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Para Comprender Como Surgio La Iglesia PDF

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Para co >i - ^fmíK % SURGIÓ LA IGLESIA Juan Antonio Estrada §j^w^w»« Para comprender COMO SURGIÓ LA IGLESIA Juan Antonio Estrada Avda. de Pamplona, 41 [evd, (UUW 31200 ESTELLA (Navarra) 1999 Introducción C ómo surgió la Iglesia? Esta es una pregunta que surge espontánea mente ante la diversidad, universalidad y complejidad del cristia nismo actual. Si se recurre a los textos fundacionales del cristianismo, los escritos del Nuevo Testamento, se perciben más las diferencias que los puntos en común. ¿Qué tienen que ver las comunidades neotestamenta- rias con las iglesias actuales? ¿Hasta qué punto el cristianismo actual, di vidido en confesiones enfrentadas entre sí, puede recurrir a la iglesia pri mitiva como su punto de partida?¿Qué tienen en común las primeras ecle- siologías con las actuales? Son preguntas que tiene mucha gente, a veces sin respuestas claras. Las preguntas crecen si las orientamos hacia aspec tos concretos de la Iglesia. ¿Qué tiene que ver Pedro con los papas actua les? ¿Por qué hay sacerdotes en la Iglesia si en el Nuevo Testamento nadie recibe ese título, sino Cristo mismo? ¿Cuál es el origen de la diferencia en tre obispo y presbíteros? ¿En qué consiste la identidad de los laicos y qué papel jugaron en los primeros siglos del cristianismo? Estas son algunas de las cuestiones que intenta responder este libro. Comenzaremos analizando el proyecto de Jesús, enclavándolo en el con texto judío al que pertenece. Para comprender a Jesús hay que atender a su proclamación del reino de Dios, examinando quiénes fueron sus desti natarios y cómo lo entendieron él y sus contemporáneos. A partir de ahí, estudiaremos el papel de la comunidad de los discípulos, así como las dis tintas teologías de la comunidad de los evangelios sinópticos. Este punto de partida nos hará comprender hasta qué punto la Iglesia es el resultado de una larga y compleja evolución, en qué sentido se puede decir que Je sús no fundó la Iglesia, aunque ésta deriva de él, y en qué consiste la iden tidad del cristiano según el Nuevo Testamento. Una vez analizado el proyecto del reino y la comunidad de discípulos, pasamos a reflexionar sobre el nacimiento de la Iglesia. Su origen es pas cual y trinitario, es decir, la Iglesia surgió después de Jesús y por inspira ción del Espíritu. Es lo que afirmamos, quizá sin entenderlo mucho, al proclamar el símbolo de la fe. La Iglesia es obra del Espíritu Santo, aun que sea un evento trinitario. Hay que analizar los acontecimientos histó ricos y las evoluciones teológicas que hicieron de la secta de los nazare- PARA COMPRENDER COMO SURGIÓ LA IGLESIA 5 nos la iglesia de los cristianos. Este es el contexto adecuado para exami nar el complejo problema del paso a los gentiles, la evolución que se dio en el culto y el sacerdocio, y la distinta comprensión judía y cristiana de las leyes religiosas. Es un apartado importante, porque permite captar que la Iglesia es el resultado de un cambio profundo de la religión judía y que Jesús no lo dejó todo previsto y planificado. Más aún, el horizonte de comprensión de la Iglesia es distinto del suyo. A partir de aquí, ya estamos en condiciones de investigar cómo surgió la iglesia primitiva. Es el momento de analizar las primeras eclesiologías, atendiendo a la pluralidad constitutiva del Nuevo Testamento. En él, no hay una Iglesia, sino muchas, que forman todas ellas la Iglesia de Cristo. Cada una tiene su propia cristología, antropología y eclesiología, con una concepción comunitaria de la Iglesia, caracterizada por la actividad del Espíritu que inspira a los profetas y los carismáticos. La Iglesia es, antes que nada, don de Dios, suceso dinámico y comunidad interpersonal. Des de ahí analizamos el paso del carisma a la institucionalización de la Igle sia, y las protestas que surgieron dentro y fuera de los escritos del Nuevo Testamento. Una vez que hemos desarrollado esta perspectiva general, desde una eclesiología comunitaria, laical, carismática e institucional al mismo tiempo, hay que pasar ya a analizar problemas concretos de la eclesiología. Comenzamos con el del origen de los apóstoles y de los mi nistros. Uno de los problemas más difíciles de resolver es el del surgi miento de los apóstoles. En realidad, no sabemos con certeza ni cuantos, ni quienes eran. Por no conocer, ni siquiera tenemos certeza sobre sus nombres e identidad. No podemos recurrir a Jesús para resolver el pro blema porque el surgimiento de los apóstoles remite al tiempo pascual, aunque tenga raíces en el Jesús terreno. Además, el apostolado plantea problemas importantes, como la controversia acerca de si Pablo era o no un apóstol de Jesucristo. A partir de ahí, tenemos ya el terreno preparado para examinar el na cimiento de los ministerios en la Iglesia, la convergencia del modelo epis copal y el presbiteral, que inicialmente eran equivalentes y el surgimien to de la tríada de ministros de las iglesias locales: el obispo monárquico, el presbiterio y los diáconos. Hay que clarificar el origen y la identidad de los ministros, sus distintas funciones, y las prerrogativas y privilegios que asumieron como consecuencia de la inculturación en la sociedad romana y la transformación del cristianismo en religión de Estado. Es una temá tica larga y compleja de la que dependen muchos problemas que hoy di viden a las confesiones cristianas y que hay que intentar clarificar: cómo y por qué surgió la sucesión apostólica; cómo se pasó de los ministros a los sacerdotes; qué vinculación existía entre el obispo y los presbíteros; cómo se entendía la iglesia local; qué papel jugaba la comunidad respec to de los ministerios, etc. El análisis de la identidad y funciones de los mi nisterios, que fueron cambiando con el curso del tiempo, permitirá com prender muchos de los problemas del clero actual y la necesidad de un cambio ministerial. 6 PARA COMPRENDER COMO SURGIÓ LA IGLESIA Una vez estudiada la iglesia local, desde una perspectiva comunitaria y ministerial, se puede pasar a abordar el difícil problema de cómo surgió el primado del papa. Esto exige una reflexión sobre el papel y significado de Pedro en el Nuevo Testamento. Hay que ver cómo la figura de Pedro cobró un valor teológico en relación con los nuevos problemas que sur gieron en la Iglesia, estudiar las tensiones y vinculaciones entre Santiago, Pablo y Pedro, y las distintas teologías del Nuevo Testamento. Es un buen marco para analizar las diversas corrientes eclesiológicas, así como la dis tinta valoración que hacen de la sucesión de Pedro las iglesias de oriente y la de Roma. La larga carrera del obispo de Roma hacia el primado uni versal en la Iglesia está jalonada de incidencias históricas y teológicas, marcada por fuertes controversias eclesiológicas, e impregnada de cam bios históricos, a veces contradictorios. Hay que analizar esa evolución con perspectiva histórica, sin confundir al obispo de Roma con el pa triarca de occidente y a éste con el primado universal, aunque sean fun ciones que converjan en la misma persona. Esto exige una comprensión dialogante y abierta al ecumenismo, y discernimiento para distinguir lo concorde con el evangelio y lo que es el mero resultado de influjos socio- culturales, intereses humanos y lucha por el poder. Todo esto forma par te del largo y complejo proceso desde el que surgió el primado. Concluye este estudio con una perspectiva eclesiológica general, titu lada «Una comunidad de laicos». En realidad, todo el estudio está escrito como un intento de eclesiología para laicos, tanto en su contenido (aten ción al laicado y a la comunidad), como en su presentación (explicar los problemas atendiendo a lectores que no tienen una formación teológica especializada). Todos los capítulos, incluidos los dedicados a los ministe rios, están escritos desde la preocupación por las repercusiones que te nían para los laicos, que han sido los grandes perdedores en esta evolu ción eclesiológica. Por eso, hay que considerar al Concilio Vaticano II, el que más y mejor ha hablado de los laicos en toda la historia del cristia nismo, como final de una etapa y comienzo de otra, la de la mayoría de edad del laicado. Para profundizar en esa comunidad de laicos, hay que atender a la fuerte moralización que se dio del mensaje cristiano, ya en el Nuevo Testamento, a las relaciones de los laicos con la jerarquía, a la im portancia de las iglesias domésticas y a las consecuencias teológicas y so ciales que se derivan de la idea de la Iglesia como una fraternidad. En ese contexto podemos atender al problema de la mujer en el cristianismo pri mitivo y al de la identidad y funciones de los laicos, tanto en lo que con cierne al sacerdocio laical, como en su aportación a la teología y en su contribución a la misión de la Iglesia. Este recorrido histórico y teológico, centrado sobre todo en el Nuevo Testamento y en la época patrística, nos permite hacer incursiones en mu chos problemas eclesiales actuales. En realidad, la eclesiología de la igle sia antigua aparece, en muchos aspectos, como más moderna y adaptada a las necesidades actuales que la hoy vigente en la Iglesia. Los orígenes de la Iglesia no sólo son importantes como memoria histórica y teológica del PARA COMPRENDER COMO SURGIÓ LA IGLESIA 7 pasado, sino también como interpelación y fuente de inspiración para abordar nuestros problemas. El hecho de que el cristianismo sea hoy mi noritario en una sociedad secularizada y no creyente o, al menos, no prac ticante, hace que el parentesco del cristianismo actual con el de la época antigua sea mayor que el de otras etapas históricas marcadas por la con- fesionalidad de la sociedad. De ahí la importancia de volver a los orígenes, siguiendo las recomendaciones del Concilio Vaticano II, para concienciar la identidad de la Iglesia y sus tareas en el mundo. • Los cambios principales en la concepción de la Iglesia Esta comprensión supone un cambio de horizonte eclesiológico. En realidad vivimos hoy en una etapa de transición entre una Iglesia todavía muy marcada por la etapa anterior al Concilio Vaticano II y una eclesio- logía renovadora que ha dejado ya sus huellas en la misma vida eclesial, pero que se encuentra todavía muy lejana a lo que es la Iglesia táctica mente. Este análisis de cómo surgió la Iglesia nos permite captar las dife rencias esenciales que separan a la eclesiología actual de la comprensión que había hace 40 años, antes del Vaticano II. Durante mucho tiempo, el esquema tradicional de la teología se basa ba en la fundación de la Iglesia por Jesús, a la que dotó de estructuras sa cramentales, institucionales y jerárquicas, que luego se desarrollaron en la época neotestamentaria y en la patrística. Se buscaba realzar al máxi mo la vinculación entre Jesús y la Iglesia, y del Nuevo Testamento con la actual. En esta perspectiva apenas si había espacio para el desarrollo y la evolución. Desde una visión organicista y continuista de la historia, se po nía el acento en el mismo Jesús, pasando a un segundo plano el papel del Espíritu en el nacimiento y evolución eclesial, así como el protagonismo indudable de otros personajes, como por ejemplo Pablo de Tarso, en todo lo concerniente al surgimiento del cristianismo. Detrás de este proceder teológico hay miedo a la historia y a la evolu ción, con todo lo que supone ésta de imprevisto, coyuntural y novedoso. Anacrónicamente, se proyecta un esquema teológico en los orígenes, a costa de ignorar la historia, como si nuestro presente histórico hubiera es tado ya planificado en los comienzos. Paradójicamente, la teología católi ca siempre ha defendido la insuficiencia de la Escritura para fundamen tar la Iglesia, sus sacramentos y sus instituciones, en contra de la opinión de la teología protestante, que acentuaba el «sola scriptura». El catolicis mo mantiene que el desarrollo dogmático, institucional y sacramental, no se puede defender sólo con los datos de la Escritura. Hay que atender a la evolución histórica y a la inspiración del Espíritu Santo para legitimar la tradición. Parece que el catolicismo debería estar vacunado contra el fun- damentalismo de los textos y que no habría problemas para afirmar que la Iglesia surgió tras un largo proceso, que fue mucho más allá de Jesús, 8 PARA COMPRENDER COMO SURGIÓ LA IGLESIA y que hay que atender a otros protagonistas, así como a la misma acción de Dios. Sin embargo, no es así. No hay que olvidar que la gran crisis de la teo logía católica en el siglo XX fue el descubrimiento de la teología históri ca, que llevó a la crisis del modernismo y culminó con la Humam generis a finales de los años 50. Había miedo a asumir discontinuidades, ruptu ras, innovaciones, conflictos, emergencia de nuevas teologías y desplaza miento de viejas tradiciones. Se aceptaba la historia entendiéndola de for ma orgánica y continua. Como si la Iglesia fuera el resultado de un creci miento sin fisuras, planificado desde el principio y que arrancaba del mis mo Jesús, según el plan predeterminado por Dios'. Por eso, cuando Loisy indicó que Jesús no buscaba fundar una iglesia, sino instaurar el reinado de Dios, precisamente por su escatología cercana, se produjo una gran conmoción. La idea de que hubiera diferencias teológicas, históricas y dogmáticas entre el proyecto de Jesús y el cristianismo eclesial amenaza ba todo el edificio dogmático e institucional del catolicismo. Se mantenía el carácter inmutable, estático y fijo de la Iglesia, y la idea del cambio, y mucho más la de novedades históricas, se veía como una amenaza para toda la Iglesia. El miedo bloqueaba la comprensión histórica, hacía difí cil reconocer la necesidad de cambios (aunque teóricamente se mantenía que «la iglesia siempre tiene necesidad de reformarse») e impedía aceptar que en esa evolución hubiera errores, pecados y abusos. Por eso, el conflicto modernista, que culminó en la lucha contra la «nueva teología», precursora y preparadora del Concilio Vaticano II, fue el mejor exponente de la dificultad creciente de la Iglesia jerárquica a asu mir lo que se imponía en la teología. Las fisuras entre la teología de los estudiosos y el magisterio oficial jerárquico han sido constantes a lo lar go del siglo XX y continúan en la actualidad, aunque ya no se centran tan to en la interpretación de la Escritura cuanto en las consecuencias dog máticas que tiene la nueva exégesis católica. Hay resistencia a admitir, de forma pública y oficial, lo que de forma privada se va imponiendo pro gresivamente en la eclesiología: que la Iglesia actual es el resultado de un proceso histórico que ha durado dos mil años y que sus instituciones, prácticas, creencias, ritos y estructuras jurídicas y jerárquicas no pueden derivarse sin más de Jesús, sino que son el resultado de un complejo, con- flictivo y a veces contradictorio desarrollo histórico-teológico. Asumir desde la fe ese desarrollo, aceptando que en él, con todas sus contradic- 1 R Wmlmg, La theologie contemporaine, París 1983, 11-124, E Poulat, Modernistica, París 1982, M D Chenu, Une ecole de theologie Le Saulchoír, París 1985, D Menozzi, «L'é- ghse et l'histoire», en La chretienté en debat, París 1985, 45-76, E Fouilloux, «Recherche theologique et Magistere romain en 1952» RSR 71 (1983) 269-86, G Albengo, «Del palo a la misericordia El magisterio en el catolicismo contemporáneo (1830-1980)» SelT 22 (1983) 201-16, H Brunner, Der organologische Kirchenbegnff in seiner Bedeutung fur das ekklesiolo- gischen Denken des XIX Jahrhunderts, Francfort 1979 PARA COMPRENDER COMO SURGIÓ LA IGLESIA 9 ciones, pervive la Iglesia de Cristo, no es lo mismo que cerrar los ojos a sus causas, a sus funciones y a los intereses y conflictos empíricos que de terminaron el nacimiento y desarrollo de cada etapa evolutiva. A esto hay que añadir una segunda crisis, posibilitada por la lectura ingenua, supuestamente objetiva y armónica de la Escritura. La crisis se generó cuando se impuso el método histórico-crítico, que nos enseñó a leer el Nuevo Testamento de manera crítica, descubriendo en ellos teolo gía y no simplemente historia; mitos, leyendas y testimonios que refleja ban la fe comunitaria, en lugar de cronología objetiva de hechos empíri cos, como por ejemplo se pretendió en lo concerniente a la resurrección. El programa de desmitologización de Bultmann, con todas las matizacio- nes que quieran hacérsele, sigue siendo un imperativo para el catolicismo. La exégesis de los especialistas ha acabado asumiendo las consecuencias de la nueva lectura, pero sus resultados siguen siendo ignorados por la mayoría del pueblo y por la teología oficial, avalada por el magisterio, co mo ha mostrado el Nuevo catecismo. De la misma forma que hay relevantes diferencias entre lo que la te ología enseña en algunas materias, sobre todo en eclesiología y en an tropología, y lo que oficialmente se proclama, también hay un foso entre el consenso mayoritario de la exégesis y la lectura ingenua que hacen los cristianos del Nuevo Testamento. La vieja mentalidad precrítica, que fue la única admitida hasta bien avanzado el siglo XX, pervive en muchos teólogos y eclesiásticos, a pesar de que es incompatible con el método histórico crítico, aceptado finalmente por la misma Iglesia. Hoy no es po sible mantener una lectura ingenua e idealista de los textos, sino que hay que tomar conciencia de sus condicionamientos históricos y teológicos, deducibles a partir de un análisis crítico de los mismos escritos del Nue vo Testamento. Y esto hay que ponerlo al servicio de los laicos, para que dejen de ser sujetos pasivos de la Iglesia con una situación total de de pendencia, precisamente porque no conocen ni la Escritura, hasta hace bien poco desaconsejada al pueblo, ni la historia de cómo surgió la Igle sia. Estas diferencias de comprensión explican el miedo de la jerarquía a la teología, sobre todo a la más dialogante con las ciencias y la herme néutica actual, ya que ese diálogo lleva a una comprensión histórico-crí- tica de la eclesiología en tensión con la visión que se sigue manteniendo oficialmente. El intento de mantener incólumes las viejas estructuras eclesiales y de hacerlas coexistir con una doctrina eclesiológica renovada ha fracasado. A la larga, la doctrina teológica mayoritaria en el catolicis mo actual, avalada por el método histórico-crítico, erosiona antiguas ins tituciones eclesiales, les quita legitimidad y plantea la necesidad de una renovación («ecclesia semper reformanda»). Para obviar esta tensión, fre cuentemente se recurre al argumento de proteger la fe del pueblo contra los estudiosos, sin asumir que esa estrategia condena al pueblo de Dios, concretamente a la mayoría de los laicos, a la minoría de edad en la Igle- 1 0 PARA COMPRENDER COMO SURGIÓ LA IGLESIA sia. Ese recurso proteccionista es el germen de muchas crisis futuras de fe, de muchos desencantos y acusaciones de fraude. Sobre todo, cuando, luego, se tiene acceso a los resultados de la teología histórica y de la exé- gesis, que tiran por tierra la visión ingenua y dogmatizante de la Biblia y de la Iglesia. Se recela también de que la gente tome conciencia del pluralismo ecle- siológico que hay en el mismo Nuevo Testamento, de que se conozcan los conflictos que se plantearon en la iglesia primitiva y los problemas irre sueltos con los que se enfrentaron los cristianos tras la muerte de Jesús. En una palabra, hay miedo a la teología, que llevaría a una mayoría de edad del pueblo de Dios. El conocimiento del Nuevo Testamento muestra un proceso constitutivo de la Iglesia que arranca de Jesús, pero que no se queda en él, y muchas de las afirmaciones eclesiológicas referentes a una fundación por Jesús (de la Iglesia, de los sacramentos, del ministerio sa cerdotal, del primado papal, etc.) tienen que ser revisadas, matizadas y, a veces, corregidas, teniendo en cuenta lo que descubrimos desde la histo ria, la tradición y la exégesis. En realidad, se puede aplicar a la teología lo que a la filosofía: un poco de teología crítica lleva fácilmente a la increen- cia, mientras que un conocimiento más profundo hace compatible la his toria con la fe en la Iglesia, a pesar de los errores que se han dado. En la teología católica actual hay corrientes fundamentalistas y un in- tegrismo dogmático interesado. Se aferran a Jesús para fundar y legitimar las instituciones eclesiales y los sacramentos, pero también como único recurso para mantener el actual statu quo eclesial a pesar de su progresi vo distanciamiento, tanto de la teología, como de la sensibilidad, deman das y necesidades de gran parte del pueblo cristiano. En una palabra, el miedo a asumir que con sólo Jesús no puede explicarse ni histórica ni teo lógicamente el origen y desarrollo de la Iglesia, traiciona la falta de con ciencia histórica y de sentido crítico, respecto de las Escrituras, de una buena parte del catolicismo actual y descubre los intereses subyacentes a la preservación del modelo vigente. Ahí está el origen de muchos funda- mentalismos del texto y de muchos integrismos de la tradición. La diferencia fundamental en el catolicismo actual no la marca tanto la contraposición entre progresistas y conservadores, cuanto el pensar con categorías históricas y críticas, o con esquemas estáticos, esencialis- tas y ahistóricos. Las grandes aportaciones de la hermenéutica actual a la teología siguen siendo a veces ignoradas y no recibidas por la enseñanza oficial, aunque se acepten, con reservas, en la teología especializada. De esta manera crece el foso entre la teología y la iglesia fáctica. Esto tiene especiales repercusiones en los seminarios y centros de enseñanza de las jóvenes generaciones de eclesiásticos, que son los que van a gobernar en la Iglesia del tercer milenio. El miedo a la historia, que es la otra cara de la desconfianza acerca del Espíritu que la guía, se convierte así en la gran remora para la reforma de la Iglesia, la renovación del cristianismo y la evangelización en el siglo XXI. PARA COMPRENDER COMO SURGIÓ LA IGLESIA 1 1 En realidad, el conocimiento de la teología actual lleva a la toma de distancia y a la crítica razonada de algunas interpretaciones eclesiológi- cas vigentes. La protección de la fe de los más débiles es necesaria, exige atender a la situación de las personas y grupos, y emplear los recursos ca- tequéticos y pedagógicos más convenientes. Pero esto no implica que se escondan a los fieles problemas y planteamientos teológicos que son hoy los más defendidos y enseñados en las instituciones teológicas más com petentes, como en la mayoría de las facultades de teología. Mantener en la ignorancia al pueblo puede ser una estrategia adecuada a corto plazo para mantener el actual statu quo eclesial, pero, a largo plazo, lleva al gue- to y es inviable en la sociedad plural y de medios de comunicación de ma sa en la que vivimos. Por eso, hay que abrir la eclesiología a las aportaciones de la exégesis y de la investigación histórica, perder el miedo a una desmitificación de la eclesiología (como ha ocurrido con el Antiguo Testamento) y asumir que el cambio es sustancial para la constitución de la misma Iglesia. De esta forma podremos comprender el proceso histórico, teológico, doctri nal y práctico que llevó al surgimiento de la Iglesia y a su posterior desa rrollo. Esto es lo que pretendemos en este estudio, escrito con una inten cionalidad pedagógica y teniendo como horizonte no sólo a sacerdotes y religiosos, sino sobre todo a los laicos. Se inscribe en los intentos que ya he hecho de clarificar la identidad y la espiritualidad de los laicos, ahora desde el conocimiento de la Iglesia, su identidad y desarrollo, que la llevó a dotarse de estructuras, ministerios y doctrinas que perviven hasta hoy. 12 PARA COMPRENDER COMO SURGIÓ LA IGLESIA

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