Psicoanálisis y Criminología. Estanislao Zuleta. ÍNDICE - Presentación. Por: Juan Fernando Pérez S. - Psicoanálisis y Criminología. PRESENTACIÓN Por: Juan Fernando Pérez S. Que el psicoanálisis se interese por la criminología es algo que va de suyo. En efecto Freud con sigue reconocer en la base misma del inconsciente, de la dinámica humana, el crimen. Si algún sentido tiene una tesis psicoanalítica capital como es la del Complejo de Edipo, es poner de presente la significación de los deseos criminales en el hombre y la función que la Ley desempeña en él. Ello no significa que ese interés se haya traducido en esclarecimientos para quienes de una u otra forma analizan el acto criminal, en un orientarse mejor en su examen o en sus juicios. Por lo demás, parece posible afirmar que a pesar de una cierta difusión que el pensamiento freudiano ha logrado adquirir, ciertas nociones fundamentales para el psicoanálisis y la criminología, tales como las de culpabilidad o responsabilidad, hoy por hoy siguen siendo oscuras y maltratadas y que en general todo indica que existe finalmente un desconocimiento recíproco, voluntario o involuntario, entre criminólogos y psicoanalíticos, lo cual no es un hecho sin implicaciones para unos y otros, como para el criminal mismo. Las razones de lo anterior son complejas y quizás sea necesario, si se espera modificar este estado de cosas, activar el diálogo y la discusión entre psicoanálisis y criminología, hecho que parece apenas balbuciente en Colombia y que un trabajo como éste de Estanislao Zuleta, es de esperarse, ha de estimular. En este contexto convendría recordar que el reconocimiento psicoanalítico de la universalidad de ciertos deseos criminales no hace desde luego a todos los hombres criminales, lo cual introduce la necesidad de diferenciar con rigor las nociones de deseo y acto y precisar las condiciones necesarias para el paso al acto, problemas teóricos éstos esenciales y que no siempre parecen bien reconocidos, especialmente cuando se trata del examen de hechos particulares. De ello fuese prueba, por ejemplo, el uso y concepción que se tiene de la interpretación psicoanalítica, bien sea en la clínica analítica o en peritazgos que puedan apoyarse en la teoría y la clínica freudiana, o las vacilaciones con que se enfrenta el concepto de responsabilidad. Un psicoanalista contemporáneo, Lacan, ha insistido en la necesidad a partir de Freud, de situar el crimen en referencia a un orden simbólico, a un orden cruzado por la “ley fundamental” y por el lenguaje, contra una tradición que tanto en el derecho como en la psiquiatría forense, tiende a privilegiar el orden biológico y por consiguiente a deshumanizar el crimen. Estanislao Zuleta recoge en este texto conceptos y referencias fundamentales para el análisis del problema en cuestión y que servirán de importan te orientación para quienes se interesen en él. -------------------------------------------------------------- Vamos a ver en este breve trabajo cómo el pensamiento de Freud puede arrojar nueva luz sobre los problemas que plantea el delincuente y proporcionar una explicación del delito. Para llegar a esa comprensión es necesario que introduzcamos primero, en forma muy breve y muy sucinta, los fundamentos del pensamiento de Freud y las bases que constituyen lo que se denomina ahora la revolución psicoanalítica, una revolución que ha modificado la antropología en general y ha tenido una enorme influencia en la crítica literaria, en la historia —sobre todo en la historia de la religión — en el conocimiento de la magia, en la mitología, en la lingüística y de paso también, ha removido otras viejas ramas del saber. Les voy a exponer, pues, en qué consisten las bases fundamentales del pensamiento de Freud, sin lo cual no podemos tener entendimiento alguno del psicoanálisis de la delincuencia. En primer lugar, Freud es el creador de una concepción que podemos denominar, como él llamó, el determinismo psíquico. Consiste éste en sostener el postulado según el cual todos los actos humanos, tanto los actos importantes conscientemente realizados, como los actos más insignificantes: los actos fallidos, los olvidos, los errores al escribir, al hablar, todos los actos humanos en conjunto, están estrictamente determinados por una causa que es posible hallar y que los explica. De ningún acto humano pequeño, grande, intrascendental o fundamental en la vida de la persona, puede decirse que carezca de causa. El postulado primero del psicoanálisis es ante todo, extender a la vida anímica de los hombres el criterio de determinismo, por el que se guían todas las ciencias exactas y naturales y aplicar a la vida humana el criterio general de la ciencia. Una definición concisa del criterio general de la ciencia podría ser ésta: una ciencia es un con junto de conocimientos demostrables — porque si no son demostrables no son conocimientos, son opiniones — que aplicadas a un objeto permiten explicar por sus causas los fenómenos que ocurren en ese objeto. Esas son las condiciones mínimas para que se pueda decir que algo constituye una ciencia. Por lo tanto, las condiciones mínimas de la ciencia postulan que el objeto al cual se aplican el conjunto de conocimientos es un objeto en el cual todos los fenómenos que ocurren están determinados por causas. Si consideramos que los actos humanos no están determinados por causas que los expliquen, entonces, de paso hemos dicho que no pueden ser objeto de una ciencia que sólo pueden ser, por ejemplo, objeto de un intento de comprensión por medio de la simpatía, pero no objeto de una explicación. Ahora bien, este último postulado fue muy frecuente antes de Freud y lo sigue siendo en todas las tendencias existencialistas. Por ejemplo, es el postulado que introdujo Dilthey en la historia, una ciencia del espíritu, comprensiva, no una ciencia de la naturaleza, explicativa. Es el postulado común a todos aquellos que niegan que los hechos humanos pueden ser explicados y que afirman que los hechos humanos solamente pueden ser comprendidos, apreciados, valora dos pero que no pueden ser explicados porque son el producto de libres voluntades y por lo tanto, no de causas. El postulado freudiano es exacta mente el postulado inverso: que los actos huma nos pueden ser perfectamente explicados porque son el resultado de un conjunto de causas que los determinaron. Este es un postulado primero y primordial del psicoanálisis. Es bueno también agregar de paso lo siguiente: el determinismo implica siempre la aceptación de que un hecho puede ser explicado por lo que antecede, por el conjunto de hechos que le antecede, pero no implica que neguemos el azar. Eso es otra cosa, el azar no es la falta de causa. El azar consiste en que series de causas independientes se encuentran. Por ejemplo, un señor va todos los días a la oficina a las 8 de la mañana —esa costumbre es perfectamente explicable por las costumbres del país donde habita, por su nivel de vida—, por su situación profesional, etc. Y si un ladrillo se cae de una azotea también es perfectamente explicable por la erosión que las lluvias producen en el cemento que lo pegaba. Pero si el ladrillo le cae al señor en la cabeza, es un fenómeno que nosotros denominamos azar, es decir, se encontraron dos series de causas que son independientes. No hay nada en la vida del señor que implique que un ladrillo le iba a caer en la cabeza y no hay nada en la erosión del ladrillo, que le evite caerle encima a ningún señor. Tales sucesos son series independientes que se encuentran, lo cual es frecuentísimo en el mundo y se denominan azares o casualidades. Por lo tanto, no hay que creer en una concepción mística del mundo, según la cual, el hecho de que afirmemos el determinismo excluye la posibilidad del azar y confiar así en el mundo como un reloj montado en el cual todo lo que se produce fatalmente tenía que haber se producido. Somos deterministas en la medida de que afirmamos que una ciencia puede explicar, pero ya no somos deterministas de esa manera mística que consistía en pensar el mundo como una gran maquinaria de relojería, como se lo imaginaron algunos filósofos franceses del siglo XVII, en la que no se puede producir nada que no fuera previsible. El determinismo psíquico se diferencia profundamente del determinismo orgánico, Ustedes, en sus estudios de derecho, encontrarán que Freud no es el único determinista. Ustedes se encontrarán con otros deterministas anteriores a Freud y algunos contemporáneos a él. Por ejemplo, los positivistas que también piensan que el delito se explica por causas y que las causas pueden ser escritas, halladas, estudiadas. Pero los deterministas de este género, los positivistas, son deterministas orgánicos, postulan que el conjunto de la conducta humana se explica como resultado de los rasgos de diversos tipos cerebrales o anatómicos del organismo, que el hombre, por lo tanto, es el resultado de su configuración biológica, que sus actos son expresión de esa configuración hereditaria según algunos, o congénita según otros. El pensamiento de Freud difiere profundamente de estos deterministas biológicos u orgánicos en cuanto que su determinismo es principalmente un determinismo psíquico. Para introducirles a este concepto les voy a exponer la doctrina básica en que se funda. Un hombre es un ser a la vez biológico y social y esa doble configuración constituye su naturaleza propia. Hay en nosotros una serie de fenómenos biológicos que tienen como su causa otros fenómenos que no son biológicos. Por ejemplo, a nosotros nos puede dar rabia, y este es un fenómeno psíquico y biológico que tiene, por supuesto, sus representantes orgánicos en la respiración, en el ritmo sanguíneo, etc. Pero la causa de la rabia puede ser no orgánica, puede ser por ejemplo, que nos hicieron un chiste que nos molestó y que sin embargo, produjo efectos orgánicos. Es decir, que hay muchos fenómenos que siendo sociales tienen efectos orgánicos y que hay otros fenómenos que siendo orgánicos producen efectos en nuestra vida social. Por ejemplo, podemos perder el habla por una deficiencia orgánica, pero también podemos perder el oído, perder la vista y entrar en una parálisis sin ninguna causa orgánica, como ocurre en la histeria, y hasta tal punto carece de una causa orgánica, que con un simple diálogo, sin droga ninguna, puede recuperarse por completo lo perdido, o por medio de la hipnosis también, aunque no en forma permanente, pero sí en forma momentánea, lo que también demuestra que el problema no es orgánico. Debemos pensar la determinación de los actos y de los fenómenos humanos de acuerdo con dos líneas de causas: las causas psíquicas, que en el fondo son sociales y son históricas, y las causas orgánicas, que son actuales y están presentes en el organismo como efectos actuales. Así, el des cubrimiento del determinismo psíquico conlleva lo siguiente: no podemos explicarnos la conducta del hombre, cuando se conduce de una u otra manera, por arbitraria decisión de una voluntad que escapa a toda causa, pero tampoco podemos explicarnos su conducta como un producto del estado actual de su organismo. Puede ser que esta conducta sea el producto de todo lo que ha sido su vida, de su recuerdo, de lo que ha olvidado, de los fenómenos que han repercutido a través de toda su vida, es decir, podemos considerar que su conducta se puede explicar por su historia y por las relaciones que con las otras personas ha tenido; por el sentido fundamental de esa historia, comenzando por sus relaciones originarias con su madre, hasta las últimas que haya tenido. Si nosotros creemos que el afecto puesto en estas relaciones, la forma que estas relaciones tuvieron y la manera como fueron vividas determina una conducta, estamos afirmando el determinismo psíquico. Ese determinismo psíquico se extiende, pues, a todos los campos de la vida humana. Veamos un ejemplo para que comprendan mejor y puedan desarrollar la teoría. Freud cuando sostiene que ningún acto huma no es arbitrario, que carece de causa, toma muchas veces este tipo de ejemplos: tomar una persona y decirle: diga un número y trate luego de averiguar por qué dijo ese y no otro. A pesar de la convicción íntima que la persona tiene de haber dicho ese número sin ningún motivo, simplemente por que se le ocurrió, sin embargo, tiene que haber un motivo para que se le haya ocurrido, porque nada existe sin causa. Ahora bien, les voy a dar uno de los múltiples ejemplos que ustedes pueden encontrar en la obra de Freud, especialmente en algunas cartas y en el libro denominado ‘PSICOPATOLOGÍA DE LA VIDA COTIDIANA’. Un joven a quien Freud le había pedido que dijera un número contestó “986”. Entonces, Freud le preguntó: “ qué asocia usted con ese número, qué le recuerda?”. “Nada, no recuerdo nada, ni tengo ningún motivo para haber dicho ese número más bien que otro”, contestó el joven. Freud le replicó: “cree usted en eso, pero si vamos a investigar con detenimiento ya verá que no. Comience por contarme lo primero que se le ocurra”. Entonces lo primero que se le ocurrió al joven fue retirarse de la chimenea porque estaba haciendo mucho calor, estaba prendida la chimenea, y en el momento que se retiró comenzó a recordar que en efecto vio el número 986 en un periódico en el verano anterior. Por ahí comienza. ¿Y qué le recuerda el haberlo visto? sigue el cuestionario. Entonces vino la respuesta: “me recuerda que era un error que me produjo mucha risa porque decía que la temperatura estaba a 986 grados, lo que no es posible y por eso se me grabó tal vez”. Le preocupa a Freud el que le haya producido tanta risa una cosa tan poco chistosa como semejante error. Entonces no se contenta con eso ni mucho menos y sigue investigando en tal dirección. “¿Y con qué problema asocia al calor?” entonces el joven empieza a hablar del problema de la energía, de la energía solar y va encontrando un tema sobremanera interesante y es que a este señor le preocupa mucho la pérdida de energía. En realidad le parece terrible que se pierda tanta energía y a veces le causa un poco de angustia cuando está frente a su casa, en el momento de acostarse, ve la chimenea de una fábrica por la cual sale humo y a veces llamas, y piensa que tanta energía tan valiosa en el universo se está desperdiciando en esa forma en vez de estar utilizada en algo. Freud rápidamente encuentra por esa vía el camino que le conduce a mostrar que esa preocupación por la pérdida de energía es una preocupación, en este muchacho, muy natural, porque procede de una preocupación por la pérdida de su propia energía, porque a raíz de acontecimientos graves en su infancia adquirió una fuerte timidez en el trato con las mujeres y entonces, la energía de su juventud está siendo derrochada, lo que le produce una angustia grave, naturalmente, y un sentimiento muy fuerte de culpa. Esos acontecimientos se produjeron básicamente en los seis primeros años de su vida, de tal manera que el número que creía haber hallado al azar, el 986, es un emblema de su vida, y está determinado, no digamos por tal o cual detalle, sino por lo que él profundamente es, e incluso, por lo que él ignora que es. Y así se puede en uno y otro ejemplo hacer la prueba, en la medida que aprendan el método, en sus propios casos, siguiendo una serie de números. Quise darles este ejemplo para que ustedes comprendan en qué proporciones un acto humano cualquiera está severamente determinado. Es curio so que a nosotros nos moleste más eso, en lo insignificante que en lo grande. Muchas veces nos resistimos a la idea de que cuando decimos un nombre que creímos encontrar al azar —lo que es un experimento más fácil que el número— nuestra elección es estrictamente determinada. Cuando creemos haber dicho algo sin motivo y nos aseguran que hay un motivo para haberlo dicho, generalmente no nos gusta la idea, y sin embargo, cuando hacemos una cosa fundamental —presentamos renuncia donde trabajamos, se toma una decisión matrimonial, o algo así— decimos que no podíamos haber hecho otra cosa, que estaba determinada por todos los hechos, allí sí nos gusta más bien afirmar el determinismo. Sin embargo, es preciso afirmar el determinismo porque si no lo afirmamos, el hombre no puede ser objeto de una investigación explicativa. El psicoanálisis sólo puede servir de ayuda a una disciplina que busque explicar los hechos humanos en la medida en que el psicoanálisis concibe el acto humano como eminentemente explicable. Pero, también hay que decir otra cosa, y es que al concebir el acto humano como eminentemente explicable y rígidamente determinado, pasamos a un campo en el cual no podemos aceptar algunas de las nociones que son frecuentes en cierta rama de la concepción jurídica del delito, con las cuales resulta completamente incompatible el psicoanálisis, por lo que les acabo de decir. Por ejemplo, la noción de culpa que es una noción importada del mundo de la religión, don de tiene un papel muy claro que desempeñar: el papel de garantizar el concepto de pecado, y efectivamente desempeña ese papel. La noción de culpa procede de otra noción, la del libre albedrío, porque si uno no afirma el concepto de libre albedrío, no puede afirmar el concepto de culpa y debe hablar de acto perjudicial para la sociedad, por ejemplo, pero no se puede hablar de culpa mientras uno sostenga al mismo tiempo que no cree en el libre albedrío. El concepto de culpa, el de dolo y el concepto de libre albedrío, son radicalmente necesarios e interdependientes, y por lo tanto, no podemos criticar la doctrina del libre albedrío, sin encontrarnos inmediatamente con algunas de las nociones jurídicas, que en una perspectiva psicoanalítica no podrán ser aceptadas y tendrán que ser liquidadas, como lo han hecho todos los psicoanalistas que han estudiado problemas importantes en este campo de la delincuencia. Les decía que estas nociones como la culpa y el dolo proceden evidentemente del mundo de la religión, de la concepción religiosa del hombre y tienen una estructura muy similar y unas funciones muy similares a las que tuvieron en el mundo de la religión. Por eso, cierto notable tratadista colombiano, el doctor Pérez Vives, hace una serie de definiciones sobre estos temas, de las que recuerdo las siguientes: el criterio que tiene para definir la culpa, es el de que puede haberse previsto pero que no se hizo a propósito; mientras que define dolo con el criterio de que además de haber sido previsto, fue hecho a propósito, es decir, con pleno conocimiento y plena libertad. Así presenta ese par de conceptos al comienzo de la notable obra que tiene sobre obligaciones. Y es bueno que ustedes recuerden esas definiciones, porque van a encontrar un extraño parecido con la definición de pecado mortal y de pecado venial. El uno, con plena advertencia y pleno conocimiento, dice el Padre Astete, y el otro, sin plena advertencia ni pleno consentimiento, pero habiéndolo podido prever. Como el que sale a la calle des nudo y hace escándalo pero no salió para escandalizar y el que sale para escandalizar. El uno, es mortal, y el otro, es venial. Ustedes van a encontrar la misma estructura en esta pareja de términos, y no por casualidad ni mucho menos, sino por una necesidad interna de estos conceptos. Van a encontrar que es la misma estructura precisamente porque ambos proceden de la misma fuente, del libre albedrío; de la idea de que el acto humano no está determinado. Ambos actos se encuentran con el mismo obstáculo: una ley normativa, prosaica o jurídica, no interesa ahora; una norma establecida que ambos actos transgreden, constituyéndose en transgresiones, y en ambos casos, tienen el mismo resultado: un castigo, una pena. Por lo tanto, se trata de una estructura similar y no de un parecido externo. Y esa estructura del pensamiento jurídico, que muy frecuentemente es una estructura heredada, es incompatible por completo con el pensamiento psicoanalítico. Es bueno decir clara y franca mente desde el comienzo, no solamente que los dos se oponen, sino que son incompatibles. Toda doctrina del determinismo implica, por supuesto, lo siguiente: que nosotros pensamos que el acto humano no debe ser calificado en esos términos, que debe ser explicado simple mente por sus causas, y pensado según resultados reales o posibles, pero no calificado en esos términos de origen religioso. Por lo tanto, el psicoanálisis puede ayudar a explicar en general una conducta, pero no puede contestar a la pregunta de en qué medida es culpable el delincuente, porque esa pregunta está planteada en términos que el psicoanálisis rechaza. Por lo tanto no puede contestar a esa pregunta. Así lo dijo María Bonaparte en el peritazgo que hizo de uno de los más sonados asesinatos en Francia, donde un suegro asesinó a la nuera, y ella estudia el caso como perito. No puede ella contestar al interrogatorio por la manera como está planteada la pregunta. Muchas veces ocurre en la ciencia, y ustedes lo saben, que el problema no está solamente en cómo responder sino también en cómo preguntar; hay preguntas que ya tienen una serie de res puestas implícitas y uno no puede contestarlas sino que tiene que criticar las preguntas. Porque la diferencia entre la ciencia no está solamente en la manera de responder a unas mismas preguntas, sino que está también en la manera de hacer las preguntas, de preguntar. La diferencia está en que la ciencia hace preguntas abiertas; es decir, preguntas cuyas respuestas no están implícitas en el planteamiento de las preguntas, y la ideología hace preguntas que están llenas de implicaciones, que tienden a determinar una respuesta; por eso cuando se pregunta ¿quién hizo el mundo? se implica que el mundo fue hecho y fue hecho por alguien. Si uno acepta la pregunta no tiene más que una respuesta. Si uno pregunta cómo se formó el sistema solar, hay muchas respuestas posibles; puede haberse formado por contracción, por explosión y hasta puede haber sido hecho por alguien, pero la forma de pregunta no implica una respuesta. Por lo tanto, el psicoanálisis como ciencia puede colaborar en el estudio de la delincuencia pero tiene sus propios planteamientos. No puede constituirse como una rama que vaya a responder en forma de ayuda cómplice a las preguntas jurídicas. Si se pregunta: ¿cuáles son las causas por las que un determinado individuo realizó los actos que estamos estudiando, puedo iniciar una investigación y es esa única pregunta a la que puedo y pretendo tratar de responder. Este postulado básico del determinismo psíquico implica también lo siguiente: El hombre es un ser que se diferencia de los animales por muchas cosas, entre otras muy importantes, porque es un ser que no es naturalmente social. Es decir, que para estar en sociedad tiene que estar comprimido por una serie de condiciones que no son dadas por la naturaleza, como el lenguaje, por ejemplo, y que no se heredan, que necesitan ser aprendidas, que no son instintivas como las normas de parentesco, el noviazgo y los tabúes, etc., que son normas en las cuales al hombre se le obliga a ingresar, que no son natura les en él y que no lleva instintivamente. Por eso, nosotros tenemos que aprender tantas cosas mientras que los animales nacen sabiendo casi todo lo que van a necesitar. Pues bien, ese carácter antifísico, como decía Marx, o esa contradicción entre la naturaleza y la cultura de que hablan hoy los antropólogos, es un rasgo esencial del ser humano, es un rasgo que a la ciencia le preocupa. No es una contradicción entre el espíritu y la materia, ni ninguna idea afín, sino, y sobre todo, es una contradicción entre la naturaleza, lo orgánico, lo biológico y lo social, lo uno normativo, lo otro fisiológico. Ambos marcan pro fundamente lo que somos y nos marcan todo lo que hacemos. Llevamos la huella de nuestro in a la enseñanza en el aprendizaje de nuestras relaciones con nuestros padres y con nuestra familia, en todos los rasgos de nuestro ser, e incluso en nuestro cuerpo tenemos esa huella marcada. Nuestros sentidos mismos han sido modificados por nuestro ingreso en la ley. Por ejemplo, en la ley de la limpieza, que es una de las primeras leyes que se nos imponen y que por lo tanto no es espontánea, nos invierten los sentidos del gusto y del olfato. Tenemos un olfato contrario al de todos los vertebrados superiores. Lo que a ellos les huele bien a nosotros nos huele mal y lo que a ellos les huele supremamente mal, como pueden verificar poniendo a un perro a