Literart USA - Colombia 2 Poética de la brevedad José O. Alvarez, Ph.D. Literart 2006 © Literart 2005 © Literart 2006 3 Está permitida la reproducción parcial de este libro previa autorización escrita del autor. [email protected] United Status Copyright Office TX6-385-528 Segunda edición, 2006 4 In Memorian Florence Yudin, Ph.D. (1937-2006) 5 6 Indice Introducción 9 Capítulo I. La metonimia panteísta 13 1. Antecedentes de la visión panteísta 17 2. La cosmovisión borgesiana 23 Capítulo II. Borges y la epifanía moderna 41 1. La epifanía moderna 44 2. La epifanía borgesiana 49 Capítulo III. El problema del lenguaje 53 1. En pos de la palabra 58 2. El milagro secreto de la letra 61 3. El estilo de Borges 63 Capítulo IV. Poética de la brevedad 69 1. El barroquismo primíparo 69 2. El sendero de los cuentos 73 3. El cuestionamiento a la novela 75 4. La vastedad de lo breve 84 5. La relación amor/rechazo hacia Joyce 89 6. La poética de la brevedad 90 Capítulo V. La estética del silencio 97 1. El jardín de senderos rizomáticos 101 2. El enigma de la sombra 105 3. El reinado del silencio 111 Conclusión 117 Notas 121 Bibliografía 135 7 8 Introducción Este trabajo trata de descifrar la poética de la brevedad en un autor que se acogió a ella como resultado de su visión totalizante del mundo. Jorge Luis Borges asimiló todos sus temas a una unidad epifánica en el que el todo y las partes se conectan, siendo estas partes momentos destellantes que el lenguaje no alcanza a descifrar. Consciente de ello, Borges utiliza un estilo lacónico que lo lleva en último término a dejar vacíos que el lector1 debe desentrañar y enriquecer de acuerdo a su capacidad intelectual. El trabajo se divide en cinco partes que contemplan: la visión panteísta, los momentos epifánicos, el problema del lenguaje y el estilo borgesiano, para desembocar en una estética del silencio que elogia las sombras y el misterio propias de su poética de la brevedad. En el capítulo primero se hace un recuento de la metonimia panteista borgesiana que unifica todos sus escritos. Esta metonimia panteísta subraya el significado de lo mínimo para expresar lo infinito. Si en la metonimia el todo y las partes sugieren una sola cosa interconectada, entonces un instante puede ser eterno y un punto, como el de las supercuerdas o como el Aleph borgesiano, contener el universo. Audazmente Borges lo sugiere a través de un heresiarca de Tlön quien concibe que “hay un solo sujeto, y ese sujeto indivisible es cada uno de los seres del universo” (OC I 439).2 Esta oximorónica identidad de contrarios planteada por muchos pensadores Borges la presenta con una novedosa cara conjetural, con esa habilidad propia de utilizar el legado anterior para desvelar el misterio que esconde el universo por microscópico o macroscópico que sea. Según esto, la síntesis de la complicada vida humana se puede fusionar en un evento singular, a veces trivial, que muestra la totalidad y que conecta todo a las fuentes primarias en un reductio ad absurdum donde para desentrañar cualquier objeto del universo es necesario detenerse en su historia pasada, presente y venidera. Borges sospecha que cualquier hecho por humilde y nimio que sea contiene en sí la historia universal con toda su infinita concatenación de causas y efectos3 porque tanto en el todo como en la parte está implicado el universo entero. Si el universo entero se encuentra en cada cosa por nimia que sea, la dificultad está en describirla en las mismas dimensiones: con lo mínimo. 9 Quizá los dioses no le negaron el hallazgo de esa imagen en el Aleph. Borges ve en lo mínimo lo máximo porque reconoce el razonamiento de John Stuart Mill, de que todos los momentos del cosmos están interconectados y se asemejan uno del otro. Por lo tanto, no es necesario afanarse en pretender abarcar la totalidad porque “a una inteligencia infinita le bastaría el conocimiento perfecto de un solo instante para saber la historia del universo, pasada y venidera” (OC I 650-651). El capítulo segundo se desprende del primero en el sentido de que ese instante resplandeciente representa un momento especial. Los griegos definieron esos instantes como epifanías. La religión las tomó también y las identificó con el momento de la transubstanciación. En la época moderna Joyce las emparentó a las súbitas manifestaciónes espirituales, aunque las despojó del carácter religioso. Virginia Woolf identificó esos destellos de conciencia absoluta con los momentos del Ser.4 Ezra Pound, en sus Cantos planteó que todas las edades son contemporáneas. En Einstein, el tiempo contenía todos los tiempos en cada instante. En Borges, “cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es” (OC I 158). Toda la obra de Borges persigue la finalidad de capturar ese momento aunque reconozca lo infructuoso de su labor. No le interesaba toda la tediosa vida de los días de un hombre, sino las noches plagadas de misterio y de ellas ese instante de intensa vida donde la diacronía se sincroniza. El tercer capítulo desentraña el estilo de Borges que nace del deseo de capturar esos momentos epifánicos. Borges utilizó un estilo peculiar con figuras retóricas que permitían decir lo máximo con lo mínimo como el oximoron, la sinécdoque,5 la hipálage, la anáfora, la sinestesia, la sinécdoque, la parodia6 y la sátira.7 Estas figuras retóricas, que muchos poetas cuestionan, Borges las valoriza. El adjetivo, por ejemplo, es el elemento más activo de la prosa borgesiana porque lo utiliza en su doble función “significativa” y “expresiva”. Varios estudiosos han detectado que hasta el sustantivo real y nominal, es absorbido por esa concepción enigmática adjetival: oscuro, secreto, enigmático, caótico, ilusorio, vacío, infinito, vertiginoso. A veces llega al extremo de adjetivarlos (“pánica llanura”) y cuando lo utiliza, éste tiene una áurea de misterio como: Oscuridad, tinieblas, sombra, fluctuación, sueños, ilusión, conjetura, espejo, vértigo, caos, laberinto. Su estilo también se acoge a las sombras y el misterio que cultivan autores como Stevenson, Kipling, James, Conrad, Chesterton y Hawthorne. Algunos de ellos trabajaron el género detectivesco8 que Borges valoró pues permite dejar en ciernes o conscientemente manipular los vacíos en la narración. Le interesan esos autores porque con un simple 10