ebook img

Mozart, El Gran Mago PDF

487 Pages·01.539 MB·Spanish
Save to my drive
Quick download
Download
Most books are stored in the elastic cloud where traffic is expensive. For this reason, we have a limit on daily download.

Preview Mozart, El Gran Mago

Wolfgang Amadeus Mozart es un niño prodigio en busca de «las notas que se aman y crean armonía». Compone sin tregua sonatas, réquiems, óperas…, a pesar de los continuos viajes por Europa, de los malévolos músicos de la corte y de que estaba enfermo. Pero justo cuando está a punto de desfallecer conoce a un extraño personaje: Thamos, conde de Tebas. Con su ayuda, las puertas de los palacios más importantes de Viena, París y Londres se abrirán para el joven compositor. El lector pronto descubrirá que el aliado del artista es el último guardián de un secreto eterno. Ha venido de Egipto para llevar a cabo una misión: encontrar al Gran Mago, aquel cuya obra protegerá a la humanidad del caos. Y el gran príncipe oriental sabe, desde el primer día en que lo vio tocar, que se trata de Mozart. Thamos compartirá conocimientos secretos con los masones de grados superiores, a la vez que irá preparando al artista para su nuevo papel, encargándole composiciones en honor a Isis. Desde ese momento, el hombre y el niño no volverán a separarse. ¿Conseguirá el conde proteger a Mozart de las trampas que le tiendan sus numerosos enemigos? www.lectulandia.com - Página 2 Christian Jacq Mozart. El Gran Mago Mozart - I ePub r1.0 ebookofilo 26.09.13 www.lectulandia.com - Página 3 Título original: Mozart. Le Grand Magicien Christian Jacq, 2006 Traducción: Manuel Serrat Crespo Editor digital: ebookofilo ePub base r1.0 www.lectulandia.com - Página 4 Al Batelero www.lectulandia.com - Página 5 Todos los esfuerzos que hacemos para conseguir expresar lo profundo de las cosas se hicieron vanos tras la aparición de Mozart. GOETHE Un corazón nacido para la libertad no se deja tratar nunca como esclavo. Y aunque haya perdido su libertad, conserva aún su orgullo y se ríe del universo. MOZART, El rapto del serrallo www.lectulandia.com - Página 6 PREFACIO D esde que comencé a escribir, cuando tenía trece años, Mozart ha estado presente en mi vida. Mientras escuchaba su música y al tiempo descubría la civilización del antiguo Egipto, yo ignoraba, entonces, hasta qué punto estaban vinculados ambos. Unos años más tarde, abrí una carpeta titulada «Mozart el Egipcio», base de la novela en cuatro tomos que hoy se publica, para evocar la aventura espiritual y la vida secreta de uno de los mayores genios de la historia. Más allá de su compromiso masónico, Mozart fue iniciado en los misterios de Isis y Osiris, revelados en su gran obra, La flauta mágica. Para comprender cómo el músico se convirtió en el hijo y el amado de Isis la Grande, cuyo mensaje espiritual transmitirá, debemos remontamos al año 342 antes de Cristo. La derrota del rey Nectanebo II, vencido por el persa Artajerjes III, señala el final de la trigésima y última dinastía. En adelante, la antigua patria de los faraones no será nunca más independiente, y verá cómo se suceden invasores y ocupantes: persas, griegos, romanos, bizantinos y, por último, árabes, que se apoderarán del país en 639 d. J.C. e impondrán el islam. La agonía fue muy larga, puesto que duró casi un milenio. Los sabios egipcios, previendo la desaparición de su cultura, cubrieron de textos los muros de los grandes templos, como Edfú, Dandara, Kom-Ombo o Filae, y redactaron numerosos papiros. Las cofradías renunciaron a una imposible liberación y se limitaron a sus santuarios. En 383 d. J.C., Teodosio ordenó que se cerraran todos los templos aún activos. Los cristianos los destruyeron o los transformaron en iglesias. Los iniciados se vieron obligados a entrar en la clandestinidad y, luego, a abandonar Egipto, donde la transmisión de los antiguos misterios, ya difícil y peligrosa, se haría imposible tras la conquista árabe. Durante los primeros siglos del cristianismo, su principal competidor fue el culto de Isis, ampliamente extendido por Occidente, e incluso por Rusia. Los expatriados encontraron, así, varios lugares de acogida y prepararon, gracias a las cofradías de constructores, la eclosión del arte medieval. Para mencionar, sólo, un ejemplo significativo, en el portal de la catedral de Gniezen, en Polonia, se relatan episodios de los misterios de Osiris. La iniciación egipcia no se extinguió cuando se cerraron los templos, pues el pensamiento jeroglífico, que contenía «las palabras de los dioses» y www.lectulandia.com - Página 7 los rituales en los que se encaman, se transmitió de modo oral y, a la vez, por textos cifrados[1]. Hijo de Thot, maestro de las ciencias sagradas, el hermetismo alimentó las logias de constructores. Cuando terminó la era de las catedrales, los descendientes de los iniciados egipcios formaron círculos de alquimistas que dieron origen a una de las ramas de la francmasonería. Se celebraron allí los antiguos misterios en forma de tres grados: Aprendiz, Compañero y Maestro. El primero revela los elementos creadores de la creación, el segundo la geometría sagrada, el tercero hace revivir el mito de Osiris, rebautizándolo como Hiram. Cuando nace Mozart, en 1756, los distintos movimientos masónicos están en crisis. Algunos aspectos fundamentales de la tradición iniciática han sido desfigurados, abandonados, se han perdido incluso. Y trabajando en un proyecto titulado Thamos, rey de Egipto, el músico, con quien los masones se habían relacionado muy pronto, entra en contacto con el universo iniciático que, desde entonces, será esencial en su vida. Su maestro, el Venerable Ignaz von Born, considera a los sacerdotes egipcios como sus verdaderos antepasados, y emprende investigaciones con las que beneficiará a su discípulo. Tras haber abrazado la Luz de la iniciación en diciembre de 1784, Mozart se fija un objetivo: transmitir lo que ha recibido. En realidad, irá mucho más allá convirtiéndose en el batelero entre Egipto y la francmasonería simbólica. La flauta mágica, con la que alcanza el punto culminante de su carrera, abre camino para el arte real, el matrimonio del Fuego y el Agua, del Hombre y de la Mujer. Esta ópera ritual ilumina los misterios de Isis y de Osiris, clave de la tradición iniciática. Y la obra de Mozart resiste el paso del tiempo, como un templo «construido con hermosas piedras de eternidad». CHRISTIAN JACQ www.lectulandia.com - Página 8 1 Alto Egipto, 1756 D ecididos a degollar al joven monje, los diez mamelucos se arrojaron sobre su víctima. Desarmada, sólo opondría una irrisoria resistencia a aquellos asesinos profesionales al servicio de un pequeño tirano local que alentaba sus fechorías. ¿Cómo Thamos, el joven monje, podría haber imaginado que allí, en pleno desierto, sería atacado por una banda de asesinos? Por lo común, meditaba de cara al poniente rememorando las enseñanzas de su venerado maestro, el abad Hermes, un anciano de sorprendente vitalidad. El tiempo desaparecía bajo la arena de las dunas; el sabor de la eternidad brotaba de la inmensidad silenciosa, apenas turbada por el vuelo de los ibis. Thamos corrió hasta perder el aliento. Puesto que tenía una importante ventaja, el conocimiento del terreno, sacó de ella el máximo beneficio. De un brinco digno de una gacela, cruzó el lecho seco de un uadi y, luego, trepó por la pedregosa ladera de una colina. Sus perseguidores, demasiado gruesos, sudaban la gota gorda. Uno de ellos se torció un tobillo, y arrastró en su caída a tres de sus compañeros. Los demás se ensañaron con él, vociferando contra aquella maldita presa de inagotable aliento. Thamos flanqueó una extensión de arena blanda en la que se hundieron dos mamelucos, socorridos por sus congéneres. Furioso, un obstinado no renunció: cuando vio que el monje se le escapaba, lanzó colérico su sable. El arma falló por poco su blanco. Thamos corrió mucho tiempo aún, evitando dirigirse hacia el monasterio, pues no quería ponerlo en peligro. Sin aliento ya, se arrodilló al pie de una acacia e invocó a Dios. Sin Él no habría escapado a aquellos depredadores. Cuando hubo recuperado el resuello, el joven volvió sobre sus pasos y se aseguró de que los mamelucos hubieran dado marcha atrás. Acostumbrados a victorias fáciles, temían a los demonios del desierto y detestaban permanecer allí. Al caer la noche, Thamos regresó al monasterio fortificado de San www.lectulandia.com - Página 9 Mercurio, donde, desde su infancia, vivía en compañía de otros once hermanos, ancianos ya. Dio tres golpes a la pesada puerta de madera y vio aparecer al guardián del umbral en lo alto de la muralla. A la luz de una antorcha, éste identificó al recién llegado. —¡Por fin! ¿Qué ha ocurrido? —He escapado de una pandilla de agresores. El guardián del umbral abandonó su puesto de observación para entreabrir la puerta del monasterio, y llevó a Thamos hasta el abad Hermes, que estaba leyendo un papiro repleto de jeroglíficos. El anciano tenía casi cien años y pocas veces salía ya de su celda, transformada en biblioteca. En los anaqueles, descansaban textos que databan de la época en que los faraones gobernaban un Egipto próspero y radiante. En aquellos tiempos de desolación, el Imperio otomano reinaba tiránicamente. Aniquilada Bizancio, había conquistado Oriente Próximo y amenazaba Europa. Verdad absoluta y definitiva, ¿no debía el islam imponerse al mundo entero? El poder militar turco sabría hacerlo triunfar. Egipto agonizaba, abrumado por los impuestos, martirizado. El pachá dejaba que actuaran los beys de El Cairo, explotadores a la cabeza de milicias armadas que se pasaban el tiempo matándose entre sí. Ahora predominaba la de los mamelucos, implacable y bien equipada. Miseria, hambre y epidemias estrangulaban las Dos Tierras, el Alto y el Bajo Egipto, y la gloriosa Alejandría ya sólo contaba con ocho mil habitantes. Desde la invasión árabe del siglo séptimo, el monasterio de San Mercurio parecía olvidado por unos bárbaros que habían destruido gran cantidad de antiguos templos, habían cubierto con velos los rostros de las mujeres, consideradas ahora como criaturas inferiores, y habían arrasado las viñas. En aquel apartado paraje, san Mercurio protegía a la pequeña comunidad. Persuadidos de que sus dos espadas, bajando del cielo, podían cortarles el gaznate, los saqueadores no se atrevían a atacar. Conteniendo sus palabras, Thamos relató su desventura al abad. —Se acerca la hora —decidió el anciano—. San Mercurio no nos salvará por mucho tiempo ya. —¿Tendremos que partir, padre? —Tú, hijo mío, tú partirás. Nosotros nos quedaremos. —¡Os defenderé hasta que sólo me quede una gota de sangre! www.lectulandia.com - Página 10

See more

The list of books you might like

Most books are stored in the elastic cloud where traffic is expensive. For this reason, we have a limit on daily download.