Pierre Calame REINVENTAR LA DEMOCRACIA Hacia una revolución de la gobernanza 1 Pierre Calame Con la colaboración de Jean Freyss y Valéry Garandeau R EINVENTAR LA DEMOCRACIA Hacia una revolución de la gobernanza Traducción del francés por Marcela De Grande (Argentina), revisada por Tomás Mouries (Perú) y Valeria Eberle (Colombia) 2 Del mismo autor Trabajadores extranjeros en Francia (con Paulette Calame), Biblioteca Promoción del Pueblo, Madrid, 1972. Misión posible, Pensar y actuar para el mañana, Ed. Trilce, Montevideo, 1994 En colaboración con André Talmant, Con el Estado en el corazón. El andamiaje de la gobernancia, Editora vozes Ediciones Trilce, Montevideo, 2001 Título original: La démocratie en miettes. Pour une révolution de la gouvernance © Descartes & Cie, 2003 32, rue Cassette, 75006 Paris www.editionsdescartes.fr ISBN 2844460542 3 En application de la loi du 11 mars 1957, il est interdit de reproduire intégralement ou partiellement le présent ouvrage sans autorisation du Centre français d’exploitation du droit INTRODUCCIÓN de copie (CFC), 20, rue des GrandsAugustins, 75006 Paris. El comienzo del siglo XXI marca no solamente un cambio de milenio sino también un cambio de era. La aceleración de las mutaciones técnicas y económicas, el cambio de escala de las interdependencias entre las sociedades, así como entre la humanidad y el medioambiente, han trastocado los sistemas de pensamiento y las instituciones que garantizaban las regulaciones existentes. Esta ruptura condujo a que las innovaciones científicas y las relaciones comerciales se desplegaran sin límite y sin guía. Nuestros puntos de referencia intelectuales, morales y políticos tradicionales están desgastados, las solidaridades tradicionales se hallan debilitadas sin que otras nuevas encuentren principios e instituciones sobre los cuales basarse a nivel planetario. En estas condiciones, la prioridad hoy en día no es ni la continuación del desarrollo científico y técnico al menos tal como lo conocemos en la actualidad ni la prolongación de la expansión de las relaciones mercantiles. La prioridad es la construcción de una base ética común sobre la cual los pueblos puedan entenderse para manejar su interdependencia. Se trata de la concepción, el despliegue y la puesta en práctica de nuevas regulaciones capaces de dar reglas pero también un alma, un sentido, una equidad y un futuro común a la aldea planetaria en la que convivimos necesariamente. La crisis del sistema político La democracia, en la que teóricamente cada ser humano tiene voz en la gestión de la pólis* y participa en la definición y construcción de un futuro común, ha conocido un destino paradójico en el transcurso de las últimas décadas. Aparentemente el modelo de democracia representativa, por medio del cual los ciudadanos eligen libremente a sus representantes encargados de administrar la sociedad en su nombre ha superado a todos sus rivales hasta ocupar una posición hegemónica, si no en los hechos al menos en teoría. No obstante, el ejercicio del poder político, por su escala y su modo de funcionamiento, ya no permite realmente que los ciudadanos tengan influencia en los asuntos públicos, que se han * N del T Utilizaremos en este texto el término griego pólis para traducir el francés cité, en referencia a las antiguas ciudadesEstado griegas y romanas y con el propósito de hacer hincapié en la idea de una comunidad social que se construye primero a nivel local. 4 transformado en asuntos mundiales. El hecho de que algunos miles de votantes de Florida, como consecuencia de la elección controvertida de noviembre del 2000, en la que participó sólo una minoría de ciudadanos, hayan podido influir en la paz y en la guerra desencadenada en Medio Oriente, tiene apenas una relación lejana con el ideal democrático. Todo lo que orienta hoy nuestro futuro, particularmente las grandes decisiones científicas y técnicas, no se somete a debate público. La organización misma del escenario y del debate políticos, y el ejercicio por parte de las autoridades electas de un poder que se les delega periódicamente, ya no corresponden a las características técnicas y culturales de la sociedad. Los grandes actores económicos y financieros están fuera del alcance de cualquier influencia o control. La puesta en escena televisada de las divergencias entre candidatos a puestos políticos no logra disimular, ante los ojos de un público cada vez más atento, ni la ausencia de perspectivas ni la estrechez de los márgenes de maniobra. De ello resulta, como lo muestran varias encuestas, un descenso de la confianza de la población hacia las élites políticas, una pérdida de credibilidad y de prestigio de sus miembros, y el aumento del abstencionismo de la población en las democracias más establecidas. La democracia triunfa pero es una democracia hecha añicos. La cuestión del Estado Desde hace dos siglos, el Estado y el espacio nacional han sido, para bien y para mal, los ámbitos privilegiados de las regulaciones públicas, políticas y sociales. El desarrollo de los servicios públicos, la implementación del Estadoprovidencia y de medios cada vez más amplios de redistribución, así como el perfeccionamiento de las políticas macroeconómicas, fiscales y monetarias generaron, al menos en Europa occidental, el apogeo de sistemas de regulación consolidados desde el siglo XVII. Estos sistemas han sido el resultado tanto de esfuerzos conceptuales como de luchas sociales. El nacionalismo fue, después de la Segunda Guerra Mundial, la consigna de las luchas por la independencia y el Estado apareció, en los años sesenta, como el mejor inspirador y el principal garante y motor del desarrollo. Pero este apogeo conoció una caída igualmente rápida. El marco del Estado y de las políticas nacionales ya no correspondía a la realidad y a la amplitud de las interdependencias mundiales. Demasiado autoritario, demasiado burocrático, poco abierto a la diversidad de las 5 dinámicas sociales, a veces calcado sobre sociedades que funcionaban de otro modo, a menudo corrompido, demasiado grande y demasiado pequeño a la vez, el Estado, luego de haber sido coronado con todas las virtudes, se vio acusado de todos los males. Los intentos de reforma, veleidosos o superficiales, han fracasado la mayoría de las veces1, dando crédito a la idea de que las instituciones públicas no eran capaces de renovarse, lo cual no dejaba otra perspectiva que su desmantelamiento. El fracaso histórico de las economías planificadas hizo su aporte y todo ello generó un espacio en el que prosperó lo que convencionalmente se denomina la “revolución neoliberal”. El Estado fue socavado por un movimiento doble. Por un lado, el movimiento de redistribución de competencias públicas a favor de instancias más pequeñas el movimiento general de la descentralización o más grandes el movimiento más limitado de integración nacional y la multiplicación de convenios internacionales. Por otra parte, una reducción de la esfera pública con la disminución de las ambiciones y prerrogativas de los Estados y con la privatización de los servicios públicos. Quienes protegían la acción pública se encontraron a la defensiva en muchos lugares, más inclinados a la resistencia que a la innovación. La “mundialización”2 Sin embargo, en el siglo XXI, el factor estructural decisivo de cuestionamiento del papel del Estado, tal como se lo concibió hasta la última guerra, es el fenómeno irreversible de la mundialización, es decir el desarrollo de interdependencias de todo tipo a escala planetaria. El cataclismo de la guerra generó, después de 1945, la creación de nuevos dispositivos de regulación de la “sociedad mundial”: la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y sus múltiples agencias, las llamadas instituciones de Bretton Woods Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional y el acuerdo multilateral de intercambios comerciales, el GATT, transformado en la Organización Mundial del Comercio (OMC). Pero este dispositivo, por más indispensable y loable que sea, siguió basándose en la ficción de relaciones entre Estados soberanos. Tal como lo dicen los especialistas, el modelo de “Estado westfaliano”, que data de 1 Ver en el libro Con el Estado en el Corazón. El andamiaje de la gobernancia. Editora vozesEdiciones Trilce. Montevideo, 2001,223 páginas, una descripción detallada de los obstáculos encontrados por estas tentativas en el caso del Estado francés. 2 N.d.T. En castellano como en inglés se emplea comunmente una misma palabra, “globalización” (“globalization” en inglés), para traducir dos términos distintos en francés: “mondialisation” y “globalisation”. Sólo este último corresponde estrictamente a la globalización. Por eso decidimos aquí crear un neologismo en español la “mundialización” ya que el autor analiza este concepto diferenciándolo explícitamente de la globalización. 6 hace tres siglos y medio, sigue siendo la norma de las relaciones internacionales3. Los problemas del planeta, comenzando por el impacto de la humanidad sobre la biosfera, se han convertido en nuestros problemas domésticos y, sin embargo, siguen siendo tratados en el marco de las relaciones diplomáticas entre Estados supuestamente soberanos. El retraso existente en el surgimiento de una comunidad mundial y en la creación de instituciones y reglas a la vez legítimas, democráticas y eficaces va a revelarse dramático en el momento en que la humanidad deba concebir y conducir las transformaciones de las que depende su supervivencia. Atrás quedó la época en que las sociedades pequeñas, administrándose de manera autónoma, podían poner recursos y competencias en común para formar confederaciones. Ahora el razonamiento se ha invertido: compartimos los recursos y el destino de un solo y único planeta, globalmente frágil. Todo proviene de este bien común y de sus interdependencias. Las diferentes comunidades son las encargadas de compartir la gestión de este patrimonio. En este contexto aparece la necesidad de una revolución de la gobernanza4. Dicha revolución conlleva dos etapas sucesivas que se describirán a lo largo del presente libro. La primera consiste en pasar de la idea de gestión pública o de Estado a la de gobernanza. La segunda etapa parte de la constatación de que la gobernanza actual no se adapta a las necesidades actuales de nuestras sociedades, lo que nos lleva a definir un nuevo marco de pensamiento, es decir nuevos principios directivos para la implementación de una forma mejorada de gobernanza. Describamos, a grandes rasgos, estas dos etapas. La “gobernanza” La primera introduce el concepto de gobernanza. “Gobernanza” (gouvernance) es una palabra que viene del francés antiguo fue utilizada por Charles d’Orléans en el siglo XV. Describe la conducta, el arte de gobernar. Proviene de la misma raíz que “gubernare”, que en 3 El análisis del modelo westfaliano (nombre proveniente del tratado de Westfalia que puso fin en Europa, en 1648, a la desastrosa guerra de los Treinta Años) y sus implicaciones para la gobernanza mundial están presentados en un Cuaderno de Propuestas de la Alianza por un Mundo Responsable, Plural y Solidario (Ediciones Charles Léopold Mayer, 2003). 4 N.d.T. Según el Diccionario de la Real Academia Española, en su vigésima segunda edición, la primera acepción de la gobernanza es: “Arte o manera de gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo económico, social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía”. En cambio, la Real Academia no registra la palabra “gobernancia”. En cuanto a “gobernabilidad”, la primera acepción registrada por el mismo diccionario es la “cualidad de gobernable”. Por lo tanto, elegimos traducir el término francés “gouvernance” por “gobernanza”. Este concepto, por un lado, rebasa el estrecho marco del “gobierno” y, por el otro, no se reduce a la “gobernabilidad”. Cabe precisar, sin embargo, que muchas veces se ha utilizado y se sigue usando “gobernancia” y más aun “gobernabilidad” en el sentido de lo que en estas páginas llamamos “gobernanza”. 7 latín significa tanto conducir un navío (con su derivado francés “gouvernail”, que significa “timón”) como conducir los asuntos públicos. Se trata de un homónimo acertado porque, precisamente, el arte de conducir los asuntos públicos no se reduce a la creación de instituciones, ni a seguir las reglas del derecho, ni al funcionamiento del escenario político, ni a la gestión de los órganos de gobierno. La palabra gobernanza está de moda en la actualidad y ha sido objeto de muchos debates, no precisamente por una repentina pasión por el francés antiguo sino más bien porque nos llega a través del término inglés “governance”. Este término ha sido vulgarizado, sobre todo a propósito del sector privado –donde se habla de la “corporate governance”– para designar al conjunto de técnicas de organización y de gestión de la empresa. Su transposición a los asuntos públicos, volviendo a su origen etimológico, todavía despierta cierto resquemor porque se trata de un término que ha sido popularizado en un enfoque neoliberal, para reducir y delimitar el campo de la acción pública, por la vía de la connotación normativa de las recetas de “buen gobierno” impuestas por el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y posteriormente por la Unión Europea, como condición para sus ayudas. Gobernanza La “gobernanza” está de moda. A menudo este término abarca concepciones diferentes a las que se desarrollan en el presente libro. El “buen gobierno” se ha convertido en un tema de trabajo de las instituciones de cooperación para el desarrollo, la puerta de entrada obligada para todo país que solicite los créditos de ajuste estructural de las instituciones de Bretton Woods o la cooperación de la Unión Europea. Este concepto, extraído del vocabulario propio del sector privado (corporate gouvernance), es promovido por el Banco Mundial desde 19835 para adaptar las estructuras del Estado a las exigencias del liberalismo económico. Contrariamente a las apariencias es altamente político porque, so pretexto de reorganizar los diferentes niveles de responsabilidad en el seno de la sociedad, lleva a debilitar a los Estados centrales, subordinando sus funciones redistributivas a las lógicas de la economía liberal. El concepto de gobernanza ha sido definido de manera bastante amplia por el Banco 5 World Bank, Subsaharn Africa. From Crisis to sustainable growth, World Bank, Washington DC, 1989. 8 Mundial6: “es la manera mediante la cual se ejerce el poder en la gestión de recursos económicos y sociales de un país en vías de desarrollo”. Circula asimismo otra definición más operativa: “la gobernanza es la gestión imparcial y transparente de los asuntos públicos por medio de la creación de un sistema de normas aceptadas como constitutivas de la autoridad legítima, con el fin de promover y valorizar los valores sociales hacia los cuales apuntan los individuos y los grupos”. Bonnie Campbell analiza de esta manera el contenido dado a la gobernanza por el Banco Mundial7: “Se encuentran sistemáticamente algunos términos utilizados por el Banco Mundial para poner de relieve los elementos de un buen gobierno: la gestión del sector público, la responsabilidad, el marco jurídico del desarrollo (rule of law), la información y la transparencia. Esta idea de buen gobierno no es verdaderamente nueva, ni puramente anglosajona”. Se trata de una concepción que reposa sobre el principio de separación de los poderes en un Estado de derecho: la “transparencia” (“transparency”), es decir la libertad de acceso a los documentos administrativos prolongación de la libertad de información y la garantía de una buena justicia administrativa, así como la motivación de las decisiones; el “rendimiento de cuentas” (“accountability”), la responsabilidad de quienes toman decisiones, los controles “sobre” la administración, el control de los mercados públicos, de la gestión de los fondos públicos, etc.; el “empoderamiento” (“empowerment”) que corresponde a la idea de administración consultiva y a la necesidad de acercar a los ciudadanos a la toma de decisiones, así se trate de democracia local, de microproyectos, de desarrollo de la sociedad civil a través de las ONGs, de la libertad sindical, de la prensa libre, del ejercicio de las libertades fundamentales, etc. Aquí predomina una visión no intervencionista y minimalista del Estado, una concepción estrictamente funcionalista e instrumentalista, que limita al Estado a la cuestión de la gestión técnica de los recursos públicos, dejando de lado la esfera política como lugar de determinación de un proyecto de sociedad, en beneficio de un enfoque de procedimientos, de normas y de la creación de instituciones para las regulaciones del mercado. 6 World Bank, Gouvernance and development World Bank, Washington DC, 1992. 7 B. Campbell, “Gouvernance, réformes institutionelles et redefinition du rôle de l’Etat: quelques enjeux conceptuels et politiques soulevés par le projet de gouvernance descentralisée de la Banque Mondiale”, 2002. 9 La concepción europea es bastante diferente y está presentada en el Libro Blanco sobre la gobernanza europea como “las normas, procedimientos y comportamientos que influyen en el ejercicio de los poderes a nivel europeo, particularmente desde el punto de vista de la apertura, de la participación, de la responsabilidad, de la eficacia y de la coherencia”8. En efecto, según Beate KohlerKoch y Fabrice Larat9, “la gobernanza comunitaria no está determinada únicamente por la estructura de la Comunidad y por sus particularidades, sino que también está influenciada por la percepción, por parte de los actores que participan en esta gobernanza, de los principios que rigen un orden político legítimo. En su esencia, la gobernanza se refiere a la materia y los medios gracias a los cuales las preferencias en parte divergentes de los ciudadanos se encuentran reflejadas en las decisiones y medidas de índole político, de tal manera que la pluralidad de intereses presentes en el seno de la sociedad sea transformada en acción unitaria y que los diferentes actores sociales la acepten y se sientan reflejados en ella”. Posteriormente, en la cumbre de Niza, la Comisión Europea lanzó una amplia reflexión sobre la gobernanza europea del futuro y la profundización de la democracia en Europa. El sentido que he dado en el presente libro a la palabra “gobernanza” es mucho más amplio que el que propone el Banco Mundial. Obviamente se encontrarán, como en los principios del “buen gobierno”, las exigencias elementales de la democracia que son el acceso a la información y el deber de los gobernantes de rendir cuentas para que los ciudadanos estén implicados en la toma de decisiones que les conciernen directamente en su vida cotidiana. También comparto la atención que la Unión Europea presta a la percepción de los principios y de las prácticas efectivas, ya que el marco jurídico e institucional propiamente dicho es inseparable, en primer lugar, de las representaciones que se hacen los actores y luego, de la práctica real de las instituciones. Por el contrario, no comparto una visión puramente administrativa de la sociedad y rechazo asimismo la ilusión de recetas de buena gobernanza que garantizarían en todos los lugares del planeta, a partir del modelo inseparable del economicismo dominante, la buena gestión de los asuntos públicos y, menos aún, la cohesión y el desarrollo pleno de las sociedades. Sin embargo, si bien no creo en recetas, he llegado a creer en cambio que existen principios comunes de gobernanza, un marco de pensamiento que permite a toda sociedad 8 Com 428, Bruselas 25/07/2001, “El libro blanco sobre la gobernanza europea”, 2000. 9 J. Hergenhan, “Quelle gouvernance pour l’Union européenne après Nice?”, in Eurocities magazine, No 13, 2001 10