ebook img

san agustín y la degradación moral del mundo tardorromano PDF

42 Pages·2011·0.82 MB·Spanish
by  
Save to my drive
Quick download
Download
Most books are stored in the elastic cloud where traffic is expensive. For this reason, we have a limit on daily download.

Preview san agustín y la degradación moral del mundo tardorromano

SAN AGUSTÍN Y LA DEGRADACIÓN MORAL DEL MUNDO TARDORROMANO: ENSEÑANZAS PARA EL TIEMPO PRESENTE POR SANTIAGO CANTERA MONTENEGRO, O.S.B. y ALEJANDRO "RODRÍGUEZ DE LA PEÑA SUMARIO: 1. LA AMBICIÓN TERRENAL,—2. EL VACÍO ESPIRITUAL: 2.1. La idolatría del paganismo, incapaz de satisfacer ai hombre; 2.2. La búsqueda errada de un sentido de la vida.—3- LA INSUFICIENCIA INTELECTUALISTA.—4. LA CORRUPCIÓN DE COSTUMBRES: 4.1. Desenfreno sexuaiy burdos espectáculos-, 4.2. Exaltación de la homosexualidad; 4.3. Ruptura del matrimonio y de la familia; 4.4. In- cremento de los suicidios.—5. CONFUSIONISMO Y DESORDEN NATURAL Y MORAL.— 6. EL TRIUNFO FINAL DE CRISTO. El valor del pensamiento y de la obra de San Agustín es permanente y siempre actual, incluso en muchos aspectos que podrían parecemos, a primera vista, simples datos históricos de su época. Así, como testigo de la crisis de civilización vivi- da en el mundo tardonomano, nos ha transmitido en varios de sus libros noticias de un inestimable interés para conocer la situación que describe, pero además aporta sus juicios sobre los hechos y los rasgos de la misma. De este modo, nos es posible establecer no pocas relaciones y abundantes paralelis- mos entre los elementos de aquella crisis de civilización y los de esta otra que (¿por qué ocultarlo?) sufre hoy el mundo occi- dental. Aunque hagamos referencia a varias de sus obras, nos fijare- mos principalmente en el riquísimo tratado De civitate Dei, que Verbo, núm. 431432 (2005), 75-116. 75 . SANTIAGO CANTERA MONTENEGRO, O.S.B. y ALEJANDRO RODRÍGUEZ DE LA PEÑA es donde recoge mayor número de datos al respecto (1). Escrito entre los años 413 y 426/427, como respuesta apologética del cristianismo frente a las críticas venidas desde el paganismo a raíz de saqueo de Roma por los visigodos de Alarico en 410, San Agustín se propuso demostrar en él que los males que estaban padeciendo el Imperio Romano y la propia "Ciudad Eterna" no se debían a la religión cristiana, sino a la degradación moral a que había conducido la antigua religión romana y, en general, a toda la corrupción de costumbres provocada asimismo por otras causas más. Consideramos que es posible extraer toda una serie de ense- ñanzas para el tiempo presente y la actual crisis de la civilización occidental, a partir de la experiencia vivida por el Imperio Ro- mano, tal como San Agustín nos la ha transmitido. Entonces será posible comprender mejor también la fuerza renovadora del cris- tianismo católico frente a una sociedad decadente. No obstante, hoy nos encontramos con una realidad sin duda más grave: en aquel tiempo, el cristianismo era la fuerza que iniciaba la cons- trucción de una nueva civilización, ante un mundo pagano que agonizaba; ahora, sin embargo, el mundo europeo, y el occiden- tal de forma más amplia, han optado por una apostasía más o menos abierta, renegando del mensaje de Cristo, que fue el que les dio vida. (1) A esta obra, los dos autores hemos dedicado hace poco otro traba- jo conjunto: "El tratado De civitate Del y la interpretación agustiniana de la Historia", en Arbll. Anotaciones de Pensamiento y Crítica (Revista virtual, por Internet: www.arbil.org), núm. 76 (diciembre 2003). En cuanto al texto de la obra, manejamos la edición bilingüe latín-español de la Biblioteca de Autores Cristianos (en adelante, BAC) realizada por el P. Victorino Capánaga, O.R.S.A.: SAN AGUSTÍN, Obras Completas, t. XVI, La Ciudad de Dios (1.°), Madrid, BAC, 1977 (3.a ed.); y t. XVII, La Ciudad de Dios (2.°), Madrid, BAC, 1978 (3.a ed.); asimismo, la anterior edición bilingüe de los dos volúmenes en uno, preparada por el P. José Morán, O.S.A., Madrid, BAC, 1958. En ade- lante, para ésta y otras obras del santo, citaremos De civ. Del o el título corres- pondiente o su abreviatura, el libro en números romanos y el capítulo en arábigos. 76 SAN A GUSTÍN Y LA DEGRADACIÓN MORAL DEL MUNDO TARDORROMANO 1. LA AMBICIÓN TERRENAL La raíz de la degradación moral y de la decadencia general de la sociedad romana venía, al parecer de San Agustín, de una ambición terrenal, de un amor excesivo y desenfrenado de las cosas temporales, capaz de suscitar las peores pasiones, Es decir, algo que hoy podemos entender como una actitud plenamente inmanentista y negadora de la trascendencia de la vida, que se contenta con la satisfacción de los deseos del sujeto, los cuales se limitan meramente al ámbito de lo terreno, sin mira alguna hacia objetivos mayores. Este ambiente lo expresa muy bien el obispo de Hipona con las siguientes palabras: "Mas los adoradores y amadores de esos dioses, cuya bellaquería y maldades se glorían de imitar, en manera alguna procuran que la república no sea pésima y diso- lutísima. «Subsista ella —dicen—, florezca abundante en riquezas, gloriosa en victorias o, lo que es más felicidad, asegurada en la paz. ¿Y a nosotros qué? Lo que más nos importa es que cada uno acreciente más sus riquezas, que provean a los diarios despilfa- rros, por los cuales el que tenga mayor poder someta a sí a los más ruines. Que los pobres obedezcan a los ricos por saciar su hambre y que a su amparo gocen de una tranquila ociosidad. Que los ricos abusen de los pobres para sus clientelas y para satisfacción de su fausto. Que los pueblos aplaudan no a los ser- vidores de sus intereses, sino a los proveedores de sus placeres. Que no se les mande cosa dura ni se les prohiba cosa impura. [...] Que abunden las mujeres públicas, así para todos los que quisieren gozarlas como de un modo especial para quienes no pueden tenerlas en privado. Que se edifiquen anchos y suntuo- sos palacios; que con frecuencia se celebren opíparos convites, y que donde a cada uno más gusto le diere o tuviere más oportu- nidad, de día y de noche, se juegue, se beba, se invite, se gaste. Que reine por doquier estrépito de bailes. Húndanse los teatros al griterío de una lujuriante alegría y de todo género de placeres bestiales y toipísimos. Que a quien no gustare esta felicidad, sea tenido por enemigo público, y cualquiera que intentare alterarlo 77 . SANTIAGO CANTERA MONTENEGRO, O.S.B. y ALEJANDRO RODRÍGUEZ DE LA PEÑA o quitarlo, apártelo la multitud licenciosa, échelo de su patria, quítelo de en medio de los vivientes. Ténganse por verdaderos dioses los que pusieron al alcance de los pueblos esta felicidad y, una vez alcanzada, la han mantenido. Adóreseles según qui- sieren [...]•>" (2). Por lo tanto, como se puede ver, se unen varias ambiciones: la de riquezas, la del poder, la de los placeres carnales, la de la diversión sin medida, la del libertinaje... Y esta situación, que favorece la demagogia y el ascenso al poder de quien da al pueblo, no aquello que más le conviene, sino lo que satisface la bajeza de estas aspiraciones, conlleva también el descrédito impuesto contra los que se alcen frente a este desorden social, descrédito que puede llegar incluso a la forma de persecución abierta. ¿Resulta extraño acaso establecer un paralelismo con la socie- dad occidental de hoy, donde el materialismo imperante, mani- festado por el hedonismo y el consumismo, el ansia de ocio y vana diversión, el pansexualismo y la exaltación de una libertad mal comprendida, son el caldo de cultivo de una política dema- gógica que, bajo la forma de democracia liberal de partidos, opta por otorgar a sus súbditos aquello que piden sus más bajos ins- tintos? Aún más, los responsables de esa política demagógica, aupados por sectores que protagonizan hoy la promoción del desorden moral, colaboran de lleno en la transformación mental que se está produciendo en la civilización occidental a través de los medios de comunicación, de tal modo que aun número cada vez mayor de personas le van pareciendo normales hechos como el crimen del aborto, la homosexualidad, etc. Incluso políticos que se consideran católicos llegan a sucumbir ante esta situación y se les puede ver decir, como hicieron varios responsables del "Partido Popular" en España cuando ya hace años se planteó aña- dir el cuarto supuesto en la legislación abortista, que no parecía oportuna la ampliación por la "inexistencia de una demanda social en el momento". ¿Es más importante esa "demanda social" que la firmeza en unos principios? Posiblemente por eso mismo <2) De av. Del, II, 20. 78 SAN AGUSTÍN Y LA DEGRADACIÓN MORAL DEL MUNDO TARDORROMANO no hicieron nada, en sus cuatro años de gobierno con mayoría absoluta, para derogar tal legislación introducida por el "Partido Socialista". San Agustín recuerda en varias ocasiones cómo la soberbia, la ambición y la avaricia están en la raíz de todos los demás males y pecados, tal como enseña la Sagrada Escritura. En efec- to, "el principio de todo pecado es la soberbia; y el principio de la soberbia del hombre es apartarse de Dios" (3). Y citando a San Pablo, el obispo de Hipona recuerda que "la raíz de todos los males es el amor al dinero" y que debemos tener presente que "nada trajimos al mundo" y "nada podremos llevarnos" (4). Tam- bién da a entender que el imperialismo romano fue fruto funda- mentalmente de la ambición de gloria y de riquezas, y que ésta es la que motiva las guerras injustas (San Agustín es uno de los primeros teorizadores cristianos de la "guerra justa") (5). "Es este apetito de dominio el que trae a mal traer y destroza a la huma- nidad" (6). ¿Qué decir, a este respecto, de nuestra sociedad capitalista actual, que del dinero lia hecho un ídolo, por el cual se suscitan envidias, deseos de ascender en la vida a cualquier precio y de la manera que sea, y que es el que regula poderosamente la gran economía a todos los niveles? ¿Qué decir de nuestra sociedad liberal, que en la política partitocrática fomenta las mayores ambi- ciones de poder, por encima de todos los principios y valores, de tal modo que en la práctica se considera lícito el engaño electo- ral, el insulto abierto y la calumnia, y que elimina de la palestra a todos aquellos personajes y grupos que amenazan con ad- quirir un cierto apoyó popular con el que resten estabilidad al sistema? Todo esto nace, pues, de la soberbia, de un desmedido amor de sí mismo, de la egolatría; y de ahí surgen la ambición, la ava- ricia, la lujuria, etc. Es decir, todo aquello que hace referencia a (3) Eccli. 10, 14-15- (4) I Tim. 6, 7-10; De civ. Dei, I, 10. (5) De cív. Del, III, 10 y 14. (6) De civ. Dei, III, 14. 79. . SANTIAGO CANTERA MONTENEGRO, O.S.B. y ALEJANDRO RODRÍGUEZ DE LA PEÑA una ambición de lo terrenal, olvidando y hasta despreciando las realidades eternas a las que el hombre está constitutivamente lla- mado. Para el santo de Tagaste, en virtud de su Ubre albedrío, el hombre puede elegir entre amar a Dios o amarse a sí mismo: Dios es el Bien Sumo, así que si el hombre escoge a Dios, esco- ge el Bien; por el contrario, si por soberbia escoge el pecado, entonces escoge el mal, Y es así como "dos amores han dado lugar a dos ciudades: el amor de sí mismo hasta el desprecio de Dios, la terrena; y el amor de Dios hasta el desprecio de sí, la celestial. La primera se gloría en sí misma; la segunda se gloría en el Señor" (7). Ambas existen tanto en el mundo angélico como en el humano (8), pero en éste se ven además diferenciadas por el modo de vida: "una, la de los hombres que quieren vivir según la carne, y otra, la de los que pretenden seguir el espíritu" (9). Nacen así las dos ciudades, la de Dios y la terrena, separadas en el mundo angélico y entremezcladas (permixtaé) en el humano hasta el Juicio final. La soberbia se constituye en el origen de la "Ciudad terrena", llamada también "del diablo" o "Babilonia terre- na". La humildad, en cambio, fundamenta la "Ciudad de Dios" o "Celestial", la "Jerusalén celeste", Hay que añadir que San Agustín advierte: "no vayamos a sobrestimar la felicidad terrena, que con frecuencia se concede a los malos [...], ni tampoco la lleguemos a tener como algo detes- table, puesto que vemos cómo muchos hombres religiosos, ado- radores del único Dios verdadero, la han disfrutado en abundan- cia pese a la oposición de los demonios"; lo que hay que hacer es pedir, los bienes temporales a Dios, que es su Dador, y no a los espíritus malignos Así, "la felicidad verdadera y segura en sumo grado", tanto en este mundo como en la vida eterna, "la alcanzan, ante todo, los hombres de bien que honran a Dios, el único que la puede conceder" (10). Indudablemente, la decadencia del Imperio Romano, espe- cialmente manifiesta en realidades como el ambiente bastante (7) De civ. Del, XIV, 28. (8) De civ. Del, XTV, 13. (9) De civ. Del, XIV, 1. (10) De civ. Del, II, 23. 80 SAN A GUSTÍN Y LA DEGRADACIÓN MORAL DEL MUNDO TARDORROMANO extendido de degradación moral y corrupción de costumbres, era la consecuencia lógica, en la visión agustiniana, de la implanta- ción más depravada de la "Ciudad terrena". Desde nuestra pers- pectiva católica actual, podemos decir lo mismo con relación a la situación de hoy. 2. EL VACÍO ESPIRITUAL 2.1. La idolatría del paganismo, incapaz de satisfacer al hombre A una situación de degradación moral sólo es posible llegar cuando se lian puesto todas las miras únicamente en las realida- des terrenales y se han dejado de lado las espirituales, que son las que más ennoblecen al hombre. Esto era algo evidente para San Agustín. Ahora bien, en gran medida, tal evolución podía ser la con- secuencia lógica —y en la mente del santo doctor lo era—, de la insatisfacción espiritual que la antigua religión pagana romana producía en el hombre, más aún cuando eran esas mismas creen- cias y prácticas las que alentaban la búsqueda exclusiva de bie- nes temporales. Para el santo obispo, por lo tanto, los males que Roma estaba entonces padeciendo a manos de los bárbaros no provenían de haberse abandonado el culto a sus antiguos dioses, sino que más bien la falsedad de éstos era el motivo auténtico de esas desdichas (11). Más aún, quienes se ocultaban detrás de tales dioses eran demonios, que anhelaban recibir el homenaje de los hombres, pero luego, como artífices del engaño, no devol- vían a éstos lo correspondiente por su tributo, sino desgracias. Profundamente romano, San Agustín conocía a la perfección la religión romana y las historias mitológicas de sus dioses, lo cual le permitía satirizar abundantemente sobre ellos, al demos- (11) Aborda todo esto principalmente en los diez primeros libros o primera parte de De civ. Del. 81 . SANTIAGO CANTERA MONTENEGRO, O.S.B. y ALEJANDRO RODRÍGUEZ DE LA PEÑA trar que era algo absurdo y ridículo (12). Así, muestra su capaci- dad para el humor al escribir: "Preguntemos, si place, a qué dios o a qué dioses, de entre tanto tropel de divinidades a que rinden culto los romanos, creen ellos asignar la grandeza y conservación del Imperio. No creo que en obra tan gloriosa y tan digna osen atribuir algunas partes a la diosa Cloacina, o a Voluptia, así lla- mada de voluptate, el deleite; o a Lubentina, nombre derivado de libido; o a Vaticano, que preside los vagidos de los infantes; o a Cunina, que cuida de sus cunas. ¿Cuándo podré mencionar en un solo lugar de este libro todos los nombres de los dioses o diosas que ellos apenas pudieron encerrar en grandes volúmenes, se- ñalando a los dioses oficios particulares para cada cosa? Ni se conformaron con encomendar el oficio de los campos a un solo dios [...]" (13). , La referencia agustiniana a Cloacina tiene especial ironía, pues era una antigua diosa itálica del matrimonio, de la que se encon- tró una estatua en la Cloaca Máxima de Roma, por lo que recibió ese nombre y prácticamente se asoció a Venus. Realmente, el absurdo y hasta la inmoralidad a la que podía llegar la religión romana eran extremos, pues incluso un oficio como el de los ladrones, como es sabido, contaba con su dios particular: Caco (Cacus), del cual deriva el apelativo "cacos" que los "profesiona- les" del hurto reciben, Y Caco, por cierto, tenía una hemiana, Caca (Caca), aunque su nombre parecía prestarse menos a la broma en latín que en castellano, si bien también existía en la lengua de los romanos el verbo caco, referido a la necesidad fisiológica que nos podemos imaginar. Quizá puedan resultar al lector un tanto atre- vidos y poco serios estos comentarios, pero con ello queremos simplemente resaltar el absurdo del paganismo antiguo que criti- caba San Agustín, teniendo en consideración además el tipo de sátiras que él mismo hacía, y sin olvidar asimismo que en otros pasajes del tratado De cívitateDei el santo doctor muestra un espe- cial sentido del buen humor con este tipo de chanzas (14). (12) Así, sobre todo, De cív. Del, IV, 8-11. (13) De cív. Del, TV, 8. (14) Así, De cív. Deí, XIV, 24. 82 SAN A GUSTÍN Y LA DEGRADACIÓN MORAL DEL MUNDO TARDORROMANO Además, como indicamos, el paganismo sólo podía ofrecer expectativas terrenales, lo cual no era capaz de satisfacer las aspiraciones más profundas del hombre: a los dioses no se les podía pedir la vida eterna, pues su campo de acción estaba limitado a cosas temporales concretas; y si ni siquiera en éstas era segura su protección, ¿cómo podrían garantizar la eterni- dad? (15). Por otro lado, como volveremos a referir más adelante, el obispo de Hipona atacó también los relatos mitológicos greco- rromanos por los malos ejemplos que en ellos se ofrecían a los hombres: lejos de ser un modelo de. imitación, los dioses a los que se rendía culto eran un conjunto de adúlteros, fornicadores, raptores de muchachas, ladrones, embaucadores, asesinos, crue- les con los hombres, interesados, egoístas... ¿Qué podía esperar Roma de ellos? Se hacía evidente que, si Roma había gozado en otros tiempos de prosperidad, había sido gracias á los dones que la Providencia del Único Dios le había concedido y a las buenas costumbres que ciertamente se habían desarrollado al menos entre una parte importante de la sociedad romana; si ahora pade- cía males, la causa no podía liallarse en la irrupción del cristia- nismo, sino en la pervivenda de aquel paganismo que daba culto a los demonios bajo la forma de dioses, y en la corrupción de las costumbres, la cual había comenzado a producirse en realidad ya antes del Nadmiento de Cristo. Para San Agustín, el origen de la idolatría viene de los peca- dos, por los cuales se producé el engaño del alma, "cuando se busca lo verdadero, dejando y descuidando la Verdad" (16). Comentando las opiniones de Varrón, afirma que la idolatría pagana es una creadón humana, a diferencia de lá verdadera religión, que es la cristiana, la cual tiene un origen divino verídi- co (17). Pero, vuelve a señalar, los demonios se aprovechan de tal creadón humana para recibir culto ellos mismos: los dioses (15) De civ. Dei, VI, 1. (16) De vera religione, 36; manejamos la edición bilingüe de las Obras Completas, t. IV, Obras apologéticas, edición preparada por varios autores, Madrid, BAC, 1962 (3.a ed.), págs. 3-203. (17) De civ. Dei, VI, 4. 83 . SANTIAGO CANTERA MONTENEGRO, O.S.B. y ALEJANDRO RODRÍGUEZ DE LA PEÑA falsos son "dioses que fabrica el hombre" (18), son "simulacros inmundos y demonios perniciosos o, a lo sumo, criaturas, no el Creador" (19). Una religión terrenal, que de la ambición y de los vicios hacía normas de conducta y que olvidaba los fines eternos del ser humano, sólo podía causar vacío espiritual, insatisfacción y desa- sosiego, a la vez que desgracias materiales. ¿Qué decir de nuestro Occidente actual que, habiendo cono- cido el mensaje de Jesucristo, ha decidido abandonarlo para vol- ver a un nuevo paganismo que adora el dinero, el poder, el pla- cer carnal y otros ídolos? ¿Qué decir también de la idolatría nacionalista, que desplaza a Dios para convertir a una nación (y que para colmo muchas veces no es nación, sino digna región integrada en una Patria común) en una divinidad absoluta y excluyente? El crimen del Occidente actual es singularmente grave, porque ya no se trata de un simple paganismo, sino de una apostasía. Y como todo culto idolátrico y toda apostasía, no puede acabar trayendo sino insatisfacción de las inquietudes más profundas del hombre, a la par que males incluso en el aspecto material, en la esfera de lo terrenal. 2.2. La búsqueda errada de un sentido de la vida Ese vacío espiritual, esa insatisfacción en la respuesta a las glandes preguntas que el ser humano siempre se ha planteado, esa ausencia de una vida interior que aspira a superar la corrup- tibilidad de la realidad presente, llevó a numerosos romanos, como hoy a muchas personas del Occidente, a buscar un senti- do de la existencia en otras creencias y prácticas religiosas o pseudorreligiosas. Esto fue algo cada vez más patente en la época histórica del Imperio, sobre todo desde el siglo II d. C., de la misma manera que en nuestro tiempo lo ha sido fundamen- talmente desde los años 60 del siglo xx. (18) De civ. Del, VIII, 23- (19) De civ. Dei, VI, Prólogo. 84

Description:
SAN A GUSTÍN Y LA DEGRADACIÓN MORAL DEL MUNDO TARDORROMANO. 1. LA AMBICIÓN TERRENAL. La raíz de la degradación moral y de
See more

The list of books you might like

Most books are stored in the elastic cloud where traffic is expensive. For this reason, we have a limit on daily download.