Si existiera la posibilidad de perderse en el infinito del universo, Carrie lo habría intentado sin dudarlo, pero sólo tiene su telescopio y el enorme vacío que le dejó la muerte de su hermana mayor. Desde que no está, ha intentado revivir las cosas que a ella le gustaban, como escuchar una y otra vez sus canciones favoritas para memorizarlas, salir de fiesta y perder el control. Sin percatarse, Carrie se sumerge en un oscuro vórtice del que ni la música ni sus nuevos amigos la salvan, hasta que su padre decide intervenir.