede, por sí mismo. La solución de un problema social, económico, político, equivale a la insensibilización de la conciencia. Sin esta no puede haber solución, y si la hubiera no significaría nada. La contienda configura los problemas tanto como la realidad: unos de carácter fundamental, otros de ca­ rácter accesorio, y les halla inmediatamente la respuesta, aunque pocos o nadie la reconozca verídica. Para una conciencia embotada no hay problemas. Un problema bien planteado contiene en sí la solución después de todo. Desdichadamente lo que nosotros hemos buscado siem­ pre —y obtenido, por supuesto— son las soluciones, evitando los problemas; de ahí que ninguna solución corresponda a los datos fidedignos de la realidad. Pero ¿qué debe entenderse por "realidad” ? Un con­ junto de datos que las cosas y las personas que cons­ tituyen la vida total de la nación presentan al inves­ tigador. La totalidad de los datos no se da por la suma de todos ellos porque constituye una estructura; se da por la integración y la correspondencia de las partes en el conjunto, con preeminencia de aquellos datos que son significativos en cada momento, en cada región, en cada orden de actividades expresando un sentido. Se falsea la realidad no sólo cuando se omite alguno de esos factores importantes, sino también cuando se ex­ traen consecuencias que no responden lógicamente a ese conjunto. Método de los historiadores jesuíticos que Benedetto Croce calificó de rtpia fraus”. ¿Y por qué en el orden político todos los gobiernos impropios de una Nación de mediana cultura que hemos tenido que soportar, han dado soluciones a los problemas administrativos, sin que se admitieran otros coeficientes 9 del acaecer histórico que se palpan por su grosero re­ lieve? Pues conjeturo —dentro de la técnica mental de Sarmiento—> porque nuestra riqueza material, increíble­ mente mayor de lo que creemos, ha reparado los más infe­ lices desaciertos de nuestros gobernantes. En un país tan rico como el nuestro, aun el gobierno más incapaz, siempre es un buen gobierno, hasta que la acumulación de yerros a lo largo del tiempo provoca por sí mismo una crisis política o revolucionaria, según el proceso incógnito de la crisis económica. Buenas cosechas y pro- líficas vacas nos han resuelto casi todos los problemas económicos y políticos. "Somos otra cosa además de pastores y segadores”, es una sentencia que también está dentro del juego metafórico de Sarmiento. Nuestros problemas políticos y económicos —acaso debiera agregar también los culturales— no conciernen todavía hoy a la democracia y a la república que están vigente en sólo un sector de la realidad; para perfec­ cionar su institución ayudándonos a encontrar una salida hacia lo alto, república y democracia para una porción muy grande de los patriotas militantes no son siquiera problemas. Ni entelequias. Son pretextos. Para nosotros asimismo, aunque por otras razones diametralmente opues­ tas, república y democracia han sido instituidas teóricas y convencionalmente. Todavía se lucha para reconquis­ tarlas —si se conquistaron alguna vez— y estamos lu­ chando no contra los enemigos, que no los tiene, sino contra sus propios defensores, que son sus enemigos intestinales. No creo, en fin, como los pocos lectores de este libro me reprocharon hace una década, que menoscabe yo la grandeza de Sarmiento como tampoco he atacado el decoro de la república, según se reconoce ya, al hacer una radiografía de sus órganos internos. Una celada de acero bien templada no se rompe de un mandoble. Sólo después de haber verificado con 7juevas pruebas concomi­ tantes que debajo de un jardín abonado con estiércol mi tierra nativa poseía vetas de oro, me atreví a probar a Sar­ miento a fondo. Sólo entonces comprobé que "era bueno”. 10 Desgraciadamente han sido los hechos brutales de nuestra historia coetánea más que los críticos los que han dado razón a mis libros y entre ellos a éste. No he querido modificar * su texto original para que no perdiera la frescura de la improvisación con que fue en­ tonces dictado, en la esperanza de que las erratas que no fueran de imprenta habrán de revelármelas algún díay como expresé con enorme tristeza en un prólogo de La cabeza de Goliat, aquellos lectores que ahora están aprendiendo a leer. * Esta era, sin duda, la intención del ensayista, cuando sin advertírselo, reeditó "Argos” su Sarmiento con erratas y todo, dejando fuera, por venganza, el elogio que se hacía en la solapa del libro. A partir de entonces Martínez Estrada intro­ dujo en el texto numerosas correcciones, unas de su mano y otras dictadas, que hemos tenido en cuenta para esta tercera edición. Al parecer, era su propósito refundir todo el material acumulado en torno a Sarmiento, a lo largo de aquella década: Los invariantes históricos en el Facundo y sus Lecturas y meditaciones sar mi entinas. Pero nuevas tareas literarias lo ab­ sorbieron antes y después de su enfermedad. Por tanto, siendo una misma y sola obra, forman ahora tres entregas que se complementan. (Nota del compilador de su Obra Completa, Enrique Espinoza.) 11 I Enseiar fue para Sarmiento, siempre, una de las for­ mas de dirigir. No son extraños a esta vocación su tem­ peramento y sus hábitos adquiridos. "Desde la temprana edad de quince años he sido jefe de mi familia —con­ fiesa— . Padre, madre, hermanas, sirvientes, todo me ha estado subordinado y esta dislocación de las relaciones naturales ha ejercido una influencia fatal en mi carácter. Jamás he reconocido otra autoridad que la mía” (Mi defensa). Supo aprender como los maestros, pues al mismo tiempo que adquiría los rudimentos para entrar al conocimiento teórico de las cosas, hacía de la ense­ ñanza una experiencia con que modelaba su carácter y registraba en su psique y en su organismo las pautas de conducta y los deberes para con la sociedad. La con­ ciencia de la responsabilidad moral de sus actos la tuvo desde muy temprano. Muchos de sus rasgos más ge- nuinos se fijan en esos comienzos. Fue su primer maes­ tro el prebístero José de Oro: ".. .mi maestro i mentor tenía tales rarezas de carácter que, a veces por disculpar sus actos, se achacaba a la locura de familia las extra­ vagancias de su juventud”. "Salí de sus manos con la razón formada a los quince años, valentón como él, insolente contra los mandatarios absolutos, caballeresco i vanidoso, honrado como un ánjel, con nociones sobre muchas cosas y recargado de hechos, de recuerdos, i de historias de lo pasado i de lo entonces presente, que me han habilitado después para tomar con facilidad el hilo y el espíritu de los acontecimientos, apasionarme por lo bueno* hablar i escribir duro i recio, sin que la prensa periódica me hallase desprovisto de fondos para el des­ 13 pilfarro de ideas i pensamientos que reclama/* Basta leer con algún cuidado Recuerdos de Provincia para advertir que su infancia fue entristecida por desdichas constitu­ cionales del propio hogar matriarcal, y por las dificul­ tades con que tuvo que luchar para obtener su formación sin deformarse, de acuerdo con una idea que de sus de­ beres y del deber en abstracto se había formado muy pronto. Cumple sus obligaciones escolares con la concien­ cia adulta de un buen ciudadano y como hijo asocia las ideas de padre y maestro, de hijo y discípulo. Mientras estudia, comprende que no puede auxiliar a la madre en otra forma; ella carga con todo el peso del sostenimiento del hogar. En sus recuerdos la ve a semejanza de los muros que ella había construido con el trabajo de sus manos, como si tejiera el adobe y la madera. "La casa de mi madre, la obra de su industria, cuyos adobes i tapias pudieran computarse en varas de lienzo tejidas por sus manos para pagar su construcción, ha recibido en el transcurso de estos últimos años, algunas adiciones que la confunden hoi con las demás casas de cierta medianía.” Tiene conciencia clara de la enormidad de ese sacrificio y de cuáles son las fallas que determinaron que todo el peso cayera sobre la varonil espalda de la madre, que do­ blegan los años. Sus maestros, a quienes evoca con res­ peto filial, llenaron en su vida la función del padre, ausente casi siempre del hogar y desentendido de sus obligaciones domésticas. De donde vino a ser el hijo de sus maestros, el hijo de su país y el hijo de sí mismo. Por idéntico proceso de conversión de ideales, este orden de dependencias fortifica su sentido de la paternidad. El sentimiento del patriotismo puro y abnegado ¿en qué difiere de una hipertrofia filantrópica del instinto de la paternidad? El sentimiento de la paternidad en Sar­ miento no es individual, no se asocia a su persona en relación con sus hijos, sino a todo él en relación con su patria. ¿No se consideró él, nacido a los nueve meses justos de la Revolución, gestado por esos acontecimien­ tos y nacido de la emancipación tanto como de la madre ? Sentimiento universal, el suyo, que le hace considerarse 14

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