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Redes sociales y complejidad: Modelos interdisciplinarios en la gestión sostenible de la sociedad y la cultura PDF

403 Pages·2011·11.96 MB·Spanish
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Carlos Reynoso – Redes sociales y complejidad Redes sociales y complejidad: Modelos interdisciplinarios en la gestión sostenible de la sociedad y la cultura Carlos Reynoso UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES http://carlosreynoso.com.ar Versión 6.02.04 – Febrero de 2011 1 – Presentación: La antropología en la era de las redes...................................................2 2 – Especificación epistemológica.................................................................................11 3 – Redes, una vez más..................................................................................................17 4 – El momento fundacional: La teoría de grafos...........................................................26 5 – De grafos a sociogramas: La Sociometría y la primera Escuela de Harvard..............61 6 – Redes aleatorias: Posibilidades y límites del azar.....................................................80 7 – Redes en antropología: De la Escuela de Manchester a Bruno Latour.....................100 8 – Análisis micro, macroestructuras y la fuerza de los lazos débiles...........................120 9 – Travesías por mundos pequeños.............................................................................130 10 – Redes IE: Complejidad, fractalidad y principio de San Mateo..............................139 11 – Más allá del ruido blanco: Ley de potencia y análisis espectral............................151 12 – Las redes complejas del lenguaje y el texto..........................................................175 13 – Clases de universalidad: Claves de la transdisciplina............................................193 14 – Criticalidad auto-organizada, epidemiología y percolación..................................206 15 – Algoritmos evolucionarios: Gestión sostenible de problemas intratables..............222 16 – Redes espaciales: Grafos para una antropología del paisaje y la ciudad compleja.237 17 – Parentesco: De la pérdida del modelo a las nuevas técnicas reticulares.................280 18 – Metacrítica: Alcances y límites de la teoría de redes (y de la complejidad)...........308 19 – Conclusiones.......................................................................................................321 Referencias bibliográficas............................................................................................336 Referencias tecnológicas.............................................................................................402 1 Carlos Reynoso – Redes sociales y complejidad Redes sociales y complejidad: Modelos interdisciplinarios en la gestión sostenible de la sociedad y la cultura Carlos Reynoso UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES http://carlosreynoso.com.ar Febrero de 2011 1 – Presentación: La antropología en la era de las redes A partir del momento que los diversos aspectos de la vida social (económicos, lingüísticos, etc) se ex- presen como relaciones, queda abierto el camino para una antropología concebida como una teoría general de las relaciones, y para un análisis de las sociedades en términos de rasgos diferenciales ca- racterísticos de los sistemas de relaciones que las definen. Claude Lévi-Strauss (1973: 88) En las puertas del siglo XXI las teorías de redes, ya de antigua data en sociología y antro- pología, devinieron al fin complejas, caóticas, dinámicas y no lineales en el sentido técni- co de las palabras. Un encadenamiento de nuevas ideas trajo aparejada una visión distinta y hasta capacidades impensadas de gestión. Métodos y objetivos imposibles de imple- mentar pocos años antes se volvieron no sólo viables sino moneda común en la virtual to- talidad de las disciplinas: dar cuenta del cambio complejo y la morfogénesis, disponer de teorías sobre transiciones de fase y procesos adaptativos, comprender un poco mejor la emergencia, indagar fenómenos sociales de sincronización, diseñar algoritmos para en- contrar comunidades en redes de gran porte, modelar nexos entre el micro y el macronivel o entre la cognición, el espacio y la organización social, tratar analítica y gráficamente es- tructuras de miles o millones de elementos, pasar de la angustia existencial de la prueba de Gödel a las heurísticas positivas de la teoría de la NP-completitud, disponer de un mo- delo matemático tratable a la altura de muchas de las complicaciones de la vida real, desa- rrollar heurísticas de trabajo en condiciones de conocimiento incompleto y estrategias de intervención y compromiso en fenómenos cuyas leyes, si las hay, se sabe que nunca serán por completo desentrañadas (Garey y Johnson 1979; Bocaletti y otros 2006; Strogatz 2003; Bunke y otros 2007). 2 Carlos Reynoso – Redes sociales y complejidad En los tiempos que corren están surgiendo teorías reticulares de la evolución y modelos en red de la genómica, de los orígenes de la vida, los espacios urbanos, el lenguaje, la cul- tura, la música, los textos, las funciones biológicas, las enfermedades humanas y hasta la actividad cerebral desvelada por la neurociencia y por una ciencia cognitiva renovada desde la raíz (Bornholdt y Schuster 2003; Wuchty, Oltvai y Barabási 2003; Catani, Jones y ffitche 2004; Green 2008; Agosta y otros 2009; Blanchard y Volchenkov 2009; Dehmer y Emmert-Streib 2009: 48; Vannest y otros 2009; Ghosh y otros 2010). Aunque subsiste el prejuicio de siempre hacia las ciencias humanas, ante la epifanía mediática de la Red de Redes y la floración de un mundo proliferante de tribus digitales, y tras un puñado de dra- máticas demostraciones del impacto de los mecanismos reticulares sobre diversos aconte- cimientos políticos en el plano global, las redes sociales están definitivamente integradas a las nociones que a diversos niveles de abstracción estudian matemáticos e investiga- dores en las disciplinas más diversas. En los cuarteles más duros de las ciencias duras los requerimientos formales, las nomenclaturas y los hallazgos empíricos de los analistas de redes sociales han ganado una modesta pero perceptible respetabilidad. En este contexto es palpable que éste no es el mejor momento para que una disciplina co- mo la antropología se desentienda de estas circunstancias y se refugie en su especificidad, menos aun cuando su objeto ha dejado de ser lo que alguna vez se creyó que era y el pa- pel de la disciplina en el conjunto de las ciencias (y el monto de la financiación y del res- paldo social que merece) está necesitado de una justificación concluyente. Es aquí donde los desarrollos teóricos e instrumentales vinculados a redes pueden ofrecer una oportuni- dad inédita para restablecer relaciones muy concretas con otras disciplinas, para recuperar incumbencias que habíamos abandonado y para incorporar un campo de desarrollos com- plejos que serían tal vez más tortuosos de integrar si se intentaran otros caminos. En consonancia con ese escenario, el objetivo de esta presentación es demostrar la viabi- lidad, el alcance y la relevancia radical de ese enfoque, haciendo palanca en esta demos- tración para armar una visión de los aspectos esenciales de las teorías de la complejidad de cara a la antropología. Más allá de las redes y de la complejidad en general, la argu- mentación se articulará en torno del análisis de redes sociales (en adelante ARS), el cual constituye, se halle o no de por medio alguna variedad de herramienta compleja, un tema de alta importancia en nuestras ciencias que debería ser no tanto redimido como reformu- lado. Por más que las redes sociales y el ARS han de estar permanentemente cerca del foco, otras formas y procesos reticulares de la sociedad y la cultura lo estarán también, junto con los fundamentos lógicos, matemáticos o computacionales de los formalismos que se han elaborado en torno suyo. No ha de ser lo que sigue entonces una introducción a la teoría de redes ni a la de la com- plejidad, ni una guía de usuario de los programas de computadora que materializan a una y a otra, ni una artimaña para mecanizar o matematizar la disciplina, ni una tabla de correspondencias entre las nuevas categorías reticulares que han surgido y los conceptos de antropología social que conviene resucitar, sino más bien un análisis sistemático de las consecuencias epistemológicas que emanan del encuentro de esas dos corrientes y de la significación de sus consecuencias sinergéticas para la disciplina y áreas colindantes. 3 Carlos Reynoso – Redes sociales y complejidad Al lado de eso, el texto interroga con más espíritu de operatividad que de pedagogía las consecuencias disciplinares específicas de varias técnicas contemporáneas que bien po- drían ser otras (algoritmo genético, modelado basado en agentes, gráficos de recurrencia, geometría fractal, autómatas celulares, gramáticas recursivas) pero que aquí serán central- mente las redes y los grafos. Se aprovechará el trazado de una visión estratégica para identificar lo que percibo como un conjunto sistemático de implicaciones, desafíos o lec- ciones prácticas y epistemológicas acarreadas tanto por la teoría de redes como por la perspectiva compleja, y sobre todo por la complementación de ambas. De hecho, esa teo- ría y esta perspectiva se han tornado cada vez más convergentes y puede decirse que jun- tas han llegado a ser mucho más que la suma de sus partes. En cuanto a las lecciones a las que hice mención, ellas ponen en tela de juicio algunos de los estereotipos y metarrelatos antropológicos y epistemológicos más arraigados, lo cual ofrece alguna utilidad al investigador que se aventure a leer este texto más allá que adopte o no en el futuro un marco conceptual ligado a la complejidad o a alguna técnica reticular y más allá que sea antropólogo o que ejerza alguna otra profesión científica. En este sen- tido, el conjunto de los corolarios que cierran cada capítulo constituye el núcleo de la hipótesis de trabajo que vertebra la tesis, centrada en la convicción de que existen susten- tos firmes, a ser demostrados y señalados con claridad y distinción, para repensar en base a heurísticas positivas una parte sustancial de la teoría antropológica y de las ciencias so- ciales, invitaciones históricas a su re-pensamiento incluidas. En otras palabras, la idea es no sólo demostrar que las redes y la complejidad aportan una herramienta de un carácter cuya necesidad es palpable, sino organizar los aspectos forma- les de la narrativa de modo que quede plenamente expuesto el hecho de que ambas esta- blecen por un lado la posibilidad y por el otro la necesidad de fiscalizar viejas y nuevas estrategias disciplinarias desde la mera raíz, sea ello debido a los caminos que se abren, a las oscuridades que se aclaran o a los mitos que se caen. Igual que en otros textos de heurística que he escrito en los últimos años, aquí considero que las técnicas son contingentes y que no deberían ser un fin en sí mismas. Casi siempre han venido a caballo de tecnologías cada vez más poderosas pero de muy rápida obsoles- cencia en lo que cuadra a sus implementaciones. No por ello cabe secundarizarlas, sin embargo, pues al lado de su frecuente fealdad, de la fugacidad de los estándares y de sus aristas de fuerza bruta en materia de análisis, cálculo y representación, en un nivel más genérico las técnicas proporcionan una buena medida de esclarecimiento tanto cuando los modelos funcionan como cuando no lo hacen. Frente a problemas cuya complejidad torna imperativa su instrumentación, es a través de ellas que las argumentaciones ligadas a la teoría o a la estrategia de cobertura (sea esta última formal o discursiva) afrontan la prue- ba más ácida de todas. Es que en los últimos tiempos ha habido, sin duda, un reacomodamiento de las jerarquías epistemológicas. Son ahora las grandes teorías al modo clásico (monológicas, personali- zadas, panópticas, enciclopédicas) las que encuentran más ardua su pretextación. Sobre todo con el advenimiento de posibilidades de modelado antes inéditas, las técnicas ya no son ciudadanas de tercera por debajo del prestigio de las teorías y los métodos, sino ele- 4 Carlos Reynoso – Redes sociales y complejidad mentos del ciclo operativo que bien pueden impactar recursivamente en la teoría, o reve- lar la sustentabilidad de una línea de razonamiento antes reputada imposible, o la intrata- bilidad de un problema que en el plano teórico luce de resolución trivial. Por añadidura, mientras que las técnicas experimentaron hace poco su mayor transición histórica a im- pulsos de una tecnología cuyo progreso se acelera en progresión exponencial, para las teorías todo sigue siendo tan artesanal, reposado y contemplativo como siempre. Pese a que ni siquiera existe una normativa que sistematice cabalmente ese campo, hoy en día bloggers y nerds en plena adolescencia realizan en base a la praxis de sus redes egocén- tricas o a sus tecnologías de garage operaciones de gestión en la vida social a escalas que los consultores y teorizadores de hace pocos años habrían juzgado impensables y de ma- neras que ninguna ciencia de la comunicación alcanzó a predecir (Kelsey 2010). La técnica misma, por otro lado, puede constituir un límite o ponerlo de manifiesto: cier- tos procedimientos analíticos, procesos reticulares y desarrollos algorítmicos en geome- tría computacional que se requieren en una u otra fase de un razonamiento podrían ser du- ros o imposibles de resolver en tiempo polinómico (Davidson y Harel 1996: 301; Tamas- sia 1997; 2000: 952-957).1 No es necesario afrontar inmensos repositorios de información o modelos con multitud de parámetros, o llegar al plano de las sociedades (mal) llamadas complejas para encontrar estos escollos; el espacio de fases de la combinatoria inherente a una red de unos 100 elementos con grado 2 o 3 es ya suficientemente ultra-astronómico a los usos prácticos. Un anillo de Kula con veinte puertos de escala alberga una cifra de 1.155.620.000.000.000.000 trayectorias diferentes posibles, número que es un poco más alto de lo que para simplificar llamaríamos un trillón. Y aunque dudosamente sume más que una cincuentena, determinar cuánta gente debe concurrir a una asamblea para que sea inevitable la existencia de dos cliques en péntada (dos grupos de cinco personas que com- partan o no una característica) está fuera de las posibilidades humanas o computacionales de cálculo. Algunas redes de envergadura modesta, en fin, se pueden concebir intelectualmente (en principio) y hasta visualizar de manera aceptable, pero no se podrán poner a prueba, ges- tionar de manera óptima o analizar exhaustivamente jamás. Ante estos hechos, ya puede comenzar a ponerse en duda que el uso de técnicas cada vez más refinadas o innovadoras o el progresivo desarrollo de la ciencia implique alguna simplificación del conocimiento, como a la que muchos de mis colegas han intentado acercarse infructuosamente a través de las redes. Más bien al contrario: en algunos entornos de trabajo (ORA Network Visua- lizer, por ejemplo) un análisis reticular de un grupo humano diminuto arroja varias doce- nas de páginas de diagramas y datos cuantitativos en letra pequeña y un potencial intermi- 1 Existen varios órdenes de tiempo requeridos para ejecutar la resolución de un algoritmo. El tiempo polinó- mico denota una complejidad algo mayor a la intermedia en una escala que va desde el tiempo constante hasta el doble exponencial, pasando por el tiempo logarítmico, el lineal, el cuadrático, el cúbico, [el polinó- mico], el exponencial y el factorial, entre otros. Un tiempo constante se necesita para determinar, por ejem- plo, si un número es par o impar. Un tiempo logarítmico se requiere para ejecutar una búsqueda binaria (p. ej. el juego de las veinte preguntas). El tiempo polinómico cubre en realidad un amplio rango de tiempos, tales como los implicados por las operaciones n, n log n o incluso n10 (van Leeuwen 1990: 67-162; Hop- croft, Motwani y Ullman 2001: 413-468; Sipser 2006: 247-302). 5 Carlos Reynoso – Redes sociales y complejidad nable de simulaciones dinámicas: un laberinto de problematicidades escondidas mucho más intrincado que el que se creía tener antes de ponerse a trabajar. Mientras tanto, el crecimiento exponencial de las técnicas ha definido un amplio espacio de maniobra, acaso el más intenso y el más difícil de cooptar que hayamos tenido jamás entre manos, al lado de un creciente caudal de conceptos pendientes de coordinación con nuestras categorías disciplinares. Cada vez con mayor frecuencia hallamos pautas en el océano de datos o en el comportamiento diacrónico del objeto, o encontramos medidas que acaso sean tipológica o estadísticamente significativas, para las cuales ni nuestros marcos de referencia han previsto nombres ni nuestras viejas teorías esperaban que llega- ran a existir. Por eso es que no se puede ni afirmar ni negar de antemano que las muchas signaturas o valores numéricos, cualitativos o imaginarios que aquí y allá se ven covarian- do o bifurcándose de manera inesperada correspondan a nociones de relevancia sociocul- tural que convendría acuñar, o a patrones de comportamiento discursivamente referencia- bles a descubrirse alguna vez.2 No ha habido tiempo para investigarlo; quizá no se lo sepa nunca. Pero algo queda. A escala de semanas se van proponiendo nuevas exploraciones en la naturaleza y en la estructura interna de todos los sistemas susceptibles de represen- tarse reticularmente, las cuales revelan no pocas invariancias, claves o interrogantes hasta hace poco ignorados de la organización social, el pensamiento, el lenguaje, la cultura y sus artefactos. En los intersticios de la ejecución de los objetivos antedichos procuraré señalar aquí y allá algunas perspectivas que pasan por ser complejas, pero que no han ofrecido, en un cuarto de siglo, herramientas de parecido nivel de compromiso y potencial de cambio. La fre- cuencia y la prioridad de esta demarcación será muy baja, pues el propósito no es pro- mover una crítica metódica ni dictaminar una zona de exclusión; la idea es más bien mar- car un contraste entre lo que hay y lo que podría haber por poco que uno se aventure más allá del confinamiento intradisciplinario que ha sido la norma en las tres últimas décadas y al que esas doctrinas,3 con sus discursos autorreferenciales y autoindulgentes que bor- dean con (o que se han precipitado en) el constructivismo radical o la deconstrucción de sus propios instrumentos, han terminado homologando. 2 Como escribió alguna vez Woody Allen: “La respuesta es sí, pero ¿cuál es la pregunta?”. Una idea seme- jante aparece en la insólita Hitchhiker’s Guide to the Galaxy de Douglas Adams (1979). Allí aprendemos que la respuesta definitiva es exactamente “42”; pero, por desdicha, cuál podría ser la pregunta es todavía materia de debate. O por mucho me equivoco, o en la exégesis metodológica del ARS (sobre todo en la lí- nea estadística de Wasserman y Faust [1994] y en la vanguardia exploratoria del análisis espectral) algunas veces se tocan los lindes de una hermenéutica parecida aunque con muchos más decimales de precisión. Ahora bien, estas respuestas huérfanas de pregunta no son privativas del tecnologismo en general o de las técnicas de redes en particular. A veces se las ve florecer en las investigaciones humanísticas más descripti- vas; tal ha sido el caso, por ejemplo, de las etnografías crepusculares de la musicóloga Frances Densmore, quien calculaba cifras para las que nunca nadie pudo imaginar algún uso (Reynoso 2006b: 33-38), o del análisis geoespacial y las estadísticas de GIS que yo mismo he llegado a practicar (Reynoso y Castro 1994). 3 Me refiero a los paradigmas de la complejidad de Edgar Morin o de Fritjof Capra, a la autopoiesis, el constructivismo radical, la cibernética de los sistemas observadores y la investigación social de segundo orden, la concepción posmoderna de la complejidad e incluso (aunque no tan de plano) a la teoría del Actor- Red del prestigioso Bruno Latour (2005). Véase Reynoso (2006: 112-160, 174-192) y Reynoso (2009). 6 Carlos Reynoso – Redes sociales y complejidad Más prioridad que eso tendrá el esfuerzo por vincular dos territorios (la antigua teoría de redes manchesteriana y la nueva ciencia de la redes independientes de escala) que hasta el día de hoy siguen sin integrarse como debieran. Pienso que ésta es una forma de ligar lo que pasa por ser una aventura circunstancial, mal conocida y ya olvidada de la historia an- tropológica con el estado de arte de la práctica en un plano actual, complejo y transdisci- plinario. Al mismo tiempo, creo, esta podría ser una una estrategia digna de ser reutiliza- da para poner en valor un fragmento sustancial del patrimonio de una disciplina que ha sido órdenes de magnitud más creativa y rigurosa en materia de técnicas y teorías de lo que ella misma se atreve a aceptar. En el trámite no me limitaré a las redes cuyo objeto es estrictamente social, sino que abordaré a la luz de la capacidad integradora de los con- ceptos reticulares una amplia gama de temáticas relacionales en las que podría estar en- vuelto un antropólogo. Esta integración tiene sin embargo un límite no negociable en lo que atañe a los estudios de casos. El texto hará mención sucinta de esos estudios cuando resulte útil, pero no se distraerá en su crónica detallada, ni llevará adelante uno, ni enumerará una cantidad signi- ficativa entre los muchos que hay, ni buscará culpar a nadie por la existencia de innume- rables áreas de vacancia. No será mencionado ni un solo caso que no aporte un descubri- miento o un constreñimiento teórico por encima de cierto umbral de significación. La idea es articular un texto de reflexión teórica y epistemológica, acaso uno de los primeros en su género en este campo, concentrando toda la energía en ese empeño; los estudios de ca- sos ya han tenido y seguirán teniendo su lugar en una bibliografía más masiva de lo que se necesita para probar si un principio metodológico es productivo o si es una moda sin sustancia. Las contiendas polémicas (si de eso se trata) no se deciden ni por empeño retó- rico ni por escrutinio: ni una enumeración aluvional de casos exitosos persuadirá al escép- tico, ni una nómina escrupulosa de los casos fallidos disuadirá al adepto. Mantener una cierta distancia de los tópicos, modos y casos canónicos de la disciplina ayudará a establecer una pauta de trabajo que no puede ser sino transdisciplinaria. La clausura disciplinaria ayuda a mantener firme el foco pero impone una visión de túnel y es miope casi por definición; aquí sostengo en cambio que mirar un poco más allá de los lindes involucra un esfuerzo que jamás será menguado pero que siempre resultará aleccio- nador si lo que se pretende hacer ha de calificar como antropología. Echando esa mirada se aprende que la antropología y la sociología, por ejemplo, no sólo difieren en el mayor o menor extrañamiento que infunden a su objeto, o en el entorno cul- tural en que se desenvuelven, o en la escala del asunto que les ha tocado en suerte, o en el desarrollo dispar de las teorías de redes en sus respectivos ámbitos. La diferencia es de mayor cardinalidad y atañe a la naturaleza de las estrategias que han cristalizado en ellas, y acaso a su valor mismo. Mientras que los hitos fundamentales de nuestra disciplina casi siempre tienen que ver con casos singulares (Redfield-Lewis-Foster, Murngin-Kariera- Purum, Radcliffe-Brown [o Evans-Pritchard] vs Malinowski, Mead vs Freeman, Sahlins vs Obeyesekere, las abominaciones del Levítico, la riña de gallos, el pangolín, los Pirahã), los de la sociología se refieren más bien a principios de organización universales (los seis 7 Carlos Reynoso – Redes sociales y complejidad grados de separación, la fuerza de los lazos débiles, las transiciones de fase, la ubicuidad de la ley de potencia, las relaciones escalares entre las partes y el todo). Aquí se optará sin componendas por esta segunda tesitura aunque sea otra la que la corpo- ración promueve. Es entonces aquella reflexión teórica y epistemológica de la que habla- ba y no la tentación particularizadora del bongo-bongoísmo (Douglas 1978: 17) lo que el estudio que sigue reclamará como su registro primario. No se trata sin embargo de volver a andar los caminos de la sociología, ni de replicar sus hazañas y sus errores. Será la de volver a situarnos en el nivel más general posible la aspiración en la que se convergerán los esfuerzos: un objetivo tan legítimamente antropológico, si se lo piensa bien, como el de priorizar el respeto más hondo hacia la especificidad de lo singular. A los casos me estaba refiriendo y vuelvo a ello: dado que me estaré concentrando en una inflexión por completo nueva (incluso en sus percepciones de la tradición disciplinar), los casos que refrenden lo que aquí se propone no serán tanto los que jalonan la historia co- nocida como los que se podrían elaborar de aquí en más. Del mismo modo, las manifesta- ciones de la diversidad y las formas peculiares con que sujetos, objetos y culturas asumen sus papeles no serán negadas sino más bien interpeladas (con tanta o más intensidad que en la thick description) a escalas de detalle y desde enclaves que no se pensaba que fueran posibles de alcanzarse, o no se pensaban en absoluto. Entre la cohorte de demostraciones paralelas que acompaña a la ejecución de los objetivos principales he concedido especial prioridad al señalamiento de posibilidades de innova- ción que se constituyen merced a capacidades formales antes inconcebibles. Así como en la Argentina las efemérides patrióticas no celebran el nacimiento de los próceres sino que rememoran los días de sus muertes, en ciencias sociales (y aquí el ejemplo de Edgar Mo- rin es paradigmático) ciertos pensadores han hecho hincapié en los caminos que se han cerrado para las ciencias sociales debido a la demostración de determinadas conjeturas y teoremas en las ciencias básicas, con el teorema de Gödel, la teoría de la relatividad y el principio de indeterminación de Heisenberg a la cabeza. Por ningún lado aparecen refe- rencias a las perspectivas que se inauguran a partir de la demostración de otros teoremas, lemmas y corolarios no menos universales, así como de la creación de metaheurísticas ca- paces de afrontar suficientemente bien situaciones extremas de intratabilidad (indecidibi- lidad, incertidumbre e incompletitud inclusive). Las teorías de la complejidad y el análisis de redes están atestados de estas instancias, como en seguida se comenzará a demostrar; qué cosa signifiquen y qué alcance tengan será parte primordial de la cuestión. En estricto rigor, la mayor parte de esas demostraciones teoremáticas conciernen más de lleno a las técnicas que a las teorías. El progreso de las ciencias puede ponerse filosóficamente en duda llegado el caso y no es un punto que me interese defender; el progreso de las técni- cas matemáticas, en cambio, está más allá de toda discusión. Habrá objetivos que no po- drán satisfacerse nunca, y eso es seguro; pero lo que hoy se puede pensar o pensar en ha- cer no guarda proporción con lo que era el caso (digamos) veinte años atrás en la historia. Insistiré todo el tiempo en la puesta en contexto, significado y valor de las teorías referi- das y en la consulta intensiva de los textos originales, antes que en la vulgata esquemática plagada de errores endémicos y de efectos de teléfono descompuesto que se ha enquistado 8 Carlos Reynoso – Redes sociales y complejidad en la comunidad de los especialistas y en su periferia (v. gr. Castells 2004; Rosemberg 2006; Zhang 2010). Aunque han comenzado a surgir unos pocos conatos,4 el análisis de redes todavía no ha generado en torno suyo un tejido cristalizado de elaboraciones meta- fóricas de bajo vuelo, como el que ha acordonado, casi sitiándolas, a las teorías de la complejidad, la dinámica no lineal y el caos determinista (Reynoso 2006a: 318-328; 2009). Conjeturo que todavía se está a tiempo de prevenir semejante malformación; pero en la medida en que la dificultad de los requerimientos técnicos siga creciendo al ritmo actual, la tentación de las lecturas ligeras y de las fundamentaciones endebles sin duda encontrará oportunidad de propagarse. También trataré de quebrar el tabú implícito que la antropología ha impuesto en torno de las estrategias de redes. Cuesta creerlo, pero éstas no han sido jamás homologadas en el círculo áureo de las grandes crónicas históricas de la disciplina aunque se originaron se- senta o setenta años atrás en las ciencias humanas o (según afirman al menos seis autores calificados y neutrales) en el corazón de la antropología misma (Wellman 1988: 21-22; Marsden 1990: 435; Kilduff y Tsai 2003: 13; Freeman 2004: 160; Furht 2010: 9). Conje- turo que este silencio se debe a que el formalismo de redes impone aprender no pocos ru- dimentos de estadísticas, combinatoria, álgebra, topología y geometría, y eso obliga a comprometerse mucho más intensamente en el juego metodológico y en la capacitación técnica de lo que el antropólogo promedio está dispuesto a hacerlo tras casi cuatro déca- das de hedonismo hermenéutico y posmoderno. Mi hipótesis en este punto es que si críti- cos y partidarios dominaran efectivamente esos formalismos (y si de refinar el debate se trata) no habría razones para no hablar de la teoría de redes, aunque más no fuese para im- pugnarla, para comprender mejor sus limitaciones o para señalar lo que en ella se debería corregir. Como sea, es indudable que el análisis de redes sociales ha sido uno de los episodios ne- gados de la historia de la antropología social británica, al menos. Adam Kuper (1973: 173-200) ni siquiera lo nombra en sus referencias a la escuela de Manchester; Richard Werbner (1984) sí lo menciona pero nada comenta sobre ello; y en América Marvin Ha- rris (1978) no les concede un solo renglón. Peor aun, fuera de los textos específicos de re- des sociales, los grandes manuales de metodología y técnicas en antropología social y cul- tural no se ocupan de redes en absoluto o lo hacen con displicencia. Mientras se dedican capítulos enteros a técnicas de probada caducidad o nunca articuladas verdaderamente, las redes, los grafos, el análisis de series temporales y las técnicas transdisciplinarias de reco- nocimiento de patrones o de descubrimiento de sistemas brillan por su ausencia. El grueso manual de Russell Bernard sobre métodos en antropología cultural dedica a las redes un solo párrafo, tras el cual confunde groseramente la teoría de grafos abstracta con las redes semánticas y otras formas reticulares de representación del conocimiento (Bernard 1998: 621-622). Ni redes ni grafos hallan tampoco cabida en su catálogo de estrategias cualita- tivas y cuantitativas (Bernard 1995) o en el compendio canónico de métodos de antropo- 4 Véase por ejemplo Deleuze y Guattari (2007 [1980]: cap. I); Capra (1996); Ibáñez (1990); Latour (2005); Kilduff y Tsai (2003); Kilduff y Krackhardt (2008). 9 Carlos Reynoso – Redes sociales y complejidad logía urbana (Low 1999), hecho que se repite (con una salvedad periférica) en el estudio de Oswald Werner y Joann Fenton (1970) para el denso tratado comparativista pos-mur- dockiano de Raoul Naroll y Ronald Cohen (1970), obra cumbre y canto del cisne de la antropología transcultural. Hace diez años la pérdida de la teoría de redes o la falta de una indagación compleja en la antropología hubiera sido una anécdota o un mal menor; pero han sucedido cosas en el campo de la ciencia que hacen que ahora ya no lo sea y es por eso que un estudio como el presente deviene necesario. No tanto porque desagravie una teoría pretérita que ha sido harto menos atroz de lo que muchos creen, y no tanto porque el Zeitgeist de comienzos del milenio esté impregnado de una experiencia irreductible de reticularidad compleja y multisituada, sino porque señala herramientas, conceptos y hallazgos que están impactan- do ahora y han de impactar también en el futuro de la antropología, una disciplina con po- tencial de ser la mediadora por antonomasia en la red que comunica las ciencias entre sí. La tesis que sigue está articulada en torno de una hipótesis dominante que no es otra, in- sisto, que la de la relevancia urgente del análisis de redes (imbuido de ideas derivadas de la complejidad) en el trabajo antropológico. El camino hacia esa demostración acumulati- va está jalonada por el registro de una docena de instancias en las cuales las herramientas reticulares por un lado definen saberes frescos y por el otro rompen con otras tantas narra- tivas placenteras pero engañosas incrustadas en la epistemología y en la práctica discipli- narias: lugares comunes que hace falta poner en evidencia y a los que es menester supe- rar, más allá de que al final del día se termine adscribiendo o no a una estrategia de redes, de complejidad, de modelado matemático, de antropología o de lo que fuere. El efecto multiplicativo de esas consecuencias (que a razón de una o a lo sumo dos por capítulo han marcado el ritmo de la organización temática y la secuencia cronológica del trabajo) deci- dirá si el objetivo que me he impuesto ha sido o no satisfecho. Aun cuando mi postura pueda definirse a grandes rasgos como de aceptación del conjunto de instrumentos que habré de poner en foco, registraré por último algunas notas de cau- ción y vigilancia reflexiva ante lo que percibo como la posibilidad (y la ocasional existen- cia efectiva) de un uso fetichista y estéril de las teorías y técnicas del nuevo siglo, tanto en materia de redes como de complejidad; más todavía que el rechazo por parte de quienes se resisten a unos y a otros aportes, este factor es sin duda el mayor obstáculo a enfrentar. 10

Description:
De ningún tema se ha hablado más en los últimos años que de las redes sociales y del cambio cultural que sus fundamentos tecnológicos traen aparejado. Pocas cosas han trascendido tan poco en ese mismo período como las discusiones en torno de la teoría y la práctica antropológica, tan lejana
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