NO QUERIAMOS AL REY JUAN-SIMEON VIDARTE I l NO QUERIAMOS AL REY TESTIMONIO DE UN SOCIALISTA ESPmOL DIMENSIONES HlSPAN ICAS EDICIONES GHJJALBO, S. A. - - BARCELONBAU ENOSA IRESM ÉXICO,D . F. 1977 O 1976, FRANCESCA DE LINARES, VDA. DE VIDARTE O 1977, EDICIONES GRIJALBO, S. A. Deu y Mata, 98, Barcelona, 14 Primera edición Reservados todo^ los derechos PRINTED IN SPAIN IMPRESO EN ESPAÑA ISBN 84-253-0887-9 Depósito Legal: B. 25.732 - 1977 Impreso en Gráficas Rafael Salvá - Casanova, 140 - Barcelona, 11 A los jóvenes socialistas A Francesca A nuestros hijos Juan y Diana A nuestra nieta Diana Rosa Ha transcurrido cerca de medio siglo desde que el pueblo espa- ñol, en forma entusiasta, se manifestara por la República demo- crática. Debido a sus errores políticos, y muy particularmente a su marcada intervención en la guerra de Marruecos y a su entrega a la dictadura militar del general Miguel Primo de Rivera -que duró seis años, cuatro meses y dieciséis días-, Alfonso XIII se jugó y perdió la corona en unas elecciones municipales. La Gran Guerra 1914-1918 había hecho desaparecer los gran- des Imperios europeos: Rusia, Alemania, Austria-Hungría. La Se- gunda Guerra mundial, tras cambios insospechados subsiguientes al triunfo de las fuerzas aliadas sobre las potencias nazi-fascistas, convirtió a buen número de las naciones de Europa en paises demo- cráticos. Pero si en Inglaterra, Bélgica y los países nórdicos se mantiene aún la monarquía es porque sus regímenes se democrati- zaron, convirtiéndose prácticamente en repúblicas coronadas. En ninguno de esos paises existen hoy movimientos republicanos im- portantes. Atentos a la voluntad de sus pueblos, expresada en pe- riódicas elecciones, sus monarcas son amados o respetados por sus conciudadanos. La historia de España fue muy otra. Como es sabido, la última dinastía entró a reinar por una guerra civil llamada de Sucesión, particularmente cruenta en Cataluña, y terminó, en 1931, con las mencionadas elecciones municipales. Los partidarios del sistema monárquico formaron parte de los que, por medio de las armas, vencieron en la más sangrienta de las guerras civiles que los espa- ñoles hayamos sostenido jamás a lo largo de nuestra tan sangrienta historia. ¡Ojalá sea ésta la última vez que sometemos al arbitraje de las armas la solución de nuestras discrepancias internas! En uno de los capítulos del presente libro se analiza breve- mente la historia de la dinastía borbónica. Surge, inevitable, la pregunta: ¿Fue más desfavorable para España la dinastía austria- ca, terminada en Carlos 11, el Hechizado, o la que le sucedió, cuyo final analizamos en estas páginas? Los historiadores siguen tenien- do amplio campo para ese estudio. Pienso que el examen de las causas que determinaron la caída de una monarquía multisecular -detalle éste que no dejan de encarecer sus partidarios-, como la española, es de gran utilidad no ya sólo como antecedente obligado de la vida azarosa y nada fácil de la Segunda República, sino como enseñanza que las actua- les generaciones deben tener muy en cuenta para no incurrir en nuevos y desastrosos errores, difíciles de subsanar y subsanables, en todo caso, a un elevado coste. Considero saludable que la juventud española de hoy conozca la presión que, los que entonces éramos jóvenes, tuvimos que ejercer, los trabajos que hubimos de realizar para el advenimiento de esa República. Bste y no otro ha sido el propósito que me ha movido a escribir el presente libro. Deseo que la España joven y progresista, la que desea incor- porarse a Europa por la vía democrática que prescribe el Tratado de Roma, encuentre, por medio de unas elecciones auténticamente libres y sinceras, la manera de encarnar la voluntad del pueblo español. El único consejo que me permitiría dar a la juventud de mi Patria es que estudie y bucee en la historia de nuestro país, que es la historia de nuestro pueblo, y no la de sus reyes o gober- nantes, por muy ilustres que unos u otros hayan sido. Y a cuantos quieran resolver los problemas que plantean las nacionalidades ibéricas de Cataluña, Euskadi y Galicia -por no citar sino a las tres más características de nuestro Estado pluri- nacional- les deseo que siempre puedan repetir a esos pueblos, y a todos los de España, las palabras que, dirigiéndose a los cata- lanes, pronunciara un día en Barcelona, aludiendo a un verso del himno catalán, el último presidente de la República española, don Manuel Azaña : «Ya no hay reyes que os declaren la guerra.» México, D.F., verano de 1975. En la región más pobre de España. - Llerena y el Maestratgo de la Orden de Santiago. - Sobre aquellas piedras caminaron los Inquisidores. - La ciudad que ríe una semana al año. - Vida de una familia de la clase media a principios de siglo. - La gue- rra de Marruecos y la Semana Sangrienta. - Ferrer y Salvochea, en la mente de un niño. - Las clases sociales en un pueblo extre- meño. - iY aún decían que estaba barata la caza! - Una contra- tación de esclavos, llamados braceros. - La muerte de mi padre. - La vida revolucionaria del sobrino del arzobispo Tarancón. En el año de 1902 vi la luz en Lkwna, en !a baja Extrerna- dura. Llerena era un pueblo con hambre y con historia, es decir, dos veces desgraciado. Tenía categoría de ciudad: «Muy noble, muy leal y antigua», según rezaban sus pergaminos. Situada en una pintoresca llanura al pie de la Sierra de San Miguel, fue baluarte de los moros durante siglos hasta su con- quista en 1241, por el Gran Maestre de Santiago. Nacer en Extremadura no era igual que nacer en la costa me- diterránea, en la cantábrica, o en alguna otra rica región de España. Extremadura no tiene características que destaquen su perso- nalidad, ni circunstancias históricas que la afirmen. Es una pro- longación de Castilla, con gotas de Andalucía en su zona fron- teriza. Llerena, próxima a las tierras andaluzas, no recibió de éstas