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Politica Y PDF

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POLITICA Y/O VIOLENCIA una aproximación a la guerrilla de los años setenta pilar calveiro vyvi siglo veintiuno j& S l editores X V /j grupo editorial /)C V I siglo veintiuno siglo xxi editores, méxico siglo xxi editores, argentina cjmo oel 248, rownoa mwnos tw w w 4824, c1425clp 04310 ^í>xx>. o.f. GUO«S ««2, «JGC.MINA www. Eigtoxxisdita es .com.mx www sigioíoosditores.com.ar salto de página biblioteca nueva anthropos /■u.vfj'-o 38 /o,vv:.f-:o 33 UPUW3ÚN 266, ¡i\K6 28010 f.vflfín, £3’<v>. 28030 >.ví,m. f3',vtó 08007 ¡i\Fmcx¿\ estoa www soltodepagira.com wwwbitóotecanueva es v.w.vanthropos-editonal com Calveiro, Pilar Política y/o violencia: Una aproximación a la guerrilla de los años setenta.- i3 ed.- Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2013. 160 p.; 21x14 cm' (Sociología y política) ISBN 978-987-629-326-6 1. Políticas Públicas. 2. Sociología. 3. Violencia. I. Título. CDD 320.6 Una primera edición de este libro fue publicada en 2005 por Editorial Norma © 2013, Siglo Veintiuno Editores S. A. Diseño de cubierta: Eugenia La relies ISBN 978-987-629-326-6 Impreso en Aituna Impresores // Doblas 1968, Buenos Aires, en el mes de julio de 2013 Mecho el depósito que marca la ley 11.723 Impreso en Argentina // Made in Argentina ✓ Indice Memorias 9 Rehistorizar el pasado 23 Mesianismo autocrítico 25 Segundas parles... 41 El poder desaparecedor 55 Disciplina militar y disciplinamiento social 61 La obediencia indebida 71 La obediencia armada 75 La desobediencia armada 77 Política y violencia 95 Atrapados 101 Una lógica cerrada 111 Cerco y aniquilamiento 137 Una reflexión final L45 Posfacio a la presente edición H 9 Memorias Todo acto de memoria se interroga por su fidelidad, sin hallar jamás respuestas definitivas. Lejos de la idea de un archivo, que fija de una vez y para siempre su contenido, la memoria se encarga de deshacer y rehacer sin tregua aquello que evoca. Y, sin embargo, no deja de inquietarse, con ra­ zón, por la fidelidad de su recuerdo. La repetición puntual de un mismo relato, sin variación, a lo largo de los años, puede representar no el triunfo de la me­ moria sino su derrota. Por una parte, porque toda repetición “seca” el relato y los oídos que lo escuchan; por otra, porque ía memoria es un acto de recreación del pasado desde ía rea­ lidad del presente y el proyecto de futuro. Es desde las urgen­ cias actuales que se interroga el pasado, rememorándolo. Y, sin embargo, al mismo tiempo, es desde las particularidades de ese pasado, respetando sus coordenadas específicas, que podemos construir una memoria fiel. Se trata, en consecuencia, de un doble movimiento: re­ cuperar la historicidad de ío que se recuerda, reconociendo el sentido que en su momento tuvo para ios protagonistas, a la vez que revisitar el pasado como algo cargado de sentido para ei presente. En este texto pretendo realizar un ejercicio de memo­ ria, no una historia, sobre las circunstancias que llevaron al momento de mayor violencia política en la Argentina -los años del llamado Proceso de Reorganización Nacional-, y el papel que les cupo en elias a las organizaciones armadas. ] 2 POLÍTICA Y/O VIOLENCIA La política desaparecedora de los años 70 comprendió, jun­ to a la desaparición de personas, el intento de “desapare­ cer" al mismo tiempo los crímenes y los responsables. Con enorme esfuerzo, nuestra sociedad realizó un gran acto de memoria colectiva -el único de tal envergadura en toda América Latina- que logró el reconocimiento público dei crimen, la responsabilidad del Estado y, sobre todo, el juicio a los culpables. La infamia de las leyes de Obediencia Debi­ da y Punto Final y, más que nada, el indulto a los culpables no pueden opacar el enorme trabajo sobre la memoria he­ cho antes y después por la sociedad argentina. Identificar y condenar a los responsables del terrorismo de Estado ha sido reparador en muchos órdenes, pero temo que también nos ha llevado a postergar el análisis de otras responsabilidades. El rechazo a la teoría de los dos demo­ nios no nos puede desviar hacia la de un único demonio, el poder militar, como si el resto de la sociedad hubiera sido una víctima inmóvil, ajena a toda responsabilidad. Todos los Estados son potencialmente asesinos pero, para que se pueda instaurar una política de terror a través cíe un poder concentracionario y desaparecedor, hace falta algo más que un puñado de militares crueles y ávidos de poder. Todo au­ toritarismo de Estado crea y potencia el autoritarismo social que, a su vez, lo sostiene; podríamos decir que “nada en su caldo”. Sin embargo, tampoco es posible pensar lo autorita­ rio como una responsabilidad difusa que todos comparten por igual. Si bien es cierto que nadie resulta completamente ajeno, existen actores con una participación más o menos comprometida. Creo que en este largo ejercicio de recupe­ ración de la memoria -que lleva casi treinta años y que nos llevará toda la vida- es necesario entrar en otras zonas, tal vez más complejas, pero ineludibles. Me refiero a la res­ ponsabilidad de los actores políticos nacionales: partidos, sindicatos y organizaciones. En este trabajo trato de historizar brevemente las circuns­ tancias políticas que llevaron al “poder desaparecedor" del MEMORIAS 13 Proceso como culminación, precisamente, cíe un proceso, que arranca mucho tiempo antes, y en el que se puede re­ conocer la responsabilidad de la mayor parte de los actores políticos argentinos, en especial ios partidos y sus líderes. Asimismo abordo la conformación de los grupos guerrilleros como fenómeno inseparable y protagónico de esa historia, para pasar a un análisis de su práctica y de lo que conside­ ro sus responsabilidades específicas en el desastre final. No se trata de uno, dos o veinticinco millones de demonios; se trata de entender qué pasó, es decir, qué nos pasó, a todos nosotros, desde ei lugar que cada uno ocupó y ocupa. No creo en los mea culpa -sean catárticos o catastrofistas- pero sí en ía posibilidad de entender sinceramente el pasado para “abrir” el futuro. Si todo acto de memoria comporta la doble dificultad de reinsertarlo en su sentido original y releerlo a la luz de los de­ safíos del presente, creo que el que tratamos de abordar aquí la multiplica. Aunque se trata de sucesos que ocurrieron hace apenas treinta años, lo que en términos históricos no repre­ senta un período demasiado largo, parecen haber sucedido -y de hecho sucedieron- en otro milenio. ¿Qué tanto ha cambia­ do el mundo y el país en estas tres décadas? Mucho y nada. Es cierto que no pueden ocurrir cambios absolutamente radicales en un período tan breve y que las grandes transformaciones ocurren en ciclos de larga duración. Sin embargo, hay mo­ mentos de la historia en que los procesos se aceleran; se ha­ bla, con una metáfora mecánica y poco feliz, de “saltos” de la historia, como sí esta avanzara. Sin suponer avance o progreso alguno -en el sentido de un “ir a mejor"-, es indudable que durante estos treinta años hemos presenciado enormes movi­ mientos que comprenden la reconfigi:ración hegemónica del mundo como un proceso aún en curso. Hablar de una recon­ figuración de esta naturaleza implica mucho más que nuevas formas de acumulación y distribución de la riqueza; compren­ de una reestructuración de las sociedades, de la política, de ios imaginarios y del mundo como mundo de sentido. 14 POLÍTICA Y/0 VIOLENCIA La organización bipolar de la Guerra Fría se basaba en una constelación de espacios y valores que reivindicaban lo estatal, lo público y lo político como posibles principios de universalidad. Admitía la lucha, la confrontación y la revolución como formas, si no únicas, válidas y valiosas de ía política. Se definían y guardaban las fronteras -nacio­ nales, ideológicas, de género-. Existía una extraordinaria tendencia a realizar clasificaciones y, sobre todo, formas de organización binarias -explotados y explotadores, justo e injusto, correcto e incorrecto-. Las personas reivindicaban la disciplina, la razón, el esfuerzo -que las instituciones grababan en ellas- como parte de sus iogros. Por supues­ to, estos rasgos convivían con sus contrarios y con toda ía gama de matices que jamás se pueden expulsar de la realidad, pero se podría decir que, tendencialmente, orga­ nizaban la visión del mundo. La reorganización global a la que asistimos ha construido una constelación del todo diferente, basada en la valorización de ia sociedad civil y lo privado, por oposición al Estado y el sistema político, casi siempre satanizados. Se reivindica la concertación y, con cierta hipocresía, se condena toda forma de violencia abierta, en especial política. Se avanza hacia la ruptura o desdibujamiento de fronteras -por lo transnacio­ nal, lo híbrido, lo transgenérico-. Se exaltan las diversidades y, para permitir su libre expresión, la organización en redes. Los sujetos reivindican ia personalización de todo, la indivi­ dualización, el sentimiento y el disfrute. Estos valores, que esconden un potencial autoritario tan poderoso como los an­ teriores -aunque se exprese de manera diferente-, se presen­ tan prácticamente como incuestionables en el mundo actual, precisamente porque son parte de la reconfiguración de los imaginarios y los sujetos, de ía que no están exentos los seres humanos medios, de una sociedad media como la argentina. Como en el caso anterior, no impiden la aparición de sus con­ trarios pero, por ío regular, los "expulsan" de la representación y del discurso. MEMORIAS 15 Los jóvenes que participaron en la política de hace treinta años pensaban ei mundo desde ia primera de estas constela­ ciones. Sus actos resultan incomprensibles o incluso demen­ cia les -aun para ellos mismos- si se los pretende analizar desde los referentes de sentido actualmente predominantes. Es necesario tender un puente entre nuestra mirada actual y la de entonces; no hay una verdadera y olra falsa sino que se trata de construcciones diferentes que corresponden a mo­ mentos distintos del poder y de las resistencias. Cuando la memoria de un pasado cuyo sentido fue emi­ nentemente político se construye como memoria individual y privada, recupera este aspecto, pero de alguna manera traiciona por lo menos en parte el sentido de lo que fue. Reconstruir la historia de un militante desaparecido desde la “normalidad de una vida plena injustamente truncada”1* desconoce precisamente lo que fue su intención: no ser un sujeto "normal" -buen alumno y ahorrador- sino un revolu­ cionario, con una vida sacrificada, de renuncia a la plenitud personal para obtener un fin superior y colectivo. Esto es lo que a sus ojos resaltaría la injusticia de su asesinato. Desde este punto de vista, la memoria individualizante y privada pierde los sentidos políticos de la acción. Por eso resulta ajena para los protagonistas más directos. Da Silva Catela refiere que la esposa de un desaparecido, después de un acto de homenaje, le expresó: "Ahí descubrían la placa donde estaba mi marido y tantos compañeros. Me pareció espantoso. El problema es que tengo otra escuela política, entonces yo noto que hay una manera de hacer política con un contenido y que frente a la orfandad se horra toda continuidad política, aparecen todas las organizaciones de Derechos Humanos y entonces no estamos nutriendo la lu­ cha sindical, la lucha estudiantil... en general es muy po­ 1. Ludmila da Silva Catela, A’o habrá florasen la tumba del pasado. La Plata, Ediciones Al Mareen, 2001. * Las palabras o expresiones destacadas con itálicas en las citas textua­ les corresponden en todos los casos a la autora, lN. de E l l6 POLÍTICA Y/O VIOLENCIA bre... Gente llorando horas. Yo creo que cualquiera de mis compañeros se levantan de la tumba y se agarran de los pelos, digo, se levantan de ia tumba o del Río ele la Plata, donde estén y se agarran de los pelos... es muy unilate­ ral, se quedan con el dolor pero no vi un soio activo, que reivindicase luchas, en concreto y en acción, no, no, no. Se toma sólo un aspecto ‘Aquí estoy, que mi papá, que mi mama, que esto, que ei otro’, es una terapia de grupo. Y la política es otra cosa, e insisto, tiene leyes que le son propias y entonces actos de qué tipo, ¿de qué tipo son?”.2 Si este ángulo de la memoria sustrae el componente po­ lítico fundamental que alentó ía práctica de los militantes, creo que tampoco se trata, como lo afirma Hebe de Bona- fini, de que “la única forma de reivindicarlos es hacer lo que hicieron ellos"3 Creo que la memoria aparece en lugar de algo que ya no está, pero no lo hace para repetirlo sino para evocarlo "trayendo” su sentido y enlazándolo con los sentidos del presente. El rescate de ia militancia política para su “imitación", ia exaltación de vidas “heroicas” que no están sujetas a crítica, realiza otra sustracción: impide el análisis, Ja valoración de aciertos, de errores y, con ello, la posibilidad de revisar la práctica y actuar en consecuencia. En suma, es otra forma de sustracción de la política. La memoria, en cambio, puede hurgar por ios vericuetos no de una verdad única pero sí de verdades parciales, sucesi­ vas, que reconstruyan los hechos, que los interpreten desde distintos ángulos y que nos permitan acabar con las diversas impunidades. En este sentido, es necesario recuperar quiénes fueron los militantes de los años 70, qué hicieron y qué no hi­ cieron para potenciar el estallido cíe violencia que terminó por destruirlos. Tal como Jo planteó la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de La Plata, el derecho a la verdad -o a las verdades- se reclama “no sólo para que nos digan 2. Jbiciein, p. 2J7. 3. Da Silva Cátela, op. cil.

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