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Odas y fragmentos PDF

374 Pages·1984·4.61 MB·Spanish
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PINDARO O D A S γ F R A G M E N T O S OLÍMPICAS - PÍTICAS - NEMEAS ÍSTMICAS - FRAGMENTOS INTRODUCCIONES, TRADUCCIÓN Y NOTAS DE ALFONSO ORTEGA & EDITORIAL GREDOS BIBLIOTECA CLÁSICA GREDOS, Asesor para la sección griega: Carlos García Gual. Según las normas de la B. C. G., la traducción de este volu­ men ha sido revisada por Carlos García Gual. O EDITORIAL GREDOS, S. A. Sánchez Pacheco, 81, Madrid. España, 1984. Depósito Legal: M. 9783 - 1984. ISBN 84-249-0928-3. Impreso en España. Printed in Spain. Gráficas Cóndor, S. A., Sánchez Pacheco, 81, Madrid, 1984.—5705. INTRODUCCIÓN GENERAL 1. Vida Dos grandes poetas de rango universal ha dado la tierra de Beocia al pueblo griego y a Occidente: Hesío­ do y Píndaro, si bien son dos épocas y situaciones socia­ les muy diversas las que determinan la personalidad y la actividad intelectual de cada uno de ellos. El primero se halla ante el pórtico del pensar racional de Grecia, creando él mismo la primera sistematización europea del cosmos, del nacimiento de las cosas, de su modo de ser, de los dioses y fuerzas de la naturaleza, como expresó en su Teogonia. En otro poema suyo, Trabajos y Días, en oposición al Homero de la Ilíada que ignora la vida corriente de los hombres vulgares, Hesíodo aco­ mete la empresa de ofrecer un cuadro existencial del trabajo humano de cada día, de las normas que deben regirlo, al par que presenta una buena enseñanza para la conducta recta y digna. Es el primer pastor que al­ terna el cayado con la cítara heredada de las tierras de Eolia, de Cima, lugar de origen paterno. Píndaro, en cambio, el otro poeta de Beocia, está li­ gado a los vínculos sociales y espirituales de la nobleza. Su poesía va dirigida al hombre griego que, entre otras cosas, ennoblece su vida en la espléndidá actividad del deporte. Έβ el poeta de príncipes y de fiestas comunes como sólo Grecia supo celebrar. En él adquiere máxima cumbre y potencialidad poética el género literario de la lírica coral. 8 ODAS Y FRAGMENTOS Pero hay algo esencial y común a los dos poetas: una profunda seriedad de pensamiento palpitante en la reli­ giosidad de su poesía, nacida en Tebas, en el círculo ciudadano que cuenta con los mitos más importantes de Grecia, y sustancia principal de la poética de Pínda­ ro. Nada fácil resulta el encuentro con ella, puesto que en este poeta se resumen dos siglos de vida e ideal ar­ caico griegos en su máxima plenitud. Las mayores difi­ cultades para su comprensión estriban en su aparición al final de una época en la que un poeta puede hablar todavía, cómo maestro de la palabra, a un público de entendidos, en una forma artística concisa, impregnada de mitos, sugiriendo mucho más que exponiendo. Poco es lo que de su vida conocemos. Las biografías no tienen en la Antigüedad la importancia de hoy. Sólo cuando la gloria de un escritor desborda fronteras limi­ tadas y se convierte en algo común del pueblo, nace el interés por conocer pormenores de su vida, que, ya des­ de la primera reflexión biográfica, se exorna con ele­ mentos idealizadores. Entre las cinco biografías antiguas de Píndaro, no faltan datos concretos sobre su nacimien­ to, familia y vida, pero a cada instante se interfiere la fantasía. Incluido el artículo del Léxico de Suidas ', las cinco biografías son de época muy posterior al poeta. Se trata de las conocidas como: Vita metrica, en 31 he­ xámetros griegos que revelan el gusto y el estilo del ver­ so de Nono y de su escuela (siglos iv-v d. C.)2; Vita Ambrosiana, así llamada por el manuscrito Ambrosia- nus; Vita Thomana, atribuida al erudito monje Thomas Magister, discípulo de Planudes (1270-1325), y la de Eus- 1 Léxico reunido en Bizancio hacia el año 1000 de nuestra era, s.v. «Pindaros». 2 Codex Laurentianus 32, 37; 32, 35. Codex Parisinus 2403. En rea­ lidad, esta Vita metrica no es más que una amplificación de la Vita Ambrosiana. Cf. I. Gallo, Una nuova biografía di Pindaro (Pap. Oxy. 2438), Introd., testo critico e comm., Salerno, 1968. INTRODUCCIÓN GENERAL 9 tacio, profesor de retórica en Constantinopla y, más tar­ de, Arzobispo de Tesalónica, en la Introducción a su Co­ mentario o Notas marginales a Píndaro no llegadas a nosotros (siglo xn d. C.)3. Algunas de las noticias, re­ cogidas en todos ellos, llegan, a través de los testimo­ nios de los gramáticos, hasta los más antiguos biógra­ fos de Píndaro, al peripatético Camaleonte de Heraclea (340-270 a. C.), y a Istro de Cirene (hacia el 200 a. C.), excelente discípulo de Calimaco 4. A todo ellos deben sumarse las referencias biográficas que de sí mismo ha­ ce el poeta en su obra. Un bello ejemplo de lo que aporta la fantasía es la visión de un Píndaro niño a quien, cansado y dormido tras una cacería por el Monte de las Musas, el Helicón, una abeja, insecto profético para la creencia antigua, destila miel en la boca; o bien se trata de un sueño en que el mismo poeta ve llenársele su boca de miel y cera como signo de que debe consagrarse al arte de la poesía (Vita Ambrosiana). Las Vidas dan como lugar de nacimiento Cinoscéfa- las, una pequeña aldea próxima a Tebas. Píndaro nace aldeano como Hesíodo, nacido en Ascra. Fecha de su nacimiento debe considerarse el espacio entre el 522 al 518 a. C., en la 65 Olimpíada, como afirma el artículo de Suidas. En el fr. 193 nos dice el mismo Píndaro que fue en el año tercero, o sea, en el 518, ya' que coincidió con la fiesta quinquenal, y, por tanto, en el mes de agos­ to, mes de las fiestas de Apolo en Delfos. El nombre paterno varía entre Pagondas o Pagóni- das y Daifanto 5. Daifanto se llamó también un hijo del poeta. Como padre o padrastro, en la combinación de 3 A. B. Drachmann, Scholia in Pindari Carmina, I-III, Leipzig, 1903, 1910, 1927; espec., vol. III, págs. 285 y sigs. 4 Las fuentes sobre las biografías fueron estudiadas por E. J. Leutsch, «Die Pindarsbiographien», Philologus 11 (1856), 1 ss. 5 Daifanto, en Anthologiae Graecae Appendix, III, 74, Epigr. 10 ODAS Y FRAGMENTOS Thomas Magister, aparece también Escopelino, a quien se atribuye la primera formación musical de Píndaro. Lo más aceptable es Pagondas o Pagónidas. Su madre se llamaba Cleódice, Clédice o Clídice, aunque Thomas Magister la denomina Mirto, confundiéndola con la poe­ tisa Mirtis nacida en la costa norte de Beocia6. Cuestión debatida es si los padres de Píndaro perte­ necían a la nobleza. Ciertamente, es Píndaro un poeta de aristócratas, pero no se sigue de ahí, sin más, la no­ bleza de su cuna. En lo que atañe a esta cuestión, los filólogos se dividen en opuestas opiniones al interpre­ tar un pasaje de la Pítica V (76). Píndaro habla en él de la familia de los Egeidas como de «mis padres»: «... Esparta, de donde nacidos vinieron a Tera varones egeidas, mis padres, no sin favor de los dioses». Según la tradición, los Egeidas jugaron un papel decisivo pre­ parando el terreno a la invasión doria e interviniendo, más tarde, en la colonización de Tera y Cirene. Con fre­ cuencia, el «yo» y la determinación posesiva pueden sig­ nificar en Píndaro la persona del mismo poeta o el Coro que canta. La historia de la interpretación pindárica ha dado a ese texto citado explicaciones contrarias. Nos parece más probable que la expresión «mis padres» se refiera al Coro de Cirene que canta el himno 7. Por su­ puesto, como ciudadano tebano podría Píndaro llamar a los Egeidas sus padres, en sentido general, de asocia­ ción comunitaria. Pero debe recordarse que ni siquiera respecto al nombre del padre está de acuerdo la tradi­ ción. La relación contextual parece favorecer más al Coro de Cirene, entendido de un modo genérico. De Esparta y de Tera procedían los habitantes de Cirene. Pero un egeida de Tebas, si aún existía alguno en la época de Píndaro, de ningún modo podía proceder de aquellos que 6 Cf. Plutarco, Quaestiones Graecae XL, págs. 300 y sigs. 7 Farneil, Puech y M. F. Galiano lo entienden de Píndaro. INTRODUCCIÓN GENERAL 11 habían abandonado Tebas y emigrado hacia Esparta y después a Tera. Por otra parte observamos que se trata de un himno cantado dentro de una fiesta a Apolo Car­ neo, estrechamente vinculado a la veneración de Cire­ ne, culto en el que ningún papel juegan los antepasados de Píndaro. Menos extraño parece que el Coro, por vo­ luntad del poeta, se designe a sí mismo como descen­ diente de los Egeidas, en nombre de la casa reinante en Cirene y en representación de todo el pueblo, recur­ so conocido en otros poetas 8. Nada impide admitir que perteneciese a una acomodada y distinguida familia de la aldea, sin ser noble. 2. Educación y primeras obras La niñez de Píndaro discurrió, como testimonia el fr. 198a, en Tebas, donde comenzó su primera educa­ ción artística, ya que en Beocia, a pesar de su fama de tosca entre los griegos, se cultivaba la música, que en­ tonces comprendía también poética y danza, en especial el virtuosismo de la flauta u oboe (aulética). Siendo to­ davía adolescente, fue enviado a Atenas en un momento en que el ditirambo se hallaba en pleno apogeo. La edu­ cación suya debió de correr paralela con la amistad de los jóvenes de la alta sociedad ateniense, a la que por situación económica se consideraba vinculado. Aquí na­ ció su amistad con la familia noble de los Alcmeónidas. Píndaro, que, por razones políticas, no profesó afecto a Atenas, compuso precisamente una sola oda a un ate­ niense, al alcmeónida Megacles (Pit. VII), condenado al destierro, si prescindimos de la Nemea II dedicada a Timodemo, nacido a 13 kilómetros de Atenas. Píndaro, 8 Cf. Tirteo, VII 1, que apostrofa a la juventud espartana «des­ cendiente del nunca vencido Heracles», cuando en sentido estricto só­ lo la familia real podía abrogarse tal abolengo. 12 ODAS Y FRAGMENTOS gran cantor de ciudades, no sintió excesivo amor por Atenas. La victoria de Maratón, cuatro años ántes de dicha Pítica, no halló mención alguna en esos versos que son un canto de gracias a los Alcmeónidas, restaurado­ res del templo délfico de Apolo, incendiado el 548. La tradición le da como maestros de música a Apolo- doro y Agatocles. En realidad, sólo el segundo parece tener relevancia para el poeta, ya que fue también maes­ tro de Damón, el gran teórico de la música griega. Con entusiasmo pudo contemplar ya las magníficas interven­ ciones de los coros de hombres, creados en Atenas el 508 y reconocidos por el Estado como parte oficial de las fiestas de Dioniso. Sin duda, el espectáculo dejó hue­ llas profundas en el espíritu del joven poeta. El gran configurador del ditirambo en Atenas había sido, por aquel tiempo, Laso de Hermione. La tradición le hace, asimismo, maestro de Píndaro. Si se tiene presente que Laso fue un gran colaborador cultural de Pisistrato y de sus hijos, difícilmente puede admitirse que pudiera^ sostenerse en Atenas tras la muerte y huida de los hijos del tirano, Hipias e Hiparco (514 y 510 a. C.). Con ello parece problemático el magisterio de Laso de Hermione. Muy joven, con la potencia de su arte, comienza Pín­ daro a conquistar un prestigio que le permite hablar de igual a igual a reyes y nobles. Título para ello le da­ ban su fuerza poética y la inmensa fortuna de contar como auditorio con el pueblo que más ha valorado y admirado a sus poetas. Píndaro es el poeta de las gran­ des ocasiones, que en su tiempo eran los triunfos pacífi­ cos del estadio. Para ello, viajó sin cansancio y se puso en contacto con los diversos ambientes del poder y de la cultura griega de su tiempo. Conservó, sin embargo, amor y fidelidad inquebrantable a Tebas. El himno más antiguo que tenemos de Píndaro nos lo muestra relacio­ nado con la corte de Tesalia, que tan buena acogida ha­ bía siempre ofrecido a los poetas. Se trata de la Pítica 13 INTRODUCCIÓN GENERAL X, compuesta cuando el poeta contaba veinte años (498), para celebrar la victoria de Hipocles de Pelinna en los Juegos de Delfos. Aquí comenzaron sus grandes espe­ ranzas, aunque el momento decisivo para la cimenta­ ción de su prestigio le aguarde en el viaje a Sicilia. Las poesías de contenido religioso, dedicadas al cul­ to de los dioses, prevalecieron en su primera actividad literaria, aunque poco sabemos de ellas, a causa de los pocos fragmentos conservados. Se ha perdido, por tan­ to, la más honda sustancia de su espíritu, su poesía reli­ giosa. Los papiros nos han trasmitido algunos versos de los peanes de esa época (Pap. Ox., núms. 1069-1701), entre ellos, pasajes del Peán cantando en las Theoxenia de Delfos del 490 9. En la década siguiente debió de en­ trar en relación con su querida y admirada isla de Egi­ na, como se deduce de la Nemea V y la ístmica VI. El año 479, cuando Píndaro contaba ya cuarenta años, fue nefasto para Tebas y difícil para el poeta. La noble­ za oligárquica de la ciudad había tomado partido por Jerjes contra los demás griegos. El propio Píndaro no podría superar su particularismo regional frente a la amenaza asiática, por estar espiritualmente ligado a los ideales de la sociedad aristocrática, mejor representada en el invasor que en Atenas. El general persa Mardonio fue bien acogido en tierras tebanas. La derrota crucial de Jerjes, y de su aliada Tebas, hizo sonar una terrible amenaza, al quedar diezmados los aristócratas tebanos y caer el mismo Mardonio en Platea (479; cf. Herodoto, IX 22 ss.). Sólo la entrega de los tebanos responsables de la alianza con los persas libró a la ciudad del saqueo y de la destrucción. Píndaro estaba ideológicamente con esa nobleza, partidaria de Jerjes. Este error político fren­ te al espíritu de una nueva época de voluntad democrá­ tica gravó mucho la existencia del poeta después de Pla­ 9 Peán VII, fr. 52f.

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