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Obras selectas, v. 2 PDF

263 Pages·1983·16.334 MB·Spanish
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Jtíro ptcprJonl !<χ OBRAS SELECTAS FRIEDRICH SCHLEGEL OBRAS SELECTAS Edición, introducción, estudios y notas por Hans Juretschke Traducción Xs de Miguel Angel Vega Cernuda 's Volumen II: Obras de madurez (1813-1828) £ 'V 0 cr in to m FUNDACION UNIVERSITARIA ESPAÑOLA Cubierta: Friedrich Schlegel, óleo sobre madera, por Delphine de Custine. 1 Alcalá, 93 Procedente del Freies Deutsches Hochstift, Goethemuseum, MADRID, 1983 Francfort. (Foto: Ursula Edelmann). Publicaciones de la FUNDACION UNIVERSITARIA ESPAÑOLA Biblioteca de Hispanismo — 9 VOLUMEN II TERCERA PARTE Introducción: La visión de madurez desde una pers­ pectiva cristiana (1812-1829) Obras de madurez: (1813-1828) 1. Historia de la literatura antigua y moderna 1812-1821 2. Sobre las poesías religiosas de Lamartine 1820 3. Filosofía de la Historia 1827 — Consideraciones generales sobre la esencia del hombre en su dimensión histórica — El papel de España en la Historia Moderna I — El Papel de España en la Historia Moderna II 4. Fragmentos III 1813-1828 I.S.B.N.: 84-7392-226-3 Depósito legal: M. 28379-1983 Imp. Universitaria. Alcalá, 93. Madrid-9 TERCERA PARTE OBRAS DE MADUREZ (1813-1828) Γ"\ι LA VISION DE MADUREZ DESDE UNA PERSPECTIVA CRISTIANA (1812-1829) La prioridad de lo nacional y de lo religioso En la fase anterior de su vida, que corresponde al cuarto de­ cenio de su curso biológico, Friedrich Schlegel adoptó posturas definitivas en el terreno intelectual y religioso, atribuyendo un papel decisivo a la historia como elemento explicativo de todo lo humano, pero limitándolo con reflexiones teológicas y metafísi­ cas. Espiritual y moralmente, tomó resoluciones nada fáciles y poco corrientes. Así y todo, y a pesar de sus frecuentes traslados entre Alemania, Francia y Suiza, este decenio, que pasó funda­ mentalmente en París, Colonia y Viena, lleva un sello marcada­ mente contemplativo. Aun siendo poco tranquilos estos años e, incluso, inquietantes, resulta evidente, por otra parte, que Schle­ gel pudo aún desenvolverse de acuerdo con su formación básica, estudiar las cuestiones que le planteaban las circunstancias his­ tóricas de su tiempo y aplicarles el enfoque de sus saberes e in­ tereses profesionales. Todo induce a creer que, en condiciones normales, éstos le habrían llevado a una cátedra universitaria y que el intelectual puro que fue, habría seguido en la brecha de la lucha epistemológica, si factores adversos no se lo hubiesen impe­ dido. Como no se le ofreció esta salida, de suyo más que mereci­ da, todo cambió con su marcha a Viena, alejándole paulatinamen­ te de sus quehaceres más propios. Destino nada raro en aquella época turbulenta, cuando pensamos en la trayectoria vital y las zozobras morales del economista Adam Müller, amigo y coetáneo suyo, al llegar a Viena, o en las dificultades de un Alberto Lista en España y Francia durante los mismos años y posteriormente. En el caso particular de Friedrich Schlegel, los obstáculos -457 eran aún mayores, por grande que fuese su éxito inicial en la capi­ de que “toda literatura debe y ha de ser nacional”, que introdujo tal de Austria. Su pasado había levantado un muro ante su porve­ en el prefacio de su revista, de apariencia tan erudita (3), estaba nir, porque ya era un personaje en el mundo de las letras que no a tono con el sentir general. podía pasar inadvertido. Algunos recordaban al escritor revolu­ En la correspondencia abundante de estos años que se em­ cionario y al autor de la Lucinde, ya que desconocían su evolu­ pieza a recoger en la Edición Crítica, completándola a la vez (4), ción posterior en el plano político y de las ideas. Muchos protes­ se respira por doquier esta mentalidad heroica de situaciones tantes veían en él sólo un tránsfuga odioso y no pocos católicos decisorias que en España encontró su manifestación paralela en de Viena sospechaban de la sinceridad efectiva de su nueva postu­ las cartas de Jovellanos y las proclamas de Quintana. El mismo ra. La vigilancia policíaca de la que fue objeto en Viena, subraya temple decidido, abnegado y enérgico se pulsa simultáneamente la ambigüedad de su credibilidad. Y al margen de estas rémoras en los escritos de su hermano August Wilhelm, que recorre por externas que pudieran multiplicarse con otras de índole psicológi­ entonces el Norte de Europa con Mme.de Staél y al que conduce ca, recordando el ambiente diferente de un país extraño, hay que su intervención política en la guerra hasta el punto de actuar co­ retener el hecho como tal que se expresa en el juicio de Friedrich mo propagandista del Rey de Suecia (5). En términos llanos, pero Gentz, el gran cerebro político silesiano. Hablando de su amigo, no menos conmovedores, expresó el poeta Fouqué esta actitud Adam Müller comenta el 26 de junio de 1811 “la [triste] suerte en una carta dirigida a Friedrich. “No hace falta decirle, escribe, r( de Friedrich Schlegel y de otros que han venido aquí [Viena] pa­ que a pesar de mi gran entusiasmo por la poesía, la política se ha ra enterrar su talento y consumirse en una penosa incelebri­ apoderado de lo más hondo de mi corazón, al igual que ocurre a *, dad” (1). todos los alemanes leales en la actualidad” (6). Habida cuenta de su actuación periodística al lado del ejér­ Sería necio examinar los textos de Schlegel fuera del am­ cito, no era sorprendente que la reacción antinapoleónica diera a biente que los inspiraba o los rodeaba a la hora de su redacción sus conferencias sobre la historia moderna un matiz actualizante, o justificable rebajarlos por este motivo en su valencia objetiva. afín a la resistencia patriótica, en la cual coincidía plenamente lo Este reconocimiento no obstaculiza, por supuesto, una debida austríaco con lo alemán en general. El mismo giro se percibe en clasificación de estos escritos por parte del historiador, que quie­ las numerosas páginas del Deutsche Museum, la revista que fundó re diferenciar lo fundamental de lo pasajero, o mejor dicho, con­ para alcanzar a toda la intelectualidad alemana, demostrándose ceder a cada elemento su parte, convencido de que mutuamente nuevamente su instinto de gran literato. En la segunda parte de se condicionan. esta Antología, se caracterizó el espíritu de esta publicación, ini­ Que la contienda antinapoleónica se interpretaba con fre­ ciada a comienzos de 1812 (2). Lo nacional y lo religioso ocupan cuencia como guerra religiosa, es una verdad tan trivial que se el primer plano de su atención. Los mismos elementos afloran en ha convertido en un lugar común. En el lenguaje cultural de la la gran obra de su madurez, La Historia de la literatura antigua y época cuajó este modo de razonar en el tópico de la unión del moderna, cuya primera redacción, o sea el manuscrito que le sir­ Altar con el Trono. Era lógico que el pensamiento de Friedrich vió de base para su lectura pública, procede asimismo de 1812. Schlegel reflejara esta corriente político-religiosa, imperante en Dado que fue su mejor libro, se reproduce íntegro en esta parte los primeros años de la Restauración. A este respecto se adelan­ de nuestra Antología, a pesar de su extraordinaria extensión y di­ tó, incluso, a su amigo Franz Xaver von Baader (1765-1841), fícil lectura. médico de profesión y, por inclinación, filósofo de la naturaleza, Aparentemente, la actividad de Friedrich Schlegel corre to­ publicista polifacético del Sur de Alemania y, como él, muy aten­ davía por los cauces antes abiertos. Con buenos argumentos cabe to a la evolución cultural. Schlegel pudiera haber redactado el ar­ interpretarla en este sentido, es decir, como una prosecución de tículo que éste mandó imprimir en 1815 y que tenía el título antiguos planes, aun advirtiendo la politización que, si bien laten­ significativo: “De la necesidad de una alianza nueva y más íntima te, va en aumento. Además, no era exclusivamente suyo este de la religión con la política a causa de la Revolución France­ rasgo en aquellas horas tensas del pueblo alemán. Su afirmación sa” (7). -458 -459 - - Porque el mismo ideal le sirvió de leitmotiv para su actua­ su ingreso en el cuerpo diplomático. Es indudable que lo deseaba ción durante este decenio. Un ideal que concordaba, además, con con toda su alma y por encima de todo. No le faltaban influyen­ un afán notorio de proselitismo en el entorno suyo, a menudo ra­ tes amigos, ciertamente, que le animaran a dar este paso que su yano en el celo exagerado del neófito, plenamente compartido mujer Dorothea sólo aprobó con muchos temores. No sabemos si por su mujer y especialmente visible en las cartas de Dorothea. lo hubiera hecho con tanto entusiasmo, de haber podido escoger La aplicación de sus creencias a la política real y objetiva, que otro puesto. En todo caso, se embarcó en una empresa que no era aún examinaremos más adelante, se trasluce en un comentario es­ naturalmente la suya y que únicamente podía acarrearle decep­ pontáneo e improvisado que hizo en el otoño de 1814 en una res­ ciones y disgustos de toda índole, si bien disfrutó de los placeres puesta dirigida al notable pintor Friedrich Overbeck, el fundador de la vida en la alta sociedad y los regalos de una buena mesa. Por de los “nazarenos”, entonces recién convertido al catolicismo. lícito y comprensible que fuera su comportamiento después de “Estése seguro, escribe, de que utilizaré todas sus indicaciones y tantas privaciones y que la policía no dejó de registrar debida­ que no dejaré de hacer cuanto esté a mi alcance para restablecer a mente, debe hacerse constar que Friedrich Schlegel no fue preci­ la Iglesia del Señor en Alemania y para reimplantar la verdad divi­ samente un santo o asceta. Pero tampoco había derecho a pedír­ na y la fortaleza cristiana en el corazón de todos nuestros herma­ selo ni daban sus escritos motivo para actuar así, cual lo hizo el nos alemanes” (8). joven poeta austríaco Franz Grillparzer, entre otros. La necesidad de una restauración nacional y religiosa, ab­ Expondré brevemente los hechos, es decir, indicaré sus pues­ solutamente imperiosa después de las mudanzas institucionales tos, comisiones e intervenciones. Su conocimiento ayudará a en­ efectuadas por Napoleón, pudo haberse promovido en una com­ tender mejor sus nuevas obras y giros determinados de sus agudos binación concreta con su actividad profesional. Sin embargo, no artículos a cuya elaboración volvió después de este más bien cor­ fue así, porque la pasión política se apoderó de Schlegel hasta un to intermezzo político que duró desde 1815 hasta 1818, en el extremo tal que prácticamente desplazó sus proyectos intelectua­ equipo del Príncipe de Metternich, que continuaba patrocinándo­ les. Por tanto, no sorprende observar que tardó más de dos años lo. La exposición explicará también la permanencia del elemento en rematar su manuscrito de la Historia de la literatura antigua y hispánico, o mejor dicho, su naturaleza específica, en su visión moderna. De más está mencionar que el autor dedicó su obra al cultural del mundo europeo con su proyección hacia la vertiente canciller Metternich, ya que lo debió todo a su favor. En cambio, diplomática. Con respecto a este tema, es de lamentar que tampo­ conviene subrayar una frase de esta dedicatoria que afirma lo co ahora iba a encontrar la ayuda de hombres o mujeres de Espa­ siguiente: “Fue mi deseo preferente, por tanto, superar el gran ña que le facilitaran su comprensión de lo que él llamaba “reali­ abismo que sigue separando al mundo de las letras y a la vida in­ dad efectiva”, puesto que estaban literalmente ausentes de los sa­ telectual del hombre de la realidad efectiva, y mostrar la interven­ lones, salas de redacción y círculos políticos de Viena, Munich o ción decisiva de una cultura espiritual de una nación en el curso Francfort. Recordando que el autor había traducido los docu­ de los grandes sucesos del mundo y en los destinos de los Esta­ mentos y notas oficiales de España que informaron de los sucesos dos” (9). La consideración trasciende el marco de una dedicato­ de Madrid y Bayona, el cambio de monarca etc., no deja de ex­ ria, en cuanto implica una condena tácita de la exclusión del in­ trañar esta falta de contacto humano. El historiador se pregunta telectual y literato de la vida pública, tal como él la había conoci­ si contribuyó a ello la postura políticamente divergente de la Es­ do en su juventud durante los años 90 y en cuanto encomendaba paña de Cádiz y la división de criterios entre los españoles. El fe­ un cambio de estas condiciones que eran todavía las reinantes del nómeno de esta ausencia de relaciones espirituales entre alemanes despotismo ilustrado, aunque la forma externa de su enunciado y españoles se confirma, por cierto, con el que se registra en el se limitaba al mero deseo de una mayor colaboración entre los análisis de las obras de Jovellanos, Quintana y Moratín con res­ representantes de la cultura y los gobernantes políticos. pecto a Alemania. En cuanto a Schlegel, se observa esta carencia Con todo, nadie pudiera haber previsto que iba a entregarse de respuesta hispánica causada por desconocimiento lingüístico, a diseños constitucionales y convenios eclesiásticos o bregar por como algo que ya sucediera a Herder y cuyas consecuencias han 460 -461 - - - perdurado en ambos casos hasta la hora presente (10). fuerte personalidad no se doblegaba a las exigencias de un oficio La Restauración alemana, que cabría calificar mejor hablan­ diplomático ni a la prudencia requerida para un cargo semejante. do de ensayos restauracionistas en los diversos países de habla Sin duda alguna actuó con mucha eficiencia e indiscutible celo, alemana que habían pertenecido al Imperio, fue un conglomera­ juzgando por el número y tenor de sus publicaciones. A pesar do de medidas de toda índole. Antes que nada, fue una reordena­ de todos los sinsabores administrativos y profundas decepciones ción y reconstrucción de los territorios, totalmente imperiosa en el capítulo de la “pacificación, unidad y libertad de Alema­ después de los cambios revolucionarios introducidos por Napo­ nia” (13), estuvo satisfecho de su labor, que correspondía, al león. En este proceso, que se inició con el Congreso de Viena en fin y al cabo, a sus más íntimos anhelos como patriota. septiembre de 1814, estaba profundamente involucrada la Iglesia, Dadas sus creencias personales, era de esperar que Schlegel que por la secularización de sus bienes había perdido su base ma­ fomentara activamente los intereses eclesiásticos. En uno de sus terial, hecho especialmente patente en los antiguos principados proyectos constitucionales, se refiere expresamente al “restable­ eclesiásticos como Colonia, Tréveris y Maguncia. La Confedera­ cimiento de la Iglesia Católica en Alemania” (14). Por las inves­ ción Germánica, que iba a sustituir al antiguo Imperio para dar tigaciones de Hans Eichner y Ernst Behler nos consta documen- cierta cohesión a sus treinta y nueve miembros, fue el nuevo te­ taímente que mantenía relaciones extraordinariamente amistosas cho debajo del cual se aplicaban todas estas medidas. con el Nuncio Severoli desde 1808. Informaba contra ideas jose- Friedrich Schlegel intervino en las deliberaciones restaura­ finistas y veleidades febronianas. Especialmente celoso se mostró cionistas que se celebraban en Viena por deseo de Metternich. en la oposición contra tendencias “galicanistas” a la alemana, de­ Todavía se ignoran los detalles concretos de su colaboración, por­ fendidas por algunos prelados de alta posición. El grado de su ac­ que aún queda por publicar el volumen XX de la Edición Críti­ tuación en este campo puede medirse por la sugerencia de nom­ ca con sus proposiciones y opiniones en torno a la cuestión. Está brarle representante de Austria en la Santa Sede y que ésta no se fuera de duda, empero, que su aportación fue cuantiosa e impor­ atendió por considerarle excesivamente ultramontano. Por otra tante. De una carta suya de octubre de 1813, sabemos que ya parte, se comprueba su servicio incansable a los intereses de la entonces se hallaba trabajando en un proyecto constitucional. Iglesia, al concederle ésta, en 1815, la Orden de Cristo, una de Estaba convencido de la necesidad de crear una constitución las condecoraciones más calificadas del Vaticano. Pero más sig­ “totalmente nueva”, arrinconando los “viejos trastos imperiales” nificativo aún es un apunte privado suyo de 1814 que dice: “La como absolutamente “inservibles para el futuro” (11). El premio verdadera política sólo puede hacerse en un terreno esotérico. de su actuación lo recibió en 1815, cuando le comunicó el pro­ Una política tan acentuadamente católica y cristiana como la pio canciller que iba a ocupar un puesto en la Embajada de Aus­ mía, no puede enseñarse públicamente” (15). Al parecer, se daba tria junto a la Dieta Federal en Francfort, que se había creado cuenta de que su actuación no se hubiera entendido ni aprobado para servir de instrumento legislativo a la Confederación. A partir por el público. La afirmación demuestra igualmente su total sin­ del mes de noviembre de 1815, se encuentra Schlegel en la capi­ ceridad y la convicción de creerse investido de una misión. tal del Meno como Consejero de Legación, siendo su encargo principal el de velar por una positiva exposición de la política La Historia de la literatura antigua y moderna austríaca en el resto de Alemania. Su tarea fue la de un Agregado A fin de comprender el giro que iban a tomar los escritos de cultural y de prensa, usando el lenguaje moderno. El volumen y Friedrich Schlegel, había que evocar la atmósfera espiritual del la calidad de su actuación se conocen hoy con toda exactitud, decenio que va desde 1812 hasta 1822. Al lado de sus estudios porque la mayor parte de sus artículos en los periódicos corres­ de antaño, con su evolución ideológica, que constituyen, desde pondientes de Hamburgo, Francfort, Augsburgo y Viena se han luego, la base de sus publicaciones futuras, contribuye el ambien­ podido registrar, e igualmente la resonancia que tuvieron (12). te general y concreto con la vivencia personal suya a dar un en­ Schlegel cumplió esta función hasta septiembre de 1818, foque específico a su visión del pasado cultural de Europa, con­ debiéndose su cese a desavenencias con el Jefe de Misión. Su cebido como fundamento para el porvenir en un período de crisis 462 -463 - - - aguda. La Historia de la literatura antigua y moderna, cuyo ori­ locara al comienzo de sus publicaciones, cuando se decidió a reu­ gen primario y definitivo remate se localizan en la década men­ nirías en una edición de obras completas, lo que ocurrió en 1820. cionada, marca este hito en su pensamiento. De los cuatro textos La satisfacción por su obra no impedía, empero, que una mente que figuran en el tercer apartado de esta Antología acapara, por tan inquieta y exigente como la suya abrigara numerosos reparos tanto, el primer lugar por su alcance y extensión, aparte de repre­ y dudas frente a ella, porque su visión general se había extendido sentar la obra más lograda del autor. aún más, aunque fuera sólo en el terreno puramente científico e La preparación científica de su Historia tiene un largo pasa­ histórico, en el aspecto de los saberes positivos, se entiende, y de do, porque con su idea originaria prosigue el tratado sobre las modo concreto en cuanto a la literatura oriental, para la cual le Epocas [cumbre] de la literatura, redactado durante el invierno brindaron las bibliotecas de Viena extraordinarias posibilidades. de 1799. Dejando provisionalmente de lado su génesis interna De haber seguido su plan de reforma, apuntado brevemente en el con el fin de fijarnos por de pronto sólo en su concreción exter­ prefacio de 1821, incluso hubiera roto el orden fundamental de na, se ha de señalar que la primera elaboración de la versión base su exposición, iniciándola con las literaturas de estos pueblos, es decir, los hebreos, hindúes, egipcios y persas, que se encontra­ se efectúa ahora en muy poco tiempo, sin recurrir a manuscritos ban caracterizadas, iniciándola con las literaturas de estos pue­ anteriores sobre la materia. Las correcciones posteriores, que son, blos, es decir, los hebreos, hindúes, egipcios y persas, que se en su mayoría, largos incisos que se añaden al texto anterior, res­ encontraban caracterizadas y continúan encontrándose en los ponden, en cambio, a una visión ampliada del pasado en su ver­ tiente oriental. Al lado de ellos se hallan comentarios sobre el fu­ capítulos 4 y 5 de su Historia, después de Grecia y Roma. Schle­ turo de la sociedad política y cultura religiosa, entre los cuales gel desistió de su proyecto por el deseo de respetar un libro ya destacan las páginas finales de la obra como especialmente ex­ muy difundido, según nos advierte, pero también se daría cuenta presivas. de que, con ello, hubiera modificado esencialmente su idea primi­ En 1812, Schlegel adoptó la exposición oral de su pensa­ tiva de lo antiguo, como se verá luego al examinar la contextura miento por razones económicas y políticas, para dirigirse a la alta interna de la obra, o sea su armazón conceptual. sociedad de Viena. Si la forma le sirvió para afianzarse en la capi­ tal del Imperio, la eligió igualmente por considerarla ideal desde El binomio clásico-romántico un punto de vista intrínseco. Teóricamente, ya la había anticipa­ Schlegel nos ofrece en su obra una historia de la literatura. do en el Diálogo sobre la poesía y, efectivamente, la venía practi­ El enunciado como tal demuestra que concibe ésta como un con­ cando en París y Colonia desde 1803, aunque sólo ante grupos o junto de dos partes, la antigua y la moderna, pero un conjunto cenáculos restringidos de amigos. Con ello, continuó una costum­ efectivo y orgánico, al fin y al cabo, ya que evita cuidadosamente bre corriente en la Europa de entonces. Coleridge la utilizó en hablar de las literaturas antiguas y modernas. Sin tener en cuenta Bristol, Oxford y Londres en el curso de su dilatada vida. En Ale­ su visión básica, el plural pudiera haber parecido, por supuesto, mania, ésta se estableció en primer lugar por su hermano August más lógico. La visión cronológica, indudablemente muy vaga e Wilhelm, quien informó en tres años sucesivos (1801/4) sobre los imprecisa en sí, se establece por su convicción, a menudo reitera­ ideales culturales de los románticos en Berlín y completó estas da, de que cada una de ellas formaba un bloque desde un punto lecciones públicas en su Curso de literatura dramática en 1808. de vista religioso, unida la primera por una mitología naturalista En Viena, Friedrich imitó a su hermano, primero al dar su curso intrínsecamente afín, y sirviendo el cristianismo de aglutinante Sobre la historia moderna, y ahora lo repite con más aplomo y a la segunda. Por otra parte, el título refleja una vuelta a la pers­ arrogancia. pectiva corriente, aquella que se manifiesta en el concepto de la El autor veía en este texto la obra más lograda y moderna querella entre antiguos y modernos. En cambio, el binomio clá­ de entre todas las suyas. Estaba orgulloso de ella y pudo estarlo sico-romántico, que Schlegel empleaba con frecuencia en sus frag­ con motivo, juzgando su éxito por las traducciones que había mentos juveniles, según revelan algunos de los textos incluidos en tenido mientras tanto. No sorprende, por consiguiente, que la co­ la parte primera de esta Antología, nunca llegó a tener un signifi- 464 -465 - -

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