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Primer ensayo sobre la población PDF

107 Pages·1993·23.151 MB·Spanish
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Robert MALTHUS Primer ensayo sobre la población Pn)logo: John Ma)'nárd Kcyncs Prefacio Este Ensayo debe su origen a una conversa ción con un amigo, en torno al ensayo del señor Godwin sobre la avaricia y la prodigalidad, pu blicado en su Enquirer. En lA discusión se abordó el tema general del progreso futuro de la socie ded; el propósito inicial del autor fue simplemente explicar por escrito sus opiniones a su a.migo, pensando poderlo hacer así con miú claridad que en una simple conversación. Pero a medida que el tema se abría ante él, se le ocurrieron ciertas Ideas con las que no recordaba haber tropezado anteriormente, y pensando que sobre un tema de ~nto interés general cualquier destello de luz, por muy insignificante que fuese, se acogería con buena volutad, decidió preparar sus ideas en for me que permitiera su p,u blk'llción• .. 44 T. R. .MalcbUI Sin duda, este ensayo podría haber sido com· peculacioncs sobre el progreso futuro de la pletado con un mayor número de datos ilustra· sociedad, sin ánimo de encontrarlas quiméricas, tivos de su argumento general. Pero una larga y pero no ha adquirido tal dominio sobre su enten casi total interrupción debida a determinados dimiento que le permita creer lo que desea sin de asuntos particulares, unida, por otra parte, al de mostración alguna, ni rechazar lo que pudiera seo (quh:á imprudente) de no retrasar la publica serle desagradable cuando va acompañado de pruebas. ción mucho más de lo inicialmente previsto, El cuadro de la vida humana que aparece en impidieron que el autor prestara al tema una este ensayo está impregnado de melancol1a; pero atención exclusiva. Piensa, sin embargo, que los el autor tiene conciencia de que estos sombríos hechos que presenta evidencian suficientemente tintes están en Ja reaJidad y no provienen de un la verdad de sus opiniones respecto al progreso estado de espíritu decaído o de un carácter más de la humanidad. o menos amargado. La teoría del espíritu trazada Cuando el autor contempla ahora esta opinión, a grandes rasgos en los dos últimos capítulos ex le parece que para demostrarla basta una declara plica de forma satisfactoria, a su modo de ver, ción general, junto con una somera visión de con la existencia de la mayoría de los males de la vida; junto de la sociedad. los lectores dirán si es igualmente aceptable para La necesidad de que la población se reduzca los dcrwb. al nivel de los medios de subsistencia es una ver· Si consiguiese llamar Ja atención de Jos hom dad evidente, reconocida ya por muchos autores; bres más capaces , sobre lo que considera ser el pero lo que ninguno ha hecho (que recuerde el principal obstáculo en el canúno del perfecciona autor) es investigar en particular sobre los me miento de la sociedad, y contribuyese así a su eli cuales dios a través de los la nivelación se pro minación, aunque sólo fuese en el plano teórico, duce; y es al estudiar Ios·mc&os de conseguirla, se rctractarla, con sumo agrado, de sus actuales cuando aparece, en su opinión, el principal obs opiniones, hallando motivos de profunda alegrfa táculo en el camino de todo progreso importante en el reconocimiento de su error. de la sociedad. Espera el autor que en la discu sión de tan interesante problema nadie podrá du 7 de junio de 1798 dar de que obra exclusívamentc por amor a la verdad, sin prejuicio alguno contra ninguna cate goría determinada de hombres ni de opiniones. El autor confiesa haber leído algunas de las es- 47 CaphuJo l que la humanidad ha llegado al borde de un pe ríodo ett el que han de producine importanúsi mos cambios, los cuales, en cierta medida. serán decisivos para el destino futuro de la sociedad hu mana. Se ha dicho que el hombre se halla hente a una alternativa: o marchar adelante con creciente ve locidad hacia mejoras ilimitadas y hasta ahora in concebibles o ser condenado a una perpetua os cilaci6n entre la felicidad y el infortunio, perma neciendo siempre, pese a todos los esfuerzos, a distancias inconmensurables del objetivo soñado. Sin embargo, pesar del ansia con la que todo 11 amigo de la humanidad debe anhelar el fin de esta dolorosa espera y el ardor con que un espíritu 1bierto saludaría cualquier rayo de luz suscep Los grandes e imprevisibles descubrimientos de tible de aclarar su visión dd porvenir, no puede los últimos años en la filosofía natural; la. cre uno sino lamentarse al ver cuán alejados unos de:: ciente difusión de la culrura general, gracias a la otros se mantienen los escritores al abordar esta extensión del arte de imprimir; el espíritu inves· trasccndentalísima cuestión. Sus argumentos no tigador, ardiente y libre, que prevalece en IOtl objeto de un examen mutuo y sincero. Indu d mundo culto e incluso en d mundo inculto; la IO en d plano teórico, el problema es planteado nueva y extraordinaria claridad que ha sido pro desde ángulos tan distintos que no parca: cerca.no yectada sobre la vida política. deslumbrando y un acuerdo. asombrando a los más entendidos y, especialmen Quienes defienden el presente orden de cosas te, aquel tremendo fenómeno sw-gido en el hori tienden a considerar la secta de filósofos especu zonte político, la Revolución francesa, que, como lativos, ora como a un grupo de insidiosos y as un cometa en llamas, parece destinado sea a tutos pícaros que predican Ja benevolencia y tra inspirar con una vida nueva y vigorosa sea a zan seductores cuadros de una sociedad más di abrasar y destruir la mermada población de la tie chosa, tan s6lo para poder destruir mejor las ins rra; todo ello ha contribuido a suscitar en la tituciones existentes y dejar campo libre a sus s.•saces mente de muchos hombres de talento la idea de y ambiciosos proyectos, ora como a irres- 46 T. R. M1hlnn 49 ponsables y alocados entusiastas cuyas necias es la de la verdad. Con la mirada fija en una socie peculaciones y absurdas paradojas no merecen la dad más f cliz, cuyas dichas dcsaibc con los más atenci6n de ningún hombre razonable. lttactivos colores, se entrega sin vacilar a los vi· Quienes sostienen la perfectibilidad del hom tupcrios más mordaces contra toda insútuci6n vi· bre y de la sociedad sienten, a su vez, por el de ptc, sin aplicar su talento a considerar los me fensor de las instituciones presentes un desprecio dios mejores y más seguros de suprimir los abusos, no menos acusado. Le tildan de ser esclavo de en aparente inconsciencia de los tremendos obs los prejuicios más miserables y estrechos; le acu tkulos que amenazan, incluso en teoría, el progre san de defender los abusos de Ja sociedad actual so del hombre hacia la perfección. únicamente para continuar bcnefidándose de ellos. Es una verdad establecida en ftlosofla que toda ~ describen~ bien como un individuo que prosti ceoda correcta acaba siempre por hallar su con tuye su inteligencia a sus intereses, bien como un fumacióo experimental. Se producen, no obstm desgraciado cuya capacidad mental no le permite ce, en la pr,ctica tantos roces y tantas nimias cir alcanzar nada grande y noble ni ver mii.s alli de cunstancias, casi imprevisibles incluso para las sus narices y para quien están, evidentemente, ve mentes más comprensivas y penetrantes, que son dadas las luminosas ideas de los benefactores de acasos los temas respecto a 105 cuales se puedan la humanidad. dcetctar correctas teorías que no hayan sufrido la En este ambiente de enemistad, la causa de la prueba de la experiencia. Pero antes de ser pro verdad no puede menos de sufrir. Los argumentos bad.a, una teoría no puede ser honradamente pre de peso, por una parte y por otra, no tienen la ecnuda como probable, y menos aún como cottcc posibilidad de ejercer la influencia que merecen. &e, mientras tod05 los argumentos contra ella no Cada uno prosigue con su propia teoría, sin pre hayan sido objetivamente sopesa.dos y clara y con ocuparse de enmendarla o mejorarla atendiendo a tundentemcnte refutados. lo expuesto por sus contradictores. He leído, con sumo agrado. algunas ~e las es El amigo del presente estado de cosas ·condena pcculaciones sobre la perfectibilidad del hombre todas las especulaciones políticas en conjunto. Ni 1 la sociedad. Me he sentido reconfortado y delci siquiera se digna examinar las bases sobre las cua lado por el cuadro encantador que nos presentan. les se postula la perfectibilidad de la sociedad. Ardientemente deseo tan felices perfcccionlllllien Y menos aún hace el esfuerzo de exponer, honra IOe. Pero veo el camino hacía ellos erizado de d.a y cabelmente, lo que considera err6neo en di pandes y, a mi juicio, insupel'Bbles dificultades. chas teorías. Mi propósito no es otro sino señalar estas di!icul El fil6sofo especulativo tambi~n ofende la cau- tldes. alinnando, al mismo tiempo, que. lejos de ,1 T. R. Malthus eaprtu1o 1 regocijarme en ellas como causa de triunfo sobre tos sea deliberada. Más bien debería dudar de la los amigos de la innovación, nada podda produ w.lidcz de argumentos que, si bien a mí me pa cirme mayor agrado que ver estas dificultades to recen irrefutables, son, sin embargo, considerados talmente superadas. como despreciables por hombres de semejante ca El principal argumento que pienso esgrimir no tegoría. Sin embargo, a este respecto, debemos es ciertamente nuevo. El principio sobre el que se confesar que todos somos demasiado propensos asienta fue ya explicado, en parte, por Hume, y al error. Si yo viese que a un hombre se le ofre miís ampliamente por el doctor Adam Smith: Tam cía reiteradamente un vaso de vino, sin que éste bién el señor W allace lo ha utilizado aplicándolo le prestara atención alguna, me inclinada a pen al tema que nos preocupa, pero sin el vigor ni la ur que el hombre era ciego o descortés. Una fi fuerza debidos, y probablemente habrá otros es losofía más justa deberfa enseñarme más bien a critores que hayan abundado en lo mismo y que pensar que mis ojos me engañaban y que aquel yo desconozco. Por consiguiente, no hubiera pen ofrecimiento no era realmente tal y como yo lo sado siquiera en presentar de nuevo este argu percibía. mento, aunque, en todo caso, pienso enfocarlo Al entrar en d tema, debo advertir que he ex desde un ángulo distinto de aquellos desde los duido deliberadamente toda mera conjetura, es ruales lo ha sido hasta ahora, sí hubiese sido ge decir, toda suposición cuya probabilidad de rea nuina y satisfactoriamente refutado. lización no tenga una sólida base filosófica. Su El motivo de esta negligencia, por parte de los pon¡amos que un escritor me dijera que, en su ddensores de la perfectibilidad humana, no es opinión, el hombre acabará por convertirse en fácil de explicar. No puedo poner en duda el ta avestruz. No podría llevarle propiamente la con lento de hombres como Godwin y Condorcet. No traria. Pero antes de pretender convencer a cual quiero tampoco dudar de su sinceridad. A mi mo quier persona razonable tendrá dicho escritor que do de ver, y probablemente al de la mayoría ?e demostrar que los cuellos de los hombres se han los demás las difi rul tades para llegar a una socie Ido alargando gradualmente, que sus labios se han dad perf~ta parecen insupera?les .. Sin .embarg~, Ido endureciendo y haciéndose más salientes, que estos hombres de reconocida mtehgenc1a y sabi la forma. de sus piernas y de sus pies se va mo duría apenas se dignan mencionarlas y prosigu~n dificando día a dia, y que su pelo está empezando sus especulaciones con el mismo ard~r y la ~~­ 1 transformarse en plumas. Y mientras la pro ma inquebrantable confianza com? s1 estas d1f1- babilidad de tan asombrosa conversión no pueda eultadcs no existiesen. No tengo, ciertamente, de demostrarse, es pura pérdida de tiempo y despil recho a decir que su ceguera ante estos argumen- fllTO de elocuencia explayarse sobre la felicidad T. R. Mahhus Carhulo 1 del hombre converúdo en avestruz, destacar su mitar~, por el momenro, a decir que los mejores nueva habilidad tanto para \rolar como para co argumentos en pro de la pedectibilidad del hom· ntt, describirle en su nueva condición, desprc bre se desprenden de la contemplación de los gran ciaúvo de todos los lujos mezquinos y exclusiva c.!cs progresos que ha realizado desde el estado mente dedicado a cosechar los elementos impres salvaje en que se hallaba inicialmente y de la di cindibles de la vida, resultando as{ ligera la par ficultad que hay en afirmar en qué punto se de te de trabajo correspondiente a cada hombre y lendd esle proceso. Pero precisamente, en lo qu~ amplia y abundante, en cambio, su pane de ocio. IC refiere a la extinción de la pasión entre los se Creo poder honradamente sentar los dos pos xos, hasta ahora el progreso ha sido nulo. Parece tulados siguientes: existir hoy con la misma fuerza que tenía hace dos Primero: el alimento es necesario a la existencia mil o cuairo mil años. Hay excepciones individua del hombre. les, como las ha habido siempre. Pero como el Segundo: la pasión entre los sexos es necesaria número de esas excepciones no parece aumentar, y se mantendrá prácticamente en su estado actual. el deducir simplemente de la existencia de una Estas dos leyest que han regido desde los tiem excepción que ésta se va a convertir eventualmen pos miis remotos del conocimiento humano, a.pa te en ley y la ley en excepción, serfa indudable recen como leyes fijas de la naturaleza, y no ha mente una manera de argumentar muy poco filo- 1 bi~ndose jamás observado en ellas el menor cam 16fica. bio, no tenemos raz6n alguna para suponer que Considerando aceptados mis postulados, afir vayan a dejar de ser lo que hasta ahora han sido, IAO que la capacidad de crecimiento de la pobla salvo que se produjera un acto directo de poder ción ~s infinitamente mayor que la capacidad de / por parte del Ser que primero ordenó el sistema La tierra para producir alimentos para el hombre. del Universo y que por el bien de sus criaturas La población, si no encuentra obstáculos, au continúa ejecutando, conforme a leyes fijas, to menta en progresión geométrica. Los alimentos das sus diversas operaciones. tan sólo aumentan en progresión aritmética. Bas- No creo que ningún autor haya supuesto que 11 con poseer las más elementales nociones de nú sobre esta tierra el hombre pueda llegar a vivir meros para poder apreciar la inmensa diferencia sin alimento. Pero lo que sí ha supuesto el señor 1 favor de 1a primera de estas dos fuerzas. Godwin es que la pasión entre los sexos pueda Para que se cumpla la ley de nuestra naturale eventualmente extinguirse. Como él mismo ha M, según la cual el\ alimento es indispensable a presentado esa parte de su trabajo como una sim 11 vida, los efectos de estas dos fuerzas ran des ple desviación al campo de las conjeturas, me li- lpttles deben ser mantenidos al mismo nivd. T. R. Mallhu• úpftulo 1 1 Esto implica que la dificultad de la subsisten· tud está en la resistencia a todas las tentaciones •tmw. cia ejerza sobre la fuerza de crecimiento de Ja poblací6n una fuerte y constante presi6n restric Esta natural desi~ualdad entre las dos fuerus de lu población y de la producci6n en la tiert:a, y tiva. Esta dificultad tendd. que manifestarse y ha cerse cruelmente sentir en un amplio sector de la aquella gran ley de nuestra naturaleza, en virtud ·.· de Ja cuw los efectos de estas fuerzas se mantie humanidad. nen constantemente nivelados, constituyen la En los reinos animal y vegetal la naturaleza ha aran dificultad, a mi entender, insuperable, en el esparcido los gérmenes de vida con enorme abun comino de la perfectibilidad de la sociedad. To dancia y prodigalidad. Ha sido, en cambio, rela dos los demás argumentos, comparados con éste, tivamente parca en ~to al espacio y el alimen IOl1 de escasa y secundaria significaci6n. No veo to necesarios a su conservaci6n. Los gérmenes de manera por la que el hombre pueda eludir el pe- vida contenidos en este troro de tierra, dada una IO de esta ley, que abarca y penetra toda la na aUmentaci6n abundante y espacio donde exten turalc-La animada. Ninguna pretendida igualdad, derse, lleg~trfan a cubrir millones de mundos al ninguna reglamentaci6n agraria, por muy radical cabo de unos pocos miles de años.La~eccsic:Lld, que sea, podrá eliminar, durante un siglo siquiera, esa imperiosa ley de la naturaleza, que todo lo la presión de esta ley, que aparece, pues, como abarca, se encarga de restringirlos manteniéndo decididamente opuesta a la posible existencia de los dentro de los limites prescritos. Tanto el rei una sociedad cuyos miembros puedan todos tener no de las plantas como el de los animales se con una vida de reposo, fe Jicidad y relativa holganza traen bajo esta gran ley restrictiva, y el hombre, 'I no sientan ansiedad ante la dificultad de pr<> por mucho que ponga a contribuci6n su rai.ón, veerse de los medios de subsistencia que necesi tampoco puede escapar a ella. Entre las plantas l•n ellos y sus familias. y los animales, sus efectos son el derroche de si Por consiguiente, si las premisas son justas, el argumento contra la perfectibilidad de la masa de mientes, la enfermedad y la muerte prematura. Entre los hombres, es Ja miseria y el vicio. La la humanidad es terminante. No he hecho más que esbo-zar las Hm.-ns gene primera, la miseria, es lllUl consecuencia absolu rales del argumento; lo examinaré ahora con más tamente necesaria de esta ley. El vicio es una con· detalle y podrá observarse Que la experiencia, vcr ~encía sumamente probable y que, por lo tan dldcra fuente y fundamento de todo conocimi<:n- tQ!, abunda por todas partes, pero quizá no debe 10, confirma invariablemente su veracidad. ríamos considerarlo como consecuencia absoluta· mente inevitable. La verdadera prueba de la vir- Capitulo 2 Instituido. o no el matrimonio legal, la natu ralcu y la virtud prescriben al hombre unirse tiendo aún joven a una sola mujer. Suponiendo que c:x.isticra Ja libertad de cambiar de mujer en el caso de una elección desafortunada, esta liber tad no afectaría al volumen de población micn l~s estos cambios no adquiriesen por su frecuen cia un carácter realmente vicioso; pero estamos ahora suponiendo la existencia de una sociedad en la que el vicio es casi desconocido. En un Estado, por tanto, de gran igualdad y virtud, donde prevaleciesen costumbres simples y puras y en el que los medios de subsistencia fue ran tan abundantes que ningún sector de la so Ya dije que la población, si no se pone obs ciedad tuviese dificultades en proveerse con hol táculos a su crecimiento, aumenta en progresión ~rt, Ja f~erza de crecimiento de la población se qercerla sm trabas y el aumento de Ja especie hu geométrica, en tanto que los alimentos necesario., al hombre lo hacen en progresión aritm~tica. mana sería, evidentemente, mucho más rápido que en ningún período conocido del pasado. Examinemos si esta afirmación es correcta. Creo que se me concederá que hasta el prescn· Eo los Estados Unidos de América, donde los medios de subsistencia han sido más abundantes te no ha existido ningún Estado (por lo menos laa costumbres más puras y, por consiguiente l~ que nosotros conO'ZCamos) en el que las costum matrimonios más fáciles y precoces que en ~al- / br-.'.S fuesen tan puras y los medios de subsistcncil 9de.ra de los países modernos de Europa, la po tan abundantes, que los matrimonios tempranos lil8ci6n resulta haber doblado en el curso de vein 1 pudieron efe ctuane sin obstáculo alguno, por no ddnco afios. existir el temor, en las clases inferiores, a no Este ritmo de aumento ha sido alcanzado sin poder asegurar una vida docente a sus fa.miliu, y que Ja fuerza de la población se haya ejercido en en las clases altas a ver rebajarse su nivel de vida. 1\1 plenitud. Tiene el mérito, sin embargo, de co Por tanto, no sabemos de ningún Estado en el rresponder a una experiencia real y, por tanto, lo que la fuerza de crecimiento de la población haya .doi>~os como regla; sentaremos, pues, el podido ejercerse con absoluta libertad. princ1p10 de que la población, cuando no lo impi- " T. R. :\hhhi. Capitulo 2 de nin~ún obs1áculo, va doblando cada veinticin Podemos, pues, afirmar que los medios de sub co años, creciendo as( en progresión geométric.. aistencia aumentan en progresión aritmética. Com Consideremos ahora cualquier territorio, por paremos ahora los efectos de estas dos leyes de ejemplo, esla isla, y vearoos cuál podría ser el rit· aumento. mo de aumcn10 de su producción de víveres. Em La población de nuestra isla es actualmente de pezaremos considerando el aclual régimen de cul- unos siete mi1lones; supongamos que la produc 1ivos. ci6n actual baste para mantener esta poblaci6n. Al cabo de los primeros veinticinco años la po Si admitimos que con la mejor administración posible, parcelando la tierra y dando el máximo blación scrfa de catorce millones, y como el ali n>ento habría también doblado, bastar fa. a su ma impulso a la agricultura, se puede conseguir do nutcnci6n. En los veinticinco años siguientes, la blar la producci6n al t~rmino de los primeros población sería ya de veintiocho Illillones y el ali veinticinco años, creo que nadie podrá acusarnos mento disponible correspondería a una poblad6n de:.· excesiva parquedad. de tan sólo veintiún millones. En el período si- Pero lo que ya es imposible suponer es que 1uieníc la población sería de cincuenta y seis mi en los veinticinco años siguientes la producci6o llones y las subsistencias apenas serfan suficientes vaya a cuadruplicarse. Sería contrario a todas nucs. para la mitad de esa poblaci6n. Y al término del tras nociones sobre la fecundidad de la tierra. Lo primer siglo la poblac.i6n habr(a alcanzado la ci más que poddamos concebir es que el aumento fra de 112 millones mientras los víveres produ en esos segundos veinticinco años llegase a igua cidos corresponderían al sustento de treinta y lar nuestrn producción actual. Adoptémoslo como dnco millones, queaando setenta y siete millones nuestra segunda regla, aunque ciertamente es~ de seres totalmente privados de alimento. bien lejos de la realidad, y admitamos que, mer Una gran emigra.ci6n lleva necesariamente im ced n enormes esfuenos, la producci6n total de plfcita alguna forma de iníortun.i.o en el país de la is1a pueda registrar cada veinticinco años a~­ latado. Pues pocas personas habr' que abando mentos equivalentes a la producci6n actua~. PJ nen sus familias, sus relaciones, sus amigos y $U miis entusiasta de los soñadores no puede, creo tierra natal para instalarse en un paI-s desconocido yo, imaginar un ritmo de aumento mayor. Al cabo J ele clima extraño sin que lo justifique una situa de unos cuantos siglos, cada acre de nuestro suelo cldn de profundo malestar en el lugar en que se se habría convertido en un jardín. enc:uc:ntran o la esperanza de hallar considerables Pero esta progresión es evidentemente arit.· ftntajas en el lugar de destino. mética. Pero para generalizar aún m's nuestra argu-

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