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Obras de SAN AGUSTÍN PDF

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Obras de SAN AGUSTÍN II RIRI mTF/^A nir AI/T/IOITC /^DICTI A\mc BIBLIOTECA O B R AS DE DE AUTORES CRISTIANOS S AN A G U S T ÍN Declarada de interés nacional 1 1 TEXTO BILINGÜE ESTA COLECCIÓN SE PUBLICA BAJO LOS AUSPICIOS Y ALTA DIRECCIÓN DE LA UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE SALAMANCA II LA COMISIÓN DE DICHA PONTIFICIA UNIVER SIDAD ENCARGADA DE LA INMEDIATA RELA LAS CONFESIONES CIÓN CON LA BAC ESTÁ INTEGRADA EN EL AÑO 1979 POR LOS SEÑORES SIGUIENTES: EDICIÓN CRÍTICA Y ANOTADA POR EL PADRE PRESIDENTE: ÁNGEL CUSTODIO VEGA, O. S. A. Emmo. y Rvdmo. Sr. Dr. VICENTE ENRIQUE Y TARANCÓN, Cardenal Arzobispo de Madrid-Alcalá y Gran Canciller de DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA, DEL INSTITUTO DE ESPAÑA la Universidad Pontificia Y DEL CONJSEJO SUIM'RIOR DI- INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS VICEPRESIDENTE-. limo. Sr. Dr. JUAN LUIS ACEBAL LUJAN, Rector Magnífico. SÉPTIMA l D1CION (8.' DEL AUTOR) VOCALES: Dr. ALFONSO ORTEGA CARMONA, Vicerrector Académico; Dr. RICARDO BLÁZQUEZ, Decano de la Fa cultad de Teología; Dr. JUAN SÁNCHEZ Y SÁNCHEZ, De cano de la Facultad de Derecho Canónico; Dr. MANUEL CAPELO MARTÍNEZ, Decano de la Facultad de Ciencias Po líticas y Sociología; Dr. SATURNINO ALVAREZ TURIENZO, Decano de la Facultad de Filosofía; Dr. JOSÉ OROZ RETA, Decano de la Facultad de Filología Bíblica Trilingüe; Dr. JUAN ANTONIO CABEZAS SANDOVAL, Decano de la Fa cultad de Ciencias de la Educación; Dr. GERARDO PASTOR RAMOS, Decano de la Facultad de Psicología; Dr. ROMÁN SÁNCHEZ CHAMOSO, Secretario General de la Universidad Pontificia. SECRETARIO: Director del Departamento de Publica ciones. BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS LA EDITORIAL CATÓLICA, S. A. — APARTADO 466 MADRID . MCMLXXIX MADRID • MCMLXXIX ÍNDICE GENERAL PROLOGO A LAS «CONFESIONES» P¿g<. El libro de las Confesiones 1 Precursores e imitadores de San Agustín 18 Motivo formal de las Confesiones 25 Valor histórico de las Confesiones 32 Los Diálogos de Casicíaco y las Confesiones 42 ¿A quiénes van dirigidas las Confesiones? 47 Nombre, época y redacción de las Confesiones 49 Principales ediciones de las Confesiones 53 Ediciones latinas 53 Ediciones castellanas 62 Bibliografía de las Confesiones 66 Aparato crítico 68 CONFESIONES Libro I 73 Libro II 112 Libro III 131 Libro IV 159 Libro V 193 Libro VI 229 Libro VII 267 Libro VIII 310 Libro IX 348 Libro X 390 Libro XI 464 Libro XII 508 Libro XIII 553 A DD ENDA Testimonios del Santo sobre las Confesiones 607 Cuadro cronológico de las obras de San Agustín 609 © Biblioteca de Autores Cristianos, de La Editorial Católica, S. A. Madrid 1974 Con censura eclesiástica Depósito legal: M. 41.316-1979 ISBN: 84-220-0698-7 Impreso en España. Printed in Spain ADVERTENCIA DEL AUTOR Adrertencia del autor VII nes. Tenemos elllamado Códice Sessoriano, de fines del siglo VI; los Fragmentos de Eugipio, del siglo VI, y hechos a fines del V. Y, finalmente, una serie bastante numerosa de códices del siglo IX. que representan más o menos el texto de la edición maurina, con frecuencia en oposición o discrepancia con aquél. Es evidente que el Sessoriano y Eugipio, por su antigüedad, tienen un valor indis A LA SKOUNDA EDICIÓN cutible y muy superior a todos los demás. La coincidencia de estos dos códices, máxime si los de Eugipio (DGMI'TV) están todos A GOTADA rápidamente la primera edición, de la que se hizo contestes, debe prevalecer sobre todos los demás. Citando todos una tirada de más de ocho mil ejemplares, caso raro en nues los de Eugipio están conformes y con ellos coincide alguno o al tra Patria tratándose de obras y ediciones más bien técnicas y crí gunos de los de ¡a familia maurina, debe, por igual razón, preva ticas que populares, al hacer ahora la segunda edición hemos re lecer su lectura contra el Sessoriano y demás códices. Si el Sesso visado a fondo y con el mayor cuidado el texto latino de las mis riano y ¡os de la familia maurina están conformes contra Eugipio, mas, hoy día de una importancia singular, corrigiendo cuanto nos debe prevalecer su texto frente a éste, que se ha de suponer equi ha parecido digno de corrección y enmienda, aunque ello sólo vocado. Lo mismo dígase cuando todos se hallan frente al Sesso haya sido en muy pocos casos. El texto, pues, de la, presente edi riano, que no ha de presumirse esté éste sólo acertado frente a ción es, substancialmente, el mismo de la edición anterior, salvo todos los demás, si no se probare su acierto. Semejante ley podría su mayor corrección tipográfica, en la que hemos puesto todo formularse en la forma siguiente: nuestro empeño. En cuanto al texto castellano, sale idéntico al de la edición anterior, no porque estemos enteramente satisfechos de a) S + Eugipio > BCDEFGHIMOPVZ él—cosa siempre difícil en esta clase de trabajos—. sino porque b) O. + Eugipio > BCDEFGHJ cierta pertinaz afección a la vista nos lo ha impedido. Por otra c) S (solo) < BCDEFGHJMOPVZ d} S + Eugipio > < BCDEFGHJMOPVZ Eugipio parte, la revisión a fondo de una traducción tan difícil y delicada e) Eugipio (solo) < S BCDEFGHJMOPVZ como es la de las Confesiones de San Agustín lleva casi siempre f) Eug. + uno o consigo una verdadera refundición de la misma, labor penosísima dos códices > < restantes. y no siempre del gusto de los mismos lectores. No obstante ello, creemos, sin género de duda ni alarde de Así tenemos que en el libro X, capítulo 31, número 47, el vana pretensión, ofrecer hoy a nuestros lectores un texto latino texto siguiente (que suele ser el de todas las ediciones): Quisquís tan correcto y aún más que los mejores del extranjero y una ver est, magnus est: magnificet nomen tuum. Ego autem non sum, sión literal y fiel castellana, en la que se ha intentado hermanar quia..., el primer inciso es un verdadero contrasentido. VA códi la exactitud de la traducción con cierta fluidez de estilo que haga ce G } Eugipio omiten el primer est, con lo que queda el sentido su lectura fácil y agradable. completo y correcto: Quisquís est magnus, magnificet nomen Érente a algún que otro reparo de críticos noveles que se ha tuum, etc. Lo mismo dígase del texto del número 44 del citado hecho a nuestra teoría del ritmo, creemos oportuno ratificarnos libro y capítulo, en el que las edds. dicen: una vez más en los principios de crítica utilizados por nosotros Utrum adhuc necessaria corporis cura subsidium petat en las ediciones anteriores: la teoría del ritmo y la conjunción an roluptaria cupiditatis fallada ministerium suppetat, triangular del texto: a) del Códice Sessoriano; b) códices mauri- nos, y c) códices de Eugipio. Respecto de lo primero, de la teoría en donde los códices CDEGM y Eugipio leen voluntaria, lectura del ritmo, ha sido reconocido su valor por revistas tan prestigiosas que está reclamada, además, por el necessaria anterior y que debe, como Revue Bénédictine, Recherches de Théologie Ancienne et por tanto, prevalecer, a pesar de que lodos los editores la poster Médiévale y Gregorianum y por autores como Dom B. Capel, guen y desprecien. Y como éstos, otros muchos casos. le, O. S. B.; Wilmart, O. S. B., y Ch. Boyer, S. I., por no citar Esperamos, pues, que esta nuestra segunda edición, revisada, sino nombres de fama universal.. En cuanto a lo segundo, hemos corregida y confrontada con las mejores ediciones extranjeras hoy procurado extremar aún más el rigor lógico de nuestras deduccio- día, como la de la Biblioteca Teubneriana, de Leipzig, por M. Sku- tella; la de las Belles Lettres, de París, de Pierre Labriolle, y la VIII Advertencia del autor PROLOGO A LAS "CONFESIONES" de Gib-Mitgomery, de Cambridge, cuyos errares hemos podido ad~ vertir, sea aceptada de nuestro público con el mismo aplauso y be nevolencia que la anterior. En ella hemos puesto, al menos, todo nuestro interés y empeño. i FR. ÁNGEL C. VEGA, O. S. A. Escorial, 24 de abril de 1951, día de la Conversión de San Agustín. EL LIBRO DE LAS «CONFESIONES» Difícilmente se hallará, no ya en la literatura cristiana, pero ni aun siquiera en la universal, un libro más bello y en cantador, más emocionante y sugestivo, después de la Sagrada A LA QUINTA EDICIÓN Biblia, que las Confesiones de San Agustín. Porque con ser to CALE esta quinta edición sin apenas cambio alguno substancial, dos los que salieron de su maravillosa pluma admirables, y '-' así en el texto latino co?no en el castellano. Se ha extremado casi diríamos divinos, brilla, sin embargo, entre ellos, cual gema la corrección del texto, a fin de que salga lo más perfecto posible. de insólitos fulgores, este fascinante y original libro suyo, que Muchas de nuestras lecturas y conjeturas han sido aceptadas por durante quince siglos no ha dejado de ser leído con supremo los críticos y editores de las Confesiones más recientes. La rapidez deleite por sabios e ignorantes, por crédulos e incrédulos. Ya el con que se han agotado las anteriores ediciones, muy numerosas, mismo Santo nos habla, no sin cierta satisfacción de autor, del es la mejor prueba de su aceptación por el público docto. éxito y aplauso con que fue recibido por sus fieles y amigos al darlo por primera vez a la luz pública. «¿Qué libro hay de los FR. A. C. V. míos—escribe en De dono perseverantiae—que sea más frecuen temente y con más deleite leído que el de mis Confesiones? * Y en el libro II de la Retractaciones: «Sé que mis Confesiones han agra dado y agradan mucho a muchos de mis hermanos» '. Y los siglos, sin interrupción ni discrepancias, han confirmado justamente este juicio halagüeño de sus contemporáneos \ Aun en nuestros días, tan cultos y tan exigentes en sus gustos literarios, ¿qué libro hay que se lea con más frecuencia y deleite, con más encanto y provecho, no ya por las almas buenas y espi rituales, sino aun por los hombres de letras y refinados degus tadores de la pura belleza estética? Y, sin embargo, preciso es reconocerlo, literariamente hablando y en un sentido clasicista, qui zá no sea ésta la obra más perfecta salida de sus manos ni aun tal vez la más genial y grandiosa. Pero ha puesto en ella tanto de personal y viviente, tanto de dinámico y emotivo, que desde las primeras páginas, no obstante las pesadas y largas digresiones filosóficas a que se entrega con frecuencia, subyuga y arrebata, hasta adueñarse por completo del lector. San Agustín afirma en cierta parte de sus escritos, con frase 1 C..20 11.53. - C.« n.I. ^ Una prueba elocuente de ello es el número casi infinito de códices que exis ten en las bibliotecas medievales, las ediciones numerosísimas que se han hecho en todos los tiempos y en diversos países y las traducciones que existen a todas las lenguas civilizadas. S.Ag. 2 1 2 Prólogo a las «Confesiones» El libro de las «.Confesiones» 3 honda y lapidaria, como todas las suyas, que su corazón es el co razón humano: «¿Quid est cor meum nisi cor humanum?» 4 Y cier y este suspiro, y esta llama divina que late en el alma aun del tamente, en ningún escrito suyo nos ha dejado más vivo y palpi más empedernido pecador, es la que Agustín despierta y provoca, tante su corazón que en sus Confesiones. Por eso este libro es remueve y enciende con su ejemplo, «para que nadie se duerma el libro de todos. Todos en él encontramos un trozo inconfundible en su mortal desesperación y diga: No puedo» 5. He aquí el se de nuestro ser, un pedazo sangrante de nuestro corazón, un jirón creto de las Confesiones del santo Obispo de Hipona. Libro de de nuestra vida íntima y confidencial, y con frecuencia no de lo lectura fuerte, de sugerencias sin número, de supremo deleite que hay en ella de más vil y despreciable. Aparte de otras cosas, para las almas grandes y nobles. Libro uno y único en su gé es indudable que en esto radica uno de los principales secretos nero, como único es el genio que lo concibió y dio el ser. Libro de la fuerza atractiva de este libro maravilloso, el primero en su eterno, que parece renovarse y crecer con los siglos. Libro el género y que aún no tiene segundo. Porque no es precisamente más original, el más bello, el más íntimo, el más vasto y lumi el relato de los pecados de un hombre lo que excita nuestra noso y el más hondamente sentido de cuantos se han escrito en curiosidad en este libro, ni es el arte maravilloso de describirnos lengua humana por los hombres. Poema del alma, canto de triun ciertos estados del alma, ni el proceso psíquico de una conver fo y de amor con resonancias de cielo y de tierra, con acentos sión trabajada y penosa, ni los análisis sutiles de los recónditos de santa emoción, que sólo la gracia divina compuso y sólo con movimientos del corazón humano, siempre versátil y proteico, re ella se siente y percibe. Gemido de tórtola herida, suspiro de fractario a sí mismo y a toda fórmula concreta de ser. No; no ardiente pasión, rugido de león prisionero, grito de triunfo y vic es esto lo que nos atrae y sugestiona en este libro, con ser todo toria de un alma que salva entre la vida y la muerte. Todo esto esto y mucho más. También en las Confesiones de Rousseau, pobre son las Confesiones de San Agustín, y por eso su lectura nos imitación de las de Agustín, se encuentran cuadros magníficos, arrebata y conmueve, y nos enciende y abrasa, y, como nobles páginas literarias maravillosamente cinceladas, análisis profundos prisioneros, nos subyuga y arrastra consigo en su carrera siempre de las pasiones humanas, relatos de pecados más viles y groseros ascendente hacia Dios. que los de Agustín; pero sus páginas son páginas muertas que Pero no son esto sólo las Confesiones del gran convertido de se caen de las manos, que dejan el alma seca y sin sugerirle nada Milán. Siempre ha sido placer de dioses mortales, de almas su más que asco y desdén ante un cinismo sin igual que, después blimes y puras, de genios y vates privilegiados, la contemplación de cubrirse de inmundicia, tiene la soberbia de insultar a los de los vastos panoramas del mundo, de las maravillas de la crea demás, retándoles a que levanten el dedo si son mejores que él. ción divina, cuyas armonías y bellezas les hablan con un lenguaje En las Confesiones de San Agustín, por el contrario, hay tan inefable y misterioso, tan íntimo y penetrante, tan sublime un aliento de vida, una llama de amor que prende en las almas, y arrebatador, que, sumidos en éxtasis indecible, parecen sentir y las arrebata y enamora, y las eleva y dignifica, y las transforma ya cerca de sí aquella hermosura suprema, aquella dulce armonía y aproxima a Dios. Ningún libro del Santo Doctor levanta que es de todas la primera, aquel concierto y ritmo universal que tanto—como él mismo nos dice—el alma y el corazón hacia Dios es la razón y medida de todas las cosas. Mas por grande, por como este de sus Confesiones, Son un himno de gloria, un canto hermoso, por espléndido que sea el mundo que nos rodea con arrebatado de amor y gratitud «al Dios justo y bueno» por sus todas sus maravillas y variedad de elementos, es indiscutiblemente misericordias sin número y sus gracias sin medida, que no se mucho ¡mayor, mucho más bello y sublime el mundo de las almas. puede leer sin encenderse en amor y sentirse como arrebatado del Y si se trata de algunas escogidas y privilegiadas de Dios, como espíritu de Dios, que caldea todas sus partes y penetra hasta en la de San Agustín, esta visión sube de punto, revistiendo un inte sus menores resquicios y sílabas. Y es que, aunque todos vemos rés, un encanto y deleite espiritual con nada comparable. Y esto reflejado en sus páginas nuestro fondo perverso, lo que hay en precisamente es lo que son las Confesiones: un diorama maravi nosotros de tierra y de cieno, vemos también lo que hay de bueno lloso del alma de San Agustín. y de santo, lo que hay de cielo y de Dios, y que, por encima de San Agustín ha volcado, por decirlo así, toda su alma en nuestras miserias y ruindades pugna por subir arriba, por remon las Confesiones. Sus sentimientos más íntimos, sus anhelos más tarse a las alturas y elevarse hasta el mismo Dios. Y este aliento, sutiles, sus ambiciones más secretas, su mundo interior más recón dito, con sus bellezas y fealdades, con sus vilezas y sublimidades, 4 Ve 7 ti nitítte IV pról. r' Conf. X a.4. 4 Prólogo a las «Confesiones» El libro de las «Confesiones» 5 con sus vergüenzas y acciones inmundas, todo sale a luz con la brar el genio hiponense: «Mi amor es mi peso; allí soy llevado delicadeza posible en las páginas de las Confesiones, sin eufe adonde este amor me inclina»?" Interminables nos haríamos si mismos ni reticencias, sin disculpas ni atenuaciones, como confe quisiéramos entresacar solamente sus frases lapidarias, sus sen sión hecha en presencia de Dios. «Si yo intentase ocultarte algo, tencias geniales, sus apotegmas de maravilla, que han pasado en Señor—nos dice igualmente en sus Confesiones—, ¿qué haría su mayoría al lenguaje ordinario o a los libros de piedad y reli yo con ello sino escondérteme a ti de mí, no a mí de ti?... ° ¡Ved gión. Sería, además, arrancar gemas tan preciosas del marco y sitio aquí, Señor, mi corazón; vedle aquí cómo es por dentro!»...' en que el gran orfebre las engarzara con arte insuperable, y en Y ¡qué arte tan maravilloso el suyo para describirnos los estados el que brillan con fulgores propios y de contraste, como los gran complejos del alma, el dinamismo sutil de las pasiones, el colorido des colores de un cuadro maestro, que mutuamente se refuerzan arrebatador y fascinante del amor insaciado y anhelante del cora y completan. zón, las terribles angustias de los celos o de una amistad troncha da en flor, los inmensos panoramas de la memoria o las sublimes Porque eso es también San Agustín: un maestro insuperable visiones de la belleza y verdad supremas! y único en el arte de pintar las pasiones humanas, así en sus ma nifestaciones violentas y cortes durísimos como en sus notas más Retórico y gramático, poeta y orador elocuentísimo, todo lo dulces y delicadas. Poeta de altísimos vuelos, filósofo por tempe pone en este libro maravilloso en juego para obtener el máximo ramento, analista sutil y penetrante, escudriñador perpetuo de los de efectividad y verismo en sus descripciones. Pero sobre todo más recónditos repliegues del misterioso corazón humano, hombre hay en el libro una cualidad excelsa, insuperable y única, que le de emociones hondas y de una fantasía, oriental, alma vibrátil y de constituye en verdadera excepción, aun entre los mismos del gran resonancias múltiples, nos ha dejado en este su libro de las Confe Doctor, y es el calor que penetra y, más que penetra, que caldea siones cuadros tan soberanamente trazados, tan llenos de vida todas sus páginas, y al cual no es posible sustraerse si se las lee y colorido, que en vano se esforzarán los venideros por querer sin prevención, con ánimo noble y sincero. Gran maestro de la superarlos ni aun igualarlos. pluma, sabe con un simple rasgo condensarnos en pocas pala bras vastas concepciones y riquísimos pensamientos, que han sido ¿Quién no ha leído la bellísima elegía a la muerte del amigo luego la admiración de los siglos. ¿Quién podrá desentrañar lo de la infancia, a quien él llama con la expresión del poeta la bastante, por agudo y genial que sea, aquella su primer sentencia, mitad de su alma? «¡Con qué dolor no se entenebreció mi cora que condensa todo el dramatismo cruel y sangrante de su vida de zón!—exclama veinte años aún después, al recordar su muerte juventud y descarrío, de lucha y peregrinación fuera de la verdad.: inesperada—. Cuanto miraba era muerte para mí. La patria me «Hicístenos, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta era un suplicio y la casa paterna un tormento insufrible, y cuanto que descanse en ti»? * ¿Quién podrá medir la hondura de aque había comunicado con él se me volvía sin él cruelísimo suplicio. llas otras que capítulo adelante estampa como el lema y anhelo Buscábanle por todas partes mis ojos y no parecía, y llegué a odiar supremo de su corazón: «Dulce cosa era para mi amar y ser todas las cosas porque no le tenían ni podían decirme ya como amado» ? " Y ¿quién no ha sentido en su corazón el arponazo antes cuando venía después de una ausencia: he aquí que ya viene. del dolor santo de un amor preterido y neciamente olvidado al Yo mismo me había hecho un gran enigma y preguntaba a mi recordar aquel grito del alma de Agustín, que al recibir en sus alma por qué estaba triste y me conturbaba tanto, y no sabía qué ojos los rayos de la luz1 divina, trémulo de emoción y herido de responderme... Sólo el llanto me era dulce y ocupaba el lugar de dolor, exclama: «Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva; mi amigo en las delicias de mi corazón... Y maravillábame que tarde te amé»? 10 ¿Quién, finalmente—por no salir de la ley del viviesen los demás mortales cuando había muerto aquel a quien amor, que tan fuertemente encadenó a Agustín en cuerpo y alma, yo amaba como si nunca hubiera de morir, y más me maravillaba en vida y muerte—, quién no ha sentido admiración y estupor aún de que habiendo muerto él viviera yo, que era otro él. Bien ante aquella formulación de la ley de gravitación universal de las dijo uno de un su amigo que era la mitad de su alma, porque yo almas, mucho más sublime y fecunda que la de los cuerpos del sentí que su alma y la mía no eran más que una en dos cuerpos, célebre astrónomo inglés Newton, que aun parece líegó a vislum- y por eso causábame horror la vida, porque no la quería vivir a 8 Conf, X 2.2. * Cottf, III 1,1. 11 Conf. XIH 9.10. Cf. Epist. 15 ad lanuar. 10,18: «Nec aliquid appetunt 7 Conf, IV 6,11. "> Conf. X 27,}8. ipsa corpora ponderibus suis, nisi quod aniraae amoribus suis. Nam sicut Corpus 8 Conf. 1 1,1. tamdiu nititur pondere doñee ad locum quo nititur veniens quiescat, sic animae ad ca quae amant». Cf. también Unarrat. in Pi. 9 n.15. 6 Prólogo a las «Confesiones» El libro de las «Confesiones» 7 medias, al mismo tiempo que temía mucho morir porque no muriese del todo aquel a quien había yo amado tanto» 11! tersas y bruñidas, cálidas y aun palpitantes, como arrancadas de la Bellísima sobremanera es también la escena, llena de realismo misma entraña de las cosas, y de un verismo a veces tan crudo, trágico y de palpitante emoción, de la fuga de Agustín a Roma de una plasticidad tan fuerte y realista, que nada tienen que en burlando a su madre en la playa de Cartago, a la que abandona vidiar a las más atrevidas y felices de los expresionistas modernos, dejando traspasado y medio agonizante de dolor su corazón. ¡Con que tanto se precian y envanecen de esta bella cualidad. En las qué dolores, con qué pinceladas tan delicadas nos describe la Confesiones abunda esta clase de expresiones más que en todas desesperación de aquella pobre y desgraciada madre al darse cuen las obras juntas del Santo Doctor. Diríase que, siempre insatisfe ta de haber sido engañada y traicionada por aquel hijo a quien cho de sí mismo y de su palabra, acude a las metáforas más vio ella tanto, tanto amaba y que tanto le debía! Agustín nos la pinta lentas y de mayor contraste para dar realidad plena y turgente presa de la desesperación y el delirio, gritando y corriendo como •A su pensamiento y a los anhelos infinitos y desbordantes de su una loca de una parte a otra de la playa, avanzando sobre el mar corazón. Por eso cuando ha encontrado la fórmula feliz, la halaga como si quisiera seguir a aquel barco cruel que así le arrebataba y la acaricia con morosidad intencionada y se recrea con ella, y la la prenda de sus entrañas, hasta que al fin, rendida y agotada, repite y la glosa hasta hacérnosla sentir como un estribillo de cae de rodillas medio desmayada a los pies de la capilla de San perfección lograda, que se pega al alma y aun al sentido. Cipriano, llamándole mentiroso y mal hijo, aunque sin dejar de Tarea larga sería, y sobre larga penosa, querer entresacar todas rogar por él. las bellezas y encantos literarios que encierran las Confesiones. Admirable es, finalmente, la descripción que nos hace del dra No una simple nota preliminar, sino todo un libro sería necesa ma de su conversión en el huerto de Milán, y más que admirable, rio para ello. Preciso sería analizar en cada página, y aun a veces sublime la visión de Ostia, inmortalizada por el pincel de Ary en cada línea, los diversos conceptos y sentidos de que se hallan Scheffer, siquiera no sea más que un palidísimo reflejo de aquélla como preñadas sus sentencias; porque nadie como San Agustín ha y en un momento fugaz de abandono de lo humano. poseído el arte de condensar en pocas palabras mundos de ideas, ¿Y quién ha podido superar los retratos que nos hace de visiones complejas de formas, panoramas amplísimos y descono su madre, de su amigo del alma, Alipio, de sus discípulos y con cidos, llenos de aporías, trementes de vida y de luz. Pero, sobre fidentes y aun de sus mismos adversarios, como Fausto y los larga y penosa, dicha tarea sería además innecesaria. Para leer con maniqueos? Donde Agustín pone la pluma, difícil es decir más fruto las Confesiones, para sentir sus bellezas soberanas, más que ni mejor. El sabe llegar con un rasgo a la entraña de las cosas exegetas y comentaristas lo que se necesitan son almas delicadas y dejar al descubierto lo más oculto y misterioso de ellas; él sabe y sensibles, ojos limpios y sanos, corazones puros y enamorados sacar a flor y en toda su vitalidad los conceptos latentes y vagos de la belleza suprema. Porque, con ser San Agustín un gran re que yacen imprecisos en el fondo de la subconsciencia; él sabe tórico y literato, nos habla en ellas un lenguaje tan sencillo, tan dar vida a los hechos más vulgares y desvaídos; él, finalmente, sin secreto ni artificios, tan íntimo y natural, que hasta la más sabe herir de muerte con una palabra a todos sus enemigos, des humilde y ruda de sus campesinas o el último de sus monjes po haciendo sus sofismas y errores con la misma facilidad con que dían entenderlo sin esfuerzo. No es la ciencia la que allí habla, un guerrero de leyenda desbarata las huestes de sus adversarios. no es el olor de cedros lo que allí se siente: es el lenguaje del Y es que San Agustín domina por igual las regiones del pensa alma el que allí ora y confiesa, es la voz del corazón contrito miento que las del análisis psicológico, los resortes del sentimiento y humillado la que allí gime y suspira, canta y alaba en presencia que los del arte de la expresión. Vivió la vida con plenitud en de Dios y de los hombres con la sencillez de un niño y la subli su triple dimensión y con toda la intensidad con que puede ser midad de un ángel. Por eso, sabios e ignorantes, letrados y humil-; vivida, y de ella toma como de fuente primera la riqueza inmen des, han leído siempre con deleite y fruto espiritual este libro, sa de sus metáforas y expresiones, casi todas nuevas, vivas, vibrá cuyas páginas han cautivado por igual a todos '*. tiles y audaces y de una fuerza y colorido sin igual. Maestro en Oigamos a uno de los filósofos más nombrados del siglo pa- el arte de las formas, complácese con frecuencia en romper las 11 Ya el Santo, hablando de la verdad, había escrito: «Para ver !a verdad clásicas y trilladas, para crear otras nuevas de su cuño y marte, no basta poseer los medios. Si el ojo no está sano no puede ver la luz del sol. I.a luz inteligible no se descubre sino a las inteligencias puras y a los ojos aman tes... No toda alma racional, sino sólo aquella que por su santidad tiene la mirada '= Conf. IV 4.9 y 6.11. límpida y serena, es la que se acomoda mejor al objeto de su contemplación, etc. (De dhers. quaeit. 83 q.41). 8 Prólogo a las «Confesiones» sado: «Todo en San Agustín es grande, maravilloso, inmenso, El libro de las «Confesiones-» 9 por decirlo así. Su inteligencia, desdeñosa como el águila de las que en sí cada uno encierra de más bello, se habían juntado en bajas regiones terrestres, se lanza con plena confianza por los aquella visión fantástica y de ensueño. Extasiado se hallaba el campos de lo infinito, que recorre con una valentía que causa estu gran poeta humanista ante panorama de grandeza tan imponente, por a los mortales, dejando en pos de sí ancha estela de luz viví cuando, sin saber por qué, echa mano de su pequeño ejemplar de sima. Ni Sócrates, ni Platón, ni Aristóteles, ni ninguno de los las Confesiones y comienza a leer la primera página abierta al grandes filósofos de la Antigüedad han hablado jamás un len azar: «Y van los hombres a admirar los altos montes, y las in guaje como el suyo. Con éstos, aunque grandes, se está siempre gentes olas del mar, y las anchísimas corrientes de los ríos, y el sobre la tierra y con el hombre; con Agustín se siente uno estar ámbito del océano, y el curso de los astros, y se olvidan de sí sobre el Sinaí o en el Tabor con Dios. ¿Quién no ha leído, quién mismos...» 10 Como súbitamente herido, cierra el libro avergonzado no ha meditado llorando el libro estupendo de las Confesiones, de sí, y emprende el descenso, sin hablar palabra en todo el ca en las que Agustín habla un lenguaje que nadie habló antes de mino con su hermano. él ni es de esperar hable ninguno después? Confieso que siempre Y más cerca de nosotros, Santa Teresa, gran admiradora y de que leo sus libros siento dentro de mí una revolución, una trans vota de las Confesiones del Santo, estampaba en su Vida estas formación en todas las facultades de mi alma. Extasíanme sus hermosas palabras: «Como comencé a leer las Confesiones paré- pensamientos, siempre luminosos, siempre sublimes, que se suce cerne que me veía yo allí... Cuando llegué a su conversión y leí den y sostienen mutuamente con una lógica admirable. Mis ojos, cómo oyó aquella voz en el huerto, no me parece sino que el Señor aunque fijos en él libro, no leen; mas mi mente, como arrebatada me la dio a mí, según sintió mi corazón. Estuve por gran rato y fuera de sí, vase tras la luz que la hirió, mientras el corazón da que toda me deshacía en lágrimas y entre mí misma, con gran fuertes latidos y suspiros, como sintiéndose próximo a Dios» ". aflicción y fatiga... " Con lágrimas en los ojos leía también las Confesiones aquel gran genio del humanismo italiano que se llamó Petrarca, en Y un siglo después el gran Tillemont afirmaba de este pre cuyas páginas, como escribe a su hermano Gerardo, veía la propia cioso libro «que era las delicias y admiración de toda persona es historia de su peregrinación y vida, el cual, como solaz constante piritual» 18. de su espíritu y pasto delicioso de su corazón, traía siempre con Y en nuestros días—por no citar más que un solo testimonio, sigo un pequeño ejemplar, que gustaba de leer y regar con sus nada sospechoso de parcialidad ciertamente—, Harnack ha dedi lágrimas en los momentos de ocio y descanso '5. Bella sobremanera cado todo un libro a las Confesiones del Santo, entonando en su es la escena que nos describe en una carta íntima a su maestro y honor el himno de gloria y almiración más entusiasta y ferviente. amigo fray Dionisio, agustiniano, en la que le da cuenta de su «Es este libro de las Confesiones—escribe—, todo él impregnado excursión al monte alto de la Provenza, llamado Ventoso, en com de lágrimas u oraciones y escrito en un lenguaje que sólo antes de pañía de su hermano menor. Había logrado, no sin grandes tra Agustín habían sabido hablar San Pablo y el autor de los Salmos, bajos y fatigas, escalar la cumbre más alta del mismo, desde donde una incomparable pintura del alma a la vez realista y espiritualis se descubría un paisaje verdaderamente grandioso y espléndido. ta, un poema de la verdad, cuya unidad jamás es quebrantada, Por un lado divisábanse los Alpes y la provincia de Lugduno; no y cuyo fondo es su propia historia, la historia de un infatigable lejos, el Ródano con su corriente impetuosa y desbordante; casi investigador de la realidad como fue Agustín, Fausto viviente, a sus pies, el estrecho Massiliense envuelto en claridades de azul pero Fausto de un ideal supraterreno que descansa en Dios, y que celeste, como una viñeta de inmensas proporciones; y allá a lo da a su análisis una tan magistral amplitud, que llega a hacer de lejos, la ancha mar, como un espejo de colosales dimensiones, en su alma el alma de su siglo» ". Y en otro de sus libros: «Tan que se miraba el sol. El cielo, la tierra, el aire y el mar, con Jo admirable, tan exacta es—nos dice—la descripción que en sus Confesiones ha dejado de millones de almas, tan viva y penetran te la imagen que nos ha trazado de la confianza divina, que su 14 TOMASO M.* ZIGLIARA, Delta luce intellectuale e del ontologhmo, etc. (Roma 1R74) vol.I c.7 n.I75. 15 PETRARCHA, Epístolas de rebus familiaribus epist. 10 n.3, ad Gerardum cister- lG El Petrarca hizo esta excursión al monte Ventoso el día 6 de las Kalendas ciensem: «Scatentes lacrimis confessionum libros de quibus quídam ridiculi homi- de mayo del año 1336, según refiere en la carta a su amigo el agustino Fr. Dio nes ridere solent, tu solamen et refugium in ets non mediocre reperies». Y en nisio. Cf. Epistolae familiares epist.4 n.l. El lugar citado de San Agustín es De contempla tnundi coiloq.l: «Quotiens confessionum tuarum libros lego inter Conf. X 15. dúos contrarios affectus. spem videlicet et metum, licet non sine lacrimis interdum, " SANTA TERESA BE JESÜS, Vida c.9. legere me arbitror non alicnam sed propriae meae peregrinationis historiam». 18 LE NAIN DE TILLEMONT, Mémoires t.13 a.93 p.290. 10 HARNACK, Augustins Confessiotien. Ein Vortrag, 1886: Reden und Aufsátze, 1 B.. 2 Aufl. (Giessen 1906). 10 Prólogo a las «Confesiones'» El libro de las «Confesiones» 11 vida no ha dejado de vivirse en el curso de <mil quinientos años. cesita respirar hacia arriba y descargarse de la abrasadora llama Aún en nuestros días, dentro del catolicismo, la piedad interior que le devora la entraña. Todo esto no necesitaba decirlo el Santo y viviente, así como la manera de expresarla, son esencialmente a los cuatro vientos, si en ello hubiera de terminar su dolorida agustinianas. Inflamadas con sus sentimientos, las almas sienten confesión con Dios. San Agustín busca algo más. Ha sido un como él sintió y piensan con sus mismos pensamientos»'". pecador público, y ahora... es obispo, pastor de las almas, antor Un inmenso florilegio se podría entretejer con las alabanzas cha viva de la Iglesia, flagelador terrible de las costumbres pú que los siglos han tributado a este libro subyugante y avasallador, blicas, azote implacable de los herejes. Sus enemigos le acusan que no- ha encontrado más límite que sus páginas. Cuantas almas de haber sido un joven licencioso 21; los maniqueos, de haber aban se han acercado a él han quedado dulcemente cautivas y se han donado su secta por el honor episcopal'"; sus amigos y parciales sentido más próximas a Dios. Y es que de sus páginas brota un le ensalzan hasta las nubes y le tienen por un semidiós 23. Todos aroma que embriaga, un fuego que abrasa y una luz que fascina estos falsos conceptos están causando un grave daño a las almas, y encandila los ojos del alma y arrebata tras sí a los lectores, y Agustín quiere deshacerlos de una vez para que no le tengan convirtiéndoles en otros tantos panegiristas y devotos. ni en más ni en menos de lo que es. A Dios no se le puede Porque, digámoslo claro: no es el fondo del relato, no es la honrar mejor que con el tributo de la verdad, y éste es el primer confesión de Agustín en sí lo que nos admira y cautiva en este sacrificio que Agustín quiere ofrecerle, aunque a veces sea terri su libro. Si bien se mira, si se estruja página por página, se verá blemente doloroso para él. «Recibe—escribe al conde Darío—, que todos sus pecados se reducen a un relato de acciones vulgares recibe los libros de mis Confesiones, que tanto deseaste. Mírame y casi diríamos comunes a la mayoría de los estudiantes de en en ellas, por que no me alabes más de lo que soy. Créeme no por tonces y aun de nuestros días. Agustín, según testimonio de uno lo que otros digan de mí, sino por lo que yo digo en ellas. Con de sus contemporáneos, pasó por un estudiante modelo, amigo témplame en ellas y ve lo que fui en realidad cuando estuve del orden y de la paz. ¿Que no le gustaba estudiar el griego, que abandonado a mí mismo, y si algo en mí te agradare, alaba con era amigo de salir con la suya en los juegos, que robó unas peras, migo a Aquel a quien quise alabar por causa de mí... Cuando me que le engañaron los maniqueos con sus promesas de verdad, que hubieres reconocido en ellas, pide por mí para que no desfallezca, se enredó en unos amores a los diecinueve años, que engañó, min antes bien me perfeccione» ". A sus enemigos y detractores de tiendo, a su madre, embarcándose para Roma, etc.? Todo esto Cartago les dice: «Sí, éstas son maldades pasadas, pecados míos es un relato de cosas tan triviales y comunes en sí, que difícil que fueron conocidos principalmente en esta ciudad, pues aquí mente se le prestaría atención si no fuese en la forma en que lo hice en verdad muy mala vida» 25. hace Agustín. En realidad de verdad, la relación de los pecados Pero sobre todas estas intenciones particulares flota un anhelo no es el fin primordial de las Confesiones: son un motivo preci ardiente en el alma de Agustín, y es el de llevar muchas almas so, un elemento necesario, pero no el fin intencional. Confiesa, a Dios. En el bien y en el mal, Agustín no puede estar nunca solo. sí, con una sinceridad cruel y sangrante, con una desnudez, terri Roba unas peras, y él mismo nos dice que «solo, jamás hubiera ble y sin tapujos, los pecados de su juventud, los caminos torci cometido tal crimen». Se hace maniqueo, y no para hasta arras dos y difíciles del siglo por los que anduvo, la locura de sus pa trar consigo a todos sus amigos y conocidos. Se hace católico, y siones más vergonzosas, los vientos de sus ambiciones, más gran siente la necesidad no ya de reintegrar al seno de la Iglesia a to des aún que su talento. Todo esto es ofensa de Dios, y su recuer dos sus antiguos compañeros de error, sino que, encendido en do le abate en tal forma, le contrista de tal modo, que arrojado celo de la gloria de Dios, el África entera es poco para él; y se en tierra derrama en presencia del Señor copiosos ríos de lágri mas amargas como la hiél. Pero al confesarse en esta forma en 21 Véase lo que más adelante se refiere de los donatistas y demás herejes enemi público, delante de Dios y de los hombres, no es ya sólo el espí gos personales del Santo y de su obra. — Así se lo dice, entre otros, Secundino en tono de queja y lamento. ritu de penitencia y reparación, no es sólo el deseo de limpiar más 23 Cf. Epístola 261 ad Audacem n.2; Epístola ad Galatas expositio n.4; Epís y más su corazón y su conciencia en el río abundoso de sus lá tola 143 ad Marcellinum n.2-5 : «Aquel que defiende que yo soy incapaz de errar en mis obras, toma sobre sí un trabajo inútil. Se constituye en defensor de una grimas, no es sólo, en una palabra, el anhelo de desfogar su nula causa en la que yo mismo le condeno. Yo no quiero que mis más queridos umigos me crean más de lo que soy. Si Dios me concede la gracia de recoger en pecho, restallante de amor y gratitud y que, como un volcán, ne- un libro todas las cosas que me desagradan en mis escritos, verán entonces los hombres que yo no soy aceptador de mi persona. 20 rdem, Lehrbuch der Dogmengescbichte vol.3 p.100. 2245 ESeprímstool as up2s3r1 Pasd. 3D6a rníu.m4. Comitem n.6.

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cano de la Facultad de Derecho Canónico; Dr. MANUEL. CAPELO (c. Faust. 12,4}) Eug. 13 inveniunt GMOSV Eug., inventent cei. et idd. ritas et nullum certum quale quaerebam documentum adhuc inveneram, quo mihi sine
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