La ambición de otros le arrebataron todo lo que más quería, y le enseñó que ser el jefe de la mafia irlandesa en Chicago exige un alto precio. Él nunca buscó ese puesto, la venganza le puso ahí, pero no puede dejarlo porque es el único que puede mantener ese precario equilibrio que sostiene la paz en la ciudad.
Él no tiene una vida, solo respira para no morir. A veces se permite olisquear los aromas que arrastra el aire, sin atreverse averiguar de dónde vienen.
Pero...¿a qué huelen las buenas chicas? Alex Bowman nunca quiso descubrirlo, pero ahora ya es demasiado tarde.