Description:Desde luego, siempre era la misma voz. Quejumbrosa, hueca, sin matices, lejana, átona. —¡Sigue, Jane! ¡Sigue adelante! ¡No desmayes»…! Y Jane, obsesionada, obedecía. Era cuestión simple: sumar una libra tras otra, hasta reunir mil, dos mil…, cincuenta mil. O, tal vez, incluso cien mil. No, ¡oh, no!, no era fácil hacerse con el dinero, aunque los que no estaban en el «negocio» pensasen otra cosa. Había que pelear con las muchachas, vigilarlas constantemente, ejercer una autoridad férrea y, sobre todo, controlar y seleccionar a los clientes.