Revista de HL- dades y Ciencias Sociales NQ3 5 Prir - Semestre de 1994 HUMANIDADES - iAl fin! iodos somos posmodernos. Trazos sobre Oswald S= ---~ --- -,_ _._ tura material como paradigma de lo cotidia- ................ da ............................... 9 no, Francisco GaUurdo. 193 ursos 16xicos expresivos en el esp~ol La historia como dedicacibn, Augusto Sali- ue Chile, Ambrosio Rabanak .......... 23 nas. ............................... 201 Nacionalismo, modernism0 y mundone Una aportaci6n a1 debate: las fuentes ora- vismo: especificidad de la poesia chilena les en la mvestigaci6n histbrica, Joan de moderna, Nain N k . .. ............. Alcciza7 i Garrido.. .................... 231 Narratio Pi& Una categon'a de la antigua Algunas aproximaciones a1 pensamiento ret6rica en la pintura medieva1,Jose'ficar- de Jog Carlos MariCtegui, Luis Castro ... 251 ........................ doMurales. De tehuelches, dsares y australidades. Una Teresa Wilms Montt, eticamente elegantc, relaci6n postrera de Nicolfis Mascardi S.J. ................ Ruth Go&k-Vqara. ......... (1673), Eduurdo T& Ltigaro.. 265 Catistrofes: la irrupci6n de la naturaleza, E. Sahwsly.. .. .... 107 Experiencia chilena y Via chilena a1 socia- lismo: un estudio critic0 de la cultura po- Ctrervisisttiah d He uEndegaeruds Oy 'lHaa mrae..t a.l.i.te.r.a.t.u.ra.,. e.n. - 119 litica de la Un.id..a.d. .P.o.p..u.l.a.r. .(.1.9.7.0.. -. 1. 9?3), Albert0 Aggs'o.. 277 El mejor de mis maestros, Diego Muiioz Va.!mzmh. ......................... 127 La vayectoria hisdrica del mutualism0 en Notas sobre La Biblia, Marcos Libdinsly Chile (1853- 1990).A puntes para su estudio, ...................... imne. ........................... 141 SergioGrtzToso. 293 rudiso: una subversi6n epistemol6gica. Nestor Meza: las huellas de un maestro, B de formaci6n 6rfica,JaimV aZdwko. 165 sticin E. G u mL ira.. .............. 317 yernanapadn. Unanota sobre 10s itosdeJacquesRanci&e, GrrlosRu~Sdz~ m. ................................ 173 TFSTIMONIOS 327 o de don Antonio Garcia y su Chile,J osi Miguel Barns Franco. 181 ~ ISSN 0716-2510 Revista de Humanidades y Ciencias Sociales N" 35 Primer Semestre de 1994 HUMANIDADES De tehuelches, cCsares y australidades. Una relaci6n postrera de Nicol$s Mascardi SJ. Trazos sobre Oswald Spengler, Martin Cmla 9 (16 73), Eduardo Tillez Ltigaro. ............ 265 Recursos lexicos expresivos en el espafiol de Experiencia chilena y via chilena al socialis- Chile, Ambrosio Xabanales. ............... 23 mo: un estudio critic0 de la cultura politica Nacionalismo, modernismo y mundonovis- de la Unidad Popular (1970-1973), Albert0 mo: especificidad de la poesia chilena mo- Aggio.. ............................... 277 derna, Nain N6ma. .................... 43 La trayectoria hist6rica del mutualismo en Narratio Picta. Una categoria de la antigua Chile (1853- 1990).Apuntesparasuestudio, ret6rica en la pintura medieval, Josi Ricardo Morules.. ............................. 57 Sqio Grez Toso.. ....................... 293 NCstor Meza: las huellas de un maestro, Crk- Teresa Wilms Montt, Cticamente elegante, Ruth Gonzcila-Vergara. .................. 75 tihn E. Guclrrero Lira. .................... 31 7 Catistrofes: la irrupci6n de la naturaleza, E. TESTIMONIOS Sabrowsky. ............................ 107 Vida de cuartel. Joaquin Diaz GarcCs, recopi- Cristiin Huneeus y la metaliteratura, entre- laci6n y pr6logo de Evangeline Muruly.. .... 327 vista de Edgard O'Hara. ................. 119 El dibujante Rojas, Enrique Blanchard-Ches El rnejor de mis maestros, Diego Mulioz Vabn- zuela.. ............................... 127 si, Onetta +(La Beiger.. .................. 373 Notas sobre La Biblia, Marcos Libedinslzy COMENTARIOS DE LIBROS Tschorne.. ............................ 141 Francois Xavier Guerra, Modernidad e inde- Paradi.ro:u na subversi6n epistemolbgica. No- pendencias. Ensayos sobre las revoluciones vela de formaci6n brfica, Jaime Vakliuieso. .. 165 hisphinicas. Rafml Sagredo B. ............. 381 Igualdad y emancipaci6n.U na nota sobre 10s Antonio Gil, Hijo de mi. Tomh Hun%.. .... 388 escritos de Jacques Rancisre, Carlos Ruit Ruth Gonzilez, Nuestras escritoras chilenas. Schneider.. ............................ 173 Una historia por descifrar. Sonia Monten'no Apuiwe. .............................. 390 CIENCIAS SOCIALES Jose Emilio Pacheco, Morirb lejos, Juan Ig- A prop6sito de don Antonio Garcia y su hie nacio Ituwa G. ......................... 393 toria de Chile,,JosiMiguelBawosFranco.... . 181 Floridor Perez, Memorias de un condenado iAl fin! Todos somos posmodernos. La cultu- a amarte. Andris Mwales. ................ 396 ra material como paradigma de lo cotidiano, Armando de Ram6n, Santiago de Chile Francisco Galkudo.. ..................... 193 (1541-1991).H istoria de una sociedad urba- La historia como dedicaci6n, Augz~sloS alinas. 201 na. Gonzalo Chceres Q.. .................. 397 Una aportaci6n a1 debate: las fuentes orales NORMAS EDITORTALES en la investigaci6n hist6rica,,foan de Alchzar i Gam'do. ............................... 231 Normas editoriales revista Mapocho ....... 403 Algunas aproximaciones al pensamiento de Publicaciones de la Direcci6n de Bibliotecas, JOSC Carlos Mariitegui, IXr Castro. ....... 251 Archivos y Museos, 1990 - 1994. .......... 405 DIRECCION DE BIBLIOTECAS ARCHIVOS Y MUSEOS AUTORIDADES Ministro de Educaci6n Sr. Ernesto Schiefelbein F. Directora de Bibliotecas, Archivos y Museos Sra. Marta Cruz-Coke M. Director Responsable Sr. Alfonso Calderbn Secretario de Redacci6n Sr. Pedro Pablo Zegers B. CONSEJO EDITORIAL Sr. Alfonso Calderbn Sr. Marcos Garcia de la Huerta Sr. Alfredo Jocelyn-Holt L. Sr. Herncin Pobbte Varas Fotografias: Miguel Angel Carrasco U. Ediciones de la Direcci6n de Bibliotecas, Archivos y Museos Avda. Libertador Bernard0 O’Higgins 651. Telefono: 6338957 Fax: 6381975 Santiago, Chile HUMANIDADES TRAZOS SOBRE OSWALD SPENGLER Yo ueo m hk jos que otros. Auisto no sdlo grandes posibilidades sino, ademcis, peli- gros enormes. Veo su origen y, tal uez, el cnrni.n.op ara esquivarlos. Oswald Spengler Pareciera que la discusi6n sobre Oswald Spengler a& no ha concluido, ni esd por concluirse, sirio, m5s bieii, ella se prosigue con discreta ironia en todos esos puntos donde el pr6ximo milenio apremia ya, de una manera u otra, a1 hombre de las postrimerias del siglo xs. Que esta discusi6n pueda pasar inadvertida e inescucha- da a1 hombre de la calle es algo que, desde luego, no sorprenderg a 10s lectores atentos de La decadencia dt Occidente. Tampoco, desputs de todo, el hundimiento del imperio brithico ha sido, por estos aiios, motivo de alarma pcblica. A comienzos de la dtcada del veinte, cuando el terreno en el que se levantaba la sociedad liberal empezaba ya a resquebrajarse peligrosamente, la mayor parte de 10s miembros de la inteligencia alemana, con la excepci6n significativa de Eduard Meyer, conden6 abrumadoramente a1 “profeta” del colapso de Occidente desde sus celosos claustros acadkmicos. Por las mismas fechas, en Italia, B. Croce descalific6 sumariamente a1 primer tom0 del libro mayor de Spengler, como el product0 de un “ingenioso charlath”. Solamente cinco aiios desputs de la Segunda Guerra Mundial, en su ensayo Spengler tras el ocaso, Theodor W. Adorno, advirti6 que, a raiz de 10s acontecimien- tos recientemente vividos, era necesario reabrir la discusi6n sobre Spengler. “Spen- gler -apuntaba Adorno- no ha ericontrado nirigGn adversario que est6 a su altura”. Desde entonces hasta la tardia publicaci6n del epistolario de Spengler y de su libro p6stumo (Prepntas orig.lnam’as), sus escritos comenzaroiz a ser nuevamente impresos, leidos y discutidos. La coyuntura hist6rica parecia serle favorable. La expresi6n nuestro tiempo arrastra, en cada ocasibn, una referencia polCmica a otro tiempo y sefiala, por lo tanto, una ruptura en el curso hist6rico de las grandes estructuras. Con alguna regularidad, la ocasi6n es tan desgarradora que 610 permite las respuestas m5s extremas y, muchas veces, m5s extremistas. La lectura de Spengler en 10s aiios inmediatamerite posteriores a la segunda guerra, estaba conforme con lo que Walter Heist, en un articulo publicado en la revista Skorpion, en 1948, determin6 como la “esencia” de nuestro tiempo. “La esencia de nuestro tiempo -escribia Heist- es la ruina. No s610 las ruinas de las fundaciones econbmicas, del orden politico y de 10s valores cardinales, sino, ademss, la ruina en el sentido de que no existe ninguna orientaci6n para construir 9 MAE’OCHO lo nuevo, ninguna fuerza transformadora en movimierito, ni eriergia capaces de reemplazar a las que perecieron”. Se habia podido discutir interminablemeiite la visi611 discontinua de la historia propuesta por Spengler en La decadmcia de Occidmte, per0 en la coyuntura depresiva descrita por Walter Heist riadie pudo, en efecto, dejar de sentir, en lo mPs profundo de si, el aleteo de la poderosa intuici6n spengleriana. Ni la Providencia Divina, ni el progreso universal, ni el Espiritu Absoluto podian “dar raz6n” de que la parte mPs dinPmica del mundo moderrio se hubiese, de pronto, quedado a la in tempoY e. “El merit0 de Spengler -apuiitaba Ernst Jiinger en El WUTO del tiempo- reside en haber aplicado a su iinagen de la historia la gran idea de evoluci6n como la entendieron Herder y Goethe, en un momeiito en que, por 10s errores y la chata vulgarizaci6n de la filosofia hegeliana de la historia, este pensamiento habia sido simplificado hasta constituir un ersatz optimista de la religi6n no s610 en la conciencia hist6rica de 10s hombres cultos sino, ademlis, en la praxis politica”. Hoy vemos, en efecto, en 10s escritos de Sperigler uno de 10s ensayos concep- tuales que hicieron @oca porque, justamente, en ellos se intent6 dominar 10s mayores problemas y las incertidumbres mlis radicales de una kpoca que, como lo previera ya Nietzsche, iba a caracterizarse por una larga serie de demoliciones, destrucciones y devastaciones. SIGNOS EQUfVO(:OS Todo exit0 de libreria propone siempre uii problema de sociologia cultural: deter- minar la identidad social de 10s lectores y establecer las posibles motivaciones de su prejerencia. Entre 10s escritos que Lucieii Febvre reunib, poco antes de su muerte, en Combatespor la h,isto7ia, figura uno titulado “Oswald Speiigler. Grarideza y decaden- cia de uri profeta”, en el que el gran historiador intenth, justamente, explicar (sicosocialmente) el rotundo ixito de La decadencia de Occidente en Alemania y Austria durante la primera posguerra. Para Febvre, ese acoritecimierito fue, en lo esencial, el resultado de un acto proyectivo e iclentificativo de la pequefia burgue- sia austro-alemana, la que encoiitrh en la visi6n (trPgica) de la historia propuesta por Sperigler una “instancia” que, por una parte, le permiti6 encubrir o enmasca- rar las humillaciones reales de su. historia reciente y, por otra, “fijar” algurias de las obsesiones que luego ibaii a conducirla (mayoritariamente) hacia el fascismo. “Spengler -decia Lucieri Febvre- y sus lectores, 10s futuros nazis de estricta obediencia, teniari eiiemigos comunes: la democracia, el liberalismo burguis y el marxismo. Por 10s aiios 20, Spengler comerciaba con 10s articulos mlis codiciados: o sea, un cierto aire patitico, uii anti-esteticismo, el escalofi-io ante lo mayistico, la amplia majestad de la historia. Y adernlis. .. la profecia de la ruiria tan cara para el pequeiio burguis nazi ... Estos soli 10s mCritos por 10s que Sperigler tuvo exito”. Esta explicaci6n puede, sin duda, ser hoy discutida. Es lo que sugiere Fernancl Braudel cuaiido, en uno de sus Esmitos sohe la historia, advierte que es posible juzgar hoy la obra mayor de Speiigler a1 margeii de las 10 HlMANIDADES circuiistariciase n que ftie concebida. El problema aqui plaiiteado es, sin embargo, otro: no se trata, en efecto, de juzgar a La decadencia de Occidentesino, m5s bieii, de indicar 10s supuestos sociales e ideol6gicos mAs sigriificativos de su ixito como obra 0, si se quiere, como product0 cultuwal. Desde el purito de vista, resulta pertinente, a pesar de su extremism0 polimico, la explicaci6n ofrecida por Lucien Febvre. Fue durante 10s aiios veiiite que, como lo ha seiialado Reiii Konig, se hicieron visibles las profLiiidas transforinaciories estructurales de la sociedad alemana a raiz de la constituci6n (desde la seguiida initad del siglo XIS) de uri importante estamento asalariado que, por su posici6n iiitermedia entre la clase obrera y la clue media tradicional, se llam6 la chee mpleada. Su aparici6n determirib, a la vez, una modifica- ci6n del soporte (0 h,umus) social de la cultura, posibilitaiido una circulaci6n signifi- cativamente mas amplia de 10s difereiites “discursos” literarios, conceptuales e ideol6gicos. La presericia de esta crTnse erqblendn facilit6, de este modo, que uii importante coiijunto de obras y de ideas que, hasta la Pi-imera Guerra Mundial, habiari sido patrimonio de una miiioria social, saltarail 10s limites de su circunscripci6n e ingresaran a1 horizonte cultural de un grupo social muchisimo mas amplio. Esta misma presencia, sin embargo, hizo posible -como lo observ6 perspicazmente Hermanri Broch- que proliferara, en casi todos 10s iiiveles de la creaci6ii cultural, la fxzcotilla o el kitsch. Esta sitLiaci6ii (ambivaleiite) explica, en suma, el admirable desarrollo de la cultura alemana duraiite 10s allos yeirite y, a la vez, su tragic0 colapso en la decada siguiente. “Los iiltimos alios de la Repfiblica de Weimar -recordara, despuis de la segunda guerra, uno de sus m5s violeiitos detractores, Eriist von Salomon- represeritaii una de las ipocas espirituales m5s grandes de nuestro tiempo”. El ixito de libreria de La decnclencia de Occiclente no he, pues, un suceso fortuit0 siiio, a1 coiitrario, coiistituye uiia expresi6ii cultural e “ideol6gica”p articularmeri- te sigiiificativa del desarrollo de la pequeria burguesia aleniaria durante la prime- ra mitad del siglo xx. No deja de ser, por asi decirlo, sugerente que el aiio en que apareci6 el segundo tomo de la obra de Spengler sea el niismo aiio del asesinato de Walter Rathenau (en el qiie loin6 parte Erristvon Salomoii), de la publicaci6ii de El Tercer Reich, de Moeller van deli Bruck, primer esbozo cle lo que luego se llamaria la “revoluci6n conservadora”, y de Thomas Miihzer, teblogo de In revolucibn,, de Ernst Bloch. El mismn gfin nni- hlf-imn rlc- la ‘‘marc112 sohre Roma” de las ca,m.icic nere. ? Sil; iiOS eqU.i7JOcOS del Cu rso hist6rico del mundo. El peri.s. ador -afir-in al sa Spe.n.gl.er - i.io, es coge iiuiica libremeiite 10s “.-m,-a teria- les” de su ciiscurso i-enexivo: es la nistoi-la la que siempre l1e ‘iin porie 1l _0s~ -. I UUl ICIII;~~ que debe dilucidar con mayor urgencia. Para Speiigler, siii embargo, como para la mayor parte de sus coetiineos, el m5s imperativo probleina que la historia les impuso fue, justamente, el probleina iiiisnio de la historia: el probleina del curso incesante del muiido. Para todos ellos -como lo seiial6 Ortega-, no se trataba de deducir el curso de la historia de una instancia aiiahist6rica (Dios, iiaturaleza o raz6ii) , sino, en verdad, de elaborar una “interpretaci6n I,.%stbr.icad e la historia”. Para ello, siii embargo, 110 era preciso “desertar” del presente, para irse a 11 MAF’OCHO refugiar en un pasado paradigmstico, sino, a1 contrario, se trataba de aprehender el curso (trigico) de la historia en cada suceso inmediatamente vivido. Es lo que, justamente, se proporiia Ernst Bloch en el p5rrafo iriicial de su Thomas Munzer, tedogo de la rmolun’dn: “Queremos estar siempre tan s610 entre nosotros. Ni siquiera aqui, pues, nuestra mirada se dirige en modo alguno a1 pasado. Antes bien, nos mezclamos a nosotros mismos vivamente en 61. Y tambi6n 10s otros retornan asi, transformados; 10s inuertos regresan, y SLI hacer aspira a cobrar nueva vida con nosotros. Miinzer fue quieii m5s bruscamente se quebi-6, por m8s que sus deseos fueran de vastisimos horizontes ... Miinzer, principalmente, es historia en el sentido fecund0 ”. La historia, de este modo, se convierte en el problema m5s radical cada vez que, en una situaci6n dada, el futuro se torna incierto o problem5tico. Cada vez, por asi decirlo, que el hombre se encuentra a la interqberie en el presente: “ex-puesto” a1 embate de fuerzas o de “poderes” que no logra reconocer ni dominar racional- mente, per0 a 10s que siempre est5 forzado a responder mediante la accibn, el pensamiento y la imaginaci6n. Fue lo que hizo Spengler equ.%~iocn.rn.Cn.te. Durante algunos aiios, en efecto, se repiti6 el nombre de Spengler entre 10s ide6logos que prepararon el advenimiento del fascisnio. Esta imputaci6n ftie “sistematizada”,d espu6s de la seguiida guerra, por Gyor‘gy Luk5cs en El asalto a la ruzo’n, y hoy, en verdad, resulta ser tan equivoca como la respuesta de Spengler a las incertidumbres del presente hist6rico alem5n en que le toc6 vivir. Es sabido que Anlos de deelsldn, publicado inmediatameii te despuCs del triurifo de Hider, no s610 ftie friameiite recibido poi losjerarcas del “nuevo orden”, sin0 que, adem&, fue violentamente atacado poi- SLIS escribientes, como lo ilustra el libelo Sjbenglcr y el Tcrcw &ich de Zweininger. Dentro del “mesianismo” endemo- niado de 10s nazis, no podia obviamente sei- tolerado un pensador capaz de escribir: ‘Yo no invento un cuadro ut6pico del ftituro, ni menos todavia un programa que debe realizarse, como es la moda entre 10s alemanes ... Yo veo m5s lejos que otros. Avisto no s610 grandes posibilidades sino, adem&, peligros enormes. Veo su origen y, tal vez, el camiiio para esquivarlos. Yo tengo clerecho a la critica porque, mediante ella, he mostrado siempre lo que debe su,cecler. (lo que hay que hacer que suceda) porque sucederb. .. Lo que el individuo no quiere hacer, lo har5 la historia con 61”. Este tono oraculcrr.de Speiigler debi6 irritar a 10s nuevos 5rbitros de la politica alemana, tal como, quince aiios antes, habia sacado de SLIS casillas a SLI inteligencia acadkmica. Esta irritaci6n fue, sin embargo, reciproca, como lo atestigua Frie- drich Percyval Reck-Malleczewen en las p5ginas iriiciales de su Dia~ioE. ste arist6- crata alemAn, que termin6 SLIS dias en uii campo de concentracih, ofrece un testimonio critic0 de Spengler, a1 que habia tratado con alguria frecuencia, e informa que, en 10s illtimos aiios, 6ste odiaba a 10s iiazis “hasta en 10s suefios”. Esta reciproca aiitipatia encubria, sin embargo, una oposici6n mkradical: la oposici6n entre la visi6n (tr5gica) de la historia propuesta por Spengler y el “mesia- nismo” delirante impuesto por 10s ide6logos de un Reich milenario. Esta polCmica determinax-5, en parte, la posicibn equivoca de Spengler durante 10s aiios treinta, 12 HUMANIDADES y que Theodor W. Ad orno sintetizo certeramente. “En Alemariia -apunt6 el fil6sofo de Francfort-, qued6 proscrito por pesimista y por reaccionario -en el sentido en que usaban t: sas palabras 10s seiiores del momento- y en el extranjero era ya considerado COIn o uno de 10s c6mplices ideol6gicos de la caida de la barbarie”. Si el Cxito de Spen gler durante 10s arios veinte se debi6, en lo esencial, a1 hecho que la clase ernplea dn se proyect6 e identific6, en una proporci6ii significa- tiva, en la visi6n (tragic a) de la historia expuesta en La decadencia de Occidente, su eclipse durante la siguie rite dkcada no puede ser entendida, por consiguiente, como una consecuenci;3 exclusiva de la oposici6n entre esa visi6n y la ideologia nazista, como pensaba Lucien Febvre, sino, mas bien, como una secuela de la radicalizaci6n ideol6gic a que condujo (mayoritariamente) a la pequeiia burgue- sia alemana, y luego a 1: I austriaca, a1 hscismo. Spengler, en efecto , no fue el hico “excluido” en este complejo proceso. En una anotaci6n escrita di xante la Segunda Guerra Mundial, Ernst Jiinger recorda- ha en su Diario la atmcj sfera intelectual que imperaba en 10s aiios veinte. “La historia de esos aiios -d ecia-, con sus pensadores, SLIS combatientes, sus martires y sus estadistas no ha sidc ailn escrita. Viviamos eritonces en el huevo del Leviathan. ) Luego la escuela de Miin chen, la m5s chata de toclas, se impuso: era la que trabajaba menos en balde. En mi s cartas y papeles de esos arios se encuentran cantidades de nombres: Niekisch, Heilscher, Ernst von Salomon, Kreist y Albrecht Erich Giinther, recien temen tl e muerto, apuntaban hacia lo alto. Sus compaiieros han sido asesinados, han emigrado, han reriuiiciado ~io cupan importantes puestos el n el EjCrcito”. Este testimonio de ErnstJunger resume e ilustra el equivoco de 10s signos pie . . ( det ermiriaron el~~ colapri o de la cultura alemana en lo que Iioy se conviene en llamar la @oca fmcista. Oswald Spengler form6 parte de una gerieracion europea que inicio su vlda poknzi- cammte: luchando, de u n modo y otro, con las ideas, formas y escrituras dominan- tes en el siglo XIX. Est;3 hostilidad radical con la centtiria pasada no fue, sin embargo, un gesto grai tuito de uii grupo cle pensadores, escritores y artistas ‘‘. iconoclastas” sino, en r igor, una conclusi6n necesaria de la profunda crisis de la sociedad moderna y de sus estructuras institucionales, conceptuales y formales. Para 10s hombres del sig lo XIS se trato de sei-, en todos 10s planos, absolutamnte ,modern0 (Rimbaud). Par a 10s miembros de la generaci6n de Spengler, en cambio, se trataba de ser “nada I vnodmno, y mri~ys igZo xx” (Ortega) . Esta recusaci6n gel ieralizada del siglo XIS arrastraba, en consecuencia, una ruptura con las princir des categorias del pensamiento de la Ilustraci6n que constituian su m5s intirr to soporte “icleol6gico”.“ ?Noe s el siglo XIX, sobre todo en su final -preguntaba Nit 2tzsche en su Crepusculo de los iclolos- simplemente un siglo Xvm reforzado, iiuelfo giw sero, es decir, un siglo de dicadence?”. Gesto, sin duda, enfatico, per0 que ya ha bia sido insinuado por la mayor parte de 10s decadentistas 13 franceses, Flaubert, en efecto, coli Bouimril et Picu,cht, habia llevado a cabo una cruel e irreverente parodia de la Enciclopeil%ay , a travCs de ella, del optimism0 ilustrado en el poder omiiirnodo de la ,rzllson. La generaci6n de Spengler fue, sin embargo, la primera en teiier que afrontar la vida dc4ee l ocas0 de la modernidad y, por ende, desde el “descrCdito de la raz6ii”, la quiebra de la fe en el progreso y la crisis d’el individuo aut6nomo. En uno de sus escritos autobiogrAficos, Gottfried Benn describi6 la crisis de la modernidad como la desco,m$os%cidr/d, e zim6 ipocn, eritendiendo poi- &a no s610 el t6rmiiio de un mundo hist6rico siiio, asimismo, la liquidaci6ii liist6rica de uii tip0 concreto de vida huinana: 1’lionr.m.c: de raison. “La linea -precisaba Benn- que empez6 tan magiiificamen te coli el cogito ergo sum como vida soberana, que estaba s610 segura en el pensamieiito, acaba horrorosamente en esta figura.. . inexpresa- blemente iiihilista”. Crisis geiieralizada que, clesde antes de la Primera Guerra Mundial, se ir5 acusaiido en las orientaciones antirraciorialistas del pensamiento, en la multiplicaci6n de 10s inovimieiitos de vanguardia y en las tendencias an tilibe- rales de iinportarites sectores sociales. Spengler fLie, sin duda, uno de 10s pensa- dores que mejor resumi6 esa descomposicioii de una Cpoca. “Aim nos ericontramos -escribia en A%s de decisidn- en la era del racionnlismo que empez6 en el siglo swII y terinina r5pidamente en el siglo xx. Todos somos sus criaturas, sepAmoslo o no, crehoslo o no...E s el tiempo en que cada uno sabe leer y escribir y quiere, por lo tanto, hablar y ‘saber todo mejor’. Este espiritu est2 poseido por conceptos -10s iiuevos dioses de este tiempo- y hace la crltica del mundo”. Para Spengler, eso critica del rnundo y, por ende, el proyecto ut6pico de reemplazarlo poi- otro ,rnqior, es s610 la m8s arrogaiite pretension de 10s iiitelectua- les “desarraigados” de la vida. “Eli el fondo -precisaba-, el racionalismo no es m8s que critica, y el critic0 es lo opuesto a1 creador; deshace y reconstruye, concepci6n y nacimiento le son extraiios. Poi- eso su obra es artificiosa e iiierte: mata cuanto es verdadera vida”. En su polCmica con la sombra clel horime de ,rzrison del siglo SVIII, Spengler, a1 igual que muchos de sus coet5neos, no se detieiie ni coiitiene y pasa, fatal e irremediablemente, de la critica a1 racioiialismo a la desertion irritada de la raz6n y, con ella, a justificar 10s miis oscuros irnpulsos que la actividad racioiializadora del hombre moderiio habia logrado, de un modo u otro, domiiiar o controlar. Esto explica que AGos de decisidn, que debia ser continuado por un segundo tom0 que jamas fue publicado, fuese mal recibido 110 s610 poi- 10s IiDcrnles siiio, asimis- mo, por 10s iiacionalsocialistas ya victoriosos. Para 10s primeros, en efecto, este libro de Speiigler represen taba uii aporte doctrinario a1 nmm~oo rden prometido poi- Hitler. Para 10s segundos, en cambio, coiistituia una muestra de esa despre- ciable literatura de 10s KuXltusterque no podia ni debia ser tolerada, hasta el punto que, segiln el testimonio aportado por Friedrich Percyval Reck-Malleczewen en su Diario, poco falt6 para que convirtiese a Speiigler en uii m5rtir. En las p5giiias de ACos de decisih se altenian, sin embargo, la visi6n certera de un pensador adiestrado en inirar el horizonte m5s lejano y la fatua irritaci6n del intelectual a1 que nadie escucha sus razones y argumentos. Algiiri dia, cuaiido el “profetismo” de Speiigler sea analizado a la luz de la historia recierite de Europa, 14
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