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No Esta En Los Genes PDF

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R C LEWONTI 1 LA NUEVA DERECHA Y EL VIEJO DETERMINISMO L a NUEVA DERECHA Y EL VIEJO DETERMINISMO BIOLÓGICO El principio de la década de los ochenta estuvo marcado, en Gran Bretaña y Estados Unidos, por la llegada al poder de nue­ vos gobiernos conservadores. El conservadurismo de Mar- garet Thatcher y Ronald Reagan significa de muy diferentes maneras una ruptura decisiva eá el consenso político del con­ servadurismo liberal que ha caracterizado a los gobiernos de ambos países durante los veinte años previos o más. Es la ex­ presión de una ideología1 conservadora reciente, coherente y explícita, frecuentemente descrita como la Nueva Derecha.2 1. Deberíamos aclarar que aquí y a lo largo de este libro damos al término ideología un significado preciso. Las ideologías son las ideas dominantes de una sociedad particular en un momento determinado. Son ideas que expresan la «naturalidad» de cualquier orden social existente y que ayudan a mantenerlo: «Las ideas de la ciase dominante son en cada época las ideas dominantes. Es decir, la clase que constitu­ ye la fuerza material dominante en la sociedad es, ai mismo tiempo, su fuerza intelectual dominante. La clase que tiene los medios de produc­ ción material a su disposición tiene al mismo tiempo el control de los medios de producción mental, de modo que, hablando en general, las ideas de aquellos que carecen de los medios de producción mental es­ tán sujetos a ella. Las ideas dominantes no son más que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes» (K. Marx y F. Engels, The Germán Ideology, 1846, cap. I, parte 3, artículo 30. Reeditado en International Publishers, Nueva York, 1974. Hay traducción castella­ na: La ideología alemana, Grijalbo, Barcelona, 19745.) 2. Para un debate sobre la ideología de la Nueva Derecha, véase, 14 No está er. los genes La ideología de la Nueva Derecha se ha desarrollado en Eu­ ropa y Norteamérica en respuesta a las crisis social y económi­ ca de ía década pasada. Fuera de estas zonas, en África, Asia y Latinoamérica, ha habido luchas contra las fuerzas naciona­ listas determinadas a deshacerse del yugo de la explotación política y económica y del colonialismo. En cambio, en Gran Bretaña y Estados Unidos ha habido un creciente desempleo y un relativo decaimiento económico y se ha producido el surgi­ miento de nuevos y turbulentos movimientos sociales. En los años sesenta y principios de los setenta, Europa y Norteaméri­ ca experimentaron un auge de nuevos movimientos, algunos de ellos bastante revolucionarios: luchas de los trabajadores contra las meritocráticas élites dominantes, de los negros con­ tra el racismo blanco, de las mujeres contra el patriarcado, de los estudiantes contra el autoritarismo educacional, de los clientes del bienestar contra los burócratas deí bienestar. La Nueva Derecha critica la respuesta liberal a estos desafíos dé las décadas anteriores, el constante incremento de la interven­ ción estatal y el desarrollo de grandes instituciones, que han producido una pérdida del control de los individuos sobre siis propias vidas y, por lo tanto, una erosión de los tradicionales valores de autoconfianza que la Nueva Derecha considera ca­ racterística de ía economía victoriana del laissez faire. Este movimiento se ha visto fortalecido, a finales de los años seten­ ta y en los ochenta, por el hecho de que el liberalismo ha caído en un autoconfesado desorden, dejando relativamente abierto a la Nueva Derecha el campo de batalla ideológico. El consenso liberal ha dado siempre la misma respuesta a los desafíos a sus instituciones: un aumento de los programas por ejemplo, P. Green, The Pursuit of Inequality, Pantheon Books, Nueva York, 1981; P. Steinfels, The Neo-Conservativas, Simón & Schuster, Nueva York, 1979, para Estados Unidos; para el Reino Uni­ do y el thatcherismo, M. Barker, The New Racism, Junction Books, Londres, 1981, y la colección de artículos en Marxism Today de M. Jacques (octubre de 1979), pp. 6-14; S. Hall (febrero de 1980), pp. 26' 28; í. Gough (julio de 1980), pp. 7-12. (Hay traducción castellana: Paul M. Sweezy, etc., Marxismo hoy, Ed. Revolución, Madrid, 1983.) La nueva derecha y el viejo determiuismo 15 intervencionistas para la mejora social, de los proyectos de educación, de construcción de viviendas y de renovación dei centro de la ciudad. En contraste, la Nueva Derecha define la medicina liberal como un agravante de estos males, al erosio­ nar progresivamente los valores «naturales» que han caracte­ rizado a una fase anterior de la sociedad industrial capitalis­ ta. En palabras deí teórico conservador Robert Nisbet, es una reacción contra la actual «erosión de la autoridad tradicional en las relaciones familiares, en la localidad, la cultura, la len­ gua, ia escuela y otros elementos del tejido social».3 Pero la ideología de la Nueva Derecha trasciende el mero conservadurismo y efectúa una ruptura decisiva con el con­ cepto de una sociedad orgánica cuyos miembros tienen res­ ponsabilidades recíprocas. En la base de su cri de coeur acer­ ca del crecimiento del poder estatal y de la decadencia de la autoridad —e incluso en la base del monetarísmo de Milton Friedman— hay una tradición filosófica de individualismo que hace hincapié en la prioridad del individuo sobre la co­ lectividad. Se considera que esta prioridad tiene un aspecto moral, en el que los derechos de los individuos tienen absolu­ ta prioridad sobre los de la colectividad —como, por ejem­ plo, el derecho a destruir bosques mediante una tala masiva para sacar el máximo beneficio inmediato—, y un aspecto ontológico, en el que la colectividad no es más que la suma de los individuos que la componen. Y las raíces de este indivi­ dualismo metodológico descansan en una visión de la natura­ leza humana que este libro tiene como propósito primordial cuestionar. Filosóficamente, esta visión de la naturaleza humana es muy antigua,- se remonta a la aparición de ia sociedad bur­ guesa en el siglo XVII y a la visión de Hobbes de la existencia humana como una bellum omniutn contra omnes, una guerra de todos contra todos, que conduce a un estado de relaciones humanas de competitividad, desconfianza mutua y deseo de gloria. Para Hobbes, de esto se deducía que el objetivo de la organización social era sencillamente el de regular estas ca­ 3. R. Nisbet, citado en Jacques, art. cit. 16 No está en los genes racterísticas inevitables de la condición humana.4 Y la visión de Jobbes de la condición humana se derivaba de su com­ prensión de la biología humana: era la inevitabilidad biológi­ ca lo que convertía a los humanos en lo que eran. Tal creencia enmarca las posturas filosóficas gemelas a las que se refiere este libro y a las que volveremos en las páginas siguientes una y otra vez. La primera es el reduccionismo, nombre dado a un conjun­ to de métodos y modos de explicación generales del mundo de ios objetos y de las sociedades humanas. En sentido am­ plio, los reduccionistas intentan explicar las propiedades de conjuntos complejos —caso de las moléculas o las sociedades, por ejemplo— en términos de las unidades de que están com­ puestas estas moléculas o sociedades. Ellos aducirían, por ejemplo, que las propiedades de una molécula proteica po­ drían ser determinadas y pronosticadas únicamente en térmi­ nos de las propiedades de los electrones, protones, etc., de que están compuestos sus átomos. También sostendrían que |as propiedades de una sociedad humana son de igual modo la suma de los comportamientos y tendencias individuales de los seres humanos de que se compone esa sociedad. Las socieda­ des son «agresivas», por ejemplo, porque los individuos que las componen son «agresivos». Dicho en lenguaje formal, el reduccionismo sostiene que las unidades que componen un conjunto son ontológicamente previas ai Conjunto que com­ ponen esas unidades. Es decir, las unidades y sus propiedades existen antes que el conjunto y hay una cadena de causalidad que va de las unidades al conjunto.5 4. A. Ryan, «The Nature of Human Nature in Hobbes and Rous­ seau», en The Limits of Human Nature, J. Benthall ed., Alien Lañe, Londres, 1973, pp. 3-20. 5. Para una defensa vigorosa del reduccionismo en la biología y la psicología, véase, por ejemplo, M. Bunge, The Mind Body Problem, Pergamon, Oxford, 1981 (hay traducción castellana: El problema men­ te-cerebro, Tecnos, Madrid, 2002); M. Boden, Purposive Explanation in Psychology, Harvard University Press, Cambridge, Mass., 1972; E. Wilson, The Mental as Physical, Routledge & Kegan Paul, Londres, 1979; F. Crick, Life ltself, Macdonald, Londres, 1982; J. Monod, La nueva derecha y el viejo determinismo 17 La segunda postura está relacionada con la primera, pues, en efecto, es en algunos sentidos un caso especial de reduccio­ nismo. Es la postura del determinismo biológico. Esencial­ mente, los deterministas biológicos se preguntan: ¿Por qué son los individuos como son? ¿Por qué hacen lo que hacen? Y responden que las vidas y las acciones humanas son conse­ cuencias inevitables de las propiedades bioquímicas de las cé­ lulas que constituyen al individuo, y que estas características están a su vez determinadas únicamente por los constituyen­ tes de los genes que posee cada individuo. Por último, todo comportamiento humano —y, en consecuencia, toda la socie­ dad humana— está regido por una cadena de determinantes que van del gen al individuo y, de éste, a la suma de los com­ portamientos de todos los individuos. Los deterministas afir­ marían, pues, que la naturaleza humana está determinada por nuestros genes. Una buena sociedad es, o bien una socie­ dad acorde con la naturaleza humana, a cuyas características fundamentales de desigualdad y competitividad la ideología reclama acceso privilegiado, o bien es una utopía inasequible a causa de la insuperable contradicción de la naturaleza hu­ mana con una noción arbitraria del bien que no haga referen­ cia a los factores de la naturaleza física. Las causas de los fe­ nómenos sociales se hallan pues en la biología de los actores individuales en una escena social, como cuando se nos infor­ ma que la causa de los disturbios juveniles en muchas ciuda­ des británicas en 1981 debe buscarse en «una pobreza en las aspiraciones y expectativas creada por la familia, la escuela, el medio ambiente y la herencia genética».6 Es más, la biología, o la «herencia genética», es siempre in­ vocada como una expresión de la inevitabilidad: lo que es biológico lo es por naturaleza y es demostrado por la ciencia. Chance and Necessity, Cape, Londres, 1972 (hay traducción castellana: El azar y la necesidad. Ensayo sobre la filosofía natural de la biología moderna, Barral, Barcelona, 1972); y S. Lucia; Life: The Unifinished Experiment, Souvenir Press, Londres, 1976. (Hay traducción castella­ na: La vida, experimento inacabado, Alianza, Madrid, 1975.) 6. The Guardian, Londres (14-7-1981). 18 No está en los genes No puede haber ninguna discusión con la biología, porque es inmodificable. Esta posición queda claramente ejemplificada en una entrevista sobre el tema de las madres trabajadoras concedida a la televisión en 1980 por el ministro británico de Servicios Sociales, Patrick jenkin: Honestamente, no creo que ias madres tengan el mismo derecho que los padres. Si el Señor hubiese deseado que tuviéramos iguales derechos para ir al trabajo, no habría creado a hombres y mujeres. Estos son hechos biológicos, los niños dependen de sus madres. El uso de la doble legitimación de la ciencia y de Dios es un rasgo extraño, pero no inusual, de la ideología de la Nueva De­ recha: es la pretensión de tener una línea directa con las fuentes de autoridad más profundas sobre la naturaleza humana. „ Los enunciados reduccionistas y deterministas biológicos que analizaremos y criticaremos en las páginas de este libro son: - Los fenómenos sociales son la suma de los comporta­ mientos de los individuos. - Estos comportamientos pueden ser tratados como obje­ tos, es decir, reificados en propiedades localizadas en el cerebro de individuos particulares. - Las propiedades reificadas pueden ser medidas con al­ gún tipo de escala de modo que los individuos pueden ser clasificados según la cantidad que de ellas poseen. - Pueden establecerse pautas para las propiedades de la población: las desviaciones de la norma por parte de cualquier individuo son anormalidades que pueden deno­ tar problemas médicos por los que el individuo debe ser tratado. - Las propiedades reificadas y tratadas médicamente son causadas por acontecimientos en el cerebro de los indi­ viduos, que son anatómicamente localizables y están asociados a modificaciones en la cantidad de determina­ das sustancias bioquímicas. - Las modificaciones en 1a concentración de estas sustan­ cias bioquímicas pueden dividirse en genéticas y am­ La nueva derecha y el viejo determinismo 19 bientales; por lo tanto, puede medirse ei «grado de he­ rencia» o heredabilidad de las diferencias. - El tratamiento para cantidades anormales de propieda­ des reificadas puede tener por objeto eliminar genes no deseados (eugenesia, ingeniería genética, etc.) o bien en­ contrar drogas específicas («balas mágicas») para recti­ ficar las anormalidades bioquímicas o para suprimir o estimular regiones particulares del cerebro a fin de eli­ minar la localización del comportamiento no deseado. Alguna mención se hace a veces a una intervención am­ biental suplementaria, pero la principal prescripción es «biologizada». Científicos en activo pueden creer, o dirigir experimentos, en una o más de estas proposiciones sin sentirse deterministas hechos y derechos en el sentido en que aquí usamos el térmi­ no. Sin embargo, la adhesión a esta aproximación analítica general es típica de la metodología determinista. El determinismo biológico (hiologismo) ha sido un pode­ roso medio para explicar las desigualdades de estatus, riqueza y poder observadas en las sociedades capitalistas industriales contemporáneas y definir los «universales» humanos de com­ portamiento como características naturales de estas socieda­ des. Como tal, ha sido acogido con agradecimiento como le­ gitimador político por la Nueva Derecha, que encuentra su panacea social tan claramente reflejada en la naturaleza; por­ que si estas desigualdades son determinadas biológicamente, entonces son inevitables e inmutables. Más aún, el intento de remediarlas por medios sociales, como prescriben liberales, reformistas y revolucionarios, es «ir contra la naturaleza». El racismo, nos dice el Frente Nacional Británico, es un produc­ to de nuestros «genes egoístas».7 Tampoco estos dictámenes políticos son privativos de los ideólogos: una y otra vez, a pe­ sar de su proclamada creencia de que su ciencia está «por en­ cima de la simple política humana» —por citar al sociobíólo- 7. Afirmado en dos artículos por el teórico de! Frente Nacional R. Verrall en The New Nation, n.os 1 y 2 (verano y otoño 1980). 20 No está en los genes ' go de Oxford Richard Dawkins—,8 los deterministas bioló­ gicos pronuncian juicios sociales y políticos. Baste un ejem­ plo por ahora: el mismo Dawkins, en su libro The Selfish Gene, que se supone que es un trabajo sobre la base genética de la evolución y que es utilizado como libro de texto en los cursos universitarios norteamericanos sobre la evolución de la conducta, critica al «antinatural» estado benefactor en el que hemos abolido la familia como unidad de autosuficiencia econó­ mica y sustituido al Estado. Pero no se debería abusar del privile­ gio del apoyo garantizado a los niños ... Los individuos que tie­ nen más hijos de ios que son capaces de criar son, en la mayoría de los casos, probablemente demasiado ignorantes como para ser acusados de explotación malévola consciente. Menos libres de sospecha me parecen las poderosas instituciones y los líderes que deliberadamente los animan a hacerlo.9 La cuestión no es solamente que los deterministas biológi­ cos sean a menudo unos filósofos políticos y sociales un tanto ingenuos. Una de las consideraciones con las que debemos lu­ char a brazo partido es que, a pesar de su frecuente preten­ sión de ser neutral y objetiva, la ciencia no está ni puede estar por encima de la «simple» política humana. La compleja interacción entre la evolución de la teoría científica y la evo­ lución del orden social significa que, muy a menudo, las for­ mas en que la investigación científica formula sus preguntas sobre los mundos humano y natural que se propone explicar están llenas de prejuicios sociales, culturales y políticos.10 8. R. Dawkins, defendiéndose a sí mismo y a la sociobiología con­ tra la acusación de dar soporte a las ideologías racista y fascista, en Nature, 289 (1981), p. 528. 9. R. Dawkins, The Selfish Gene, Oxford University Press, Ox­ ford, 1976, p. 126. (Hay traducción castellana: El gen egoísta, Labor, Barcelona, 1979.) 10. Para este exasperado tópico, véase, por ejemplo, H. Rose y S. Rose, e d s The Political Economy of Science, Macmillan, Londres, 1976, y The Radicalisation of Science, Macmillan, Londres, 1976. La nueva derecha y el viejo determinismo 21 Nuestro libro tiene un doble cometido: primero, ofrecer una explicación de los orígenes y las funciones sociales del determinismo biológico en general —tarea de los próximos dos capítulos— y, segundo, efectuar un examen y una exposi­ ción sistemáticos de la vacuidad de sus pretensiones en cuan­ to a la relación de la naturaleza y los límites de la sociedad humana respecto a la igualdad, la clase, la raza, el sexo y el «desorden mental». Ilustraremos esto a través de un estudio de temas específicos: la teoría del cociente intelectual (CI), la supuesta base de las diferencias en «habilidad» entre sexos y razas, el tratamiento médico de la protesta política y, final­ mente, la estrategia conceptual global de la explicación evo­ lutiva y adaptacionista ofrecida por la sociobiología en sus formas actuales. Por encima de todo, esto presupone un exa­ men de las pretensiones del determinismo biológico respecto a la «naturaleza de la naturaleza humana». Al examinar estas pretensiones y al exponer los hallazgos pseudocientíficos, ideológicos y, con frecuencia, metodológi­ camente inadecuados del determinismo biológico, es impor­ tante, para nosotros y para nuestros lectores, poner en claro nuestra propia posición. Los críticos del determinismo biológico han llamado fre­ cuentemente la atención sobre el papel ideológico desempe­ ñado por las conclusiones aparentemente científicas acerca de la condición humana que parecen desprenderse del deter­ minismo biológico. El hecho de que los deterministas biológi­ cos, a pesar de sus pretensiones, estén comprometidos en la enunciación de afirmaciones, políticas y morales sobre la so­ ciedad humana y de que sus escritos sean empleados como le­ gitimadores ideológicos no dice nada, por sí mismo, sobre los méritos científicos de sus afirmaciones.11 A menudo se acusa a los críticos del determinismo biológico de estar simplemen­ te en desacuerdo con sus conclusiones políticas. No duda­ mos en reconocer que no nos gustan estas conclusiones; cree­ 11. Science for the People, Biology as a Social Weapon, Burgess, Minneapolis Minn., 1977. (Hay traducción castellana: La biología como arma social, Alhambra, Madrid, 1982.)

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