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Norberto Bobbio. El filósofo y la política. Antología PDF

595 Pages·2004·2.687 MB·Spanish
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SECCIÓN DE OBRAS DE POLÍTICA Y DERECHO NORBERTO BOBBIO: EL FILÓSOFO Y LA POLÍTICA 2 Traducción de JORGE FERNÁNDEZ SANTILLÁN y ARIELLA AURELI 3 4 NORBERTO BOBBIO: EL FILÓSOFO Y LA POLÍTICA Antología Estudio preliminar y compilación de JOSÉ FERNÁNDEZ SANTILLÁN Prefacio de NORBERTO BOBBIO 5 Primera edición, 1996 Segunda edición, 2002 Segunda reimpresión, 2011 Primera edición electrónica, 2014 D. R. © 1996, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F. Empresa certificada ISO 9001:2008 Comentarios: [email protected] Tel. (55) 5227-4672 Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor. ISBN 978-607-16-2309-6 (mobi) Hecho en México - Made in Mexico 6 7 PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN La primera lección que recibí de Norberto Bobbio no fue académica; fue, más bien, una enseñanza de generosidad y humildad: a principios de octubre de 1981 yo había llegado, junto con mi esposa, Blanca Otaola, a Turín para iniciar mis estudios de posgrado bajo la dirección de este prestigiado filósofo y jurista. No lo conocía personalmente; nuestros contactos habían sido por medio de cartas. En una de esas misivas él manifestaba su autorización para fungir como mi director a lo largo de los estudios en la Universitá degli Studi di Torino. A los pocos días de mi arribo le llamé por teléfono para avisarle que ya estaba en la capital del Piamonte y para pedirle que me diera una cita para una primera entrevista. Sabedor de cómo se las gastan los personajes encumbrados pensé que nuestro encuentro tardaría en realizarse. Pero no fue así: cuál fue mi sorpresa cuando me dijo que no me moviera de donde yo estaba porque él vendría a mi encuentro en unos cuantos minutos. Así fue, en efecto. La Fundación Einaudi me había proporcionado un cubículo y había puesto a mi disposición la impresionante biblioteca que alberga. Hasta allí llegó Bobbio para darme un caluroso recibimiento y hablar de mi proyecto de trabajo que años después culminaría con un estudio comparativo entre las filosofías de Hobbes y Rousseau. Durante el tiempo que permanecí en Italia nuestros encuentros se repitieron semanalmente, amén de las cátedras impartidas por él y su sucesor Michelangelo Bovero. Jamás olvidaré esta primera lección de vida que me hizo saber lo aún más admirable que puede ser una personalidad de su calibre al no caer en la arrogancia y la presunción. Ojalá y otros hicieran caso de este ejemplo. Quien me sugirió continuar mi formación en el campo de la teoría política al lado de Bobbio fue Arnaldo Córdova. Él había estado en Roma, tiempo atrás, estudiando con varios profesores de renombre, entre ellos Umberto Cerroni. Al principio me causó extrañeza que el autor de La formación del poder político en México no me apoyara para ir con su maestro; pero después entendí y agradecí su propuesta. En realidad yo nunca adopté una marcada línea intelectual y política cercana al comunismo. Mis inquietudes, más bien, se encaminaron desde un principio hacia el socialismo que acepta los principios liberales y democráticos. De esa tendencia, como se comprobará en la lectura de esta antología, Bobbio es un exponente autorizado. A principios de los ochenta el debate político en Europa estaba marcado por lo que podríamos llamar la pérdida de la hegemonía del marxismo. En Italia este fenómeno tuvo repercusiones notables. De hecho, los dos grandes polos dentro de la cultura marxista estuvieron representados, de una parte, por la línea soviética, primero leninista y después 8 declaradamente stalinista; de otra, la ruta trazada por la versión propuesta por Antonio Gramsci, fundador del Partido Comunista Italiano (PCI), menos vertical y autoritaria y, por tanto, más abierta a la democracia. La distancia entre ambas tendencias se profundizó cuando, luego de la invasión a Polonia por parte del Ejército Rojo, el PCI decidió romper con el Partido Comunista de la URSS. Era preciso, sin renunciar a la valiosa herencia gramsciana, descubrir nuevos y más actuales modelos interpretativos. Por eso fue oportuna la traducción y publicación al italiano, en 1982, del libro de John Rawls, A Theory of Justice. Esta obra vino a reforzar la idea de combinar, al parejo, la lucha por la democracia, los derechos de libertad y la 1 justicia social. Siendo la teoría rawlsiana una propuesta neocontractualista, el asunto venía a cuadrar, perfectamente, con la recuperación que Bobbio y sus seguidores habían estado desarrollando, por lo menos desde principios de los años setenta, de las doctrinas iusnaturalistas. Otro punto esencial en el proceso de renovación política fue que la izquierda europea, distanciada, como lo digo, cada vez más del bloque comunista, ya no podía hacer a una lado la exigencia de entrar, ella misma, en un proceso de renovación en clave democrática y contribuir, con ello, al avance de las sociedades en las que actuaba. No es exagerado decir que Bobbio fue uno de los autores que más pusieron el acento en la necesidad de que los comunistas y los socialistas del viejo continente tomaran en cuenta el tema de la democracia liberal y no se contentaran con recurrir a la coartada según la cual el socialismo real, es decir, el aplicado en los países del Este, por el hecho de definirse como Estados obreros, era la mayor expresión de democracia que se pudiese encontrar en el mundo. Para no caer en especulaciones banales, Bobbio precisó las reglas de la democracia en los siguientes términos: a) todos los ciudadanos que hayan alcanzado la mayoría de edad, sin distinción de raza, de religión, de condición económica, de sexo, etc., deben gozar de los derechos políticos, o sea, del derecho de expresar con el voto su propia opinión y/o de elegir a quien la exprese por él; b) el voto de todos los ciudadanos debe tener el mismo peso (o sea, debe contar por uno); c) todos los ciudadanos que gozan de derechos políticos deben ser libres de votar según su propia opinión, formada lo más libremente posible, o sea, en una libre porfía entre grupos políticos organizados, que compiten entre sí para acumular las peticiones y transformarlas en deliberaciones colectivas; d) tienen que ser libres también en el sentido de que deben ser puestos en condiciones de tener alternativas reales, o sea, escoger entre diversas soluciones; e) tanto para las deliberaciones colectivas como para las elecciones de los representantes vale el principio de la mayoría numérica, si bien pueden establecerse diversas formas de mayoría (relativa, absoluta, calificada), en determinadas circunstancias previamente establecidas; f) ninguna decisión tomada por mayoría debe limitar los derechos de las 9 minorías, particularmente el derecho a convertirse, en paridad de condiciones, en 2 mayoría. Éstas son reglas fundamentales que, sin embargo, no se fincan en el campo simplemente formal porque brotaron de valores políticos como aquellos que Bobbio menciona en El futuro de la democracia: la tolerancia, la no violencia (sólo por medio del método democrático —como lo dijo Karl Popper— los ciudadanos pueden deshacerse de sus gobernantes sin derramamiento de sangre), la renovación gradual de la sociedad mediante el libre debate de las ideas, el cambio de mentalidad y la manera de 3 vivir, y, por último pero no menos importante, la fraternidad. Lo que este pensador ha resaltado es que la democracia ha inspirado luchas políticas que se han plasmado en la implantación de las susodichas reglas. En consecuencia, quien sólo se contente con ver en ese régimen político un conjunto de normas está cayendo en una visión extremadamente parcial que deja de lado la parte política e ideal que toda democracia alberga en su seno. Como el lector podrá constatar, esta antología ha tratado de abarcar los temas más relevantes tocados por Bobbio a lo largo de su prolífica vida intelectual. Enumerarlo y comentarlo aquí sería una redundancia porque de eso me ocupo en el estudio preliminar incluido en la obra. Me interesa, sin embargo, comentar un aspecto que juzgo sustancial en virtud de la evolución de los acontecimientos que se han registrado en el tiempo transcurrido entre la publicación de la primera edición y la segunda que hoy ve la luz. Me refiero a la política internacional. A nuestro autor le tocó vivir y analizar la etapa conocida como Guerra Fría; es decir, la confrontación que, afortunadamente, no culminó en un desastre, entre los países capitalistas y el bloque socialista. Uno de los contrincantes se vino abajo, no —como siempre se supuso— por el enfrentamiento con su acérrimo rival, sino por la impresionante y heroica movilización de las sociedades que padecieron durante décadas los rigores del autoritarismo burocrático. Fue un desenlace tan repentino como sorprendente en el que las banderas de la democracia liberal sustituyeron a las banderas de la hoz y el martillo. El emblema de esa revolución incruenta se puede identificar con una de las miles y miles de pancartas que se dejaron ver durante las multitudinarias manifestaciones de protesta en las plazas y calles de las ciudades orientales de Europa. Ella no estaba compuesta por palabras; simplemente llevaba dos números “1789-1989”. El primer 89, la Revolución francesa; el segundo 89, la Revolución recuperante, como la llamó Jürgen Habermas. Una nueva cercanía había nacido de la distancia entre la toma 4 de la Bastilla y la caída del Muro de Berlín. El rescate de los derechos de libertad y los derechos políticos conculcados. Un nuevo horizonte de esperanza se abría para millones de seres humanos que sufrieron los excesos de la antiutopía encarnada en el totalitarismo. Pero la ilusión registró efectos dispares porque en algunos lugares, ciertamente, se logró implantar la 10

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