Nutrición enteral en diabetes méllitus Sanz París Alejandro, Gracia Gimeno Paola, Barragán Amaya, Albero Gamboa Ramón. Servicio de Endocrinología y Nutrición. Unidad de Nutrición y Dietética. Hospital Miguel Servet de Zaragoza. Conocemos con el nombre de diabetes mellitus a un amplio espectro de entidades fisiopatológicas que tienen en común la hiperglucemia mantenida, pero con capacidad de respuesta pancreática y de nivel de insulino resistencia variable entre un individuo y otro, e incluso dentro del mismo individuo en diferente momento de la evolución de la enfermedad de base. Esta heterogeneidad fisiopatológica hace que el abordaje terapéutico de esta enfermedad se haya dado en definir más como un arte que como una ciencia por la propia subjetividad del terapeuta. Este conjunto de síndromes, que se han dado en llamar “las diabetes mellitus” tienen en común la afección de todo el metabolismo del paciente. Aunque la hiperglucemia es la expresión más llamativa, existe una afectación generalizada que alcanza también al metabolismo proteico y lipídico. Para comentar el tema que nos ocupa, comentaremos las recientes Guías de la Sociedad Americana de Nutrición Parenteral y Enteral (ASPEN), así como las de la Sociedad Americana de Diabetes (ADA) La dieta es la piedra angular del tratamiento médico del paciente diabético por su implicación sobre la eficacia del resto de las indicaciones terapéuticas, ya sean farmacológicos o conductuales. En el caso de la nutrición artificial, este axioma no está tan claro y existen múltiples factores que pueden incidir de manera más decisiva en la evolución del paciente, como la propia enfermedad de base que produce la indicación de la nutrición artificial. Aun con estas diferencias, ya hemos comentado que “las diabetes mellitus” afectan a todo el metabolismo intermediario del paciente, de forma que el planteamiento del esquema dietético (ya sea dieta oral o nutrición artificial) debe considerar los tres ejes de este metabolismo: lipídico, protéico e hidrocarbonado. Las recomendaciones para la nutrición artificial en el paciente diabético se basan en las de la dieta oral. Estas recomendaciones para la dieta oral del paciente diabético han ido variando a lo largo de los años, de manera que no podemos considerarlas como un cuerpo de doctrina inamovible. La misma Sociedad Norteamericana de Diabetes (ADA) ha editado recientemente una revisión muy crítica sobre sus propias recomendaciones dietéticas bajo la óptica de la medicina basada en la evidencia. La importancia de nuestros conocimientos en el manejo de la nutrición artificial en el paciente diabético no sólo radica en sus efectos sobre la evolución del paciente sino también, en su alta frecuencia en nuestra actividad clínica. La diabetes es una patología con una alta prevalencia en la población general. Entre la población hospitalaria aparece aproximadamente en el 10% de los pacientes hospitalizados. Si tenemos en cuenta que un 10% de los pacientes hospitalizados requieren algún tipo de soporte nutricional, podremos calcular que aproximadamente el 1% de los pacientes hospitalizados requerirán nutrición artificial y además serán diabéticos. Esta cifra se dispara si consideramos la hiperglucemia como una dificultad añadida al tratamiento del paciente que requiere nutrición artificial, no sólo la del paciente diabético sino también la del paciente no diabético con hiperglucemia. Esta situación aparece con una gran frecuencia entre los pacientes que requieren soporte nutricional artificial por diferentes factores que pueden ser estrés, corticoterapia, edad avanzada o incluso la propia nutrión artificial, que se administra por una vía poco fisiológica. Los criterios de diagnóstico de diabetes mellitus y su clasificación han sido motivo de una reciente revisión por las asociaciones científicas nacionales e internacionales. Estas clasificaciones hacen referencia a entidades fisiopatológicas que se asocian a hiperglucemia crónica. La hiperglucemia de estrés es una situación patológica que aunque no aparece en estas clasificaciones, se halla en un porcentaje altísimo de los pacientes hospitalizados que requieren soporte nutricional. Se trata de una complicación que aparece en pacientes, sin antecedentes de diabetes mellitus, que presentan una hiperglucemia mantenida durante una situación concreta de estrés. En pacientes pediátricos, se ha descrito una prevalencia del 4% de los niños con enfermedad aguda, pero en adultos no hay estudios epidemiológicos. Esta hiperglucemia se puede considerar como un mecanismo de adaptación al estrés, pero ante un mismo grado de estrés, unos pacientes la desarrolla y otros, no. Algunos autores han postulado que podría corresponder a una situación prediabética porque, posteriormente, del 9 al 33% de los niños desarrollaron diabetes mellitus. En adultos su diferenciación con una verdadera diabetes es más compleja porque los estudios de autoanticuerpos no son concluyentes. La respuesta al estrés se manifiesta como un síndrome que consiste en hipermetabolismo (aumento en el consumo de oxígeno, hiperglucemia, hiperlactacidemia y catabolismo proteico), un estado de hiperdinamia cardiovascular y manifestaciones clínicas de fiebre o hipotermia, taquicardia, taquipnea y leucocitosis. En ausencia de estrés, existen dos mecanismos reguladores del nivel de glucemia: la supresión de la neoglucogénesis hepática y el aumento de la captación periférica de glucosa. En los pacientes con hiperglucemia de estrés, existe una situación de resistencia a la insulina a nivel postreceptor que conlleva un efecto insuficiente de la insulina sobre estos mecanismos de regulación. Parece ser que la estimulación de la captación de glucosa por tejidos periféricos requiere mayores concentraciones plasmáticas de insulina que las necesarias para la supresión de la neoglucogénesis. El mecanismo exacto de la resistencia periférica a la insulina durante el estrés no se conoce, pero todos los autores están de acuerdo en que se acompaña de un marcado aumento de las hormonas contrainsulares (glucagón, epinefrina, cortisol y hormona de crecimiento). La aparición de hiperglucemia de estrés en un paciente con nutrición artificial supone las siguientes consideraciones: • -Control de las concentraciones de glucemia. El grado de control glucémico recomendado varía según los autores y será motivo de la siguiente controversia. • -Aporte de energía en forma mixta: lípidos además de carbohidratos. De esta manera se aporta menos cantidad de glucosa cuyo metabolismo oxidativo está reducido durante el estrés y así intentar reducir así, intenta reducir los requerimientos de insulina. • -Administración de insulina exógena para compensar su déficit relativo. Las Guías ASPEN hacen referencia a tres puntos fundamentalmente: 1. Objetivos del control glucémico 2. Mayor riesgo de desnutrición en el paciente diabético 3. Composición de la nutrición enteral del paciente diabético En la presente revisión iremos desgranando cada uno de estos aspectos. Objetivos del control glucémico en el paciente diabético con nutrición enteral. Un aspecto muy discutido entre los que nos dedicamos al control y seguimiento de los pacientes diabéticos con nutrición artificial es el grado de exigencia en el control glucémico de estos pacientes. Este es un aspecto por el que, como endocrinólogos dedicados a la nutrición artificial, siempre hemos tenido especial sensibilidad. Las recomendaciones generales de los libros de texto internacionales más prestigiosos son muy permisivas, quizás por el hecho de que sus editores no son diabetólogos. El objetivo, para estos autores, es que la glucemia se encuentre por debajo de 220 mg/dL para evitar los efectos negativos de la hiperglucemia a corto plazo. La hiperglucemia marcada puede producir alteraciones electrolíticas (hipofosfatemia, hipomagnesemia o hipocaliemia), diuresis osmótica y deshidratación o depresión de la función inmunitaria. En cambio, ocupa mayor “espacio” en las publicaciones el tratamiento de las hipoglucemias en unos pacientes con inestabilidad en los que los requerimientos de insulina pueden ser muy variables de un día a otro. Los factores que influyen en esta labilidad son múltiples: La evolución de la enfermedad de base (si el tratamiento etiológico es eficaz el estrés irá disminuyendo y con él los requerimientos de insulina o si aparece fiebre, aumentarán), el tratamiento farmacológico (fundamentalmente corticoterapia), la fluidoterapia (la depleción de volumen produce hiperglucemia), el mismo soporte nutricional (aporte excesivo de calorías totales o más concretamente de glucosa) o la existencia de complicaciones crónicas de la diabetes (gastroparesia fundamentalmente). En un reciente trabajo prospectivo y randomizado, el control estricto de la glucemia < 110 mg/dL mediante insulinoterapia intensiva en pacientes críticos tiene un efecto importante en su evolución. Concretamente, redujo la mortalidad un 34%, las infecciones en un 46%, el requerimiento de diálisis un 41% y de transfusiones sanguíneas un 44%. La importancia de este trabajo es capital porque es el primer estudio controlado que demuestra que la hiperglucemia de estrés asociada a insulínoresistencia puede incidir decisivamente en la evolución del paciente. Estos resultados concuerdan con los encontrados en estudios controlados y randomizados en pacientes diabéticos. El tratamiento intensivo con insulina de estos pacientes diabéticos durante el infarto agudo de miocardio mejoró incluso su supervivencia a largo plazo. Así pues, quizás en un breve plazo de tiempo los objetivos glucémicos en estos pacientes durante la fase aguda de estrés sean más estrictos, pero por el momento siguen siendo motivo de controversia. La propia Asociación Americana de Diabetes (ADA) en sus últimas recomendaciones de 2002 considera como un objetivo razonable para pacientes hospitalizados y en estrés, mantener la glucemia entre 100-200 mg/dl siguiendo las tesis de la internista Molly Mc Mahon. Otro caso muy distinto es el del paciente diabético que requiere nutrición enteral domiciliaria. Por definición, se trata de un paciente estable, tanto desde el punto de vista de la enfermedad de base como de la dosis necesaria de nutrición artificial. En esta situación, se podría decir que hay unanimidad de criterios entre la mayoría de los autores y el objetivo glucémico está entre 100-150 mg/dl. Los objetivos del control glucémico a largo plazo en el paciente diabético ambulatorio son cada vez más estrictos a la luz de los estudios publicados tanto en diabéticos tipo 1 (DCCT), como en diabéticos tipo 2 (UKPDS). Se podría considerar que no debería haber diferentes criterios para los pacientes con nutrición artificial estables, sobre todo si presentan una enfermedad de basecon una expectativa de vida suficientemente larga. La diabetes como factor de riesgo de desnutrición La diabetes mellitus se asocia a una larga vida de restricciones dietéticas cualitativas en el diabético tipo 1 y cuantitativas, en el diabético tipo 2 que pueden incidir en una mayor prevalencia de desnutrición. Nuestro grupo de trabajo ha realizado cuatro estudios de valoración nutricional en pacientes en hemodiálisis, con accidente cerebro vascular agudo, ingresados en hospital por causa cardiológica y residentes en residencia geriátrica, comparando los datos globales con los de sus compañeros diabéticos. El paciente con insuficiencia renal que en su evolución llega a requerir hemodiálisis periódica ha sufrido una serie de restricciones dietéticas que le hacen más susceptible a la desnutrición. Si este paciente además es diabético, las restricciones dietéticas pueden ser mayores. De un total de 224 pacientes en hemodiálisis, 23 eran diabéticos tipo 1 y 37, diabéticos tipo 2. En los primeros, encontramos disminución significativa del porcentaje del peso ideal, el índice de masa corporal, el percentil de la circunferencia muscular del brazo y la albúmina plasmática, mientras que en los segundos, no. En conjunto, observamos malnutrición moderada-severa en el 50% de los sujetos no-diabéticos, en el 30’6% de los diabéticos tipo 2 y en el 79% de los tipo 1. De los pacientes que ingresan en el hospital con accidente cerebrovascular agudo, que requieren nutrición enteral, un porcentaje no desdeñable son diabéticos. Valoramos 160 pacientes que requirieron nutrición enteral por este motivo, de los que el 28% tenían diagnóstico previo de diabetes, aunque el 62% tenían al ingreso una HbA1c mayor de lo normal para nuestro laboratorio(> 5’3%). Los pacientes con diagnóstico previo de diabetes presentaron unas concentraciones plasmáticas de albúmina significativamente menores y el pliegue cutáneo tricipital fue normal en el 70% de los no diabéticos frente a solo el 33% en los diabéticos. El estado nutricional del paciente que ingresa en un hospital incide de manera muy importante en su evolución. La diabetes mellitus es una de las enfermedades acompañantes más frecuentes y en ocasiones, es motivo de deterioro generalizado del paciente, que agrava la causa de ingreso hospitalario. Valoramos el estado nutricional de 300 pacientes al ingreso en una planta de cardiología, de los que el 20% eran diabéticos. Los pacientes diabéticos fueron de mayor edad, tenían mayores concentraciones plasmáticas de triglicéridos y menores de linfocitos y albúmina, además de referir menor porcentaje de ingesta de proteínas en el valor calórico total de una encuesta dietética. La edad avanzada se asocia con múltiples cambios biológicos que pueden predisponer al paciente geriátrico a malnutrición. En el caso de los pacientes con diabetes mellitus tipo 2, la asociación frecuente a obesidad hace que en muchas ocasiones el paciente confunda las recomendaciones dietéticas por su diabetes con la dieta hipocalórica que se le ha prescrito por su obesidad. Con la edad avanzada aparecen alteraciones fisiológicas que pueden predisponer a la malnutrición. Podemos encontrar: alteraciones del gusto y del olfato, deficiente masticación, salivación y acidez gástrica e incluso leve insuficiencia renal o hepática. Todos estos factores inciden de manera especial en el paciente anciano con diabetes tipo 2. La Asociación Americana de Diabetes en la última revisión de sus recomendaciones dietéticas en este año 2002, recomienda que los pacientes diabéticos de residencias geriátricas tomen una dieta normal sin restricciones por su diabetes. Con el transcurrir de los años, el estado nutricional de este mismo paciente puede variar y nos podemos encontrar con un déficit de micronutrientes o incluso con una malnutrición franca. En un grupo de 80 pacientes diabéticos tipo 2 residentes en Instituciones Geriátricas de Zaragoza encontramos una mayor prevalencia de concentraciones plasmáticas bajas de hierro, zinc y selenio que se relacionaron con su control glucémico. Composición de la nutrición enteral Las indicaciones y contraindicaciones de la nutrición enteral en el paciente diabético no son diferentes a las de la población general. También hay consenso en el tratamiento hipoglucemiante con insulina de acción rápida subcutánea según resultados de glucemia capilar en las fases agudas. Posteriormente, cuando el paciente está estable, se puede pasar a un tratamiento hipoglucemiante de acción más prolongada como la insulina retardada o las sulfonilureas. No es recomendable el uso de metformina por el riesgo de acidosis láctica, ni el uso de acarbosa o miglitol por el riesgo de intolerancia digestiva. Se considera estable cuando ha pasado la fase aguda de la enfermedad de base y no se esperan variaciones en su evolución que puedan producir un aumento de las necesidades de insulina. Además, desde el punto de vista nutricional, el paciente estable tolera perfectamente la dosis de nutrición enteral que cubra sus requerimientos nutricionales. No hay consenso en la utilización de fórmulas específicas para los pacientes diabéticos e incluso la ADA en sus últimas recomendaciones para los pacientes hospitalizados, no se decanta por ninguna de las dos opciones. Como ya hemos comentado, las recomendaciones nutricionales para el paciente diabético se basan en gran medida en las de la dieta oral. Si observamos la evolución de dichas recomendaciones, podemos ver que, con los años y la disponibilidad de insulina en el mercado, la utilización de hidratos de carbono se ha ido liberalizando. En 1994 ocurre un cambio conceptual fundamental en los planteamientos de la ADA. Hasta 1994, la ADA trata de definir las características nutricionales “ideales” de “la dieta” que pueda servir para todo diabético: la “dieta de diabético”. Posteriormente, desaparece este concepto de dieta única y es sustituido por unas recomendaciones generales que luego se han de individualizar en cada paciente según sus objetivos terapéuticos, pero ya no unos porcentajes definidos de carbohidratos, proteínas y grasas. Esta idea continua en las recomendaciones de 2002. La recomendación para la sustitución parcial de hidratos de carbono por grasas monoinsaturadas se basa en diferentes trabajos realizados en voluntarios sanos por el grupo de Grundy y posteriormente en pacientes diabéticos tipo 2 por el de Garg. En todos estos estudios se observa una menor respuesta de la glucemia postprandial así como reducción de la resistencia a la insulina y mejora del espectro lipídico. Estos estudios siempre se realizan en pacientes diabéticos tipo 2 para evitar el riesgo de producir cetosis por el alto contenido en grasas de estas dietas y la posibilidad de producir cetoacidosis. Pero la nutrición enteral no se comporta igual que la dieta oral. Por una parte, el cumplimiento es seguro porque se administra por sonda y por otra, la cantidad y composición del alimento administrado son exactas. Todas estas controversias hacen que nos encontremos con ocho fórmulas distintas comercializadas en España con la denominación de “fórmulas especiales para el paciente diabético”. En las tablas presentamos los preparados de nutrición enteral específicos para el paciente diabético por sonda o por vía oral. Inicialmente disponíamos de dos preparados: uno rico en hidratos de carbono de absorción lenta (que podríamos considerar que seguía las recomendaciones de la ADA previas a 1994) y otro, rico en grasas monoinsaturadas, al amparo de las nuevas recomendaciones que no limitaban su uso (37). Los estudios publicados con estas primeras fórmulas utilizándolas como desayuno de prueba para observar la respuesta postprandial, muestran un menor incremento de la glucemia, así como de la insulinemia y péptido C con la fórmula rica en monoinsaturados tanto frente a dietas estándar (en diabéticos tipo 1(43), y en diabéticos tipo 2(44)), como frente a fórmulas ricas en carbohidratos complejos (45), sin producir elevación significativa de cuerpos cetónicos plasmáticos (46). Estos resultados prometedores sobre la respuesta postprandial se debían corroborar con estudios a largo plazo. En la actualidad sólo hay tres trabajos publicados en los que se comparen estos dos tipos de dietas. El primero se realizó en 35 pacientes con hiperglucemia de estrés durante su estancia en UCI (47) y se encontró unos menores requerimientos de insulina y menores concentraciones de triglicéridos en plasma. Posteriormente, apareció un trabajo con 57 pacientes diabéticos de una residencia geriátrica en los que el control glucémico a corto plazo fue mejor pero sin efectos sobre la HbA1c (48). En 1999, presentamos un trabajo con 15 pacientes diabéticos que requerían nutrición enteral por accidente cerebrovascular agudo en los que el control glucémico fue muy irregular (49). A la luz de estos trabajos, los defensores de las fórmulas ricas en ácidos grasos monoinsaturados consideran importante sus efectos sobre los triglicéridos y HDL- colesterol plasmáticos, así como los menores requerimientos de insulina en los pacientes de UCI. Pero los escépticos “ponen el dedo en la llaga” cuando recuerdan la imposibilidad, por el momento, de demostrar efectos sobre la HbA1c. Hemos de recordar que se trata de pacientes en los que existen un número muy elevado de factores que influyen sobre la glucemia, además del tipo de nutrición, como la reserva pancreática individual, el grado de estrés, su evolución al éxitus o a complicaciones como la fiebre, etc...(50) Las fórmulas ricas en grasas monoinsaturadas pueden tener efecto beneficioso sobre la glucosa y lípidos plasmáticos, pero no deben olvidarse otros aspectos de la utilización de grasas. Por una parte, la grasa dietética retrasa el vaciado gástrico de la fórmula administrada, por lo que puede aumentar el riesgo de broncoaspiración de la dieta en el paciente con sonda nasogástrica o puede producir una sensación de repleción gástrica precoz en el paciente que los toma como suplementos (51). Por otra parte, en el estudio Kanwu en 162 voluntarios sanos, se observa que los efectos de la grasa dietética sobre la resistencia a la insulina depende más de la cantidad que de la calidad de estas grasas, de forma que los beneficios de las grasas monoinsaturadas no aparecen cuando la ingesta de éstas es superior al 37% de los requerimientos energéticos (52) La ausencia de resultados concluyentes que nos decanten hacia una dieta muy rica en monoinsaturados hace que existan ocho productos, cada uno con una composición diferente. A esto se suma la indefinición de un dieta única o, dicho de otro modo, esta recomendación a la individualización de la dieta de la ADA (21). Todos estos preparados tienen en común su riqueza en fibra y pobreza en monosacáridos, pero el resto de componentes es muy variado. Uno, se decanta por las grasas monoinsaturadas (Glucerna®) y en el extremo opuesto encontramos otro, rico en carbohidratos (Fresubin diabetes®), mientras que en situación intermedia está Nutrison Diabetes®. Otros están enriquecidos con proteínas para reducir los carbohidratos sin aumentar las grasas (Novasource diabet plus® y Resource diabet®). La opción intermedia (representada por Nutrison Diabetes®) aumenta el porcentaje de grasas monoinsaturadas en detrimento de los carbohidratos pero en cantidades menos extremas que el ya clásico Glucerna®. Esta opción parece que es la que está ganando más adeptos a la vista de las últimas variaciones de algunos productos comerciales. Este mismo año 2002 Novasource Diabet® ha cambiado su composición reduciendo algo los hidratos de carbono para enriquecerse en grasas y proteínas, aunque sin llegar al extremo de Novasource Diabet Plus®; es decir, cambia algo su composición para “centrarse más en la tabla 2”. Lo mismo ocurre con el clásico Glucerna® que “sufre” unos cambios tan radicales que incluso se presenta como un nuevo producto con otro nombre: Glucerna SR®. El nuevo Glucerna SR® aumenta drásticamente su concentración proteica de 17 al 20’8% del valor calórico y reduce espectacularmente su composición en grasas desde el extremo 50% hasta un 34% del valor calórico total, dentro de la línea de los productos “intermedios”. Este nuevo producto sustituye las grasas monoinsaturadas por una nueva fuente de energía: los polioles. El efecto sobre la glucemia de este aumento de carbohidratos tan importante en su composición se trata de reducir mediante la utilización de polioles y fructosa, aunque la eficacia de este cambio se verá en el futuro. Bibliografía 1-Gomis R: Tipificación clínica: ¿una o varias diabetes? Criterios terapéuticos de esta tipificación. En Lloveras G y Salgado A editores. Diabetología: análisis crítico. Rubes Editorial SL, 1999. p. 95-110. 2-DeFronzo RA and Ferrannini E. 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