O t r os dli'Ljndos «Hay otros mundos, pero están en éste» ELUARD Jacques Sadoul EL ENIGMA DEL ZODIACO PLAZA & JANES, S.A Editores Título original: L'ÉNIGME DU ZODIAQUE Traducción de ROSA M.' BASSOLS Í N D I CE Primera edición: Junio, 1973 Segunda edición: Octubre, 1974 ©1971, by E. P./Denoel, París © 1974, PLAZA & JANES, S. A., Editores Virgen de Guadalupe, 21-33. Esplugas de Llobregat (Barcelona) Este libro se ha publicado originalmente en francés con el título de L'ÉNIGME DU ZODIAQUE Printed in Spain — Impreso en España ISBN: 84-01-31043-1 — Depósito Legal: B: 41.925 -1974 AGRADECIMIENTOS 11 PRóLOGO 13 1. ARIES: Un experimento 19 2. TAURUS: Todo empezó en Sumer 39 3. GÉMINIS: Las aportaciones griegas y egipcias . . 49 4. CÁNCER: Los astrónomos: astrólogos de Europa . 59 5. LEO: El renacimiento del siglo xix 77 6. VIRGO: Del «Hombre rojo de las Tullerías» al «C.I.A» 91 7. LIBRA: Un fenómeno social del siglo xx . . . 113 8. ESCORPIO: Las razones de la contrafé . . . 129 9. SAGITARIO: Los dogmas de la fe 147 10. CAPRICORNIO: La influencia de las luminarias 209 11. ACUARIO: Estadísticas y pruebas 227 12. PISCIS: El Gran Zodíaco 225 281 ANEXOS 287 BIBLIOGRAFíA AGRADECIMIENTOS Deseo agradecer aquí la inapreciable ayuda que me han aportado en la redacción de este libro: a la señorita Francoise Hardy, y, por orden alfabético, a los señores Raymond Abellio, Rene Alleau, André Bar- bault, Armand Barbault, Jacques Bergier, André Boudineau, Gilbert de Chambertrand, Francis Clerc, Paul Couderc, antiguo director del Observatorio de París, señora Tinia Faery, señores Michel Gauquelin, H.-J. Gouchon, señora Joélle de Gravelaine, señores Hades, Jean Hiéroz, Jacques Lévy, astrónomo titular del Observatorio de París, Jean-Pierre Nicola, Jacques Rever- chon, señora Régine Ruet, señorita Claire Santagostini, señor ministro Jacques Soustelle, señores Jean Vernal, Alexandre Volguine, así como a un astrónomo y a dos astrólogos que han preferido guardar el anonimato. Or O G) O r No he creído nunca en la astrología. Los horóscopos de los periódicos no llegaban a indignarme, pues me contentaba, simplemente, con volver la página sin ver los. La indiferencia ante ese extremo —se dice— es la forma última de la incredulidad. Por el contrario, siempre me he sentido atraído por la alquimia, y este interés me impulsó a escribir un estudio donde discutía la realidad de las transmu taciones metálicas. Sin embargo, cuanto más penetraba en la historia de la filosofía hermética, más me percataba de que muchos alquimistas consideraban su ciencia indisolublemente ligada a la astrología. Éste era, por ejemplo, el caso de Arnal- do de Vilanova, de Basilio Valentín, de Paracelso y, en nuestra época, de Fulcanelli o de Armand Barbault. A causa de ello concebí cierta curiosidad hacia la ciencia de los astros, que pronto se vio fomentada por dos hechos nue vos. En primer lugar, el azar me hizo encontrar a una anciana señora que, en el curso de la conversación, empezó a hablar me de una experiencia astrológica que había tenido antes de la guerra y que la había marcado para el resto de su vida. En 1930 ó 1931, se había confiado a una amiga suya respecto al matrimonio de su hijo con una muchacha que no le placía de masiado. Esta amiga le aconsejó acudir a un astrólogo que ella conocía, un hombre muy serio que ocupaba un cargo importante en el mundo de las finanzas; añadió que le sería necesario copiar de su libro de familia la fecha y la hora exacta EL ENIGMA DEL ZODÍACO 17 16 JACQUES SADOUL nacimiento: Si los resultados obtenidos eran exactos y concor del nacimiento de su hijo. Esta dama concertó, pues, una cita daban, tendría un motivo válido para emprender mi estudio; con Eudes Picard, uno de los individuos más representativos por contra, si todo lo que conseguía era un conjunto de retra del movimiento de renacimiento astrológico de principios de tos contradictorios, entonces poseería una buena razón para siglo. Éste escribió el tema, quedó luego perplejo y, finalmente, renunciar al proyecto. Forzosamente habría de reconocer que dijo: «Tendrá usted que perdonarme, señora, pero me parece las personas convencidas de la autenticidad de la astrología, casi imposible que este niño vaya a casarse el mes próximo, incluso las más cultivadas, se habían dejado engañar por las pues su horóscopo indica que no llegó a vivir más allá del apariencias. cuarto año.» Y esto es lo que hice... El hecho era exacto; al copiar la fecha y la hora de naci miento, la buena señora se había equivocado y había tomado las referencias que concernían a su hijo primogénito, muerto a los cuatro años y medio de edad. La dama me confesó haber quedado tan trastornada que no se atrevió a regresar nueva mente a casa de Eudes Picard con la verdadera fecha de naci miento de su otro hijo. El segundo hecho que me impulsó a interesarme por la cien cia de los astros fue otra conversación que tuve cierta vez con mi amiga Frangois Hardy, quien, aparte de su profesión de compositora y cantante, se interesa mucho por ciertos proble mas relacionados con lo que vulgarmente se llama esoterismo. Me hizo saber que ella había tenido ocasión de consultar, en varias ocasiones, a un astrólogo de fama para pedirle que hi ciera el estudio psicológico de su propio carácter o del de algu nos de sus amigos. Las descripciones que él facilitó de ellos, a partir de fechas de nacimiento anónimas, habían sido tan sa tisfactorias que habían convencido a Frangois Hardy de la realidad de su arte. De este modo, se me imponía cada vez más la idea de exa minar seriamente, y sin ningún apriorismo, la astrología. Sin embargo, no me decidía a emprender la tarea, ya que la posi bilidad de que unos astros tan alejados de la Tierra tuvieran influencia sobre cada hombre en particular, me seguía pare ciendo un absurdo. Fue entonces cuando pensé en dar un rodeo, intentar un experimento. Sería interesante pedir a una docena de astrólogos que interpretaran un mismo tema de • 3137 I. ARIES UN EXPERIMENTO ¿Qué es el Zodíaco? Ésta era, creo yo, la primera cosa que había que aclarar antes de proseguir en el estudio de la ciencia de los astros. Así pues, compré un par o tres de manuales corrientes que me permitieron hacerme finalmente una idea de lo que se ocultaba tras esta misteriosa palabra. Todos sabemos que el Sol parece recorrer anualmente un camino muy bien delimitado en el cielo; a este itinerario se le ha dado el nombre de eclíptica. Si se recorta arbitrariamente una franja de cielo de 8,5° a un lado y a otro de la eclíptica, se obtiene una zona celeste, llamada zodíaco, dentro de la que circulan todos los planetas del siste ma solar (1). Esta zona ha sido desglosada en 12 sectores de 30° cada uno, en los que el Sol parece progresar a razón de Io cada día; dicho de otro modo, recorre a nuestros ojos cada sec tor en un mes; éstos son los signos del zodíaco. Así, la expre sión «haber nacido bajo el signo de Aries», por ejemplo, sig nifica haber visto la luz del día dentro del período primaveral que va del 21 de marzo al 21 de abril, durante el cual el Sol residía en el primer sector del zodíaco, ya que la tradición hace (1) Excepto el más recientemente descubierto, Plutón.
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