Cuicuilco ISSN: 1405-7778 [email protected] Escuela Nacional de Antropología e Historia México Mier, Raymundo La antropología ante el psicoanálisis: las iluminaciones tangenciales Cuicuilco, vol. 7, núm. 18, enero-abril, 2000, p. 0 Escuela Nacional de Antropología e Historia Distrito Federal, México Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=35101806 Cómo citar el artículo Número completo Sistema de Información Científica Más información del artículo Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Página de la revista en redalyc.org Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto NOTAS PARA UNA CARTOGRAFŒA NOCTURNA DE LA CIUDAD DE M(cid:131)XICO 1 La antropolog(cid:146)a ante el psicoan(cid:135)lisis: las iluminaciones tangenciales Raymundo Mier* Resumen: El art(cid:146)culo expone lecturas Abstract: This paper displays significant antropol(cid:151)gicas significativas del psicoa- anthropological interpretations of psi- n(cid:135)lisis. Inicia con Kroeber, pionero de la coanalysis. It begins with Kroeber, cr(cid:146)tica antropol(cid:151)gica hacia el psicoa- pioneer of anthropological critique of n(cid:135)lisis. M(cid:135)s tarde, revisa el trabajo de psychoanalysis. Then it reviews the antrop(cid:151)logos que exploraron las conse- work of anthropologists who explored cuencias del psicoan(cid:135)lisis en las con- the consequences of psychoanalysis in the cepciones del parentesco, el simbolismo conceptions of kinship, symbolism and y la cultura. Resalta los puntos con- culture. It stresses the conflictive points, flictivos, las tensiones y las confron- the tensions and the critical confron- taciones cr(cid:146)ticas entre ambas disciplinas, tation between both disciplines as well como tambi(cid:142)n las transformaciones en as the transformations in anthropolo- la teor(cid:146)a antropol(cid:151)gica motivadas por gical theory motivated by psychoana- propuestas psicoanal(cid:146)ticas. lytical proposals. 1. Las convergencias y las encrucijadas La antropolog(cid:146)a y el psicoan(cid:135)lisis han entablado siempre un di(cid:135)logo inclinado a una discordia de tensiones desiguales y desarrollos equ(cid:146)vocos (cid:209)proximida- des y convergencias desde(cid:150)adas, desencuentros acentuados, invocaciones e iluminaciones apenas insinuadas o bien mimetismos o pugnas. Es una historia de una mutua fascinaci(cid:151)n atravesada por sombras y s(cid:156)bitas identificaciones y desconocimientos, una incomprensi(cid:151)n rec(cid:146)proca o una alianza precipitada; pe- ro es tambi(cid:142)n la historia de una mirada animada por una exaltaci(cid:151)n irresuelta ante vagas concordancias, a la que ha sucedido con frecuencia un desencan- to ante las formas irreconciliables de construir las evidencias. Es patente que objetos y acontecimientos an(cid:135)logos en la experiencia de las colectividades con- vocan las miradas de ambas disciplinas para encontrar sentidos inconmensura- * UAM-Xochimilco/ENAH NUEVA ÉPOCA, volumen 7, número 18, enero-abril, 2000, México, ISSN 1405-7778. 2 RAYMUNDO MIER bles o interpretaciones divergentes e irreconciliables. La antropolog(cid:146)a y el psi- coan(cid:135)lisis enfrentar(cid:135)n de manera igualmente fascinada la prohibici(cid:151)n univer- sal del incesto, aunque sus interpretaciones sean discordantes. Ambos volver(cid:135)n su mirada hacia la exogamia, interrogando sus or(cid:146)genes y su sentido. En ambos aparecer(cid:135) la inquietud acerca de la relevancia del sue(cid:150)o para la vida indivi- dual y la construcci(cid:151)n de la cultura, y acerca de la incidencia de los episodios on(cid:146)ricos en la abismal obstinaci(cid:151)n del mito y el ritual, y la perseverancia de los reg(cid:146)menes normativos. Tanto el psicoan(cid:135)lisis como la antropolog(cid:146)a intentar(cid:135)n, no sin bordear el fracaso, entender la relevancia y la incidencia de las analog(cid:146)as, las alusiones, las alegor(cid:146)as, las met(cid:135)foras, en la perduraci(cid:151)n de las imaginer(cid:146)as cosmog(cid:151)nicas que recorren todos los procesos civilizatorios. Ambos buscar(cid:135)n apreciar el alcance social de lo simb(cid:151)lico y sus espectros que exhiben en distin- tos procesos sociales similitudes y regularidades evidentes e incomprensibles, y al mismo tiempo incongruencias y singularidades que desalientan cualquier tentaci(cid:151)n a la generalizaci(cid:151)n. Ambos se interrogan sobre los l(cid:146)mites de la inteligibilidad de la obligatoriedad, las regulaciones, las prohibiciones, las obli- gaciones, y el sentido de los actos, sobre los linderos de la reflexividad y las ra(cid:146)ces de la compulsi(cid:151)n normativa y cognitiva. Ambos nombran esos l(cid:146)mites con la misma palabra, inconsciente, buscando atribuirle significados y relevancias dis- tintas para la comprensi(cid:151)n de la cultura. Ambos buscan valorar el perfil de los impulsos an(cid:146)micos en la formaci(cid:151)n de las regularidades del intercambio y el surgimiento de la regla jur(cid:146)dica, el arduo silencio ante el enrarecimiento ritual del hecho est(cid:142)tico, las distorsiones y las evocaciones que parecen emanar de los procesos velados de la percepci(cid:151)n. Freud hab(cid:146)a expresado de manera sint(cid:142)tica, enga(cid:150)osamente simple, los (cid:135)mbitos de convergencia que, desde la mirada psicoanal(cid:146)tica lo aproximaban a la antropolog(cid:146)a. Esa proximidad deb(cid:146)a hacerse patente en el marco de la ten- tativa por dar un sentido a la g(cid:142)nesis y el desarrollo de la cultura a partir de condiciones ps(cid:146)quicas. Para Freud, era quiz(cid:135) un imperativo para la teor(cid:146)a psi- coanal(cid:146)tica responder el enigma de las fuentes primordiales de la significaci(cid:151)n colectiva y la fuerza de la regulaci(cid:151)n, entendida como r(cid:142)gimen imperativo de alianza. Era preciso admitir en la reflexi(cid:151)n te(cid:151)rica la necesidad de explorar los destinos mon(cid:151)tonos de las intensidades y representaciones afectivas primor- diales del sujeto y su v(cid:146)nculo con las ra(cid:146)ces y las expresiones reguladoras de la conducta moral. Pero tambi(cid:142)n era indispensable hacer patente las inquietan- tes similitudes y paralelismos entre las formaciones singulares, an(cid:151)malas y mor- t(cid:146)feras de la paranoia y las arquitecturas de las ciencias salvaguardadas como un recurso imprescindible para la preservaci(cid:151)n cultural. Era preciso encontrar, LA ANTROPOLOGŒA ANTE EL PSICOAN(cid:231)LISIS 3 en caso de que existieran, los resortes semejantes entre las pautas desasose- gantes y amenazantes de la repetici(cid:151)n obsesiva y las formas compulsivas, re- guladoras, del proceso ritual, sin las cuales era inconcebible la cultura. Era pre- ciso encontrar las correspondencias entre los recursos metaf(cid:151)ricos y esc(cid:142)nicos, los lenguajes disruptivos, herm(cid:142)ticos, y disgregados de la histeria y las formas colectivas (cid:209)mitos, historias, relatos, juegos, creaci(cid:151)n est(cid:142)tica(cid:209), reguladas e intempestivas de la invenci(cid:151)n fantasmal de la historia, el peso de las elabo- raciones imaginarias y la capacidad social para hacer de la extra(cid:150)eza respecto a las necesidades cotidianas, una fuente de creaci(cid:151)n social. En este horizonte, surg(cid:146)a la fuerza de la interrogaci(cid:151)n conjunta de la antropolog(cid:146)a y del psicoan(cid:135)- lisis: c(cid:151)mo era posible comprender que la preservaci(cid:151)n del v(cid:146)nculo social y la posibilidad colectiva de satisfacci(cid:151)n reclamaban la intensificaci(cid:151)n de la re- presi(cid:151)n para aumentar la fuerza del v(cid:146)nculo colectivo inteligible, reflexivo, es decir, para hacer posible la creaci(cid:151)n cultural. La concepci(cid:151)n freudiana de re- presi(cid:151)n, piedra angular de su contribuci(cid:151)n a las concepciones del aparato ps(cid:146)quico, surge entonces marcada por esta condici(cid:151)n parad(cid:151)jica que hace pa- tente su condici(cid:151)n din(cid:135)mica. Lo reprimido persiste, (cid:210)indomable e indestruc- tible(cid:211), revel(cid:135)ndose en las formas simb(cid:151)licas, en los impulsos reguladores del v(cid:146)nculo afectivo y jur(cid:146)dico entre sujetos, en la b(cid:156)squeda de satisfacciones est(cid:142)- ticas y morales, en las construcciones imaginarias y cognitivas que alimentan el poder y la b(cid:156)squeda de control. 2. El malestar del parentesco: el v(cid:142)rtice ed(cid:146)pico a. Kroeber y Malinowski ante el psicoan(cid:135)lisis: los diferendos disciplinarios como horizonte i. Kroeber: la instauraci(cid:151)n del canon cr(cid:146)tico En efecto, las relaciones entre el psicoan(cid:135)lisis y la antropolog(cid:146)a han sido siem- pre equ(cid:146)vocas. Han surgido de puntos de partida distantes y su trayecto ha di- bujado itinerarios divergentes. El di(cid:135)logo entre ellas ha sido a veces (cid:135)spero. No obstante, en las diversas etapas de construcci(cid:151)n del pensamiento antropol(cid:151)gico ambas disciplinas han mantenido un di(cid:135)logo fragmentario que en ocasiones, a pe- sar de sus reclamos rec(cid:146)procos no siempre comedidos, ha desembocado en interro- gaciones y oscuridades compartidas y esclarecimientos rec(cid:146)procos. As(cid:146), despu(cid:142)s de un primer momento de deslumbramiento que (cid:142)l mismo con- fiesa, quiz(cid:135) a partir de su familiaridad con las concepciones de Havelock Ellis y de la admiraci(cid:151)n genuina que ambos compart(cid:146)an por el pensamiento freudiano, 4 RAYMUNDO MIER Malinowski emprendi(cid:151) una exploraci(cid:151)n de las tesis psicoanal(cid:146)ticas que, no demasiado tarde, desemboc(cid:151) en una aguda pol(cid:142)mica que habr(cid:146)a de marcar, des- de sus matices tempranos, la historia de esta relaci(cid:151)n disciplinaria. Era una se- vera confrontaci(cid:151)n con el psicoan(cid:135)lisis que sin duda hizo patente, desde el momento de su misma aparici(cid:151)n, el destino equ(cid:146)voco y al mismo tiempo desa- fiante del v(cid:146)nculo entre ambas disciplinas. La se(cid:150)a de ese destino fue sin duda la ambivalencia, que no s(cid:151)lo orientaba privilegiadamente la mirada antropo- l(cid:151)gica, sino tambi(cid:142)n el fervor precipitado de Freud por los conocimientos antropol(cid:151)gicos de la (cid:142)poca, originados quiz(cid:135) en la devoci(cid:151)n que le profesaba a la arqueolog(cid:146)a. La duradera y tajante mezcla de asombro y desd(cid:142)n que se- (cid:150)al(cid:151) la aproximaci(cid:151)n de la antropolog(cid:146)a a las tesis freudianas sobre el origen de la cultura, ajenas (cid:142)stas a lo que desde entonces era ya el canon de la refle- xi(cid:151)n antropol(cid:151)gica (cid:209)los datos sobre el terreno(cid:209), se expres(cid:151) en prolongados debates que involucraban no s(cid:151)lo una intransigente ponderaci(cid:151)n conceptual, sino disyuntivas e incompatibilidades que, desde el reclamo del m(cid:142)todo, sepa- raban irreparablemente ambas disciplinas. Por su parte, Kroeber, en 1920, pocos a(cid:150)os despu(cid:142)s de que Freud publicara T(cid:151)tem y tab(cid:156), en un art(cid:146)culo publicado en American Anthropologist hab(cid:146)a ya avan- zado una breve pero definitiva cr(cid:146)tica al psicoan(cid:135)lisis desde criterios disci- plinarios propios de la antropolog(cid:146)a. La cr(cid:146)tica de Kroeber que habr(cid:146)a de fijar un modo de lectura recurrente del texto psicoanal(cid:146)tico, cierto canon en la apre- ciaci(cid:151)n cr(cid:146)tica del punto de vista freudiano sobre los fundamentos de la cultura que regir(cid:146)a los acercamientos entre antropolog(cid:146)a y psicoan(cid:135)lisis. La de Kroeber fue una lectura de T(cid:151)tem y tab(cid:156) impulsada, en principio, por una curiosidad y una exploraci(cid:151)n intelectual genuina, pero, adem(cid:135)s, entre otras razones, seg(cid:156)n las palabras del propio Kroeber, por (cid:210)la moda del movimiento psicoanal(cid:146)tico(cid:211) y su impacto en (cid:210)muchos c(cid:146)rculos inteligentes(cid:211). Su lectura se orienta hacia lo que, a juicio de Kroeber, aparecer(cid:146)a como (cid:210)la tesis principal(cid:211) de la reflexi(cid:151)n freudiana: (cid:210)el comienzo de la religi(cid:151)n, la (cid:142)tica, la sociedad y el arte se encuen- tran en el complejo de Edipo(cid:211). Kroeber hab(cid:146)a fijado de esta manera, acaso en un gesto no deliberado y marcado por una visi(cid:151)n parcial (cid:209)por no decir una incomprensi(cid:151)n(cid:209) de la perspectiva psicoanal(cid:146)tica, una lectura can(cid:151)nica que, desde las certezas disciplinarias de la antropolog(cid:146)a positiva, interrogaba la visi(cid:151)n antropol(cid:151)gica freudiana. As(cid:146), un primer punto de desencuentro surgi(cid:151) de la discusi(cid:151)n sobre la validez y posibilidad de generalizaci(cid:151)n de las tesis psicoanal(cid:146)ticas, en particular, sobre el papel estructurante de la relaci(cid:151)n ed(cid:146)pi- ca y su din(cid:135)mica como tesis fundamental para la comprensi(cid:151)n del origen y el destino de la cultura (1920: 48-55). LA ANTROPOLOGŒA ANTE EL PSICOAN(cid:231)LISIS 5 Para Kroeber, la tesis de la universalidad del Edipo como fundamento de la cultura era una construcci(cid:151)n meramente especulativa de bases excesiva- mente endebles. Esta fragilidad no ten(cid:146)a su origen (cid:156)nicamente en la precariedad de sus fuentes antropol(cid:151)gicas primarias: Atkinson, Robertson Smith y Frazer entre los m(cid:135)s importantes, o en sus vagos y apresurados sustentos en un evo- lucionismo ya desde aquel entonces sometido a una revisi(cid:151)n radical, sino por la vaguedad y arbitrariedad de sus referencias emp(cid:146)ricas incapaces de garan- tizar siquiera la m(cid:135)s elemental de las generalizaciones, para no hablar de las tesis relativas a la naturaleza y origen de la cultura. En este impulso cr(cid:146)tico ca(cid:146)an sin lugar a dudas las tesis de la horda primitiva, recogidas por Freud de ciertas concepciones antropol(cid:151)gicas difundidas ampliamente y en boga en muy diversos c(cid:146)rculos, as(cid:146) como las aserciones acerca de la naturaleza del tab(cid:156) y el efecto particular de la prohibici(cid:151)n en la definici(cid:151)n de los alcances rituales del banquete tot(cid:142)mico. Freud, suger(cid:146)a Kroeber, hab(cid:146)a cedido a una tentaci(cid:151)n cuestionable al admitir sin reservas ciertas conclusiones precarias basadas en semejanzas imprecisas entre el comportamiento infantil y actos registrados en culturas (cid:210)primitivas(cid:211). Asimismo, Freud, al interrogarse sobre el origen y el destino de la agresividad, as(cid:146) como de su persistencia, se vio llevado a imagi- nar un episodio inaugural: el asesinato filial del padre y jefe de la horda pri- mitiva. Ese acontecimiento reclamaba una alianza y una complicidad colectiva, pero tambi(cid:142)n suscitaba el imperativo de reciprocidad fundado en la culpa- bilidad compartida. Este entrelazamiento de afectividades, normas, obliga- toriedades y reciprocidades habr(cid:146)a de preservarse, asum(cid:146)a Freud, de manera inconsciente hasta las generaciones subsiguientes. No obstante, esta hip(cid:151)tesis parec(cid:146)a implantarse, a los ojos de la antropolog(cid:146)a emp(cid:146)rica, sin otro fundamen- to que una vocaci(cid:151)n especulativa que buscaba entronizar una respuesta ps(cid:146)- quica, la culpa, como la condici(cid:151)n esencial para la formaci(cid:151)n de la cultura. M(cid:135)s a(cid:156)n, a los ojos de esta antropolog(cid:146)a suscrita por Kroeber, la hip(cid:151)tesis ten(cid:146)a un matiz suplementario inadmisible: la transformaci(cid:151)n de la culpa del asesinato en tab(cid:156) sexual hacia la madre a partir del asesinato paterno; adem(cid:135)s, el car(cid:135)c- ter sexual del tab(cid:156) del incesto era incapaz de hacer comprensible la pres- cripci(cid:151)n exog(cid:135)mica y la fuerza y el lugar simb(cid:151)licos del tab(cid:156) del incesto en el surgimiento y la preservaci(cid:151)n de la cultura. No obstante, las objeciones de Kroeber no s(cid:151)lo buscaban acotar la (cid:210)vo- racidad(cid:211) te(cid:151)rica del psicoan(cid:135)lisis, restringir sus impulsos a la generalizaci(cid:151)n; buscaban tambi(cid:142)n sustentar ciertas hip(cid:151)tesis relevantes para el (cid:135)mbito antro- pol(cid:151)gico que, sin embargo, no escapaban a las tentaciones especulativas in- herentes a toda reflexi(cid:151)n antropol(cid:151)gica: en primer lugar, Kroeber admit(cid:146)a el 6 RAYMUNDO MIER car(cid:135)cter primario, fundamental, de dos prohibiciones constitutivas de la cultu- ra de las que, a su vez, habr(cid:146)an de derivarse las dem(cid:135)s: la exogamia y la abstinen- cia tot(cid:142)mica; en segundo lugar, reconoc(cid:146)a tambi(cid:142)n el papel jugado en la visi(cid:151)n antropol(cid:151)gica por el enigma irresuelto de la g(cid:142)nesis de la exogamia a partir de esa prohibici(cid:151)n primordial del comercio sexual con la madre, que m(cid:135)s bien habr(cid:146)a conducido, consecuentemente, a un r(cid:142)gimen matrilinear o matriarcal con expulsi(cid:151)n de los hombres del clan. Aun as(cid:146), la cr(cid:146)tica de Kroeber se cierra con una (cid:135)spera reflexi(cid:151)n sobre el m(cid:142)todo freudiano de conocimiento: a su formulaci(cid:151)n fragmentaria, a su inclinaci(cid:151)n a construir generalizaciones a partir de una mul- tiplicaci(cid:151)n y conjugaci(cid:151)n de estos conglomerados de observaciones epis(cid:151)dicas, de dudosa sistematicidad referidos a diversos (cid:135)mbitos del comportamiento ps(cid:146)- quico y social. Pero es notable que, a pesar de estas cr(cid:146)ticas, Kroeber no haya vacilado en llamar a Freud, con un sorpresivo dejo de cortes(cid:146)a matizado por el desd(cid:142)n, (cid:210)un gallardo y estimulante aventurero de la etnolog(cid:146)a(cid:211) (1920: 52). M(cid:135)s ins(cid:151)lito a(cid:156)n es el calificativo que le merece T(cid:151)tem y tab(cid:156) al que describe como (cid:210)una contribuci(cid:151)n importante y valiosa(cid:211). Kroeber reconoce expresamente que la antropolog(cid:146)a es incapaz de (cid:210)dispensarse enteramente de los m(cid:142)todos psico- l(cid:151)gicos(cid:211) y que, por consiguiente, est(cid:135) sometida a las inflexiones que le impone a la antropolog(cid:146)a cultural una (cid:210)psicolog(cid:146)a subyacente(cid:211). En particular, Kroeber destaca un conjunto de comportamientos ps(cid:146)quicos comparables estructuralmente entre s(cid:146) y que no pueden permanecer ajenos a la antropolog(cid:146)a cultural. La relevancia de estos comportamientos es una condi- ci(cid:151)n ineludible para la comprensi(cid:151)n de los procesos sociales. As(cid:146), es plausible encontrar en el car(cid:135)cter imperativo y repetitivo del tab(cid:156) un v(cid:146)nculo con la mis- ma violencia que se experimenta fatalmente con la compulsi(cid:151)n neur(cid:151)tica a la repetici(cid:151)n de patrones de comportamiento. No menos relevante para la comprensi(cid:151)n de los procesos culturales colectivos bajo la acci(cid:151)n de reg(cid:146)menes normativos es la ambivalencia que Freud destaca como uno de los rasgos significativos que parecen proyectar el (cid:135)mbito restringido de la experiencia ps(cid:146)quica individual con el sentido simb(cid:151)lico del ritual, particularmente en las ceremonias de duelo. La semejanza entre los fen(cid:151)menos ps(cid:146)quicos y sociales pa- rece resurgir en cada (cid:146)nfima regi(cid:151)n de la trama de v(cid:146)nculos colectivos y sus formas regulatorias. As(cid:146), la magia, el tab(cid:156), el animismo, la consagraci(cid:151)n, la creencia, las formas agon(cid:146)sticas del intercambio, el sacrificio, los ritos de pasaje exhiben los paralelismos y similitudes estructurales con las respuestas ps(cid:146)qui- cas que emergen de la observaci(cid:151)n cl(cid:146)nica de la psicopatolog(cid:146)a. A(cid:150)os m(cid:135)s tarde, Kroeber, en la edici(cid:151)n de 1948 de su texto Anthropology, fi- jaba ya, de manera expresa y sint(cid:142)tica, la cr(cid:146)tica que comenzara a bosquejar LA ANTROPOLOGŒA ANTE EL PSICOAN(cid:231)LISIS 7 muchos a(cid:150)os antes, y que parec(cid:146)a reflejar esta conjugaci(cid:151)n de antagonismos y rechazos a la visi(cid:151)n psicoanal(cid:146)tica que revelaba tambi(cid:142)n, parad(cid:151)jicamente, la permeabilidad de sus concepciones a la fuerza interpretativa de las contribu- ciones freudianas. En efecto, en el apartado que Kroeber dedica a explorar la relevancia de las tesis psicoanal(cid:146)ticas en antropolog(cid:146)a, no vacilar(cid:135) en reiterar de manera implacable sus cr(cid:146)ticas y reservas ante el proyecto psicoanal(cid:146)tico con- siderado como totalidad: La explicaci(cid:151)n psicoanal(cid:146)tica de la cultura es intuitiva, dogm(cid:135)tica, y por com- pleto ahist(cid:151)rica. Desde(cid:150)a los descubrimientos de la prehistoria y la arqueo- log(cid:146)a, consider(cid:135)ndolos irrelevantes y que, en el mejor de los casos, tratan s(cid:151)lo con detalles de poca significaci(cid:151)n si se los compara con su propia inter- pretaci(cid:151)n de la esencia de lo que la cultura puede ser.[...] La mayor parte de las interpretaciones subsecuentes de la cultura o de situaciones culturales espec(cid:146)ficas realizadas por los conversos a la secta psicoanal(cid:146)tica no permiten concebirla con una mentalidad mucho m(cid:135)s abierta (617). No obstante, a pesar de la violencia de este dictamen, Kroeber admite la profunda incidencia de la reflexi(cid:151)n psicoanal(cid:146)tica, no s(cid:151)lo en el espectro de los objetos de la psicolog(cid:146)a sino tambi(cid:142)n, y quiz(cid:135) con una fuerza que quedaba a(cid:156)n por reconocer, en el universo mismo de la antropolog(cid:146)a. En la reflexi(cid:151)n de Freud, afirmaba Kroeber: se hab(cid:146)an originado, o se hab(cid:146)a infundido nueva vida y significaci(cid:151)n a se- ries de conceptos [...] que inclu(cid:146)an la represi(cid:151)n, persistencias infantiles y regresiones, simbolismo de la fantas(cid:146)a y el sue(cid:150)o, la sobredeterminaci(cid:151)n de los s(cid:146)mbolos, la sublimaci(cid:151)n de las frustraciones, transferencia e identifica- ci(cid:151)n, y quiz(cid:135), por lo menos, los esquemas pl(cid:135)sticos de la situaci(cid:151)n ed(cid:146)pica (1948: 619). Kroeber atribu(cid:146)a a las teor(cid:146)as de la personalidad, surgidas de la reflexi(cid:151)n psicoanal(cid:146)tica, un valor enteramente consistente con el inter(cid:142)s antropol(cid:151)gico: la tripartici(cid:151)n equ(cid:146)voca, vagamente evolucionista, que permit(cid:146)a tipificar las personalidades seg(cid:156)n fueran orales, anales o genitales. As(cid:146), esta sucesi(cid:151)n de tres estadios de desarrollo ps(cid:146)quico, elaborada durante la reflexi(cid:151)n temprana de Freud, parec(cid:146)a ofrecer, junto con la noci(cid:151)n de fijaci(cid:151)n y de trauma un modo de comprender la estructura ps(cid:146)quica en su relaci(cid:151)n de objeto, que pod(cid:146)a re- velarse significativa para la mirada antropol(cid:151)gica. No obstante, Kroeber asum(cid:146)a 8 RAYMUNDO MIER estas contribuciones con reservas. Sospechaba de las pretensiones de univer- salidad del psicoan(cid:135)lisis. (cid:131)stas hab(cid:146)an suscitado entre los antrop(cid:151)logos de campo, siempre en confrontaci(cid:151)n con panoramas culturales cambiantes, una persistente reticencia a identificar las formas culturales aut(cid:151)ctonas con las fiso- nom(cid:146)as y cuadros patol(cid:151)gicos registrados cl(cid:146)nicamente en las sintomatolog(cid:146)as cl(cid:135)sicas del psicoan(cid:135)lisis europeo y norteamericano. As(cid:146), junto con el recono- cimiento a la contribuci(cid:151)n freudiana, Kroeber introduc(cid:146)a una (cid:135)spera cr(cid:146)tica y un rechazo a otros conceptos del psicoan(cid:135)lisis. La teor(cid:146)a psicoanal(cid:146)tica fue admitida por Kroeber como una visi(cid:151)n suplementaria, en los m(cid:135)rgenes de la disciplina, capaz de iluminar ciertas facetas normalmente desde(cid:150)adas o igno- radas en los marcos de la antropolog(cid:146)a can(cid:151)nica, pero nunca exenta de una sospecha significativa. Kroeber formula de manera sumaria sus consideraciones sobre la posici(cid:151)n marginal del psicoan(cid:135)lisis en el trabajo antropol(cid:151)gico: Esto equivale a mirar la cultura a trav(cid:142)s de los ojos del individuo. Este es un modo psicol(cid:151)gico de ver las culturas por medio del efecto que (cid:142)stas tienen en los individuos, m(cid:135)s que mirar las culturas de manera distinta, antro- pol(cid:151)gicamente, como culturas. Este proceso no suplanta a la interpretaci(cid:151)n: es un suplemento. A(cid:150)ade cierta profundidad de apercepci(cid:151)n y es espe- cialmente satisfactorio para ciertos temperamentos que encuentran dif(cid:146)cil, abstruso o (cid:135)rido el trabajo con las formas concentradas y patrones de la cultura (619). La visi(cid:151)n de Kroeber es ejemplar. Hace patente la ambivalencia de la antro- polog(cid:146)a ante las pautas l(cid:151)gicas y los particulares modos de construcci(cid:151)n de la evidencia y la certeza propios del psicoan(cid:135)lisis. Por una parte, este reconoci- miento reacio, reticente, ante la interpretaci(cid:151)n psicoanal(cid:146)tica, acent(cid:156)a los lin- deros habituales que oponen individuo y cultura, atribuyendo el (cid:142)nfasis psicoanal(cid:146)tico al primero y manteniendo la visi(cid:151)n de lo social al margen de toda inserci(cid:151)n perturbadora de la subjetividad. Pero por la otra, esta actitud expec- tante, dislocada, curiosa ante las figuras insospechadas que emergen de la par- ticular visi(cid:151)n de la subjetividad y la socializaci(cid:151)n que se desprenden de la obra freudiana. Pero no es s(cid:151)lo un gesto indicativo, un movimiento sintom(cid:135)tico. Los conceptos acogidos por Kroeber y destacados como parte de la herencia duradera del psicoan(cid:135)lisis revelan no s(cid:151)lo una trayectoria n(cid:146)tida de la refle- xi(cid:151)n sobre los claroscuros del v(cid:146)nculo disciplinario, de su complejidad y de su fertilidad rec(cid:146)proca, como tambi(cid:142)n una velada incomprensi(cid:151)n del trayecto de elaboraci(cid:151)n conceptual en el pensamiento psicoanal(cid:146)tico. LA ANTROPOLOGŒA ANTE EL PSICOAN(cid:231)LISIS 9 ii. La indocilidad equ(cid:146)voca de Malinowski La misma condici(cid:151)n aparece en los escritos de Malinowski. Una ambig(cid:159)edad similar se exhibe en las consideraciones, al mismo tiempo comedidas, interesa- das, y, sin embargo, distantes, ajenas a los reclamos propios del psicoan(cid:135)lisis. Algunas de las cr(cid:146)ticas formuladas por Malinowski no dejan de ser por ello agudas y exactas. La reticencia de Malinowski se expresaba, en principio, por un malestar que compart(cid:146)a vagamente con el propio Freud, ante la proclividad del psicoan(cid:135)lisis a presentarse como una teor(cid:146)a no s(cid:151)lo completa, sino omni- comprensiva, como una teor(cid:146)a que, tomando como punto de partida la reflexi(cid:151)n sobre la subjetividad se desplegaba con la pretensi(cid:151)n de una doctrina dotada con las claves explicativas de todo comportamiento humano. No obstante, la pol(cid:142)mica de Malinowski con el psicoan(cid:135)lisis, y particularmente con Ernest Jones, tuvo como centro la universalidad de la estructura del complejo de Edipo y su contraste con las formas singulares, diferenciadas que admite hist(cid:151)rica- mente el r(cid:142)gimen de parentesco y el espectro variado de las pr(cid:135)cticas colecti- vas de la sexualidad. Esta confrontaci(cid:151)n pronto har(cid:146)a surgir un conjunto de controversias respecto a las condiciones de validez de ciertas figuras explica- tivas del psicoan(cid:135)lisis y la trama de conceptos: desde la concepci(cid:151)n del origen de la cultura en la horda primitiva y el papel de la culpabilidad en la conso- lidaci(cid:151)n del v(cid:146)nculo colectivo, hasta las formas singulares (cid:209)no universales(cid:209) conque se manifestaba, en el seno de la alianza familiar, el r(cid:142)gimen de la prohi- bici(cid:151)n sexual. La cr(cid:146)tica de Malinowski no se restringi(cid:151) a la refutaci(cid:151)n emp(cid:146)rica de la tesis de la universalidad del Edipo sobre la base de la evidencia acumulada sobre los particulares sistemas de parentesco. Fue m(cid:135)s lejos. Busc(cid:151) en las tesis freudianas de T(cid:151)tem y tab(cid:156) el principio de la fragilidad de la tentativa explicativa del psicoan(cid:135)lisis. En efecto, basada en las tesis de Atkinson y de Robertson Smith en principio, y m(cid:135)s tarde sobre Frazer, la teor(cid:146)a esbozada por Freud parec(cid:146)a construida sobre unos fundamentos fr(cid:135)giles e inconsistentes. Por s(cid:146) misma, la tesis de la horda primitiva, a pesar de su difusi(cid:151)n y el grado de aceptaci(cid:151)n del que lleg(cid:151) a gozar, sobre todo en (cid:135)mbitos completamente ajenos a la esfera psicoanal(cid:146)tica (cid:209)el propio Durkheim recurre a la figura de la horda como pun- to originario y como figura elemental del proceso de estructuraci(cid:151)n social(cid:209), no parec(cid:146)a ofrecer los elementos din(cid:135)micos para explicar la transformaci(cid:151)n de los v(cid:146)nculos sociales y, menos a(cid:156)n, para ofrecer un sustento v(cid:135)lido desde el punto de vista de la subjetividad para comprender la fuerza imperativa de la ley. Su amplia difusi(cid:151)n se deb(cid:146)a, no s(cid:151)lo a vagos y cuestionables m(cid:142)todos
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